miércoles, 27 de febrero de 2008

A dos de tres

Marisa Pineda

Y allá van, transpirando entusiasmo, con la sonrisa nerviosa de la emoción, provocando envidias, contándole a quien quisiera oirlas, y al que no también, la aventura que iban a vivir… y la vivieron.
Deje le platico la historia de tres amigas que ya se veían pintando el cielo de azul, volando entre nubes de tul, y terminaron con los pies bien puestos sobre la tierra.
Las cosas fueron más o menos así: “Va a haber globos, muchos globos y te puedes pasear” llegó contando con voz, ojos y manos una compañera de trabajo. El entusiasmo se contagió, todos brincamos de nuestros asientos porque en la última frase entendimos que se trataba de globos aerostáticos, y muy comodinamente dimos por sentado que “te puedes pasear” era sinónimo de gratis.
Ahí nos tiene a todos entusiasmados. Con lo que una vio en la televisión, con lo que otra escuchó sepa donde y con lo que alguien más leyó en un cartel, el grupo armó el rompecabezas informativo: Culiacán era sede de un festival internacional de globos aerostáticos, te podías pasear y había un teléfono celular donde se podía reservar el lugar. Ya me vi.
Primera caida y desde la tercera cuerda, para más dolor
El grupo nombró a una vocera e indicó “llama inmediatamente para apartar el viaje”. Y llamó, así se enteraron que el paseo por las nubes costaba 4 mil 500 pesos por tres personas o 6 mil pesos por una pareja, con derecho a un plato con botanas y una botella de champán. En ambos casos el viaje duraba una hora y media; 15 minutos para elevarse, 60 para pasearse y los otros 15 para descender. El precio provocó la primera depuración al padrón de aspirantes. La de la letra fue de a las que les cortaron las alas y resignadamente tuvo que decir “yo pa’rriba volteo muy poco”.
Segunda caída, empate.
Durante tres días el ánimo se mantuvo alicaído. Haga de cuenta cuando era niño, lo llevaban a la verbena y veía como otros plebes se paseaban en los juegos, mientras uno tenía que quedarse contemplándolos porque los papás ya no tenían para el boleto. Pero ya lo dice el dicho “que me importa el mar si perla soy” , y ahí tiene que el trío de tres se decide, rompe el cochinito y a volar se ha dicho.
A las 12:00 del mediodía, del viernes 15, llegó a la oficina un muchacho con carpeta en mano, traía el recibo, el pase que permitiría tocar el cielo, sentir esos aires de libertad que da el despegar los pies del suelo.
Desde ese viernes el trío de tres sabía que tenía que estar en el Autódromo Culiacán, el domingo 17 de febrero, a las 9:00 de la mañana, que tenía el número 15 en el turno al cielo y que llevarían cámara y espejitos. La cámara para captar el inolvidable momento, los espejos para restregarle a los de abajo que ellas sí que volaban alto. A una le había quedado claro que durante quince días viviría prácticamente del aire, la otra de la caridad familiar y la otra nada más sonreía, segura de que Dios proveería.
El sábado quedó diseñada la logística. Las escaleras del atrio de Catedral serían el punto de encuentro, a las 8:00 de la mañana, de ahí hacia arriba.
A volar, todos a volar, la aventura ha comenzado, no se sabe qué va a pasar...
Tercera caída, ¡ouch!.
Al autódromo llegaron puntualitas, con el ánimo muy en alto. De los 30 globos que les anunciaron sólo encontraron nueve. Vieron como uno a uno fueron elevándose y como uno a uno fueron cayendo metros delante… sin que regresaran. Un muchacho se aventó con su parapente, ni quien lo viera porque no lo anunciaron. La escaces de aplausos no lo amedrentó, agarró el megapapalote y allá va de nuevo, sin que, otra vez, nadie lo anunciara. A la entrada cobraban 50 pesos, con derecho a ver como minuto a minuto quedaba menos que ver. Algo no andaba bien.
La que llevaba el recibo hizo cabeza de grupo e indicó: yo sigo al de café, ustedes no pierdan de vista a los dos de negro.
El de café trató de catafixiarles el viaje “para mañana, para el miércoles o la próxima semana” o por un vuelo (de 15 minutos) en un ultraligero. ¡Niet!, ¡nada!, si ya la dueña y piloto de la única aeronave que logró regresar les había explicado que después de las 9:00 no había condiciones para volar, que nadie arriesgaría sus globos y que ya se iban todos a sus lugares de origen. ¡Abur!.
Por eso, antes de ver volar su dinero, se hilvanaron al de café hasta que, harto, cedió no sin antes advertirles: “esta bien, vengan acá, les voy a dar su dinero pero no hagan escándalo, no le digan a nadie”.
De la aventura les quedaron las fotos; con la tecnología del fotochop y el indiscutible talento de una de ellas para el diseño, en las imágenes parece que realmente surcan los aires, cuando en realidad no levantaron los pies del suelo.
La tercera caída estaba dada. Dinero en mano hicieron caso omiso a la petición del de café, salieron como al principio, contándole a todo el que quisiera oirlas y al que no también.
Saludos, recomendaciones, peticiones, mentadas y hasta felicitaciones, por favor hágalas llegar a la dirección adosdetres@hotmail.com
Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Que tenga excelente semana.