lunes, 25 de mayo de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Alguna vez se ha preguntado ¿quién diseña las pruebas en los programas de concurso? “La necesidad tiene cara de hereje” reza el dicho. Para salir de pobre, aunque sea momentánea o parcialmente, el camino a la mano es recurrir a la suerte, vía cachito de lotería, melate o rasca y gana. En los intentos más desesperados está participar en programa de concursos en televisión. Si se hiciera alguna lista de las pruebas más humillantes, la de la letra propone la inolvidable P’arriba papi p’arriba, del famoso programa Sube Pelayo Sube. Emisión que llevó a esta su amiga a preguntarse por vez primera ¿quién diseña las pruebas en los programas de concurso?

A principios de los 70 en los hogares mexicanos reinaba Luis Manuel Pelayo, excelente actor que hiciera mancuerna con Mauricio Garcés en películas como “Fray Don Juan”, interpretando al alcahuete mayordomo que respondía respetuoso: “Mandaba el señor”. En la pantalla chica, Luis Manuel conducía “Sube Pelayo sube”, programa que tomaba su nombre del concurso estrella, el que todo México esperaba: el palo encebado. La prueba ponía a espectadores y tele espectadores a corear al unísono “sube Fulano sube, sube Fulano sube”. En los años que duró el programa se cuentan con los dedos de las manos a quienes lograron conquistar el palo encebado. El resto de las veces, el concurso culminaba con un prolongado y piadoso “aaah” de apoyo al perdedor.

Con cada intento frustrado el palo encebado sumaba dinero que alcanzaba cifras considerables para su tiempo y para la condición económica de los concursantes. Sin embargo, había otra prueba que, sin ser la protagónica, superaba la ignominia para el participante y toda su familia, esa era “P’arriba papi p’arriba”.

Para poder participar en “P’arriba papi p’arriba” el concursante tenía que ser, invariablemente, cabeza de familia; entre más numerosa y más humilde, mejor.
Ahí tenía pues a Pelayo enfundado en su traje con pajarita, recibiendo sonriente a la Familia Equis. Papá Equis, obrero en una fábrica; Mamá Equis, dedicada a las labores del hogar y los cinco niños Equis, en escalerita de mayor a menor, el menor aún de brazos. Al igual que en el palo encebado, en P’arriba papi p’arriba los premios se acumulaban, la diferencia era que en éste último se trataba de productos. De pronto, la bolsa acumulada podía incluir: sala, comedor, estufa, refrigerador, recámara, ¡una lavadora! y hasta una bicicleta para el señor.

Semejante premio era más que suficiente para soportar cualquier humillación en cadena nacional. Y allá va la familia en pleno subiendo la empinada escalera hasta llegar al tope de una rampa resbalosa, a la que le faltaban dos grados para ser pared. El público cantaba jubiloso “P’arriba papi p’arriba”, animando al concursante, quien ya enfundado en un overol como de empleado de aseo y limpia, buscaba, en un golpe de suerte, dar a su familia lo que le estaba económicamente impedido.

Primer intento. En pos de alcanzar la meta el hombre convertía hasta sus cachetes en ventosas. El ánimo crecía. El tipo se agarraba hasta con el pelo. Nada. Falló en su intento. Al resbalar, lo hacía con una extraña lentitud, pareciera que la frustración por el fracaso amortiguara la fuerza de gravedad.

Segundo intento. Pelayo acude a tranquilizar a Papá Equis. Arenga al público a dar más ánimo. El público responde. En la meta, la familia hace lo propio. ¡Arriba corazones! Papá Equis responde también, transforma la frustración en impulso y de un brinco se ha puesto más allá de la mitad del camino. Los gritos aumentan, la orquesta toca y de pronto, cuando está más cerca de la cima que del suelo. El conductor marca el alto ¡Alto! Por favor. En la aviada Papá Equis pisó la línea de salida. El concursante ni chista, acepta con resignación. Le queda una oportunidad. Tranquilo. La siguiente es la buena.

Tercer intento. El conductor vuelve al concursante y al público, incluso al que está frente a las pantallas “usted, allá en su casa, dele ánimo” y allá estaba uno también coreando “P’arriba papi p’arriba”. Vale decir, que en la prueba el participante podía recibir ayuda de sus hijos para alcanzar la cima. Allá tenía Usted unas estampas en que el hombre va trepando y la madre prácticamente aventando los hijos, uno tras otro, en una liana humana que ayudara a lograr los muebles de sus sueños y la bici para su viejo. Uno, dos, tres, cuatro chamacos colgando. La madre, con una mano sujetando al último de un pie y con la otra deteniendo al de brazos. El padre alcanzando la cuerda de vástagos. La fuerza de gravedad haciendo lo suyo provocando que todos se vinieran abajo. En lo que resbalaban, ni público ni televidentes lograban disimular las carcajadas.

Lo que seguía eran lágrimas, apenas compartidas porque las cámaras inmediatamente tomaban al público que seguía en franca carcajada de recordar aquella hilera humana resbalando por la rampa al ritmo de “P’abajo papi p’abajo”, que tocaba la orquesta cuando el concursante fallaba.

Los domingos, la crueldad madrugaba. En familia, con Chabelo, tenía como concurso estelar la catafixia. Tras una serie de pruebas superadas, el niño debía elegir entre el altero de juguetes y golosinas que había ganado o catafixiarlos por lo escondía alguna de las tres cortinas de la catafixia. El plebe bien podía salir con un automóvil, un paquete de mueblerías K2, o un balde con un trapeador usado. Si el conductor estaba de buenas podía apiadarse del chamaco y regresarle las golosinas y un juguete; de lo contrario el amigo de todos los niños justificaba impasible “Tú lo elegiste mi chavo”.

Años después, Ausencio Cruz y Víctor Trujillo, en su programa La Caravana, recrearon esas situaciones interpretando al concursante Margarito Pérez y a Jhonny Latino, conductor del programa La Pirinola. Como en los concursos de verdad, Margarito siempre quedaba arañando el premio. Jhonny Latino, falsamente compasivo le decía “lástima Mar-ga-ri-to”. Margarito consternado insistía que había entrado al concurso porque su familia necesitaba mucho el premio. Jhonny Latino respondía artificialmente comprensivo “porque aquí nadie pierde, Margarito se va a llevar una torta de jamón que quedó de la semana antepasada. Llévelo al baile”.

Como ve, los concursos no han cambiado.

Gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Por favor, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com. Que tenga una semana ganadora.

lunes, 18 de mayo de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Las luces se apagan, sólo resplandece el seguidor que apunta hacia la puerta que da a camerinos. La música se mezcla. El Mucha Crema toma el micrófono y comienza a hacer lo suyo: Lucharaaan a una caída, con límite de tiempo. Sin empate y sin indulto. Eeen eeesta esquina, portando un atuendo plagado de colores, se dicen técnicos pero tienen una larga historia de marrullerías y rudezas: los partidos pooolíticos.

En esta otra, con un traje cada vez más austero, conocedores de las tácticas sucias de sus oponentes: eeel electorado. El réferi supremo para esta contienda es el conocido IFE, quien ha forjado su propia historia en la arena de los medios electrónicos.

En la mesa de comentaristas, éstos observan y advierten al respetable público: los Partidos deben tener cuidado en este encuentro. Desde la víspera anticiparon que le arrancarán el voto a los ciudadanos, aplicándole su llave de moda: la del hartazgo. Sin embargo, el Electorado amenaza con que si le aplican la del hartazgo, responderán con su más contundente candado: el abstencionismo.

El réferi no ha escatimado en gastos para recordarle a rudos y técnicos quien es el árbitro supremo sobre el ring. Quien pone y aplica las reglas. Por si a alguno se le hubiera olvidado, se aventó un campañón para advertir que si la credencial “es cero tres renueva”, al final salió con que renovados y no renovados podrán entrarle por igual a la votación. Ya el réferi, pues, dejó bien claro: en mi elección y con mis reglas ¡se me respeta! -dicen los comentaristas-.

Así las cosas, inició mayo y con ello se abrió la arena de los medios electrónicos para los partidos políticos. En lo que el Muchacrema anunciaba a los contendientes, el réferi volvió a hacer de las suyas, ahora al grito de “cuéntale”. Esta vez, al árbitro se le pasó la mano y la repetición del “cuéntale” en cada corte comercial, de cada canal de televisión abierta, ha hecho que la fanaticada haya acuñado la ingeniosa y cada vez más popular frase: “eres más enfadoso que un comercial del IFE”.

La secta del Mesías Tropical. Enfundados en su traje color naranja, aparece Convergencia que cambió su pegajosa tonadita “naranja, naranja” por la mesiánica rúbrica “Salvemos a México”, pronunciada por el mijmíjimo Peje, quien aparece a cuadro tras haberlo invocado con la oración “estaríamos mejor con López Obrador”. Con todo y este culto a la personalidad, el Peje no va a ganar, ni candidato es en esta elección. Aún así, le estaremos agradecidos por habernos legado una frase, que llegó para quedarse como protagonista de incontables chascarrillos –observan los comentaristas-.

Viene ahora un equipo con el que no se sabe quien tiene el colmillo más largo y retorcido. Un equipo integrado por una mini y un veterano de mil batallas: la chamaca perredista y Chucho. Dicen los que saben, que trabajar con niños y perros es peligroso porque te pueden robar el espectáculo. Este es el caso. Protagonista estelar en múltiples combates, Chucho (escuincla dixit) queda reducido a vil patiño de esa cruza de Chispita con Pituka y Petaka, salida de las reservas perredistas. A medida que avanza la campaña, la chamaca lleva a la pantalla refuerzos: el padre recién despedido de su empleo a causa de la crisis (esto no hubiera pasado con López Obrador), la madre que ya tiene su changarrito con todo y RFC (¿sería de los changarros foxistas?) y la más reciente adquisición, recién llegada del gabacho: el tío Luis, indocumentado damnificado por la crisis gringa. Por más parentela que aparezca en los anuncios, el PRD no contará con un voto: el de su mascota mediática, que ni credencial de elector ni edad para votar tiene. El tiempo es sabio -señalan los comentaristas-.

Ellos no limitan la lucha a tecnicismos y rudezas, ellos van más allá. Son los promotores de un nuevo estilo de lucha basado en la polémica. Llegan vistiendo los colores del arcoíris, con la música de Village People como fondo: los socialdemócratas. De tiempo acá, cada vez más rubros han entendido que el dinero rosa vale lo mismo que cualquier moneda de curso legal. Así, son cada vez más quienes se dirigen específicamente al segmento de mercado que forma la comunidad lésbico, gay, transexual y transgénero. La arena política no es la excepción y el Partido Socialdemócrata va, abiertamente, por los votos de esa fanaticada enarbolando, como principal bandera, la diversidad sexual. Para refrendarlo, varios de sus candidatos son gays, lesbianas, transgéneros o transexuales declarados. La polémica podrá ser mucha; que si qué caso tiene tomar las preferencias sexuales como bandera, que si qué caso tiene callarlo. Se diga lo que se diga, votos son votos y la hermandad del arcoíris es fuerte y poderosa –indican contundentes los comentaristas-.

En su insistencia en ponerle el cascabel al gato, el socialdemócrata suma a su plataforma política la despenalización del aborto. Una autodeclarada quinceañera anticipa que en dos años más, cuando tenga 17, el novio la va a embarazar, la va a abandonar y ella se practicará un aborto clandestino y va a ir a dar a la cárcel. Al margen de si se está a favor o en contra del aborto, ¿no le sería más práctico y menos riesgoso, en esos dos años por venir, conocer y recurrir a métodos anticonceptivos eficaces?, o de plano que alguien le diga que existe la píldora de la ye y la del día siguiente –proponen los comentaristas-.

Tranquilos, tranquilos, dice el réferi, que nadie se azote porque hay vidrios. Si alguien del respetable público se siente incómodo por el anuncio de los socialdemócratas, el programador se encargará de que inmediatamente después entre a cuadro Iridia Salazar con su embarazo de casi nueve meses.

Para este cotejo el blanquiazul puso candidato de lujo. No escatimó nadita de nada y en sus comerciales pide el voto para el mismísimo Felipe Calderón. A la taekwandoín Iridia Salazar, que tantas alegrías le dio a México, le preocupa la seguridad pública. La preocupación de Iridia la comparte el Místico, luchador de moda de un deporte de moda. (Atlantis es panista de toda la vida, pero no está tan de moda como el Místico) Ambos deportistas protagonizan una campaña pidiendo el voto para Felipe Calderón. De la parte alta del coso, por el rumbo de la porra ruda, una voz se alza gritando: “esto no hubiera pasado con López Obrador”. La arena estalla en carcajadas. Así es la lucha –advierten los comentaristas-.

Ellos se presentan como la quintaesencia de la experiencia. Enfundados en atuendos en vivo color rojo (de nuevo la porra ruda: esos de rojo) llegan con ustedes los priístas. En sus comerciales leen el teleprompter (el acordeón) como quien lee en un examen de la vista. Excepto Lilia Aragón, los demás dicen sus líneas como recitando “Mamá soy Paquito”, pero eso no importa, porque a este equipo ni las ofensas, ni las mentiras para desprestigiarlos, los van a doblegar. Su rúbrica es no permitir que la política divida al país. En lo que desfilan por la pasarela política, como música de fondo se escucha: “somos amigos de ustedes amigos, amigos de verdad, por siempre amigos de ustedes, amigos, no vamos a fallar” –los comentaristas están distraídos viendo a una edecán-.

La lucha es drama y en el pancracio electoral el drama está representado por el partido Verde Ecologista. Portando un atuendo verde y un pajarraco como emblema llegan con Ustedes: los ecologistas. Traen una cadena de triunfos que los ha sorprendido a ellos mismos, vienen en busca de elevar esa suma. Para ello no se midieron y en vez de anuncio armaron una telenovela de un solo capítulo.

-Los comentaristas han dejado de escanear descaradamente a la edecán y retoman sus comentarios- La señora enferma. El abnegado, amoroso y sobreactuado marido que le gritonea al empleado porque no tienen la medicina de su esposa. Los ecológicos sentenciando: Si el Gobierno no tiene las medicinas, ahora tendrá que pagárnoslas. Al final la señora se alivia y el ingenio popular tiene una frase más para los chistes. –Dicen los comentaristas-.

No hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla. Vamos a ver si el 5 de julio el Electorado se cobra la llave del hartazgo, aplicando el candado del abstencionismo a los Partidos y al IFE, en respuesta a los 23 millones 400 mil spots pautados. –Insisten los comentaristas- Lucharáaan a una sola caída con límite de tiempo.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe: comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com Que la semana le traiga alegrías sin límite de tiempo.

miércoles, 6 de mayo de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Si la influenza porcina se hubiera presentado en que tiempos cuando esta su amiga era plebe, lo obligado habría sido exclamar: se va a acabar el mundo. Hoy en día, en vez del fin del mundo se responde con teorías cuya credibilidad parece crecer en función de lo inverosímiles de sus bases.

Los estudiosos de la comunicación social advierten, atinadamente, que el exceso de información conlleva el riesgo de la desinformación. En cabal cumplimiento a esa sentencia, una semana de influeza mediática lejos de aportar claridad sobre el nuevo mal, ha contribuido a fomentar el sospechosismo y la duda. En esta labor los medios de comunicación no están solos, cuentan con el apoyo de muchos de nuestros funcionarios y legisladores.

Declaraciones del tipo: 15 casos que teníamos registrados, menos 11 que descartamos, más uno que sí confirmamos y seis que sí eran pero ya se controlaron, más tres que ingresaron ayer, dan en total cuatro casos que no son y uno que estamos esperando el resultado; provocan decir espero que a como suma y resta no tome la presión.

De refuerzo, voces legislativas con pose de a-mi-no-me-engaña-nadie aseguran que todo es un cochino compló orquestado por los sucios usureros del sistema para favorecer a las empresas farmacéuticas, y van más allá cuestionando ¿a ver, dónde están los muertos? ¿Por qué no nos han mostrado a los muertos?

Pero el asunto no para ahí. A ello se suman “teorías” de internet sustentadas en la Doctrina del Shock, en reportes secretos por todos conocidos o en las profecías de Yiovanita. En A dos de tres no nos quedamos atrás y el Departamento de la Ciencia Pragmática de A dos de tres emite sus teorías, tan sólidas como las mencionadas.

“El Código Pin Pon”. Durante muchos años nos han dicho que Pin Pon es un muñeco muy lindo y de cartón, que se lava sus manitas con agua y con jabón. ¡Nada! Pin Pon era un druida que predijo que al llegar el Siglo XXI una plaga se presentaría. Pin Pon sabía que el principal antídoto contra esa plaga sería el agua y el jabón, entonces creó un código musical para transmitir el mensaje de generación en generación. Los alquimistas farmacéuticos molestos con Pin Pon, lo acusaron de haberse aliado con los fabricantes de jabón. Su compló para desacreditarlo fracasó, entonces tomaron venganza convirtiéndolo en un muñeco de cartón. Demasiado tarde, unos gitanos se habían aprendido la canción y en su andar por el mundo la habían llevado a muchísimos lugares. Aún hoy, las notas musicales del Código Pin Pon se estudian arduamente por los aprendices de piano y órgano, en busca de nuevas claves, de mensajes ocultos y para tratar de desentrañar qué hay detrás de la frase “Pin Pon dame la mano con un fuerte apretón”.

“El Testamento del Hijo del Papá”. En la época reciente los medios de comunicación y el internet difundieron la imagen de un hombre que se decía el Hijo del Papá, quien denunciaba con desespero que lo habían amarrado como un puerco. Los aliados al sistema aseguraban que el hombre estaba influido por sustancias etílicas y que su constante insistencia en que lo habían amarrado como un puerco era producto de la repetida ingesta de dichas sustancias. ¡Nada! Un grupo de investigadores descubrió que “me amarraron como a un puerco” era un mensaje en clave, anticipando los tiempos que venían. El Hijo del Papá abandonó este mundo tiempo después de dar su mensaje, en circunstancias trágicas (que se presumen crimen de estado). Al igual que Pin Pon, el Testamento del Hijo del Papá sigue transmitiéndose a través de ringtones, del internet y de la tradición oral.

“Operación Pilatos”. La Operación Pilatos es un meticuloso plan, ejecutado con precisión quirúrgica para elevar la economía de la industria textil, química y manufacturera. Con la caída de la economía mundial, los fabricantes de peyón, de hilo elástico y de jabón líquido se reunieron en una asamblea secreta para analizar y determinar la forma en que podrían salvar esos productos.

El peyón, tela empleada en la elaboración de campos quirúrgicos, trapos limpiadores, cubrebocas y escenografías en festivales de jardines de niños, estaba a punto de desaparecer por la caída en las ventas. Los fabricantes de hilo elástico invirtieron fuertes cantidades en las semanas de la moda del mundo para imponer las blusas y vestidos con frunces a base de hilo elástico; sin embargo, la medida fue insuficiente y había que emprender nuevas estrategias.

A su vez, los fabricantes de jabón líquido se sentían amenazados por el auge de los jabones artesanales y las transnacionales farmacéuticas (incluyendo genéricas y similares) también estaban en problemas porque los diabéticos, hipertensos, migrañosos, ulcerosos, enfermos de cáncer y demás eran bien poquitos. Además, la derrama que aportaban los consumidores de la belleza y juventud embotellada, encapsulada y untada tampoco era gran cosa. Había que hacer algo drástico y más permanente que una diabetes o una celulitis.

Fue entonces que los representantes de esas industrias decidieron emprender la Operación Pilatos, consistente en propiciar la mutación de un virus que permitiera el empleo de sus productos como parte de las medidas de prevención y tratamiento. Así, se encontró que la influenza porcina era la salida ideal. Para su prevención se requeriría cubrebocas, para el cual es indispensable el peyón y el hilo elástico (sin él se caen); así como jabón líquido (lavar manos cada hora, como plan b para que repunte bien el mercado); y para reforzar se recomendaría limpiar perillas, manijas, pasamanos y bocinas de teléfono, lo cual beneficiaría a los fabricantes de productos que aromatizan, limpian y desinfectan. Además, si alguien se enfermaba por brincar el cerco sanitario, le entrarían al quite los fármacos para atacar el mal. Negocio redondo.

Sin embargo no hay crimen perfecto, y en la conspiración hay empresas raspadas. Los propietarios de negocios relacionados con bienes y servicios, así como con el turismo, preparan ya en respuesta la Operación Buzlaigtyir. Al ver que cada vez más países aparecen como focos de infección están considerando empezar a promover viajes “all inclusive” al infinito y más p’allá. Los espías industriales filtraron que ya se tiene el diseño de las pulseritas que deberán portar los turistas, para poder tener acceso a todos los servicios que incluye el paquete.

En tiempos en que la de la letra era plebe, versiones como esas hubieran dado paso a la sentencia: el mundo se va a acabar. La Matriarca, quien no se distinguía por su diplomacia, respondía con un filosófico y muy cargado de razón: “El mundo se va acabando para el que se lo va llevando la chingada”. Ante la influenza mediática, en A dos de tres nos limitamos a recordarle que no es lo mismo influenza porcina que cochina gripe; por ello retomamos la recomendación que el gran José Alfredo nos hiciera: “ya estás grandecita, ya entiendes la vida, ya sabes lo que haces”.

Por otra parte, a manera de flash informativo: Nos reportan que varios centros turísticos de corta estancia, conocidos popularmente como hoteles de paso, están cerrados, debido a que la alerta sanitaria llevó al cierre de guarderías y las empleadas no tienen quién les cuide a los niños, por ello no acudieron a trabajar y no hay personal suficiente para mantener el punto abierto. Lávese las manos y tome las medidas prudentes para vivir el amor en los tiempos de influenza.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com Que tenga una semana libre de malas influenzas.

lunes, 4 de mayo de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

A una semana de la contingencia sanitaria, el exceso de información provocó la consecuente desinformación y la influenza porcina pasó de ser la plaga del siglo XXI a invento del Gobierno, a virus de laboratorio creado por la industria farmacéutica para vender más, a tema musical y, por supuesto, a tema de chistes. Y en lo que algunos funcionarios hacen lo suyo con declaraciones del tipo: 15 casos que teníamos registrados, menos 11 que no eran, nos quedan nueve, más siete que descartamos son seis y uno que sí era, en total nos quedan 4 casos que no son, A dos de tres se endulza al recordar aquellas golosinas que se nos quedaron en el camino.

¿Cómo? Eleva la voz uno de los cuatro lectores ¿qué le pasa a esta? ¿No va a comentar el tema de moda? ¿No hablaremos aquí de la influenza? No, responde muy oronda la de la letra. Para nada. En los últimos siete días hemos conocido teorías que van desde que la influenza porcina es producto de la Doctrina del Shock, hasta que fue un ardid para vender cubrebocas y jabón líquido. Ante tales corrientes, en A dos de tres optamos por parafrasear al filósofo José Alfredo Jiménez: ya estás grandecito, ya entiendes la vida, ya sabes lo que haces.

Así pues, nos lavamos las manos y nos endulzamos la vida recordando aquellas golosinas que desaparecieron del mercado, las que escasearon y las que reaparecieron agarrando un segundo aire. El tema es producto de las generosas colaboraciones de los cuatro lectores, a propósito de rememorar las bolsas de dulces que acompañaron las fiestas del Día del Niño (precontingencia sanitaria) en la escuela primaria.

En el ranking de los dulces desaparecidos figuran, por el equipo de los chiclosos, los chiclosos de nuez y los sugus. Con los caramelos están los seltz soda. El chicle está representado por el chicle bombero, el chiclito Yucatán y los minichiclets. En el bando de los chocolates está el chocolate tres coronas, los tres vapores y el chocopaquín. Las galletas son el equipo que resurgió de las cenizas. Durante muchos años fue más fácil dar con la combinación ganadora en el melate, que encontrar una galleta de higo, una embetunada o una grageíta. Sin embargo, la corriente retro las rescató de quien sabe dónde y las puso de nuevo en los anaqueles, para beneplácito de muchos.

Los chiclosos de nuez. Un suspiro se escapa al recordar aquella envoltura dorada que separaba al paladar del correcto equilibrio entre el sabor a leche quemada y nuez. Ya fuera con prisa o lentamente, descubrir el dulce, llevárselo a la boca y saborear la golosina, fue, quizás, de los primeros placeres. Para quienes querían sabores frutales estaban los sugus, cuadritos cuyo color y olor anticipaba el sabor. Hasta la consistencia de ambos dulces era noble pues se dejaban atrapar en las muelas sin temor de una revancha que llevara a perder una amalgama tempranera.
No ocurría lo mismo con el chicle bombero. De sabor tutifruti, el chicle bombero rebasaba en sabor y tamaño a los popularísimos chicles motitas. Si bien los motita ofrecían mayores opciones de sabor, el bombero era infinitamente superior para hacer bombas. Eso sí, si se estaba mudando no era buena idea masticarlos. Un chicle bombero dentro de una boca con una pieza dental apenas floja, garantizaba quedar chimuelo antes de tiempo.

Cual primera dentición el chicle bombero desapareció. Con él se fueron también los chiclitos Yucatán y los minichicles, éstos dos últimos inútiles para el bombazo, pero muy sabrosos. Los Yucatán eran unas piezas que no rebasaban los dos centímetros. Los había en varios sabores, pero todos sabían igual, la diferencia la hacía el color de la envoltura, nada más. Eran, quizás, la golosina más pequeña, pero pronto tuvieron competencia por el título del más pequeño en tamaño y el más grande en sabor: los minichicles. Éstos llegaban apenas al medio centímetro, y es decir mucho. Era un clásico comprar la bolsa y echárselos todos a la boca.

Aquí viene una confesión. Aún en la infancia, para la de la letra masticar chicle era un placer culposo. La Matriarca lo tenía estrictamente prohibido, de ahí que lo comprara a escondidas y a más escondidas lo masticara. Matriarca nunca aspiró a ser la reencarnación de María Montessori, por ende no se tocaba el corazón para sorrajar tremendo golpazo si lo cachaba a uno dándole a la masticada. No fueron pocas las veces que me tragué el chicle buscando evitar el regaño o la tunda.

En las dulcerías de los cines de entonces estaban los caramelos seltz soda. Otro nivel. Venían en empaque individual. De sabor agridulce, tenían en el centro un polvo tipo sal de uvas, que al liberarse provocaba una leve espuma, descubriendo una acidez tan exquisita como indescriptible. Los seltz eran adictivos. Aún hoy, quienes los añoramos les dedicamos un grupo de fanáticos en el facebook.

“Ya la higuera se secó, tiene la raíz de fuera” dice la canción y cual vaticinio durante mucho tiempo se nos perdieron las galletas de higo. La de la letra ignora si la producción mundial de higo se derrumbó estrepitosamente durante años y años o qué pasó, lo cierto es que las galletas cremhigos se fueron con la infancia. Llegó la adolescencia y la edad adulta y las galletas de higo eran un recuerdo cada vez más difuso. Así, hasta que un día, tal vez, la producción de higo repuntó o a alguien se le ocurrió revisar el catálogo de galletas retro, el caso es que las galletas de higo reaparecieron, volvieron por sus fueros. Para los que las conocimos en sus versiones primarias el reencuentro fue jubiloso. Hoy en día las galletas de higo están en los anaqueles de prácticamente todas las tiendas. Los que las amamos hacemos votos porque hayan regresado para quedarse.

Sin embargo, hay un dulce, un alimento, del cual la de la letra no ha vuelto a saber y que fue el inicio del vicio más arraigado que tiene: El Chocolate. El día que comer chocolate este prohibido, admito y anticipo que pasaré a engrosar las filas de la delincuencia. Así de grande es el gusto de esta su amiga por el chocolate. Golosina, alimento, fuente de energía, inspiración de películas. ¿Qué tan importante y completo no será que el cacao fue moneda de curso legal?

El primer encuentro de la de la letra con el chocolate fue con la triada: tres coronas, tres vapores y choco paquín. En mis recuerdos más lejanos figura siempre una pieza de alguno de esos chocolates. El tres coronas lo usaba la matriarca para hacer mole. No fueron pocas las veces que el platillo del día tuvo que ser reemplazado porque me había comido el indispensable producto. Ni los regaños, ni los castigos sirvieron. Un chocolate vale eso y más. El tres vapores era más cremoso y el choco paquín era, para mí, el rey de los chocolates.

El choco paquín era un chocolate en polvo, de color claro, cuyo modesto empaque no hacía imaginar la exquisita golosina que guardaba. El bajo costo del producto, aunado al imborrable sabor, hacía que fuera de los primeros en agotarse en cooperativas escolares y tendejones.

No obstante su alta popularidad, el choco paquín jamás modificó su austera presentación. Sobres de papel blanco impresos a una tinta, roja.

Un día, sin previo aviso, el choco paquín desapareció del mercado. Esta su amiga sigue preguntando por el producto a todos los lugares a dónde va, con la remota esperanza de que donde menos lo espere, algún tendejón aún lo consiga y logre sacarlo del top ten de los dulces perdidos.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Como no es lo mismo influeza porcina que cochina gripe, cuídese. Y ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com Que tenga una semana dulce, dulce.