lunes, 11 de julio de 2011

A dos de tres

Marisa Pineda

¿Cómo fueron sus clases de música en la primaria?  Las mías consistieron en ser parte de un coro que con la frialdad y soltura de un matón a sueldo masacraba clásicas de todos los tiempos como “Las mañanitas”, “México lindo y querido” y el “Toque de bandera”. Para la secundaria, el destrozo se extendió a la flauta con versiones de “El cóndor pasa” y “Soleado” más parecidas al pitido del carro de camotes que a la melodía original. Algunas eran tan infames que sólo el intérprete sabía cuál era cual y, por si las dudas, anticipaba al obligado público “voy a tocar Soleado”.

En Culiacán, por muchas generaciones la clase de educación artística en la escuela primaria cobró vida gracias a la dedicación del inolvidable profesor (Germán) Aréchiga. De no ser por él la formación musical nos hubiera pasado de noche. Como si tuviera el don de la ubicuidad, el maestro se las ingeniaba para atender los seis grados en cantidad de escuelas públicas y privadas. Llegaba con su inseparable acordeón, el cual soltaba apenas para anotar en el pizarrón la letra de la canción que aniquilaríamos luego.

Con oídos de artillero tenía la paciencia de escuchar “Las mañanitas” en decenas de interpretaciones, cada una más desentonada que la otra. Lejos de desalentarse, el profesor parecía crecerse al reto e instaba a la plebada a ensayar una y otra vez, motivando con que “es para que le canten a su mamá en el homenaje en su día”. Ni así. 

Dijeran los clásicos “Quod natura non dat, Salmantica non praestat”, y como “Lo que natura no da, Salamanca no otorga”  lo más que conseguía el profesor Aréchiga era un corito que cantaba tan desafinado como agradecido por el empeño, dedicación y absoluta confianza depositada. Aún así, el maestro no se daba por vencido y seguía alentando en la chamacada el amor a la música, año tras año hasta completar la primaria. 

Esos esfuerzos del profesor Aréchiga se complementaban con una formación teórica, a cargo del maestro de aula, consistente en investigar los tipos de instrumentos musicales. Y allá pegábamos carrera a comprar la lámina del mismo nombre, cuyo contenido transcribíamos íntegro en una hoja blanca, recortábamos la imagen del instrumento en cuestión, la pegábamos y listo. La calificación dependía de la limpieza y la buena caligrafía. Sin embargo aún cuando alcanzáramos el anhelado diez había un cabo suelto: no sabíamos cómo sonaban muchos de esos instrumentos. 

Los alumnos conocíamos los instrumentos que participan en la banda sinaloense, en el mariachi, en los conjuntos norteños y en las orquestas que amenizaban las fiestas. El sonido de la marimba y el arpa lo descubrimos por los músicos ambulantes provenientes del sur del país, que hacían de las banquetas su escenario, tocando a cambio de lo que gustara cooperar. Las mandolinas y los panderos los conocimos en los coros de las iglesias. Las sonajas y los tenábaris nos eran familiares gracias a que en la víspera de Semana Santa los “matachines” (como llamábamos a los judíos que vienen de la comunidad mayo en esa época) llegaban a las calles con sus máscaras, su música y sus bailes. 

De los fagots, los bombos y los cornos sabíamos solamente por las láminas aquellas que comprábamos en la papelería. Los conocíamos en la ilustración, a lo más en alguna película o programa de televisión, pero no los habíamos visto en físico, mucho menos escuchado. No teníamos ni idea de que tamaño eran y mucho menos de cómo se oían.

A esta su amiga le tocó atestiguar el nacimiento del ensamble de percusiones Psappha, y si bien de esto no hacen tantos ayeres los logros alcanzados por la agrupación (integrada por los músicos que conforman la sección de percusiones de la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes) son muchos e importantes. El más reciente es haber obtenido el respaldo del Instituto Nacional de Bellas Artes para desarrollar el programa Percutiendo tu primaria, con el cual llevarán la música de percusiones a aproximadamente seis mil niños, alumnos de educación básica en los municipios de Culiacán y Ahome.

La calidad de los de Psappha es indudable, dicho esto por los que saben. Por mi parte, he tenido la suerte de presenciar varios de sus conciertos y son absolutamente amenos y enriquecedores. Soy testigo de que le sacan música hasta a un bote de basura. Por su calidad y profesionalismo como músicos, así como por su dedicación - cual maestros de antes-,  me atrevo a anticipar que sus conciertos didácticos serán un éxito y contribuirán a que la plebada conozca más formas de hacer música y pueda interesarse más por este arte.

Este programa que están por emprender los de Psappha ayudará para que muchos niños no tengan que esperar por años para saber que raspar una botella de refresco con una moneda es improvisar un güiro; para descubrir que se puede hacer música chasqueando los dedos (qué sería del tema de Los locos Adams sin el chasquido); para que las nuevas generaciones conozcan muchos instrumentos por algo más que las ilustraciones, para que sepan cómo suenan y (como en la frase célebre de Tchaikovski) para que descubran que “si no fuera por la música, habría más razones para volverse loco”.

Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana de armonías.

(PD: Señor Don Autoridad ¿Cuántos inocentes han caído esta semana a manos del crimen organizado? ¿Hubo ya justicia para ellos? más allá de la Justicia Divina. Si apuesta a que el olvido termine de sepultarlos, error: No se nos olvida).