martes, 29 de julio de 2008

A dos de tres

Marisa Pineda

¡Cosas extrañas sucederán! ¡Cosas extrañas! ¿Se acuerda que le platiqué que encontraron a un bichito que bien podría ser el hijo del chupacabras?. Es en serio, no se ría. Tengo el soporte documental de lo dicho, aquí le va la noticia tal cual la enviaron A dos de tres directamente desde Champotón, Campeche, donde, por cierto, ya se había reportado la desaparición y descuartizamiento de decenas de aves de corral y algunos otros animales de cría doméstica. Aquí va la nota, tal cual apareció publicada, sin quitarle ni ponerle ni una coma.

“EXTRAÑO NACIMIENTO DE UN PERRO CON TROMPA Y UN SOLO OJO”

Photobucket

“Champotón, Campeche, a 09 de julio 2008.- Un caso insólito generó entre habitantes de la colonia privada de San Salvador de esta ciudad de Champotón, sobre el nacimiento de un perro con cara de chango y nariz de elefante y con un sólo ojo, producto de una perra que dio a luz a seis animalitos en donde dos nacieron de forma rara, lo que causó novedad entre vecinos y familiares de dueña del can fenómeno.”

“Los hechos se suscitaron el pasado martes 08 de los corrientes cuando intensivamente el animal hembra dio a luz a este pequeño animalito fenómeno como lo bautizaron los vecinos, en donde surgieron una serie de comentarios sobre acontecimientos paranormales que en el futuro sucederán, entre otras cosas que salieron a relucir sobre los hechos del nacimiento de este pequeño ejemplar de la raza zimbay.”

“De igual forma otro hecho ocurrido pero en otra colonia sobre un ave de tres patas, misma que no duró con vida falleciendo momentos después de nacida, al igual que el pequeño perro que sólo vivió 24 horas, por lo que se le procedió a tomarle fotos y se constató su extraño físico, el cual tenía una trompa en la frente por el que le pusieron “perro elefante”, además que tenía con boca de chimpancé y un sólo ojo semejando a un cíclope.”

“Lo cierto es que en la colonia la playa por calle 18, primero fue la aparición del ya conocido tristemente personaje llamado el chupacabras, en la cual entró en un gallinero y mató a alrededor de ocho gallinas en ese predio y 18 en otro, mordisqueándolos solamente y absorber o chupar la sangre de las aves, y ahora el nacimiento de estos animales deformes, han llamado la atención de propios y extraños, y levantando comentarios apocalípticos.”

Fin de la transcripción.

La nota viene acompañada con una fotografía. En ella se aprecia una mano sosteniendo por el lomo, como agarra uno a los perritos, a un animalito negro, con una mancha blanca, de forma triangular, a la altura del pecho. Salvo por la cara, pasaría como cachorro de perro de alguna raza mediana.

Los cachorros suelen ser agradables, todos, es a medida que crecen y van convirtiéndose en gárgolas, que viene la depuración y el “aaay queee liiindooo” se convierte en “quítate inche animal”. En vía de mientras, el de este tema está simpaticón. Quienes conocen a la de la letra dirán “sí, ya conocemos tus gustos” y enseguida vendrá un ensayo completo sobre la belleza.

Por cierto, si se preguntan, como esta su amiga, qué es un zimbay, le diré que la palabra, según explicaron, es de origen maya, y corresponde a una especie de perro de monte, de calidad más bien mítica.

Este asunto del chupacabras y su descendencia podría parecer de mera carcajada, e igual lo sea, sobre todo si la de la letra recuerda a la autora de sus días dándole de escobazos a un hámster que confundió con el monstruo moderno. Sin embargo, hay familias, muchas, para quienes aves y otras crías de corral son parte importante de su patrimonio; de ahí que salir y ver como ese patrimonio está descuartizado sin motivo aparente, por supuesto que genera intranquilidad e impotencia. Créanme amigos de Champotón, los entiendo, acabo de conocer lo que es eso de salir muy mono en la mañana y encontrar con que alguien anduvo merodeando por tu casa y tomando sin permiso lo que no es de ellos….Mmh… cabila la de la letra… el chupacabras ¿comerá también tubos?, capaz que se materializó por estos rumbos culichis y con eso del elige vivir bien le dio por mascar cobre, cual si fuera comida light. Sí, he ahí otra línea de investigación.

La de la letra está de vacaciones, pero antes de regresar al dolce far niente le agradece que haya leído éstas líneas. Eso hace que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Este espacio lo hace Usted. Como pudo constatar, esta ocasión fue gracias a los amigos de Champotón, Campeche, a quienes la de la letra les expresa su agradecimiento por su envío. Un abrazo desde aquí hasta allá.

Feliz semana y no lo olvide ¡Cosas extrañas sucederán! ¡Cosas extrañas!

miércoles, 23 de julio de 2008

A dos de tres

Marisa Pineda

La moneda estaba en el aire. Cara: A dos de tres se trataría hoy del hijo del chupacabras (Si, tuvo hijo). Cruz: seguiríamos hablando de los cines de antes. Pero no, no hablaremos de nada de eso. ¿Eh?, dirá Usted, ¿Qué no estaba la moneda en el aire?, pues qué cree, la moneda no alcanzó a caer, se la robaron, igual que se volaron el tubo de la casa de la de la letra. Hay quienes aseguran que fueron unos vulgares rateros que enseñaron el cobre, yo, en cambio, sostengo que fue una teibolera en apuros.

Ahí tiene que en casa de esta su amiga seis metros de tubo desaparecieron de la noche a la mañana, literalmente. Hasta eso, quienes se lo llevaron han de haber sido guardianes del agua, porque cuidaron de cerrar la llave.

Llamada al plomero ¿Puede venir, se trata de reponer el tubo de cobre que va del medidor al tinaco?. ¿Qué si que le pasó? Se lo llevaron. ¿Cómo?, ni idea, ya no está. Algunas horas y varios pesos después, el tubo regresó aunque de otro material. Para el anecdotario quedaron las últimas dos preguntas del maestro Plomero.

Para el anecdotario está también lo vivido en un multifamiliar. Al patio de aquel lugar, lo separaba de sus vecinos un par de barditas como de metro y medio. Altura que era salvada por el hijo de una vecina, quien, como ir al mercado, tomaba detergente, cloro, suavizante para tela, ganchos para la ropa, limpiador de pisos y, de paso, conectaba la manguera para llevar agua a su casa. El que es mandado no es culpado y el escuincle era mandado por su señora madre. Un día el lado B de la de la letra salió y mezclé el suavizante de telas con cloro. Injertada en pantera, la vecina tuvo a bien reclamarme que su ropa se le había echado a perder con “esos productos tan corrientes que usa usted”.

Esta vez, pasado el mal sabor de boca, empezaron las elucubraciones. Decía mi abuela que peca más al que le roban que el que roba, porque al que le roban sospecha de culpables e inocentes por igual. Así, ahí tiene a esta su amiga elucubrando. La mayoría de las voces aseguran: fue algún teporocho robatubos. En los fraccionamientos no hay casa que se salve. Es el robo de moda desde hace rato. Se roban hasta los cables para vender el cobre. Es más el daño que causan que el dinero que les dan por el cobre, sostienen las voces.

¿Y si no fue un robatubos sino una teibolera? Plantea la de la letra. Sí, una teibolera que necesitaba desesperadamente del tubo, su instrumento de trabajo. Dicen los que dicen saber que el table dance surgió por allá en los años 30, en Estados Unidos, como una evolución del burlesque. De entonces a la fecha ha cambiado conforme los tiempos; vestuario, maquillaje, coreografía, diseño de iluminación, ya ni se diga musicalización, se han transformado hasta convertir la presencia de la artista en un espectáculo con toda una producción detrás.

El tubo se ha convertido en elemento para la demostración de las destrezas de la artista, a la que en nuestro país el slang le ha dado el nombre de teibolera.. Agarrar aviada, treparse, girar, sostenerse y hacer acrobacias sin desplomarse estrepitosamente contra el suelo requiere harta preparación. A lo sensual y lo ridículo lo separa, pues, una línea muy delgadita.

No vamos a meternos aquí en aspectos que rodean al negocio de los teibols, atmósferas que ya Sergio González Rodríguez relató inigualablemente en “Mujer de table-dance”. Nos referimos aquí, exclusivamente a lo que sucede sobre el escenario, en la pasarela, con esas artistas que alguna vez auxiliaron a la de la letra, cuando venía de Guadalajara con una tos que anticipó una bronquitis, como muy atinadamente lo diagnosticara una de ellas.

De nuevo en la pasarela, tenemos que el tubo exige un arduo entrenamiento físico. Cada vez más gimnasios locales ofrecen “clases de table-dance”. El saber no ocupa lugar.

¡Eeepa! Repara la de la letra. He ahí otra línea de investigación, capaz que no fue una teibolera profesional la que se llevó el tubo de la casa, sino una alumna que iba a su clase y se le olvidó el indispensable material didáctico y, para que no la dejaran fuera del aula y le llamaran la atención, optó por tomar el dichoso tubo, cuidando primero de cerrar la llave de paso para que no se tirara el agua. Sí, me late que por ahí es.

Sí, no le aunque los demás digan “pasaste a engrosar la lista de las casas visitadas por los ladrones de cobre”, yo me inclino por la hipótesis de que fue una teibolera en apuros o una alumna de teibol que necesitaba de un tubo de ensayo.

Usted ¿por cual línea de investigación opta?

Cambiando abruptamente de tema. A propósito de asuntos totalmente distintos. Hoy domingo, a las 6:00 de la tarde, es la concentración por la Paz en el atrio de Catedral. Usted dice si va. Le aclaro que la manifestación (que no marcha) no va a terminar con el mal y los malos, pero al menos vamos a darnos la alternativa de demostrar al mundo que aún cuando todos somos culichis, por nacimiento o residencia, habemos de iguales a iguales. ¿Qué si quien organiza? Si sale bien, en cuanto a convocatoria, la manifestación tendrá muchos padres, si sale mal será huérfana. Abusando de su voluntad, ojalá pueda ir de blanco. Aseguran que en la manifestación no habrá oradores ni protagonismos. No se necesitan.

Gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe: comentarios, invitaciones, sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com Que tenga una excelente semana. ¡Ah! Y si ve en la calle a alguien con un tubo de cobre como de seis metros, como melcocha mordisqueada de los extremos, para más señas, le podría decir que es mío.

jueves, 17 de julio de 2008

A dos de tres

Marisa Pineda

Por el Malecón Niños Héroes, al oriente, abrieron no hace mucho una gasolinera, que sería una más, de las ya muchas que hay en la ciudad, de no ser por el Señor Letrero.

Este no es igual a los letreros que la de la letra colecciona, a los cuales, por cierto, se acaba de sumar el gastronómico “favor de no meter los pepinos y los rábanos al guacamole”. No, este es un letrero vivo.

Me explico: Le contaba que por el malecón, al oriente, no hace mucho abrieron una gasolinera. A diferencia de las demás de su especie, esta estación no se localiza en esquina, sino a media cuadra. Su ubicación, aunada a que por ahí los vehículos pasan hechos la raya, haría pensar que surgió destinada al fracaso. Sin embargo, el ingenio no tiene límites y llevó a colocar al Señor Letrero para alertar a los automovilistas que ahí podían cargar combustible.

A la entrada a la estación, desde las seis de la mañana hasta que se mete el sol, se coloca un hombre con una cartulina que dice Gasolinera, bajo la palabra una flecha. Él es el Señor Letrero.

En su libro “Trabajos bizarros”, Nancy Schiff reseña empleos que considera de lo más extraños. Figuran: Directora de Colegio de Niños que Desean ser Niñas, Doctor de Muñecas, Pulidor de Monedas, Inseminador Artificial (de reses, es prudente precisar) y así por el estilo hasta completar 65 labores. Su lista no incluye Letrero.

Ser Letrero no ha de ser tarea fácil. En una ciudad donde el sol cae a plomo (y el plomo cae como sol) durante la primavera, el verano, el otoño y parte del inverno; donde de junio a septiembre la temperatura diaria oscila de los 34 grados, cuando amanece fresco, a los 45 cuando hace calor, estar a orilla de banqueta, sentado bajo un arbolito enclenque se ve como una labor de resistencia y valor.

La de la letra (ociosa que es) muchas veces se ha preguntado ¿Alguien le habrá dado alguna vez las gracias al Señor Letrero por el servicio que brinda? Quedarse tirado en el malecón viejo por falta de gasolina califica como pesadilla. Si ello ocurre, uno va a necesitar tanto gasolina como árbol genealógico para que se lo recuerden. Un vehículo varado en el viejo malecón equivale a una fila de varios kilómetros de autos pitando y mentándosela a uno al unísono. De ahí la importancia del trabajo del Señor Letrero.

Esta su amiga también se ha preguntado ¿Qué quería ser de grande el Señor Letrero? Cuando la de la letra estaba chica, esa cuestión se planteaba cuando de plano estábamos aburridos. Eran los tiempos en que era más importante saber quien tenía churpias la cartita que nos faltaba para completar el álbum que llenábamos en ese momento. Aún así, sabíamos que el futuro algún día nos iba a alcanzar y, aún cuando todavía faltaba mucho “para hacernos viejos”, especulábamos. Las opciones no eran muchas, oscilaban desde el impositivo “mi papá dice que voy a ser maestro para pasarme su lugar” hasta el voy a ser doctor, ingeniero, arquitecto o licenciado, entonces sinónimo de abogado. Las mujeres teníamos opciones más limitadas aún: enfermera, maestra, secretaria o empleada de algún establecimiento comercial.

Pero había también otros oficios que eran inalcanzables para aquella plebada. Oficios que se mencionaban con respeto y admiración mayúscula: Bombero, Socorrista de la Cruz Roja, Músico, Cirquero y Policía.

En ese Culiacán el Policía de Barrio era la máxima figura de respeto rumbo por rumbo. El policía de barrio gozaba del respeto y hasta el cariño de las familias. Respeto y aprecio ganados a pulso. Si uno emprendía la huída para no tomarse la emulsión escot (¡guácala!, dos veces ¡guácala!), si uno no quería hacer los mandados o se rebelaba contra la tarea, la advertencia familiar era “te voy a acusar con el policía”. Por la tarde, en cuanto caía el sol, y el sonido del silbato anunciaba que el guardia había llegado, el temor invadía, “Le van a decir al policía” y, créame, le decían. Y ahí venía el poli a recordarle a uno que debía obedecer a los padres, respetar a las personas mayores y hacer la tarea “para no quedarse burro”.

Un día, el policía llegó y casa por casa fue anunciando que esa era una despedida. Una decisión, ajena a él, daba por concluido su trabajo en aquel barrio y lo concentraba en su estación para dar vida a nuevas estrategias de seguridad, que sin duda serían más efectivas. Culiacán crecía, se modernizaba y había que estar a la altura de los nuevos tiempos.

Hubo más de una lágrima entre aquellos que veíamos al policía como parte nuestra, como un miembro más de la barriada. En su honor se ofrecieron comelitonas a las que se le pidió invitara a su familia. No había manera de agradecerle todo lo que había hecho por nosotros, desde ayudarnos a abrir un frasco de mayonesa que ni metiéndolo en agua caliente cedía, hasta atrapar a un fulano que le había enseñado sus partes pudendas a las muchachas en edad de merecer. Tampoco había explicación que valiera para justificar su ausencia. Ya no iba a estar con nosotros, esa era la realidad y lo demás sólo eran palabras.

No faltó quien ejerciera su derecho de pataleo y propusiera: y si vamos a pedir que lo dejen, a decir que aquí es útil, que es un seguro para todos nosotros, para los niños, para las casas, para los negocios. La iniciativa prosperó y allá vamos. En la estación de policía nos encontramos un grupo similar proveniente de otros rumbos. A ellos, a nosotros, y a los que siguieron detrás de nosotros nos explicaron que eran las nuevas medidas, que en vez de tener un policía en el barrio a partir de entonces tendríamos una patrulla con más elementos que estaría vigilante.

Efectivamente, todos los días, a las mismas horas pasaba la perica, como le llamaban antes a las patrullas. El recorrido anunciado se cumplía con puntualidad tal, que era sinónimo de una hora determinada. “Regresa a la hora en que pasa la perica”. “Llegaste bien tarde, ya pasó la perica” o “Llegaste temprano, no ha pasado la perica”. Sin embargo, aún con aquella puntualidad, algo había cambiado.

Ya han pasado lunas y lunas de eso que le cuento; sin embargo, a últimas fechas me he acordado mucho de ese tiempo, de que cuando regresamos de la estación de policía a nuestras casas, la banqueta estuvo sola. No salimos, nadie lo hizo. De súbito descubrimos lo que es sentirnos vulnerables, indefensos.

Que tenga una excelente semana. Comentarios, saludos, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com. Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena.

miércoles, 9 de julio de 2008

A dos de tres

Marisa Pineda

Hay momentos que lo marcan a uno para siempre. La de la letra guarda uno con particular cariño: la primera vez que fue al cine. No sé si a Usted lo aventaron a la sala oscura así nomás, pero para esta su amiga fue todo un ritual que inició con la advertencia/petición “no vayas a llorar cuando apaguen la luz”.

En la esquina de las calles Juárez y Granados se encuentra el Mercado Rafael Buelna, mejor conocido como “El Mercadito”. Frente a él está el Centro Comercial Galeana, algo así como el abuelo del Forum y de toda plaza comercial de postín. (La Galeana, por cierto, es una de las calles más cortas de Culiacán, si no es que la más corta, apenas una cuadra). Como todo centro comercial serio tenía su cine, que digo cine, cinema, el Alcázar. Un lugarsote con un galerón que llegaba no más allá de la quinta fila, de ahí para adelante no había techo. Los asientos eran bancas de madera, el piso de cemento y la pantalla una inmensa pared blanca. En sus pasillos anchísimos, de cuando en cuando alguna rata cinéfila hacía acto de presencia. Si no tenía para pagar la entrada, desde la esquina podía divisar la cabeza de los protagonistas y alcanzaba a escuchar los diálogos.

Al Mercadito llegaba gente de la sierra de Culiacán, de ahí que la programación del Alcázar era mayormente películas de tema campirano y de acción. La de la letra vio ahí, El Gallo de Oro y un buen de las versiones cinematográficas que hizo Antonio Aguilar a los corridos de caballos. Ahí descubrí el cine de acción de los hermanos Almada; pero el legado más memorable fue el de los dulces Seltz Soda. Los Dulces, con mayúscula. Los seltz eran unos caramelos aciditos que en el cento traían un polvo tipo sal de uvas, el cual potenciaba lo ácido en lo que se escuchaba “zzzssszzz”. Si se echaba más de uno a la boca haga de cuenta perro con rabia, del espumarajo.

Durante años circuló la especie de que al Alcázar le iban a poner techo; cosa que nunca ocurrió. El cine cerró y, tras estar ocioso mucho tiempo, el espacio se transformó en estacionamiento público, conservando su nombre original. En la parte descascarada de las paredes, aún pueden encontrarse vestigios de las carteleras.

A la de la letra su madre le anunció equis día: te voy a llevar al cine Diana, a la matiné. Y anticipó: “No es como el Alcázar. No vayas a llorar cuando quede oscuro”. Efectivamente, era otra cosa. Para empezar tenía techo, también aire acondicionado. Las palomitas de maíz se surtian en bolsas de papel blanco y no de papel revolución. El refresco se servía con hielo raspado (sugiero se retome esa costumbre) y no salía de la botella, sino de una máquina que en mi vida había visto.

A la entrada a la sala un par de cortinas impedían tanto el paso de la luz como de los plebes más pequeños, que se quedaban enredados de lo pesadas y gruesas que eran. Salía uno con el pelo gris del polvo. A los costados y en la parte superior de la pantalla se repetía el cortinaje, rematado con unas cenefas drapeadas con borlas que alguna vez fueron doradas. Hasta la fecha, cuando la de la letra se pone un vestido que considera recargado suele preguntar ¿no parezco cortina del cine Diana?

En su debut en el Diana esta su amiga constató como al apagarse la luz, la sala quedaba más negra que mi conciencia, y los berridos acompañados del grito “maaamaaá” se multiplicaban cual epidemia. Eran los tiempos en que las funciones constaban de dos cintas. El intermedio trajo otro descubrimiento: ver al plebero rodar por los pasillos alfombrados. Deporte impracticable en el cemento del Alcázar.

A la salida de la función, la de la letra notó unas escaleras. Quién sabe qué embrujo ejercen las escaleras en los chiquillos que, en cuanto divisan una, allá van. Pa pronto pregunté “que hay arriba”. La respuesta fue tajante: los niños no van para allá. Mi papel de chaperona me permitió descubrirlo poco después. Ir de mosca garantizaba que lo atiborraran a uno de dulces con la consigna “te quedas allá –en los asientos del frente del segundo piso- y allá se quedaba uno. Lo que ocurría en las butacas cercanas a las paredes vaya Usted a saber que era. Estaba tan oscuro que no se veía nada. Además, las chaperonas no tenemos memoria.

En el Diana, la de la letra vio Bambi junto con Dumbo. La piromanía de Walt Disney hizo que agarrara un llanto cual si fuera borrachera, hasta hipo me dio. Jamás he llorado a nadie como a la mamá de Bambi. Mi tío Chuchis (Saludos tío. Es el tío que más me quiere, les presumo) hasta me compró una copa de helado Holanda para aplacar mi histeria. Esa nieve era uno de los postres más caros, superado apenas por la bolsa de pistaches escalona.

Los adolescentes que acudían al Diana inventaron en aquel tiempo una adivinanza cruel, que los más chicos repetían: “tiene bigote y no es hombre, está detrás de las rejas y no es preso ¿Quién es?. La boletera del cine Diana”. El cine, ubicado por la calle Obregón, funcionó hasta la primera parte de la década de los 80. Al cerrarse corrió la versión de que lo convertirían en auditorio. El inmueble fue derrumbado y se construyó un hotel. (Por cierto, en esa construcción ocurrió uno de los accidentes que más recuerdo. Un albañil se distrajo al piropear a unas estudiantes, desplomándose de lo más alto, algo así como cinco pisos. Cayó en un transformador, la descarga lo lanzó y fue a dar sobre un carro que iba pasando, de ahí rebotó al pavimento. Los de la sección policiaca lo dieron por muerto. Como al mes apareció en la redacción para exigir que corrigieran la nota. Como de película).

Atrás de Catedral, en la esquina de Paliza y Angel Flores, estaba el Cinema Reforma, lugar de los grandes estrenos. Tiburón, Infierno en la Torre, El Exorcista, Terremoto, Fiebre del Sábado por la Noche se proyectaron ahí. El segundo piso del Reforma tenía igual uso que el del Diana. En todas las filas el espacio era suficiente como para pasar sin necesidad de bañar de refresco al de adelante. Fue el primer sitio donde hubo estrenos desde las 10:00 de la mañana y, al modo culichi, desde esa hora estábamos todos queriendo entrar a la misma vez. Las cintas permanecían meses en cartelera. A medida que pasaba el tiempo, el cinéfilo podía comprobar cómo la película que el primer día duró casi dos horas, quedaba en 40 minutos promedio, con más rayas blancas que imágenes y con un zumbido permanente.

En el Reforma se daba una competencia de frases ingeniosas cuando fallaba la proyección, desde el conocidísimo “cácaro, deja a la boletera” hasta otras francamente soeces que llevaban a algún anónimo a demandar enérgicamente “¡Compórtense plebes!”.

Poco después del estreno de Batman, el cine cerró. A diferencia del Diana y el Alcázar, del Reforma jamás se especuló sobre la vocación que le aguardaba. Un día, Culiacán se enteró que la Compañía Operadora de Teatros lo entregaría al Ayuntamiento en comodato. Se convirtió en auditorio, al que se le puso el nombre de la inigualable escritora culichi Inés Arredondo. Aún conserva buena parte de su fachada original, algo inaudito en esta tierra, donde tenemos la costumbre de no dejar piedra sobre piedra en aras de querer parecer modernos.

Y si de modernidad se trataba, el Cinema Culiacán 70 era la quintaescencia de ello. El lugar, ubicado frente al Parque Constitución, donde ahora hay un supermercado, tenía el mejor sonido, antesala forrada de alfombra color naranja, lo uuuts! en esa época. El 70, como se le conocía, trajo a Culiacán las películas tres equis y las funciones nocturnas. No faltaba la buena conciencia a quien un ataque de morbo lo llevó a apostarse estratégicamente, a la una de la mañana, para checar que conocido salía de la función pecaminosa y balconearlo a la primera luz del día.

Poco después del Culiacán 70 se construyeron los Cinemas Gemelos. Los culichis descubrieron ahí a Sylvia Kristel y sus películas Emmanuelle, que tiene más secuelas que Rambo. Fue en los Gemelos donde un grupo de damas voluntarias del más alto nivel organizaron la premiere de no me acuerdo qué título. Al modo, todas las parejas de la clase política, económica y social estuvieron en el estreno, hasta el Obispo de ese entonces acudió. A mitad de la proyección la audiencia se espabiló, al colarse como diez minutos de escenas candentes de la función de medianoche.

A los Cinemas Gemelos se les añadieron dos salas; aún así, el nuevo siglo atestiguó el cierre de los para entonces Multicinemas. Hoy en día, el inmueble no tiene ninguna vocación, sólo es bodega de miles de recuerdos.

¿Se acuerda de la primera vez que fue al cine?.

Que tenga una excelente semana y ya sabe; invitaciones, sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com. Gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena.

jueves, 3 de julio de 2008

A dos de tres

Marisa Pineda

Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Es imprescindible comenzar así, pues este texto se forma con las aportaciones que hizo en la dirección adosdetres@hotmail.com. ¡Uf!, que alivio comprobar que la afición de andar cazando gazapos es más común de lo imaginado y, más que eso, que gratificante comprobar que me regala de su tiempo para leer A dos de tres. Ando que no me la creo.

Los envíos de fotografías de letreros son muchos y muy variados, pero bien pueden clasificarse en grupos.

Dentro de esos grupos está el de los religiosos. Aquí irían “Prohibido cachondear frente a la Virgen”. Ve uno ese letrero y se imagina a un cura en sotana espantando a un par de adolescentes, gritándoles “chamacos irrespetuosos habiendo tanto lugar”.

En un pueblo del sur del país, la de la letra no aguantaba las ganas de ir al baño, pidió permiso a una pareja que estaba en la puerta de una casa para pasar a su sanitario, a lo cual accedieron muy amablemente. En lo que cruzaba al sanitario, esta su amiga reparó en que tanta mesa y silla de plástico eran muchas para una casa, que tener una rocola en vez de cualquier aparato de sonido doméstico no era común. Una barra, muchas hieleras y varios anuncios de una marca cervecera, confirmaron la sospecha: era una cantina. Ya le he advertido que la de la letra es peligrosamente despistada y si a ello le suma que en la puerta del lugar estaba una imagen de mediano tamaño de la Guadalupana y el letrero “este lugar es atólico” (le faltaba la c), pues cuando me iba a imaginar.

Así como a la entrada de muchos negocios uno puede apreciar calcomanías que advierten “Cuidado. Este lugar se encuentra protegido por Servicios de Seguridad CACO”, en un establecimiento cerca del centro de Cuautitlán, Estado de México, alguien colocó en vez de calcomanía su cartulina alertando “Dios te está viendo ¡No! Robes”. Cuentan que el letrero hace también las veces de repaso a las clases de catecismo.

Otra categoría que encontró este espacio es la del cuidado de la salud. Por la radio, por la televisión, por los medios impresos, en pláticas, de una y otra forma nos han insistido: no se automedique es peligroso. Hay que acudir con los expertos. Aquí van las opciones que Usted encontró:

“Padese usted deavetis. Convatala con la mina de guajetiriri. Aquí lo tenemos”. La de la letra no pone en tela de juicio las bondades de la herbolaria y de la medicina alternativa, es el diagnóstico lo que la mortifica, capaz que la diabetes y la deavetis no son la misma cosa.

“Secura eligado i lo riñone” y enseguida un teléfono. El que el mensaje este escrito con omega blanca en una de las puertas de un vocho ya entrado en años hace a la de la letra imaginar que la consulta es a domicilio; sin embargo, la duda que permanece es si eso de “riñone” es porque se les acabó el espacio de la puerta o porque sólo curan un riñón. Algo lleva a esta su amiga a optar por lo segundo, pues pudieron haberle seguido con la “s” en el guardafango.

A lo largo de la historia las investigaciones médicas han topado con pared en lo que a dos males comunes se refiere: la gripa y la cruda. Es que no han dado con el centro de investigaciones Jarros Locos, cuyo producto cura “la desvelada, sida, la cruda, cansancio, flojera, lo maricón, lo mandilón y lo mujeriego”. Para que los grandes laboratorios no se acalambren, la empresa ha optado por el bajo perfil, anunciándose en un pedazo de lámina vieja, pintada de blanco a la cual se le anotó el mensaje con unas discretísimas letras en color rojo. Unos asteriscos hacen las veces de viñetas para dar el toque artístico al poster publicitario.

Mens sana in corpore sano. Una vez con la mente equilibrada en un cuerpo sano, lo que sigue es prepararse debidamente para no ir por la vida sin preparación formal. Para ello “Centro de estudios Harvard de México” abre sus puertas. En el letrero hay un número telefónico, por si le interesa. Un diplomado ahí y al egresar le van a decir a uno “antes me hablas”. Imagínese ¿Dónde estudiaste? “En Harvard”. ¡Y aléguele!

Pero si salió mal en el ciclo escolar, o no alcanza el mínimo de calificación para entrar a Harvard, es hora de tomar clases de regularización. “Mi esuelita. No sabes leer, ni escrivir. Clases de regularización de 1ero a 6to año”. ¡Nah! Que son dos tristes faltas de ortografía. Total, en todo el letrero casi ni se notan.

Un apartado más es la de servicios de la más alta calidad. Aquí va: “Pura piratería de la buena”. No acepte imitaciones. Nada de piratería china. Sólo producto de calidad garantizada. No se deje Usted engañar.

“Selbesa vien fría”. Le aseguro que en este caso las faltas de ortografía son totalmente irrelevantes, con que quede bien claro eso de la frialdad es suficiente, sobre todo en estos veranos culichis de 40 grados centígrados, cuando apenas va empezando el calor.

“Cerveza fría a pesar de los apagones”. La de la letra propone a ese estanquillo como candidato al Premio Nacional de Calidad. Eso es la quintaesencia del buen servicio, lo demás son falsedades.

“Abarrotes. Y. forrajes leofrese salvao. Mayz entero. Mayz quebrao. Mayz molido. Mayz rolao”. ¡Ah jijos del mayz! Dice la de la letra en lo que expresa: Perdón por la ignorancia ¿alguien me podría explicar, por favor, cual es el maíz rolao?.

“Abrido. Bendo Varato”. Escrito esto sobre una cartulina naranja fosforiloco, pegada en el cristal de una puerta. El bendo varato pasa por una catafixia, el abrido tengo entendido que es el presente participio del verbo pase usted.

Una categoría más es la de aquellos letreros que van de la petición cordial al pleno ejercicio de la intolerancia. “Por favor no tire basura aquí, tírela más allá”. Solicitado así, ni como no dar otros dos pasos y dejar la bolsa de desperdicios más adelantito.

“Jóvenes por favor la credencial para votar” y “Se prohíbe la entrada a los jotos vestidos de mujer”. La lección de homofobia escrita, por cierto, en una cartulina rosa encandilador.

“El que s salte estavalla y llo lo pille en dentro seba arrepentir de abernacio ijo de su …” y aquí llega la censura porque si completamos el texto del letrero corremos el riesgo de que A dos de tres le canten la segunda caída al hilo y la jondeen fuera de esta arena.

Que tenga un excelente domingo (hoy es la final de la Eurocopa) y una semana mejor aún. ¡Ah!, antes de irme le presumo: ya tengo mi colección de estampillas de El Santo el enmascarado de plata. Le digo, me creo mucho.