viernes, 8 de agosto de 2008

A dos de tres

Marisa Pineda

Si la de la letra hubiera nacido en la época de Rubens (por allá en que el 1600 y tantos), la de la letra hubiera sido una Diosa, una mujer poseedora de la exuberancia sensual que caracterizó a la pintura barroca. Pero no, la de la letra nació en el siglo equivocado y su físico la tiene condenada a andar por las calles y espacios públicos huyendo de los promotores que, en el afán por completar su cuota de kilos, han declarado la ciudad coto de caza de cuanto gordo o “llenito” divisen.

Según los nutriólogos, cada persona tiene diferentes requerimientos de energía, pero cuando la cantidad de energía supera las necesidades ésta se acumula en el organismo, traduciéndose en sobrepeso y obesidad. La obesidad es una patología incurable (¡ánimo!) sólo se controla. Esa explicación la he escuchado con el mismo entusiasmo que un adolescente escucha que reprobó el semestre, moviendo la cabeza como los perritos de juguete que venden en los cruceros, esos que parecen decir sí.

Decía mi abuela: “a todo se acostumbra uno, menos a no comer”, verdad irrebatible. Desde que el hombre apareció en este mundo la comida existe. A nuestros más remotos ancestros en las estampitas los pintan robustos y fuertes, totalmente entendible considerando que corretear al dinosaurio, o ser perseguido por él, debió ser excelente ejercicio. Siguiendo esta ruta tenemos que al descubrir el fuego la comida dejó de ser la mera forma de satisfacer una necesidad orgánica, volviendo al hombre gourmet.

Si nos vamos por la otra línea, encontramos que todo iba muy bien hasta que Eva descubrió las manzanas, convirtiendo la comida en pecado. Y pensar que una manzana contiene 53 calorías, ¡Cin-cuen-ta-y-tres! Nada más. Acabar con el Paraíso por 53 mugrosas calorías. Adán ¿en qué estabas pensando?

Ya sea por la vía de la Evolución o del Génesis, hay un punto en que la comida se transforma; se vuelve afrodisiaca, se convierte en muestra de supremacía, se descubre como un método eficaz tanto de asesinato como de sanación. Como ejemplos ahí tiene a los célebres ostiones, los banquetes “dignos de un rey”, a la emperatriz Agripina despachando al otro mundo al emperador Claudio convidándole un plato de setas (cero calorías, pero letales en muchas de sus variedades) y qué decir del caldo de pollo, cuyas cualidades curativas alivian la gripa y hasta el alma.

En esa transformación la comida pasó a ser también un elemento ligado al concepto de belleza, el cual cambia conforme a la región, a la época y a los estereotipos impuestos por la sociedad. Así pues, por allá en que tiempos del Renacimiento y del Barroco, estar gorda era imprescindible para ser considerada bella, no le aunque el corazón grasoso colapsara antes de los 50 años. Antes muerta que sencilla.

El siglo XX tuvo en Marilyn Monroe uno de sus íconos de la belleza. El máximo símbolo sexual de la historia moderna medía un metro con 66 centímetros y pesaba 63 kilos. Sin embargo, hacia la década de los 70, la extrema delgadez –vigente aún- se impuso como requisito indispensable para la aceptación social. Hoy en día, Marilyn estaría condenada a buscar su ropita talla 11 en las tiendas de gordos, pues los trapos de la gente “normal” van de la talla 0 a la 5.

La exigencia de delgadez creó un nuevo imperio comercial: el de los productos y aparatos para adelgazar; entre más rápido, mejor. Las anfetaminas (creadas por allá en 1887, para combatir el asma) cobraron fama como eficaces para bajar de peso. Casi de inmediato, a los nuevos delgados el cuerpo les cobró la factura con intereses leoninos, lo cual hizo volver la vista a lo natural. Se sobrevaloró el poder quemagrasa del apio, la toronja y la tlanchalagua. “Te tomas la tlanchalagua antes de cada comida y en una semana te quitas tres kilos. Es muy barata y natural”, le dijo a la de la letra una compañera en la secundaria. Aún recuerdo su cara cuando respondí “la mariguana también es natural y no por ello es necesariamente buena”. Como 15 años después probé el dichoso té de tlanchalagua, en un intento desesperado por adelgazar. Efectivamente, es natural, barato y, una vez que lo bebe, todo lo que pruebe en las siguientes 18 horas le sabrá más amargo que una traición.

De esos tiempos a la fecha todo ha sido más de lo mismo; combine las palabras star, natural, celu, maxi, thermo, burner, power, marvel, gras, slim y diet y va a tener los nombres de todos los productos naturales para adelgazar que existen en el mercado.

Pero el proceso de adelgazamiento no estaría completo sin una buena rutina de ejercicios. Los aparatos pioneros en este género son la bicicleta fija y una banda que zarandeaba toda la humanidad de la víctima. El armatoste era un poste con una banda que podía ser vulcanizada, de piel o de lona. El usuario se metía en la banda y la acomodaba en la zona a ejercitar. La banda “masajeaba” con enjundia tal que dejaba pochotuda la tela de leotardos y mallas, la piel rosada al punto de sangrar, así como una temblorina de los cachetes a los talones, la cual duraba por varios minutos después de apagado el aparato.

El ejercicio se completaba con un kit de elásticos y unas mancuernas que provocaron varios accidentes al reventarse la liga o soltarse el resorte.

La bicicleta fija, las ligas y las mancuernas siguen vigentes. El chirrido de la bicicleta es ahora un bzz bzz aerodinámico. Las ligas ya no se parecen a las que usan en los hospitales cuando lo van a inyectar a uno en la vena, ahora tienen asas de color fosforiloco, igual que las mancuernas. ¿La banda? su lugar lo ocupan decenas de aparatos, algunos como salidos de la Santa Inquisición.

Las últimas cinco décadas han presenciado el paso rítmico de los aerobics de alto y/o bajo impacto, el zumba y el redescubierto pilates, ese sistema de ejercicios creado por el alemán Joseph Pilates para la rehabilitación física de los soldados heridos durante la Primera Guerra Mundial.

En los anuncios de pilates casi siempre aparece una mujer de 20 a 30 años, con el pelo recogido en una cola, maquillada al natural, descalza, con un pantalón abajito de la cadera y una camiseta corta que deja ver que la desgraciada no tiene un gramo de grasa. Los colores del atuendo son blanco y/o gris. La flaca en cuestión sale trepada en una pelotota plateada y/o contorsionada en forma tal que de sólo verla duele la espalda y el cuello. Pilates en Fulanita Studio, Perenganita Gym o Sutanita Fitness Center.

Más allá de las delgadeces impuestas por la moda hay una realidad: la mayoría de los mexicanos tenemos sobrepeso o estamos gordos, condición que favorece padecimientos como la diabetes y la hipertensión. Para los pacientes esto significa un detrimento en la calidad de vida. Para las instituciones de salud representa una grave amenaza a sus presupuestos, así que a tomar cartas en el asunto se ha dicho.

La televisión se sumó a la cruzada y hasta los anuncios de comida chatarra se pusieron en línea, adicionándoles vitaminas y hierro, quitándoles “las grasas malas” para dejarlos listos para “la salud y el crecimiento de sus niños”.

En el plano urbano se instalaron módulos en calles, plazuelas y espacios públicos. Se reclutó a un ejército de promotores que lo van a pesar ¡en público! , le van a tomar sus medidas ¡también en público! , le van a dar unos menús para que aprenda a comer bien y le van a recomendar que camine 20 minutos diarios.

Al bombardeo mediático se suma ahora la franca cacería que han emprendido algunos promotores. Al grito de “allá va uno, allá va uno, que no se te vaya” me tocó ver a un plebe que corría menús y cinta métrica en mano detrás de un joven señor que ni se daba por aludido. La escena me recordó cuando el grito “con una jija de la …gada, deja ahí” indicaba que la Matriarca me había descubierto comiendo las galletas de la alacena. El recuerdo de la regañiza y el castigo que seguían al atracón me hizo apurar el paso y sacarle la vuelta al módulo.

Comentarios, sugerencias, mentadas, invitaciones, dietas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com. Muchas gracias por su atención que hace que esto valga la pena. Que tenga una semana muy light.