lunes, 9 de enero de 2012

Y ¿Dónde está el meteorito?



Marisa Pineda

No habían transcurrido ni cinco días del nuevo año y ¡dale! que a Sinaloa le cae un meteorito. Cierto es que hasta el momento de redactar estas líneas aún no encuentran la susodicha piedra, pero de que cayó, cayó. Si hasta la NASA lo dio por bueno, dicen las autoridades. Ahora todo es cuestión de esperar a que los grupos de búsqueda lo encuentren o alguien, de mera chiripa,  de con él.


Todo comenzó el miércoles 4, a eso de las seis y media de la tarde, cuando habitantes de los municipios del centro de Sinaloa reportaron a las autoridades de Protección Civil una bola de fuego que surcaba el cielo. Hubo quienes precisaron que antes de perderse en su veloz caída el objeto se partió en tres. En principio se supuso se trataba de un avión, tras descartarse –afortunadamente-  un accidente aéreo las indagatorias, avaladas por la NASA, arrojaron se trató de un meteorito.

El hecho inmediatamente volvió a poner en la vida pública al meteorito de Bacubirito, al cual muchos nos subimos cuando estuvo expuesto en el Centro Cívico Constitución en esta capital. Para quienes no lo conocieron en los tiempos en que se consideraba el segundo más grande del mundo (ahora es el quinto más grande), le cuento:

En el Centro Cívico Constitución, el Parque Constitución como le decimos casi todos en Culiacán, afuera del museo estaba una piedrota a la que todo chico y más de un grande se subía. Se trataba del meteorito de Bacubirito, descubierto en 1863 (hay datos que marcan el año 1871) y llamado así por haber caído en las inmediaciones del poblado del mismo nombre, perteneciente al municipio de Sinaloa. La piedra tenía partes con puntos brillosos y al tacto se sentía lisa. Honestamente no recuerdo si estaba prohibido por las autoridades del parque que uno se trepara al meteorito, pero más de una precavida matriarca había decretado tal negativa por temor a que uno mutara.  

Con o sin prohibición,  el caso es que pocos escapaban al magnetismo de la roca aquella con forma de chicle masticado. Era estampa común los fines de semana, o en vacaciones, ver al plebero trepado en el meteorito. Llegábamos a ser tantos que el policía tenía que pegar el grito “bájense dea’i”.

Pero en el pecado iba la penitencia y aunque uno negara hasta por la salvación de sus domingos que se había subido a la roca, la peste a fierro que quedaba impregnada en el cuerpo era por demás delatora a no corta distancia. Entonces venía la urgencia “báñate pronto, quítate esa ropa y no te  vayas a llevar las manos a la boca, ve tu a saber que tendrá esa piedra. Uno no sabe”.

El meteorito de Bacubirito, en el lugar donde cayó.

Aún cuando en la cédula del meteorito aparecieran sus generales y los elementos que contiene detallando sus porcentajes, eso no era suficiente para satisfacer el instinto de protección de las madres de entonces, a quienes ya se les figuraba  verlo a uno brillando en la oscuridad tras haber estado jugando en la piedra espacial.

En 1992 el meteorito dejó la sombra de los árboles de mango que lo cobijaba y se mudó de sede. Su traslado fue todo un espectáculo. Gente de todas las edades salió a las calles para ver pasar la plataforma resguardada por patrullas. La colocación completó las dos tandas por un boleto. Pesadas grúas maniobrando para colocarlo en la soleada explanada del entonces recién inaugurado Centro de Ciencias de Sinaloa, donde permanece como anfitrión de lujo dando la bienvenida.

El traslado del meteorito de Bacubirito reveló en su incandescente pasado varios ajustes de peso, merced a los cuales pasó de ser considerado del segundo al quinto más grande del mundo. Con los adelantos tecnológicos  las estimaciones de su peso fueron de 50 toneladas a principios del siglo XX, a 22 toneladas en 1975 y a 19 en 1992, tonelaje vigente hoy en día (que buena “lipo”).

Casi 150 años después de descubierto el meteorito de Bacubirito, que cae otro en Sinaloa. Más se tardaron las autoridades en decir “cayó” que quienes estudian las profecías en dar al hecho un halo premonitorio acorde a los vaticinios que le adjudican a los mayas. Premonitorio o no (sólo el tiempo lo dirá) al momento de redactar éstas líneas aún no lo encuentran.

Que si por las difíciles condiciones del terreno, que porque en el reporte de la NASA hay una imprecisión con el nombre del pueblo que marcan las coordenadas, que ese pueblo no se llama así y el que tiene el nombre más parecido está más para allá, el asunto es que el meteorito aún no aparece ni completo ni en partes. Y  como santo que no es visto no es adorado, ante la ausencia física de la roca los expertos se muestran cautos y hablan ahora que a como puede ser un meteorito puede tratarse también de basura espacial. Tan bien que íbamos.

Los de A dos de tres tenemos los dedos cruzados para que lo que cayó resulte un meteorito, así haya quedado del tamaño de un algodón de azúcar, de lo contrario el meteorito se convertirá en una piedra en el zapato y no nos la vamos a acabar, porque no es lo mismo decir que en Sinaloa cayó un meteorito a que en Sinaloa cayó basura, por muy que esta venga desde el espacio.  

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Los de A dos de tres deseamos a nuestros cinco y medio lectores que este año sea mejor que el anterior, con todo y que el anterior haya sido bueno. Y ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twiter nos encuentra en @MarisaPineda le da click en “seguir” y listo, Usted y nosotros en contacto.

Que tenga una semana en la que encuentre muchos momentos de felicidad. Si de paso da con el meteorito, ahí le encargamos.

(PD: Don Autoridad. Cuántos inocentes han caído víctimas de la delincuencia en lo que va del nuevo año. Sorpréndame, dígame que hubo ya justicia para al menos uno de ellos, más allá de la Justicia Divina. Si espera a que el olvido termine de sepultarlos, error, cada vez son más y no se nos olvida.)