lunes, 17 de agosto de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Cuenta la historia que, en España, en una gira de Joaquín Sabina y Los Secretos, la mutua admiración entre Sabina y Enrique Urquijo, el finado líder del grupo, los llevó a escribir una canción en coautoría; la dejaron a la mitad y cada quien hizo su versión del resto. Así nacieron Ojos de Gata, con Los Secretos, y “Y nos dieron las diez”, con Sabina, rola imprescindible en una buena bohemia y que anoche fue la banda sonora del insomnio de esta su amiga.

Los Secretos es un grupo español con el cual la vida ha estado del bando rudo, sin embargo no ha logrado ganarles dos caídas al hilo y Los Secretos suman ya 30 años de carrera. Son un ícono de la llamada “Movida española” y figuras emblemáticas del pop en habla hispana. Los del Departamento de Investigaciones de A dos de tres escuchan, sin saciarse, tres de sus tantas canciones: “Por la calle del olvido” (por la calle del olvido vagan tu sombra y la mía, cada una en una acera, por las cosas de la vida…), “Pero a tu lado” (He muerto y he resucitado, con mis cenizas un árbol he plantado, su fruto ha dado y desde hoy algo ha empezado…) y “Ojos de gata” (Cántame una canción al oído, te sirvo y no pagas, sólo si me demuestras que es verde la luz de tus ojos de gata… Comentó por ahí que yo era un chaval ordinario, pero cómo explicarme que me vuelvo vulgar al bajarme de cada escenario…)

De Sabina, “Y nos dieron las diez” es, sin duda, una de sus canciones más conocidas y con mayores versiones. No hace mucho, en uno de los canales gruperos me tocó escucharla en “pasito duranguense”. Sin comentarios.

El estribillo “y nos dieron las diez, y las once, la doce, la una, las dos y las tres, y desnudos al amanecer nos encontró la luna” provoca, en una bohemia, ojos entornados, sonrisas apenas dibujadas y silencios que dicen mucho. Anoche, fue la banda sonora del insomnio de la de la letra. Le cuento:

Los ojos empiezan a cerrarse, apago el televisor, la lámpara y a dormir, a dormir, a dormir angelito. De pronto, un grito tal que logra vencer el ruido del aparato del aire acondicionado (que haga de cuenta tiene un tráiler con el booster encendido, detrás de la ventana) ¡Chin! Qué pasó… y allá va su amiga a buscar el origen del alarido. En una sala de fiestas cercana, un más que contento tipo destrozaba a pleno aullido “Y nos dieron las diez”. Él no se intimidaba por el micrófono y le había subido todo el volumen al karaoke, para que en tres cuadras a la redonda quedara constancia de sus limitaciones vocales.

A tratar de dormir de nuevo. Después de girar por 20 minutos como trompo de tacos al pastor, sin retomar el sueño, no queda más que tomar el control y encender el televisor. El zapping por toda la barra de canales permitió conocer las maravillas del hongo michoacano que quita la migraña, la diabetes, el colesterol, la calvicie y hasta el pie del atleta. El “ab trainer” le ayuda a obtener abdominales de acero; coloca el aparato en la puerta y se cuelga de él a hacer una rutina de ejercicios que viene en un dvd incluido. A como lo vi, la moldura, el marco de la puerta y la puerta misma corren peligro de venirse abajo al primer ejercicio.

El sueño llegó de nuevo, justo cuando los ojos se estaban cerrando: ¡Crrrash, ggbbbrrrr!. Y ahora qué. Por la tarde los muchachos de la Junta de Agua Potable repararon una fuga justo a la mitad del crucero de la esquina, dejaron un letrero (de considerable tamaño) protegiendo el cemento fresco. Para afianzar la advertencia colocaron cuatro fantasmitas fosforescentes y una cinta amarilla, igual de fosforescente. A eso de las tres y media de la madrugada, el joven y alcoholizado conductor de un auto se llevó el letrero, los fantasmitas y la cinta, cual si fueran botes en auto de recién casados. Ese fue el ruidajo.

Otra vez a tratar de dormir. Misma rutina. En los infomerciales aparecen ahora la perfect pancake, no más panqueques imperfectos a su familia; una afeitadora que funciona hasta bajo el agua, para que vea que usted se podrá afeitar en cualquier lugar; un amplificador que le permitirá escuchar conversaciones ajenas; y un horno que parece cacerola. Ante sus ojos un bistec sufrirá una metamorfosis que ni Kafka imaginó y lo dejarán considerando seriamente la posibilidad de volverse vegetariano.
La rúbrica “nuestras operadoras están disponibles las 24 horas para que ordene” sugiere que los noctámbulos son el nicho de mercado de éstos productos.

Un enano gritón aparece brincando en lo que exclama falsamente “gané”, opto por cambiar de canal. Un par de orientales gritan “aa a tatá, a tatá”, sus gritos son más desagradables que los del enano, opto por cambiar de canal. Un programa sobre insectos: “los ácaros viven en su almohada, en su colchón, se alimentan de usted, de su piel…” como reflejo empiezo a rascarme, mal momento para el programa, sigue el zapping hasta dar con una película que no deja huella, pero que sirve de arrullo. El sueño regresa.

¡Klank! ¡Klank! ¡Klank! Suena como si le estuvieran pegando a un cilindro de gas con una llave periquera. Le están pegando a un cilindro de gas con una llave periquera, es un carro que va pasando. Ya amaneció. La ciudad está despertando. Han pasado casi dos horas, casi dos horas de sueño. Ni maneras de retomarlo, no son horas. ¡Chin!, la columna, no la he escrito. Aquí voy.

Muchas gracias por leer éstas somnolientas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana soñada.