lunes, 11 de marzo de 2013

Rechinando de limpios

Marisa Pineda

La plazuela contigua a Catedral es fuente inagotable de historias y personajes. Conforme transcurre el reloj a la plazuela llegan desde quienes ejercen el oficio más antiguo del mundo hasta predicadores de la fe, polos opuestos que pasan por las miradas de los representantes de otro oficio que se ha logrado imponer al tiempo y a la modernidad: el de los boleros.

En el Culiacán pre-digital encontrarse con boleros era algo cotidiano. Estaban quienes tenían sus sillones con espacio para guardar todos los productos para lustrar el calzado y aquellos, por lo general niños, que recorrían las calles con su caja de dar bola. Fijos o ambulantes, el servicio se complementaba ofreciendo el periódico. En lo que se limpiaba el bostoniano, el cliente se ponía al corriente de los hechos del día. 

Traer lustrado el calzado era parte del aseo personal de los varones. Podía perdonarse una camisa o un pantalón más arrugado que un papel de china hecho bola, pero unos zapatos sucios, ¡Guácala! Con esos modos, la labor de los boleros  era de suma importancia. Pero un día aparecieron en el mercado unos frascos con una esponjita que abreviaban el proceso de limpieza  del calzado poniéndolo al alcance de todos. Al tiempo se popularizaron los zapatos con materiales sintéticos que no requieren más cuidado que pasarles un trapo húmedo, y poco a poco los boleros dejaron de ser parte del paisaje cotidiano de tantos rumbos.

Hoy, en Culiacán ya no se ven boleros ambulantes. Sobreviven algunos fijos en los mercados públicos, otros por rumbos de la terminal de autobuses y los que han logrado sortear el paso del tiempo desde sus sillones en la plazuela Obregón. Ahí, custodiados por las torres de la Catedral, llegan muy temprano con su juego de periódicos del día, que siguen ofreciendo a los clientes como complemento del servicio.

Hasta ellos, en vehículos lujosos se apersonan individuos que bajan con pilas de tenis y mocasines de reconocidas firmas y botas de piel exótica hechas a medida. Llegan en busca de la pericia de los boleros para regresarles su lustre original. Sólo ellos saben como cuidar y preservar esas piezas de miles y miles de pesos que ya limpias, acomodadas en fila, esperan por sus dueños o por los enviados de sus dueños. Por sus cacles los conoceréis.

Dicen los que dicen saber que el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva fue bolero, al igual que el rockero Ozzy Osbourne y el legendario activista Malcom X. En la fantasía, Rico Mac Pato ganó su primera moneda como bolero, cuando no estaba salvando al mundo Super Can era limpiabotas y Mario Moreno “Cantinflas” dejó para la posteridad su película “El bolero de Raquel”. Culiacán tiene a sus boleros de la Catedral, que siguen imponiéndose al tiempo y a la modernidad, que ahora como desde hace décadas resumen su labor en un sonido, el que indica que el zapato ya quedó rechinando de limpio.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter nos encontramos en @MarisaPineda Léase un libro por el mero gusto, y mientras que tenga una semana que le deje el alma rechinando de limpia.