lunes, 7 de noviembre de 2011

A dos de tres

Marisa Pineda

Por entre el gentío una mujer se abre paso a como puede, lleva a un niño en brazos. En la mirada del niño, que no rebasa los seis años, hay un dejo de cansancio. Los ojos son todo lo que se le alcanza a ver del rostro, protegido con un cubreboca. Los ojos y las evidentes secuelas de la quimioterapia. Su madre busca afanosamente entrar con él a la Catedral, adentro está la  veneración por parte de los enfermos a las reliquias del Beato Juan Pablo II que visitan Culiacán. Recién se enteró de la visita y lleva a su hijo en busca del milagro que le devuelva la salud. 

Poco a poco, la madre aquella va logrando avanzar por entre quienes acudieron por fe, por entre quienes iban pasando y se quedaron, por los que ese día les tocó trabajar ahí y por los que se apostaron para criticar y burlarse de “tanta ignorancia” (dicha con esa y otras palabras). En el ambiente suena la canción Amigo y sobre ella las voces que ofrecen tres estampitas con la imagen y la oración al Beato por cinco pesos,  las medallas que son “la llave de la salud, la llave de la protección, la llave de San Benito con la imagen del Papa” y que son “dos por diez pesos”. La fe vende. Nadie le pone peros a los 15 pesos por el banderín conmemorativo, 15 pesos que se entregan sin chistar, con plena convicción, con fe.

Esos recuerdos y más los traen vendedores ambulantes provenientes del Distrito Federal. Trabajan a las afueras de la Basílica de Guadalupe, de la cual son devotos, y se mueven a los estados conforme el calendario de fiestas patronales. Desde el 25 de agosto van por el país a la par de las reliquias, las seguirán hasta la culminación de su gira, el 15 de diciembre. A algunos les tocaron las cinco visitas que Juan Pablo II hizo a México durante su pontificado, según platican.  Las ventas ahora no han sido como en esos entonces, pareciera que no pero aseguran que han mermado. La llegada de las reliquias les trajo un respiro, la posibilidad de incrementar sus ingresos para sacar adelante a sus familias que dependen del comercio informal en torno a la fe. 

La misa sigue, y la madre aquella con su hijo en brazos logra entrar a la Catedral gracias a la ayuda de los policías municipales encargados ahí del orden. De entre la gente alguien le grita por su nombre a uno de ellos, algo le dice y este sonriendo orgulloso le responde: “y mira, me tocó cuidar al Papa”.  En el atrio, la muchedumbre se arremolina en torno a un joven que reparte calcomanías con la imagen del beato, cortesía de una radiodifusora local; así como de otro que obsequia abanicos de cartoncillo, auspiciados por una casa funeraria y un almacén ferretero cuyos logotipos patrocinan prácticamente todos los impresos alegóricos a la visita.

Las reliquias, consistentes en una cápsula con sangre de Juan Pablo II y una figura de cera ataviada con los distintivos pontificios, viajarán por todo el mundo, México es el primer país que visitan a solicitud de los obispos, quienes buscan que el mensaje de paz que predicó Juan Pablo II motive a la sociedad en estos tiempos difíciles. En los escalones afuera de la Catedral una ofrenda por el Día de Muertos da cuenta de los tiempos a que se refieren los obispos. Flores de cempazuchitl forman un número: 50,000. Cincuenta mil como las 50 mil personas muertas en los últimos cinco años, en la llamada guerra contra el crimen organizado. Flores y cinco veladoras apagadas, una por cada diez mil caídos.

Mientras continúa la eucaristía, el padre Elías Soto Castro se apersona ante un minúsculo grupo y vehemente solicita que el féretro de cristal viaje a su siguiente punto en un vehículo descubierto, en vez del auto cerrado en que llegó. Quien viene a cargo de la seguridad de las reliquias le escucha atento, él y su compacto grupo llevan bordado en el uniforme el escudo vaticano. Les acompañan otros que se identifican del Episcopado Mexicano. En un español con ligero acento extranjero el encargado responde; ha aprobado la petición, condicionándola a que se mantenga el orden.

A las 10 horas con 25 minutos las campanas de Catedral repicaron anunciando el término de la celebración y la salida de las reliquias de uno de los más distinguidos visitantes que ha tenido en los 126 años de construida. En la calle, el sacerdote Elías Soto llamaba a mantener el orden, a abandonar reclamos y empujones nada cristianos. Instaba al carro de sonido a subir el volumen de la música cuyo repertorio era básicamente de una canción, Amigo, y animaba las porras en honor al Beato.

Las patrullas y el párroco se adelantaron para anunciar el recorrido de la Catedral de Nuestra Señora del Rosario al templo de la Virgen de Guadalupe (La Lomita), una línea recta por la arteria principal de Culiacán. Al paso de la procesión algunos comentaban los casos de pederastía cometidos por sacerdotes y ante los cuales Juan Pablo II fue señalado de guardar silencio; otros tantos se santiguaron, unos más derramaron lágrimas y otros pidieron porque la visita del Papa traiga paz a Culiacán.

Esa misma petición de paz se había hecho un día antes en Mazatlán, a donde arribaron las reliquias provenientes de Durango. De ahí viajaron a la capital sinaloense, permanecieron aquí ocho horas y continuaron su trayecto hacia el norte, al puerto de Topolobampo, para embarcarlas en un transbordador con destino a La Paz, Baja California.

A  las 21 horas del viernes las reliquias estaban ya en Topolobampo. En Culiacán quedaban las lonas y posters alusivos a la visita. A las 21 horas del viernes doce personas morían acribilladas, nueve de ellas en un solo hecho violento, en un Culiacán que se aferra a no perder su capacidad de asombro.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana plena de fe.

(PD: Don Autoridad, 50 mil y aumentando ¿Cuántos inocentes cayeron esta semana a manos de la delincuencia? ¿Hubo ya justicia para alguno de ellos? más allá de la Justicia Divina. Si espera que el olvido termine de sepultarlos, equivocación: no se nos olvida)