lunes, 3 de octubre de 2011

A dos de tres


Marisa Pineda

Culiacán está de fiesta. Celebra sus primeros 480 años de existencia. De Culiacán se ha escrito sobre el significado de su nombre, sobre su fundación, sobre el tomate, sobre su desaparecido ferrocarril “El tacuarinero”. También sobre sus calles, plazuelas y casas. Se ha escrito sobre sus brillantes intelectuales, académicos y artistas. Se ha formado un inmenso mar de tinta de lo que se ha escrito sobre la vida, obra y andanzas de los barones de la droga. Se ha escrito sobre tantísimos temas, sin embargo para los de A dos de tres la historia todavía nos queda debiendo un capítulo: el de la lucha libre en Culiacán.


Los del Departamento de Investigaciones de A dos de tres se hacen los desentendidos porque no es mucho lo que han logrado encontrar sobre la lucha libre en Culiacán y sus personajes. Cuando uno les pregunta dónde estuvo la primera arena, cual fue el primer combate, quién fue el primer luchador culichi en luchar enmascarado, se vuelven la bichi y tratan de desviar la atención. “Va a venir La tremenda corte como parte de los festejos (de la ciudad). Van a estar resolviendo un tremendo caso”, dicen para cambiar de tema.


Tremendo caso es tratar de ubicar los orígenes de la lucha libre en Culiacán. En pláticas con la afición de antaño algunos recuerdan una arena que hubo por la calle Nicolás Bravo, rumbo al malecón. Otros citan las luchas que se llevaron a cabo en la Arena Colón, en lo que fuera el cine con ese mismo nombre. Algunos más hablan de la Arena El Palmito, espacio que impulsó una familia gitana. Los más citan los combates entre las grandes figuras de la lucha en el Parque Revolución. Único espacio vigente de todos los que mencionaron.


Si bien el futbol es el deporte más popular en México, la lucha libre es el de la identidad. Basta leer las reseñas sobre el revuelo que despiertan los gladiadores mexicanos en el extranjero; echarle un vistazo a la cantidad de tesis de grado y postgrado que se han escrito sobre la lucha, sus exponentes y sus máscaras, para corroborar el peso del deporte espectáculo.


Por allá en los años 70 la lucha libre cobró cierta relevancia en Culiacán. Era cuestión de divisar al rotulista trazando el cartel en alguna pared para que en segundos la plebada lo tuviera rodeado, interrogándolo cual si fuera el promotor de la función. Mal delineaba una letra cuando uno anticipaba lo que creía era el resto. El Sss… ¡El Santo! Va a venir El Santo gritábamos jubilosos en lo que los desesperados corrían a llevar el chisme mal, pues la siguiente letra era una o.. Eeel Sooo… ¡El Solitario! Va a venir El Solitario y así, letra por letra, hasta completar el cartel.


Culiacán está lejos del epicentro de la lucha libre. Gladiadores como Muralla Negra, El Rayo de Sinaloa y El Delfín se las ingeniaron para entrenarse, formarse una imagen y subirse al encordado con los escasos elementos que tenían. Dieron lo mejor de sí ante sus pares regionales y ante las máximas figuras como El Santo, Blue Demon, El Rayo de Jalisco y muchos otros distinguidos visitantes que barrieron con los de casa, no sin reconocer su empeño.


De ese selecto grupo de luchadores locales, hechos de más corazón que técnica, recuerdo a Muralla Negra, quien trabajó en el Ayuntamiento de Culiacán, en aseo y limpia, creo. Alguna ocasión, en víspera de una elección sindical, fue a dar a casa una mampara con el cartel de la lucha de días atrás y en ella la imagen del gran Muralla Negra. Habían llevado aquel bastidor para pintarlo con propaganda de la planilla amarilla. Me explicaron que el Muralla  era un compañero suyo que los apoyaba. Así supe dónde trabajaba.


En esa década, la de los 70, en la Arena El Palmito debutó El Rayo de Sinaloa, llamado también El Ranchero por el sombrero que usaba. Cuando perdió la máscara se descubrió la identidad de Natividad Palafox. Siguió luchando por casi 40 años en diversas arenas por rumbos del bajío, a donde se fue a radicar. Cuentan que su hijo sigue sus pasos con el nombre de El hijo del Rayo de Sinaloa.


De quienes hicieron nombre en aquellos tiempos hay un luchador que sobresale por su indiscutible carisma: El Delfín. Fue quien más seguidores alcanzó. El parque Revolución se cimbraba al grito deletreado de Delfín. Sus mallas y su capa azul recordaban el azul del mar y en la tapa la figura que le daba nombre.


El Delfín perdió la máscara ante Vic Zamora “La calaca de Tijuana”, en una lucha en la capital sinaloense, en el Parque Revolución si mal no recuerdo. Vic Zamora se convirtió en promotor de peleas de box y de luchas, asociado con el cronista Agustín D. Valdez trajeron a Culiacán importantes elencos que siempre dieron cabida a los locales. En esas carteleras no faltó Agustín Noriega Durán, El Delfín, quien hace poco recibió el homenaje por sus 40 años como luchador profesional, así como el cariño de las nuevas generaciones que siguen sucumbiendo a su carisma.


La lucha libre en Culiacán cada vez toma más forma. Ya hay escuelas en las que los aspirantes a gladiadores pueden formarse y desarrollar una técnica para subir al ring con algo más que valor y arrojo. A los legendarios nombres del Muralla Negra, El Rayo de Sinaloa, El Delfín y  El loco del campanario (de quien siempre se ha dicho es El Delfín) se han sumado muchos otros nombres como el de Psíclope, Frank el payaso, Muralla Negra (ignoramos si tiene algún parentesco con el de los 70 o es sólo una coincidencia en el nombre de batalla) los hermanos Monster Truck I y II, El Tigre de Aguaruto,  Doberman  y más recientemente el de Mr. Iguana, cuyo imán con el público hace recordar al de El Delfín. Sólo el tiempo dirá cuales de esos nombres se quedan para la historia de la lucha libre en Culiacán. Una historia que aún falta ser escrita.


Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com


Que tenga una semana que haga historia.


(PD: Don Autoridad ¿cómo se lo va? ¿Cuántos inocentes cayeron esta semana a manos de la delincuencia organizada? ¿Ya hubo justicia para alguno de ellos? más allá de la Justicia Divina. Si espera que el olvido termine de sepultarlos, equivocación: no se nos olvida.)