lunes, 5 de septiembre de 2011

A dos de tres

Marisa Pineda

Es un día cualquiera y va uno por la vida haciendo lo que hace en un día cualquiera, como agacharse a levantar algo que se le cayó, de pronto, al incorporarse, un dolor aguijonea su espalda, clavándose como arpón y no lo suelta hasta una consulta médica después. Ya medio repuesto argumenta: “nunca me había pasado esto” y no falta quien le diga que ya está en la edad de los nunca, cuando el cuerpo –que fía pero cobra con intereses leoninos- empieza a pasarle la factura. A esos episodios me recuerda este país, mi país, que a cada hecho violento –cada uno más violento que el anterior- nos hace exclamar “es que esto nunca había pasado”.

La historia contemporánea de México registra dentro de sus episodios conocidos más violentos en contra de la población civil: la masacre de 1968, el Jueves de Corpus de 1971 (ambos dentro de la guerra sucia que se vivió de fines de los años 60 a principios de los 80) y, por su trascendencia, el asesinato del candidato priista a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio, en 1994. Todos esos episodios tienen como común denominador asuntos relacionados con el poder político.

Durante mucho tiempo Sinaloa, y particularmente Culiacán, cargó con la mala fama de estado violento. Fama, hay que reconocer, que aunque injusta para la mayoría de la población fue ganada a golpe de plomo, sangre, tinta y tiempo al aire porque, reconozcamos también, el morbo se vende bien en los medios de comunicación. La violencia entonces era entre familias y grupos bien delimitados. Las víctimas ajenas a esos enconos son una dolorosa minoría. Al caer un inocente se alzaba la ola de protestas y los verdaderos protagonistas entraban en una calma chicha ante el reproche popular.

Pero quien sabe en qué momento algo se averió y cada vez más lugares en el mapa nacional se empezaron a teñir de rojo. El daño empezó a dar muestras de su gravedad cuando los grupos delictivos borraron descaradamente sus fronteras, a grado que hoy en día prácticamente no hay captura o hecho ilícito notorio que no incluya entre los implicados  a un expolicía o policía en activo (con la afrenta que esto conlleva para los elementos honrados y las instituciones mismas).

También varió la reacción de los delincuentes ante los inocentes caídos. Ya sean una o 52 las víctimas lo reducen a un “ya le tocaba”, y la ola de protestas tras un hecho particularmente violento no les quita ni la tranquilidad, ni el hambre, ni el sueño.

Hace poco comentábamos aquí el caso de la mujer con una granada alojada en la cara, quien gracias al esfuerzo de un heroico equipo médico vive para contarla. Decíamos que ello marca un antes y después en las urgencias médicas, porque en México nunca había ocurrido eso. 

Días después, en el estadio Territorio Santos Modelo se vivieron momentos de angustia cuando en sus afueras ocurrió una balacera. Nunca había pasado eso en un escenario deportivo.

Pero si algo puede empeorar, empeorará y el 25 de agosto 52 personas perdieron la vida en el Casino Royale, en Monterrey, luego de que un grupo de delincuentes, armados, lo incendió presuntamente en represalia a que la sala de juegos no cedió a sus extorsiones. Nunca había sucedido eso.

Y así como al llegar a la edad de los nunca uno tiene que cambiar hábitos, así en el país tenemos que hacer lo propio. Meses atrás, en A dos de tres proponíamos aplicar en las escuelas una guía sobre qué hacer en caso de balacera, y extenderla a sitios públicos como centros comerciales y hospitales. 

Lo ocurrido en el Territorio Santos Modelo (TSM)  nos enseña que los estadios y las arenas (por citar los escenarios de los deportes más populares en México: futbol, box y lucha libre, y beisbol) deben incluirse en tales protocolos, pues lo que pasó en el TSM no tuvo final trágico gracias a que el terreno de juego no está alambrado y los aficionados pudieron saltar hacia allá, al comportamiento mismo de la afición y la directiva, y a que Dios es muy grande.

Así como hay carteles con instrucciones de qué hacer en caso de incendio y de sismo, proponemos se diseñe uno de qué hacer en caso de tiroteo; así como revisar, de verdad, la funcionalidad de las salidas de emergencia en edificios públicos y privados, pues con cada tragedia sale a la luz que o no se contaba con ellas o estaban bloqueadas, lo que para fines prácticos es lo mismo. 

Ojalá y Don Autoridad considere que 50 mil muertos en cinco años es cifra suficiente para analizar la pertinencia de crear y difundir las medidas mencionadas, más allá de rezar o de ampararse en la máxima “cuando te toca aunque te quites, cuando no te toca aunque te pongas”.

Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Por favor comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com ¡Ah! Y qué cree, la de la letra tiene tuiter (aunque no le “intelige” muy bien) @MarisaPineda 


Que tenga una semana libre de angustias.


(PD: Don Autoridad, esto es como el zumbido de una mosca, pero ¿cuántos inocentes cayeron esta semana a manos de la delincuencia? ¿Hubo ya justicia para ellos? ¿La habrá? Más allá de la Justicia Divina. Si cree que el olvido terminará de sepultarlos, error: no se nos olvida.)