jueves, 10 de abril de 2008

A dos de tres

Marisa Pineda

¡Volvió!, ¡Volvió por sus fueros!. Abriéndose paso entre el lío del petróleo, cada vez más enmarañado; por entre que si el PRD tiene o no nuevo dirigente; por entre la carcel y las multas de la Ley Antitabaco; pasando por encima del mismísimo Hugo Sánchez y su destitución como entrenador de la Selección Nacional; por entre todo ello, a punta de mordidas y arañazos regresó: El Chupacabras.
Cuentan que esta especie de la mitología moderna acaba de reaparecer en la comunidad de Champotón, Campeche, para ser más precisos en la colonia La Playa, donde se despachó a ocho gallinas y un pavo, a los que les extrajo toda la sangre. Del ataque sólo sobrevive un gallo. El hecho llevó a los vecinos a exigir a la policía acabar con el bicho y, en vía de mientras, se han armado con palos y machetes para efectuar rondines nocturnos de vigilancia, en aras de proteger sus animales de corral, que son parte importante de su patrimonio.
Dicen los criptozoólogos (disciplina que estudia a los animales desconocidos o no reconocidos por la ciencia, pero presentes en el folclor y la mitología) que el primer ataque del Chupacabras se registró en 1974, en Estados Unidos. Un año después, los casos se extendieron a Puerto Rico. En ambos países, los testigos decían haber visto a una especie de canguro, como de metro y medio, con colmillos y alas pegadas al cuerpo. Al final, la suma de las descripciones dio como resultado una cruza entre perro, murciélago y gárgola.
Tras casi 20 años, para 1994, el animal volvió a aparecer, de nuevo en Puerto Rico. Esta vez el servicio de televisión por cable era ya sumamente popular, presente en muchísimas casas, convirtiéndose en factor detonante para que el chupacabras se propagara. Más tardaba en salir la noticia de un ataque, para que al siguiente día en sitios muy distantes geográficamente, hubiera gente que atestiguaba la presencia de aquel ser.
Arropado por la oscuridad de la noche, el animal se sorbía la sangre de perros, aves de corral y una que otra cabra -por supuesto-, descuartizándolas de paso. En cuestión de días, el monstruo se reprodujo peor que garrapata, y en un mes ya tenía presencia en prácticamente todo Latinoamérica. No hubo país o estado de esta región del continente, que se escapara de tener su chupacabras.
El imaginario popular se encargó de encumbrar al mitológico ser y de sembrar el terror. Cómo olvidar un día, cuando la madre de la de la letra, convocó a su descendencia con carácter de urgente porque algo grave había pasado en su casa. Ahí nos tiene a todos atendiendo la voz de alarma. Al llegar, la cara de la matriarca era la viva imagen del triunfo. Con voz alterada y aún trepada en una silla, explicó que en la cocina, yacía un "animal muy raro, que yo creo es el chupacabras" (textual, ¡oh si!, cómo olvidarlo). En sus manos aún estaba la escoba que desde hacía como una hora, se negaba a soltar.
Ahí nos tiene entrando a la cocina, seguidos por la matriarca que, gloriosa, nos narraba como había acabado con el monstruo.
Una vez en la cocina nada de chupacabras. ¿Cómo?. ¿Por dónde había escapado?. A lo mejor no lo había matado, sólo lo había aturdido. La madre insistía en que sí lo había aniquilado, y no conforme con ello, lo transformaba: "les digo que es el diablo".
En lo que le explicábamos que no eran horas de que el Chupacabras anduviera suelto, escuchamos que todo empezó cuando escuchó una especie de chillido "como de una rata o de murciélago, pero más raro". Tomando el arma más poderosa que encontró: la escoba, siguió el sonido y al entrar a la cocina descubrió "¡ay! hija, una cosa muy rara, un animal muy feo". Venciendo el temor, asestó el golpe una y otra vez, hasta que aquel ser mitológico se dejó de mover.
Pero ahi tiene que por más que buscábamos al Chupacabras no lo veíamos por ningún lado. La matriarca insistía que ahí estaba y señalaba tras el refrigerador. Efectivamente, ahí yacía un ser peludo, con largos dientes y ojos saltones; sin embargo, estaba lejos de medir el metro y medio reglamentario para cualquier Chupacabras, las orejas no eran de murciélago y tampoco tenía alas, ni cola.
Los episodios con la bestia sangrienta (la de a deveras, no la de la casa) se repetían un día si y otro también. El Chupacabras se popularizó de forma tal que se convirtió en apodo, sirvió de nombre a equipos deportivos de barriada, hasta hubo un luchador que se hacía llamar El Chupacabras cuyo traje era más bien una botarga. A esas alturas del partido, la fama era tal que había llevado al Chupacabras a practicarse un extrim meik over, que lo había dejado igualito al Depredador, de la película del mismo nombre.
El ser mitológico tuvo incluso su bebida oficial. En uno de los tendejones de la colonia donde la de la letra vivía, vendían "los originales Chupacabras"; un brebaje de colores y sabores que venía en un envase con la forma del monstruo. Esta su amiga compró uno de color rojo, presuntamente sabor fresa, el cual jamás abrió. Por casi tres años, ese Chupacabras vivió dentro del refrigerador, convirtiéndose en una especie de mascota, hasta que en un cambio de casa, al hacer la mudanza, lo perdimos.
Al llegar nuevos temas de asombro, el chupacabras quedó reducido a material de estudio de criptozoólogos, expertos en fenómenos paranormales, ovnis y fantasmas. Mientras tales investigadores planteaban que el chupacabras podía ser: una variedad de murciélago, un extraterrestre, una mutación natural de alguna especie, un experimento genético que se había escapado de un laboratorio secreto o bien un animal prehistórico, el común respondía enfático que el chupacabras no era más que una vil mentira. Los que antes aseguraban que había atacado en la casa del primo de un amigo, se mostraban ahora escépticos. Ello incluía a la matriarca, totalmente decepcionada del mitológico ser, tras descubrir que el monstruo al que había dado muerte no era el chupacabras, sino un hamster que vaya Usted a saber cómo fue a dar a la casa.
No cabía duda, el chupacabras se había convertido en un personaje en peligro de extinción, víctima de su sobreexposición a los medios de comunicación.
Así pasaron casi otros 20 años; a través de ellos, el animalito hizo esporádicas apariciones aquí y allá, sólo para comprobar que su convocatoria al miedo y al morbo era superada por cualquier platillo volador.
En los últimos días, los temas en los diarios han sido la batalla campal en el Partido de la Revolución Democrática, en pos de la dirigencia nacional. La destitución de Hugo Sánchez como director técnico de la Selección Mexicana de Fútbol (que manera de tragarse sus palabras). El bombardeo de mensajes sobre la búsqueda de petróleo en aguas profundas. La cárcel y multas para los fumadores. El adelantar los relojes una hora por el horario de verano y, por entre todo ello, directo desde Champotón, Campeche: el chupacabras reloaded.
Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe; comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com
Que tenga una excelente semana.