martes, 22 de diciembre de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Las efemérides indican que ésta época es óptima para reflexionar sobre la armonía, la cordialidad, el amor al prójimo. Para afianzar el mensaje, no hay lugar donde no se escuchen villancicos entremezclados con las bailables del momento (“cahuates, pistachs…”) convirtiendo las calles y centros comerciales en una especie de posada colectiva, pleitos incluidos. Pleito porque no hay espacio para estacionarse, pleito porque alguien se metió en la fila para pagar, pleito porque le ruge la tripa de hambre y no hay espacio libre, ni sentado ni de pie, para poder comer.

La ley indica que el 20 de diciembre vence el plazo para pagar los aguinaldos, pero muy desde antes del 15 de diciembre las colas en los cajeros automáticos indicaban que algún patrón madrugador ya había cubierto tal prestación. Las calles fueron invadidas por más, y más, y más gente hasta llegar, por ahí a mediados de la semana que recién concluye, a un punto en que la masa empujó a la cordialidad, relegándola a los villancicos y a las decoraciones navideñas.

Los del departamento de estudios sociales de A dos de tres llegaron espantados tras haber intentado hacer uso de un cajero automático, de comprar un café en esos autoservicios que pululan y de haber pretendido comprar un detallito para sus compañeros con motivo de la Navidad.

¿Pero qué le pasa a la gente? ¿De dónde salió tanta gente? ¿De dónde salió tanta gente en auto? ¿De dónde salió tanta gente iracunda en auto? Se preguntaban asustados y comenzaron a platicar lo que presenciaron:

Todo empezó aquí afuera, en las dos esquinas de la cuadra había choques y aún viendo los autos estampados (en una esquina auto contra auto en el puro medio. En la otra, auto contra camioneta hacia la acera) de los vehículos que estaban atrás les pitaban. Eso sólo es superable por la ocasión aquella en que hubo un connato de incendio en los consultorios de a la vuelta y, aún viendo como del edificio salía una espesa nube de humo, una señora se puso a pitarle al carro de bomberos para que se moviera porque estaba en doble fila.

El asunto no para ahí, al dar la vuelta a la calle, a la siguiente esquina, otro choque. Un señor con el rostro bañado en sangre, trataba de tranquilizar a un chamaco todo pálido y asustado (y de paso a los mirones) diciéndole que estaba bien, que era una herida superficial a la vez que le pedía llamara a sus padres y al ajustador de seguros.

Unas cuadras delante, justo atrás de la catedral, una larga fila de vehículos buscaba dar vuelta e incorporarse a otra cola, más larga aún, cuyos conductores no mostraban ninguna intención de darles la mínima oportunidad para lograr su cometido. En tanto, el conductor de un chevy, subestimaba el tamaño del autito y trataba, infructuosamente, de estacionarse en un espacio en el que, cuando mucho, cabía un carrito del supermercado. La estampa se sonorizaba por claxonazos, mentadas de madre y una mezcla de canciones que salían de los estéreos de tanto auto: “aunque sea a escondidas, pero no me digas, que me quitas tu amor, porque me quitas la vida…”. “Como una fiesta sorpresa llegaron sin hacer ruido, hombres vestidos de verde asegurando mi equipo, y en vez de gritar sorpresa gritaron todos al piso…”. “Inevitable, muero de amor que lugar tan común, irremediable crece la noche, se fue nuestro sol por un tragaluz…”

Mientras eso ocurre en el arroyo, sobre la acera, una señora persigue a un camión urbano abrazando una gran bolsa llena de cajas, que se adivinan juguetes, mientras con la mano sostiene un triciclo rosa (muy bonito, por cierto). Una muchacha con uniforme de preparatoriana va distraída, platicando con otros plebes, no alcanza a salirse del camino de la señora y ¡cuaz! se estampa recibiendo tremendo golpe. De inmediato la plebe le grita “vieja pend… fíjese por donde va, vieja jijadela...” la doña de los paquetes responde en igual tesitura, sin detener su camino.

Como tierra prometida, se adivina en la esquina el cajero automático. La fila llega hasta la mitad de la acera, mina el ánimo y hace que los de A dos de tres propongan dejar el intento para mejores ocasiones. Aprobado. ¿Llegamos por un café? ¡Arre! Y unas galletas, añade otro, porque había mucha gente en los tacos y no desayuné.

Triste su caso, la fila para pagar compite con la del cajero automático. Aplican la máxima: a todo se acostumbra uno, menos a no comer y se forman. Una muchacha guapetona fija su vista en un plebe que está a unas cuatro personas de la caja, pone su mejor sonrisa y coqueta le pregunta ¿me das chanza, nada más voy a comprar una recarga? Antes de que el escuincle abra la boca, el resto, al unísono, se encarga de situar a la chamaca en su realidad: ¡a la cola!

De regreso a la calle la situación empeoró. Un par de agentes de tránsito trata de poner orden. Pese a los uniformados los gritos, las mentadas, los claxonazos y los acelerones aumentan. Las bocinas de las tiendas están ahora en el exterior. A la vez se escucha: “el sabe de ti, el sabe de mi, él lo sabe todo no intentes huir, Santa Claus llegó esta Navidad…”. “Te lavaste la cara y el mono no, te lavaste la cara y el mono no…”. “Arre borriquito, arre burro arre, arre más de prisa que llegamos tarde…”

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, sugerencias, comentarios, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana en que las buenas noticias encuentren en Usted su posada.

lunes, 14 de diciembre de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Haga como que escucha La Cabalgata de las Valkirias (la de la Guerra de las Galaxias, si le resulta, como a mí, más fácil de identificar). La música baja y una voz grave, impostada, dice: ¡Prepárese para lo nunca visto! A partir de este martes el sueño se hará realidad. ¡Martes 15 de diciembre, Culiacán tendrá su pista de hielo. (La música vuelve a subir, se mantiene y baja de nuevo) ¡Sí!, oyó bien. Prepárese para lo nunca visto, ¡prepárese para disfrutar la pista de hielo en Cu-lia-cán! (Música sube, se mantiene, taaaan. Fin)

¡Ándese paseando! No que no. Que vamos a parecer chilangos tropicales es lo diantres. Pista de hielo habemus. ¡Prepárese para lo nunca visto!

Quienes son parte de los diversos departamentos de A dos de tres se aprestan para vivir la experiencia.

Los de Vida y Estilo están poniéndose de acuerdo sobre el atuendo que llevarán. Comentan entre sí:

-¿Cómo ves si llevo jeans, un suéter, chamarra, bufanda, guantes y gorro tejido?

¡Mal! Es “too much”. Te sale lo culichi. Ya ves que aquí en cuanto hay 21 grados ya hace “frío” y las calles se llenan de mujeres con chamarra de doble acolchado, que parece la hicieron de un edredón. Por si fuera poco, añade cuello y puños de peluche o borreguito. Apenas si pueden moverse con semejante prenda. ¡Ah! Eso sí, muy abrigadas pero con sandalia de tres puntadas. Arriba en esquimal y el cacle en tropical absoluto.

-Tienes razón amigo. Es “too much”.

Sí, aún cuando ese día la temperatura baje a los 20 grados, nada de llevar a la apertura de la pista de hielo esos abrigos o gabardinas que parece los compraron en una venta de “garage” de la banda Machos o de algún otro conjunto grupero. Es que aquí a los 20 grados usan el “look” de prenda sobre prenda, aunque al mediodía anden sudando. No se quitan nada argumentando “me da flojera andar cargando el saco” y ahí las ves por la Obregón todas entrapajadas, como si anduvieran por la Quinta Avenida empezando a nevar. O lo contario, amiga. Así como hay quienes arriba van en esquimal y abajo la chancla Están las que abajo la bota de gamuza y arriba en veraniega, playera de tirantito o “straples”. O de bota, chamarra y short de jugadora de volibol playero.

-Sí, amigo, tienes razón. La bufanda, el gorro tejido y los guantes son mucho, los eliminaré del “outfit”.

Mejor elimina la chamarra, está de sobra, amiga. Cuando La de la letra me invitó al Departamento de Vida y Estilo de A dos de tres me advirtió que en Culiacán la suma de cinco estilos hace un nuevo estilo; pero no, amiga, esa chamarra sobra de tu atuendo. El gorro tejido da el toque “naif”, los guantes pueden ser útiles para cuando azotes contra el hielo, pero la bufanda también sobra. Además, como aquello va a estar repleto, puede provocarte un accidente. Qué tal que alguno a punto de caerse, se agarra de tu bufanda, te jala y te tumba.

-¡Ay! No. Es cierto. Tienes razón.

Y mientras los de Vida y Estilo continúan con el análisis de cómo lograr una imagen chic en las pistas de hielo, los del Departamento de Investigaciones se atropellan verbalmente, con una serie de preguntas y recomendaciones pronunciadas a la par.

¿Ya lograron averiguar si va a haber ambulancia o puesto de emergencia? Debe de haber. ¿Y los patines? 400 pares, te los van a rentar a 15 pesos la media hora. ¡Chin! Entonces habrá que llevar doble calceta y un tambo de antimicótico porque si agarras hongos en la pata, te irá como en feria. Insisto con los puestos de emergencia, porque a como somos los culichis de aventados, lurios y presumidos, no faltará el que no se vaya por la orilla aunque en su vida se haya puesto un par de patines. Va a haber instructores. ¿Instructores? ¿Y de dónde los sacaron? ¡Sepa! No dudes que han de haber hecho casting y a los que les vieron aptitudes los mandaron a capacitar. ¿A la pista del Distrito Federal? Que lo dudas, no creo que los hayan enviado al Central Park. Van a ser cinco instructores. ¡Cinco! Sí, cinco, para 220 patinadores cada media hora. ¡Cinco! Pobres van a estar peor que salvavidas playero en Semana Santa. Sí, deja tú para enseñarlos a patinar, para sacarlos de la pista y a la media hora de haber entrado. ¡Ja! Ya los veo, va a ser como querer meter gatos a un costal. Deja tú, ten por seguro que a puras plebes de buen ver van a querer enseñar. ¿Y cómo le van a hacer para que la raza no se lleve los patines? a como somos a veces de dañinos. ¿Y van a poner recomendaciones a la entrada? Me supongo, mínimo que adviertan que si te caes no vayas a querer lamer el hielo porque se te va a quedar la lengua pegada y además de doloroso es peligroso. Oye ¿y a qué horas va a estar abierta? De 10 de la mañana a 9 de la noche, del 15 de diciembre al 15 de enero. La van a inaugurar con un concierto del Coro Monumental de Culiacán. ¿El de mil plebes? Ese mero. ¡’Ta! A ver si el plebero no la deja mermada desde la inauguración. Oigan ¿y el Gobernador va a dar el desplazamiento inaugural?.... silencio… Sí, así como en el fut dan la patada inaugural; o en el beis, el lanzamiento inaugural, ¿va a ser el primero en patinar?...silencio…¿Sabe patinar en hielo el Gober?... más silencio…

Y mientras los de los diversos departamentos de A dos de tres se enfrascan en la apertura de la pista de hielo en la Explanada del Palacio de Gobierno. La de la letra se acuerda de las pláticas de la infancia, cuando las películas o la televisión presentaban paisajes nevados, chamacos haciendo muñecos de nieve, deslizándose en trineos o patinando en hielo, y la plebada decíamos “te imaginas que Culiacán tuviera una pista de hielo así”. ¡Qué chilo!

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Por favor, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana en que todo lo bueno se deslice hacia Usted sin tropezones ni caídas.

lunes, 30 de noviembre de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Estamos a unas horas de que empiece diciembre; los aguinaldos, las vacaciones, el fin de año, la cuesta de enero…instante de silencio… ¡Nah! Como quiera nos la aventamos, si nos echamos este año, como quiera el que viene. Diciembre: los regalos, los adornos, las posadas, el arbolito. ¡El arbolito! Ponerlo o no ponerlo, he ahí el dilema.

Sí, porque apenas pasa el 20 de noviembre, y los adornos tricolores sufren una metamorfosis aprovechando que comparten su gama con los emblemáticos tonos navideños. Me consta haber visto como se cambia la imagen de los revolucionarios por la de Santa Claus o un mono de nieve y listo. Unas esferas por aquí, otras por allá y el establecimiento queda ambientado para cerrar el año.

La de la letra reconoce que los adornos que tienen como protagonista a un mono de nieve le causan cierto conflicto, de plano la presencia de los monos de nieve no me cuadra por estos rumbos. Esos adornos son, para mí, un recordatorio del clima que jamás tendremos en Culiacán, y el día que lo tengamos oremos, porque entonces, sí, el fin del mundo está cerca.

(Paréntesis. Por cierto, ¿alguien sabe qué pasó con la anunciada pista de hielo que nos iban a instalar en conocido centro comercial? Cuando vi la publicidad me dije: “ora sí nos van a hacer trizas, de ostentosos nuevos ricos no nos van a bajar”, también me dije, confieso, “a como somos de lurios y presumidos ya nos veo con bufandas, gorros, guantes y chamarronas cayendo de nalgas en el hielo, y el primero que logre levantar una pata se va a jurar en los olímpicos de invierno”. En el lugar donde presuntamente iban a instalarla hay algo que va a ser gimnasio, o estacionamiento, o las dos cosas.)

Faltan horas para que inicie diciembre y llegue el espíritu de la Navidad en pleno. Pero diciembre también trae dilemas domésticos, el arbolito es, quizás, el primero de ellos y del cual se desprenden otros tantos.

El arbolito. Ponerlo o no ponerlo. Si se opta por dejarlo de lado y sólo colocar unas flores de nochebuena, un Santa y un reno se ahorrará mucho tiempo y esfuerzo; mismo tiempo y esfuerzo que deberá aplicar para explicar, en cuanta conversación surja con propios y extraños, porqué no puso árbol. La respuesta más simple, y casi siempre la más honesta es: porque me dio flojera, pero como que la verdad no siempre convence y tiene uno que presentar una serie de argumentos socio-económico-psicológico-tradicionales aunados al socorrido “es que me ganó el tiempo”.

Si opta por poner arbolito, el siguiente dilema será: natural o artificial. Si la tradición familiar dicta que debe ser natural, allá va a recorrer supermercados, viveros y tiendas donde alguien tuvo a bien decirle que estaban vendiendo unos pinos baratísimos. Al final descubre que se gastó casi un tanque de gasolina persiguiendo el ahorro. Al fin de la Navidad, deberá aplicarse otro tanto para llevar a depositar el esqueleto del arbolito a los contenedores que se instalan para tal fin, porque si se le ocurre la peregrina idea de quemarlo así le va con la multa.

Si el árbol es artificial, la más de las veces el asunto se soluciona decidiéndose a desempolvar la caja y armarlo. El envidiable aroma de los árboles de verdad, se soluciona con desodorante o alguna vela aromática.

Luego vienen los foquitos, que son jugar con fuego. Hace tiempo la de la letra recibió una fuerte reprimenda de un vendedor, a quien le agradezco y agradeceré se haya preocupado por la seguridad de mi familia y de mi casa. Le cuento: allá voy a comprar un conector múltiple, cuando el vendedor ofreció los modelos que tenía, me incliné por el de precio medio tirándole a barato. El señor me preguntó si lo usaría para el arbolito. Cuando le dije que sí me puso una regañada que inició con la exclamación: ¡por eso suceden los accidentes!

Uno revisa las extensiones y si hay una serie fundida la parapeta tomando foquitos de otras series igual de dañadas; conecta una extensión con otra hasta hacer una hilera que alcance para cubrir el árbol de arriba abajo. Peor aún si es para adornar las fachadas de la casa. Son pocos quienes leen las advertencias en las cajas y más pocos quienes solicitan la orientación de un electricista calificado para hacer sus adornos de luz. A eso súmele que la mayoría nos inclinamos por lo más barato, sin fijarnos si es de calidad o no. Cuánta razón del vendedor: por eso suceden los accidentes.

De las luces siguen los adornos. A reciclar los de años anteriores. Si de algo le sirve la recomendación tome en cuenta si en su casa hay niños o mascotas. En casa de esta su amiga tuvimos un pastor alemán que tenía complejo de cachorro, jamás se percató de su real tamaño; más tardamos en poner el árbol que él en hacerse ovillo hasta acomodarse al pie, al levantarse allá va con él atorado en el lomo. Recuperamos parte de los adornos y un muy dañado pino. Luego nos fuimos al extremo opuesto y tuvimos un pedazo de perro, un chihuahueño, que al descubrir el árbol quedó tieso. Repuesto del susto se pasó las siguientes dos semanas ladrándole, cuando se acostumbró se creyó parte del pesebre e hizo de él su lugar favorito.

Este martes empieza diciembre. Poner arbolito o no poner, he ahí el dilema.
Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana sin grandes dilemas.

lunes, 23 de noviembre de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Las películas y las fotografías de la Revolución Mexicana presentan a las “Adelitas” con sus faldas largas, sus rebozos terciados. Este año, en la antesala del magno festejo de la conmemoración del Centenario de la Revolución, en Culiacán las “Adelitas” del desfile dieron un giro radical al atuendo: el rebozo, en vez de ir en la cabeza o enredado en los brazos, iba anudado en la cintura, los zapatos de piso se volvieron botas de tacón y la amplia falda larga se ciñó al cuerpo, subiéndole el dobladillo arribita de medio muslo. Popular entre la tropa era Adelita.

Durante la Revolución Mexicana, Jerónimo Hernández fotografió a un grupo de mujeres en un vagón del ferrocarril; de ellas, destaca una joven de hermoso rostro adusto. Asida con ambas manos del vagón, su cuerpo está inclinado hacia delante, la mirada ignora al fotógrafo, está fija en alguien -o en algo- a quien parece estar a punto de echar grito. La imagen se publicó en el periódico Nueva Era (destruido en 1913). El negativo lo recuperó Agustín Víctor Casasola y es parte del Archivo Casasola. La que es, quizás, la más famosa foto de mujeres de la Revolución se conoce como La Soldadera.

Si bien La Soldadera de esa fotografía es una muchacha guapa, está lejos del ideal que plantea el cine y los corridos de la Revolución. En las películas las soldaderas andan con sus faldas largas, amplias y floreadas, con blusas de olanes que coquetamente dejan al descubierto los hombros. Andan peinadas con gruesas trenzas y, en algunas escenas, se guapean colocándose una flor en la oreja. Las soldaderas del Archivo Casasola andan todo lo arregladas que el movimiento armado y los constantes desplazamientos permitían.

Pero si la cinematografía ofreció su particular visión de las mujeres de la Revolución, madres de familia y coreógrafos, con la ayuda de casi cien años de distancia, han hecho sus propias versiones.

Para quienes tienen hijas en etapa escolar el 20 de noviembre significa desfile, y desfile representa gasto. Si la criatura está en preescolar es disfraz de rigor. Lo bueno de esa etapa es que el traje de “Adelita” es multipropósito: el 12 de diciembre se le quitan las cananas y la revolucionaria se convierte en “indita” para venerar a la Virgen de Guadalupe. Con una blusa de manga larga y un sombrero con listones de colores se transforma en pastorcita en las posadas, remarcando el maquillaje y añadiendo algunas flores en el pelo sirve para los bailables en los festivales del Día de Madres, del Maestro y de fin de cursos.

En la escuela primaria, si le tocaba que la criatura fuera del montón ya la hacía: con vestirle con el uniforme menos gastado, los zapatos de diario bien lustrados y el pelo bien peinado, era suficiente. La plebe podría achicopalarse por no haber sido incluida en algún cuadro o en la banda de guerra, pero los padres suspiraban aliviados.

Sin embargo, al entrar a la secundaria el asunto cambiaba. En plena adolescencia, cuando uno está a favor de nada y en contra de todo nada más porque si, el que le anunciaran que sería parte de alguna estampa revolucionaria era un martirio, sobre todo para los muchachos. El suplicio comenzaba al salir de sus casas y tener que cruzar las calles rumbo al punto de concentración del contingente, portando unos bigotes de peluche negro.

Ya en el bachillerato, el traje se lo agenciaba uno; al final, triste la María Félix en “La Cucaracha”, “La Valentina” y “La Generala”. El atuendo de “Adelita” parecía más un traje de baile huasteco, que el de la célebre soldadera. El cuadro revolucionario quedaba como estampa de ballet folclórico, pese a las recomendaciones de los maestros de “que el traje sea como dice el papelito que les estamos entregando”.

Este año, el atuendo incorporó la variación que abrió este espacio: vestido blanco ceñido al cuerpo, con largo arribita del medio muslo. Los rebozos en la cintura y nada de gestos adustos, las sonrisas se regalaban por igual a respetuosos que a majaderos, a quienes lanzaban tanto ingeniosos como trillados piropos, que a quienes de plano soltaban alguna guarrada.

“Y si Adelita se fuera con otro” fue la banda sonora que acompañó a ese contingente de Adelitas por donde iba pasando. La canción, por cierto, cuenta la historia que la inspiró Altagracia Martínez a quienes los generales Rodolfo Fierro y Francisco Villa la bautizaron como Adelita. Sin embargo, hay otra historia, con dos versiones, sobre el mismo tema: una, dice que el capitán Elías Cortázar se enamoró de una tampiqueña llamada Adela, componiéndole versos y la famosa canción, que se popularizó de tropa en tropa (popular entre la tropa era Adelita). La otra versión cuenta que en un enfrentamiento entre villistas y constitucionalistas el sargento Antonio del Río Armenta resultó herido, curándolo una enfermera de nombre Adela Velarde Pérez, de la cual se enamoró. La canción, igualmente se popularizó de tropa en tropa.

Con el tiempo, el habla popular unificó a soldaderas, generalas, coronelas y a todas las mujeres que participaron en el movimiento armado, como “Adelitas”. Con los años se volvieron también “sexys”. Tiempos traen tiempos.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana en que los buenos momentos desfilen por su vida.

lunes, 9 de noviembre de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Todos los de A dos de tres estamos en un dilema, no sabemos cómo debemos actuar ahora. Los últimos meses, particularmente, enfrentamos las rudezas y marrullerías de la crisis económica, que amenazaba con mostrar su lado más cruel para la segunda y tercera caída; de pronto, el réferi nos toma por sorpresa y anuncia que la recesión abandona el combate. Se va. Se acabó. ¡Puf! Se desvaneció. Se fue dejándonos bailando en un tacón, sin tiempo para prepararnos de cómo vamos a enfrentar el crecimiento, cómo gastar sin que se nos note lo nuevo rico. En A dos de tres estamos, pues, en medio de un dilema.

En este México en que la realidad supera la ficción, en donde basta que cualquier verdad sea dicha por el Réferi Absoluto para que todo el respetable público la ponga inmediatamente en duda, no resultó extraño, pues, que cuando diera a conocer que la recesión había terminado, el graderío volteara a verlo y exclamara al unísono: “¡Naah! ‘Ora resulta”.

En A dos de tres la de la letra no logró reprimir un gritito de emoción cuando leyó la noticia. ¡Oh! sí, lo recuerdo, estaba yo dándole un vistazo a la página en internet de un diario nacional cuando ví la fotografía del Réferi Absoluto y su declaración entrecomillada. El Absoluto agradecía al bando técnico su participación (calificándola de muy destacada, por cierto) y anunciaba que la recesión se había ido y su lugar lo tomaría el crecimiento.

En ese momento esta su amiga se sintió tan contenta como desconcertada. Contenta porque durante todo el año en A dos de tres hemos vivido con el Jesús en la boca preparándonos para que nos canten “diciembre me gustó pa’ que te vayas” y de pronto, el decreto del Absoluto, nos cambia la tonada por “entren santos peregrinos”.

Desconcertada por cómo hacer, qué pasos seguir, para no validar la cita: logra más el rico cuando empobrece, que el pobre cuando enriquece.

De inmediato me visualicé en las tiendas sin tener que buscar ofertas, sin ese sentimiento de obligada resignación al tener que hacer a un lado lo que realmente me gustó luego de ver la etiqueta del precio, sin tener que recurrir a la ya gastada autojustificación: venden la pura marca.

A medida que leía la declaración me veía en el supermercado sin tener que practicar cada vez más complicados ejercicios matemáticos, para echar al carrito alimentos que equilibren la ingesta de nutrientes con los egresos de dinero. Me veía diciendo adiós a la ilusión óptica de acomodar los artículos en el carrito, de tal forma que el ánimo familiar no se afectara por el notorio descenso de productos en él. Veía inminente prescindir de la reiterada propuesta “¿y si nos volvemos vegetarianos y comemos puras ramas?”, hecha cada vez que pasábamos por los pasillos de las carnes, pollos, pescados y mariscos. Propuesta que era desechada de inmediato al llegar a las frutas y verduras, y encontrar a 25 pesos el kilo de tomate y a 22 el de papa.

¡Ya no más! La recesión terminó. Al principio quienes integran A dos de tres no lo creían. Cuando corroboraron que la noticia la había dado el mismísimo Absoluto, argumentaron mayor razón para que la duda se volviera práctica de fe. ¿Cómo era posible? ¿Por qué si la recesión se había ido aprobaron la aplicación del martinete, vía alza a los impuestos? ¿A poco el multirepudiado paquete fiscal había resuelto todo? De ser así significaba, acaso, que estábamos ante un hecho histórico: por fin les habían salido las cuentas al Absoluto Réferi y a sus séconds.

Eran muchas preguntas para las cuales la de la letra, evidentemente no tenía –ni tiene- todas las respuestas; sin embargo, fue contundente recordarles: ¿qué a poco Ustedes saben más de lo que está pasando en el país, que el Réferi Absoluto? ¿Qué acaso creen que él vive en Referilandia? Lo que ocurre, reproché, es que Ustedes son gente de poca fe.

Tras componer, descomponer y volver a componer al país, los de A dos de tres declinamos esta vez hacer uso del privilegio de la duda y sí, en cambio, extender un convenenciero voto de credibilidad. La crisis económica se acabó y la recesión se fue, por la vía del ejercicio de la declaración mediática. Fin.

Ahora, la preocupación es cómo prepararnos para administrar la abundancia. La historia nos enseña que en eso no hemos sido buenos. Ahora, el pendiente es cómo hacerle para no comportarnos como nuevos ricos, para que aplique el dicho: el que no tiene y llega a tener loco se quiere volver. Los del Departamento de Investigaciones de A dos de tres ya recopilan presentaciones en power point sobre el dinero y el desarrollo personal, para rolarlas cual material didáctico.

En vías de prepararnos para hacer frente a la bonanza, ha habido voces que hasta aseguran que los del transporte urbano, los del mercado, los de bienes y servicios siguen con la escalada de precios; cuestionan, perspicaces, por qué una declaración tan importante no recibió más atención de los medios de comunicación y, en vez de ello, se buscó cubrirla como si se hubiera tratado de una pifia.

Incluso, en vez de ver a los de A dos de tres como crédulos de las acciones y proclamas del Absoluto Réferi, nos han tachado de irónicos. En A dos de tres les respondemos que si está cada vez más caro lo que debería estar más barato, es únicamente porque todavía hay muchos que no están informados de que la recesión ya terminó.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, mentadas (algo le dice a la de la letra que esta vez serán más muchas), invitaciones y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana de absoluto y total desarrollo.

martes, 3 de noviembre de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

“Viene la muerte luciendo mil llamativos colores…” Estamos en la antesala de la celebración del Día de Muertos, tradición que sigue asombrando al mundo por la manera, desde mística hasta jocosa, que vemos los mexicanos a la Muerte.

A la Muerte los mexicanos le cantamos, le dedicamos coplas, la hacemos protagonista de chistes, de refranes. A la Muerte la invitamos a parrandear, la enamoramos, la retamos, le hablamos de Tú. Total, si para morir nacimos.

En todas las culturas, en todos los tiempos, la muerte y el querer saber qué hay después de ella es una constante. En nuestro pueblo la muerte se venera, y esa veneración tiene particularidades. En Pomuch, Campeche, el Día de Muertos se celebra desenterrando, desde la víspera, las osamentas de los antepasados. Los huesos se limpian cuidadosamente, se visten, se colocan en una caja de madera adornada con paños bordados y se exhiben a la entrada a las casas. El ritual incluye presentar las comidas, bebidas y aquello que al difunto le gustaba.

En la isla de Janitzio, en Michoacán, la celebración de Día de Muertos es sombría. En la noche, en cuanto empiezan a sonar las campanas, los deudos salen vestidos de negro, con veladoras, flores y ofrendas rumbo al camposanto. El murmullo de los rezos, el luto que contrasta con el amarillo de la flor de zempasuchitl, la luz de miles de veladoras en medio de la noche dan al panteón una atmósfera lúgubre e inolvidable.

En Culiacán hay panteones con mausoleos más grandes que muchas casas de interés social. Cuentan las historias que hay tumbas vigiladas día y noche, nadie dice el por qué del cuidado y ese silencio se respeta. También dicen que hay tumbas sin cuerpos, que se sabe que la persona murió pero los restos no aparecieron y está la tumba vacía, con el puro recuerdo, una foto y las ofrendas. Las ofrendas, platican, son: botellas de whisky o coñac, Buchanan’s de 18 años y Remy Martin, globos multicolores y armas de grueso calibre con cachas cuajadas en oro y piedras preciosas, recargadas en los angelitos de yeso que velan el alma de los difuntos.

Tumbas con lápidas enormes de mármol de una sola pieza. Tumbas hermoseadas con costosísimos arreglos florales y tradicionales coronas de flores de papel crepé. Tumbas en que cada difunto tiene su corrido.

La música de “chirrines”, como llamamos en Culiacán a los conjuntos musicales norteños, le da un carácter festivo al Día de Muertos. En lo que uno limpia la tumba familiar, no se puede sustraer a la alegría de la petición “que se celebre una fiesta al pie de mi sepultura, que haiga (sic) mariachis y bandas que no se vea la amargura...”

El sonido del acordeón y las tarolas hace que uno voltee a ver a las mujeres que fueron a visitar la tumba vecina. Llama la atención que hay mausoleos, como ese, en que los deudos que van el 2 de Noviembre sólo son mujeres. Mujeres de distintas edades, todas guapas, todas vestidas de luto o medio luto. Todas prevenidas porque llevaron carpa, sillas plegables, hielera, viandas y hasta un pedazo de pasto sintético donde colocar lo necesario para pasar el día en el panteón; no como la familia de uno que se pelea entre sí porque nadie llevó siquiera un balde.

Tras un cuarto de hora de reproches mutuos por ser todo lo inútil que se puede ser en los menesteres funerarios, una de las vecinas –harta, o apiadada, por el pleito familiar ajeno- mueve una mano y de la nada aparece un tipo que se apersona con la instrucción “yo le ayudo”. En lo que dura un suspiro, el hombre aquel ya se encargó de los refuerzos y la tumba empieza a ponerse “al cien”. En tanto, las vecinas invitan agua, un refresco o algún bocado. Como sería una descortesía mayúscula decir que no, allá va uno.

La más de las veces se trata de mujeres amables y discretas. A diferencia de uno, que cuenta cómo eran los muertos en vida, ellas no dicen nada. De pronto, uno repara que el nombre que canta el corrido es el mismo que está en la lápida; tras un imprudente silencio uno trata de superar el traspié contando cómo el tío Fulanito “se fue rápido. Una vez que le detectaron tal enfermedad, se fue bien pronto, pero se fue a gusto”, porque en las charlas de panteón no hay muerto que no se haya ido contento.

Gracias a los buenos oficios del empleado prestado por las vecinas, la tumba de la familia ya está limpia. Uno agradece las finas atenciones y va a lo suyo. Ellas regresan a su plática, parece que no pero se fijan en todo, principalmente en las demás mujeres de luto que, como ellas, no dicen nada de sus muertos. De esas otras mujeres sí comentan entre sí, de ellas y de sus historias que recuerdan la canción “veinte mujeres hermosas al panteón van a llegar, todas vestidas de negro mi cajón van a rodear. Unas lloran de tristeza, otras de dolor sincero, unas si no me equivoco le están llorando al dinero”.

La música sigue. Los corridos de rivales en vida se escuchan aquí a la par. La casualidad, que es la jugada más elaborada del destino, ha puesto a quienes fueron enemigos acérrimos pasillo con pasillo, tumba con tumba.

Con la familia de uno se produce un nuevo conato de pleito porque el encomendado en rezar el rosario no se lo aprendió y se le olvidó el papelito donde dice cómo. Una voz lo resuelve pidiendo un Padre Nuestro y un Ave María. Terminan los rezos y hay que seguir con la vida, reconfortados porque los que se nos adelantaron “ya están en un lugar mejor”. Cada quien sale del panteón dejando instrucciones de cómo quiere su velorio y su sepelio, las recomendaciones coinciden: “que no me anden con lutitos que es purita propaganda”.

Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana bien viva.

lunes, 26 de octubre de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Aunque parezca que no, la lucha libre tiene reglas, límites y llaves prohibidas, como el martinete. En aras del espectáculo, entendiendo por espectáculo generar más entradas y ganancias económicas, en la lucha libre hay versiones cada vez menos libres y sí más libertinas. Esas versiones van de las luchas en jaula o con cuerdas de alambre de púas, hasta las llamadas “todo vale”, que siguen el concepto hasta la falsedad. A esas luchas me recuerda la discusión del paquete fiscal, con el cual, a rudos y técnicos, nos aplicarán por igual el martinete.

El martinete es un castigo consistente en poner al oponente de cabeza y azotarlo contra la lona. Cuentan las crónicas que en la década de los 60’s estuvo permitido en la lucha libre mexicana, dejando a decenas de gladiadores lesionados. Como el reglamento varía de estado a estado y de municipio a municipio, es difícil precisar en qué fecha se prohibió de manera oficial. Sin embargo fue en 1992, cuando Blue Panther y Love Machine se jugaban la máscara, que el martinete quedó estigmatizado en la lucha libre en nuestro país.

El mexicano Blue Panther y el estadounidense Love Machine se estaban dando con todo, en la tercera caída Machine tomó al maestro Panther, lo puso de cabeza y lo estrelló. Las cervicales de Panther recibieron enteramente el impacto. Love Machine argumentó que en Estados Unidos ese era un castigo permitido y desconocía que en México estaba prohibido. De nada le valió, perdió su máscara por descalificación. Pese a los augurios de los comentaristas, tras meses de cuidados y rehabilitación, Blue Panther regresó a los encordados y al día de hoy sigue luchando. No todos han tenido esa misma suerte.

Cuando el luchador es colocado de cabeza para recibir el martinete se abraza a las piernas del oponente, buscando protegerse lo más posible. Una vez que es azotado la lesión es inminente. No hay martinete, ni ninguna de sus variaciones, que no dañe poco o mucho. Es un castigo del que nadie sale ileso. Así está el paquete fiscal.

Elevar el impuesto a depósitos en efectivo mayores a 25 mil pesos a esta su amiga la tiene muy sin cuidado (¡si vieran cuando!). El incremento al impuesto al internet se puede resolver navegando de polizonte en lugares con internet gratuito (o de pirata con un “ruteador”). Pero lo que es el impuesto al valor agregado y el impuesto sobre la renta, ese sí que es un martinete del cual no nos salvamos, aunque a unos sí nos amolará las cervicales y a otros sólo les sacará un chipote.

Cuenta la historia que las luchas “todo vale” (Vale Tudo en su idioma original, el portugués) surgieron en Brasil, como encuentros entre academias de deportes de contacto. Pese al nombre, los encuentros todo vale originales tienen reglas, poquitas, pero las tienen: no picar lo ojos y no morder. Para pronto, las empresas de lucha libre hicieron suyo el concepto “vale tudo”, modificándolo en versiones una más retorcida que la otra.

La lucha libre es un deporte espectáculo; sin embargo, esas mutaciones le han quitado la parte deportiva, dejando enteramente el espectáculo. Así, hemos visto batallas verbales y melodramas chafas, al igual que golpes a diestra y siniestra (cual pleito afuera de primaria) cercados por jaulas, alambres de púas o fuego. Violencia prefabricada en dosis tales que raya en la inocencia. A esas luchas se parece la discusión del paquete fiscal para el 2010.

El Congreso de la Unión y el Senado se han convertido en un ring de doble piso, donde se cambia de rudo a técnico con singular alegría. Con el argumento de actuar a favor del respetable público (cada vez más molesto de que lo tomen de bandera y pretexto, y no de razón y motivo) los que buscan ocupar los sitios reservados a las figuras de culto no dudan en hacer lo que sea por tal de dejar su lugar al final del cartel y llegar a estelaristas.

En el intento qué importa perder la vertical y rodar por la tribuna como frijol saltarín. Para qué es el físico si no para arriesgarlo por 30 segundos en horario estelar de noticieros. De qué sirve traer un atuendo que casi llega a los cinco ceros, confeccionado por los barones de la moda, si no es para salir en las fotografías enarbolando la defensa de los intereses de los pobres. Para qué es el diálogo si no para asegurar el contrato, por seis o tres años, con la empresa que mejor paga y en la que hay más oportunidades de llegar a alternar en la lucha final como superestrella.

En las últimas semanas hemos visto una lucha de todo vale. Gritos, caídas, jalones de traje y golpes incluidos. No es para menos, si consideramos que más de uno de los gladiadores, espera salir de ella con la máscara en la bolsa, lista para colocársela en el momento que el réferi le indique. Por cierto, del réferi mejor no hablamos, ya sabemos que, como buen réferi de “todo vale” al momento de los sillazos, casualmente está volteando para otro lado.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana en plan de estelarista.

lunes, 19 de octubre de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

No hace mucho (el domingo pasado, para precisar) comentamos aquí que octubre es el mes de los apartados de juguetes para Navidad. Recordamos el fiasco en que puede convertirse la Noche Buena o la mañana de Navidad cuando el plebe acaba con el ánimo en la basura porque el juguete que recibió no es como creía. Eso, sin contar los dramas que se arman porque el aparato requiere pilas y, por supuesto, no las trae. O porque en las prisas, al Santa Claus se le olvidó echarle aire a las llantas de la bicicleta y, si no hay una gasolinera o vulcanizadora cerca, el chamaco está condenado a pasar la Navidad viendo como los demás juegan, mientras el sólo contempla el vehículo.

La imaginación suele jugar malas pasadas. Cuando se es niño, esos reveses van desde hacer que recurramos a la protección de una sábana porque se escuchó un ruido y uno estuvo hablando de fantasmas, hasta el pensar que los juguetes son, y funcionan, como en los comerciales o en los programas de televisión.

Decíamos aquí de las desilusiones que dejó descubrir que la archifamosa muñeca Comiditas fuera de la pantalla del televisor no era más grande que la palma de la mano (y mire que hablamos de la mano de un niño); que la máquina de raspados multisabores estaba bien lejos de raspar hielo con la velocidad que la temperatura exige, para que el agua no pase de estado sólido a líquido; y que el horno mágico dejaba los pasteles crudos.

Pero esos no eran los únicos juguetes que podían dejar marcas en la memoria. No, había otros, llamémosles unisex. En ellos figuraban el estuche de química Mi Alegría y las bicicletas, ambos vigentes hasta la fecha.

El estuche de química venía en varios tamaños. De a como era el sapo era la pedrada. Dependiendo de la capacidad adquisitiva del Santa Claus, era el tamaño de la caja; sin embargo, los fabricantes, en un ejemplo de igualdad, incluían en todas las presentaciones (hasta la más económica) el máximo experimento, el que hacía que el estuche de química valiera la pena: el volcán. (Si está riendo es porque le amaneció uno)

Además de tubos de ensayo, goteros, tapones de corcho y demás, cada estuche contenía un volcán de plástico, dentro del cual se debían colocar las sustancias indicadas en las cantidades subrayadas con rojo en la guía. El resultado era un volcán que empezaba a humear, su interior comenzaba a burbujear hasta desbordarse por las laderas un líquido rojo que se vuelve pastoso (la lava). El éxito del experimento era celebrado con gritos y aplausos, así como por la curiosidad de investigar cómo se vería si se ponía el doble de las cantidades indicadas o, de una vez, todo el contenido del paquete.

Fueron muchas las casas cuyos techos manchados dieron fe, durante años, de que por algo en la guía decía en letras rojas, grandotas, que no se debían alterar las cantidades, ni suplirse por otras sustancias. El juguete terminaba guardado en algún ropero, bajo siete candados y doble llave. “Y ¡ay! De ti que lo saques porque te va mal, te tundo. No vas a descansar hasta que quemes la casa o nos envenenes a todos”. La regañiza indicaba que había llegado el fin de la Navidad antes del mediodía.

Diciembre 25 de un año cualquiera, 6 de la mañana, la casa en silencio, los grandes están dormidos. De algo sirvió hacer caso, no pelearse, bañarse y lavarse los dientes antes de dormir, hacer la tarea y los mandados. Ahí, a un ladito del árbol, una bici espera. Allá va uno a treparse en el vehículo. Al tercer pedaleo se percata que avanza trabajosa y lentamente, voltea hacia abajo y descubre las llantas como gelatina mal cuajada. Al Santa se le olvidó echarles aire. Es Navidad, y muy temprano, todo está cerrado. Las manecillas del reloj marcan ya la una de la tarde, los padres siguen dormidos. De la calle llegan sonidos de aquellos a quienes les amanecieron autos patrulla, ambulancias, carros de bomberos, el bbbrrrr fussh fussh de las pistolas cósmica. Con la crueldad que sólo la infancia puede dar, un par de embicicletados se presentan a la puerta de la casa para invitar a dar la vuelta, dan la media vuelta y se marchan, restregándole en la cara que las bicis de ellos sí ruedan.

Pero estaba también el drama de los juguetes de pilas. Carros, aviones, trenes, pistas de carrera, pistolas, que requerían de baterías para poder soltar las luces y los sonidos que se veían en televisión. O se encontraba algún electrodoméstico del cual tomar la energía, o se estaba condenado a pasar la Navidad moviendo manualmente el juguete, con los efectos sonoros también a cargo del feliz propietario.

Aquellos que crean que quienes pedían un mono ya la habían hecho, salvándose de experimentos fallidos o de baterías, están muy equivocados. No, no, no. Uno de los muñecos más populares durante generaciones fue El Hombre Elástico. Según la marca, variaba el color y tamaño del muñeco, así como el calzón que vestía (negro, blanco o camuflage). En el comercial salían unos niños jugando con el monigote, estirándolo hasta alcanzar casi el triple de su tamaño. También se podía aventar contra la pared y quedaba adherido por un buen momento.

Eso en la pantalla, la realidad era otra. El dichoso hombre elástico se podía estirar sí, pero con la ayuda de familia y amigos, cada uno jalándole una pata, un brazo y la cabeza. Era de un plástico de dureza tal que si le aventaban con él hacía chipote. Mismo chipote que surgía si en el estiramiento a alguien se le soltaba y salía disparado. En cuanto a pegarse en la pared, la caja no advertía que una vez adherido podía quedarse ahí por tiempo indefinido. Cuando se despegaba dejaba su huella en paredes y techos, igual que el volcán. Otra regañiza para completar Navidad.

Octubre es el mes en que inician los apartados de los juguetes que traerá Santa Claus en Navidad a los que nos portamos bien. No olvide revisar las cajas y, si se puede, los instructivos, para tener listas las baterías, el enchufe o lo que amerite. Mire que los desencantos que dejan las navidades o noche buenas fallidas, dejan secuelas que ni el tiempo ayuda a olvidar.

Y no se olvide que sugerencias, comentarios, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones, son, por favor, en adosdetres@hotmail.com Que tenga una semana que deje huella.

martes, 13 de octubre de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

En cuanto pasan las Fiestas Patrias, disfraces para Halloween y calaveritas de azúcar de Día de Muertos comparten espacio en las tiendas, en singular unión cultural. Mientras, allá, en un engañoso segundo plano, los adornos navideños empiezan a acaparar espacio. Cual humedad en el tirol se van colando hasta que, en un parpadeo, ya todo son pinos, esferas, luces y juguetes. ¡Juguetes! Mucho cuidado con ellos, mire que pueden dejar desengaños que ni el paso de los años aliviará. ¿O acaso ya logró superar que el horno mágico dejaba crudos los pasteles? ¿O que, estirar al hombre elástico era una labor que requería de toda la familia?

Dice la canción que de octubre “son las lunas más hermosas”, y de octubre son los días en que comienzan a levantarse los circos, castillos y palacios de los juguetes que ofrecerán aquello que, a la par, se empieza a ver en televisión y se desea para Navidad.

Con el mismo entusiasmo que hoy se busca un Xbox o un Wii, se entraba, cuando la de la letra era plebe, a las “gigantescas carpas” (decía el anuncio) a buscar las novedades. Los inclinados al deporte iban derechito a las bicicletas Bennotto, los bates, raquetas, manillas y pelotas. Para quienes tenían aspiraciones científicas estaban los microscopios y los estuches de química Mi Alegría. Los millonarios en ciernes preferían el Turista Mundial. Para el resto de los comunes, la compañía Lilí-Ledy tenía una amplia gama de muñecas, pistas para cochecitos y las mayores novedades tanto en productos, como en comerciales.

Así como lo importante es el juego, no el juguete, así de importante era la publicidad en televisión. Ahí, quedaron para antología las extraordinarias y efectivas campañas de lili-ledy. Sus comerciales eran historias con principio y fin, muchas de ellas cantadas, que cerraban con la rúbrica, también cantada, “es lilí-ledy los juguetes para ti y para mí”, que tiempo después cambió a “está hecho pensando en ti, es lilí-ledy”. Entre los juguetes más populares de la marca estaban: la muñeca lagrimitas, el horno mágico y la máquina de raspados multisabores. Generaciones enteras quedaron marcadas por tener, o por quedarse deseando, alguno de esos juguetes.

Lagrimitas tenía un jingle que decía “llora y llora y mueve sus manitas, sólo se contenta llevándola a pasear, a comer, a bañarse, a dormir, es lagrimitas lilí”, al final, rápidito, una dulce voz femenina soltaba: lamuñecaylosestuchessevendenporseparado. Pasada la euforia navideña, el jingle se convirtió en burla para los quejumbrosos y Lagrimitas en apodo.

Tres meses de estar duro y dale, un día sí y otro también, fructificaban y ahí, al pie del árbol, estaban las cajas. A medida que uno desgarraba el papel el júbilo se empañaba por la sospecha, algo no andaba bien. Un paquete, la recámara de la Lagrimitas; otro, el cuarto de baño de la Lagrimitas; otro más, la carreola de Lagrimitas; y otro más, la mesa periquera para que comiera Lagrimitas; al final, los papás instando emocionados: anda, te falta uno, ábrelo a ver qué es. ¡Lagrimitas! Oh-oh, la Lagrimitas no medía más allá de quince centímetros. ¡Cabía en la palma de la mano! Se le echaba agua con un gotero y sí, al movérsele los brazos el agua cubría su rostro, pero para nada que era como se veía en la tele. Lloraba, sí, y uno con ella, diciendo para sí mismo: debí haber pedido la máquina de raspados.

Y al siguiente año, algo había hecho uno bien que Santa Claus lo premiaba, ahí estaba: una gran caja. La máquina de raspados multisabores sí era como se veía en la tele (no, como la Lagrimitas). Traía vasos, cucharas, sobrecitos de kool-aid para preparar los jarabes, popotes y su instructivo, porque había que armarla. Una vez ensamblada, se debía colocar el hielo, girar la manivela, llenar los vasitos con el hielo raspado, añadir el jarabe y a disfrutar. Así decía el instructivo que era el proceso, así se veía en la tele, pero ¡no! La realidad ¡No era así!

Para cuando uno daba la primera vuelta a la manivela ya había fila de gorrones pidiendo un raspado. Para cuando el aparato por fin lograba raspar el hielo, apenas se juntaba una cucharada, el resto se había derretido. ¿Qué pasaba? Hay que ir a cambiar la máquina, viene mal, llamaba alguien. No la armaste bien, culpaba otro. Por allá una voz con sentido común advertía: es un juguete. Debí haber pedido el horno mágico, decía uno para sí mismo.

No hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla y el 24 de diciembre llegaba. Otra vez, algo había hecho uno bien para que Santa lo premiara con el horno mágico; ¡Que real se veía! Más bonito que en la tele. En el anuncio, por un lado del horno se deslizaba un molde con harina y por el otro lado salía ya convertido en pastel. Había Santa Claus pudientes y con iniciativa que dejaban en complemento un juego de té, “para que tengas donde poner tus pasteles”. ¿Se podía pedir algo más a la vida? Pronto descubriría uno que sí.

Tras abrir la caja, uno descubría que el complemento para el horno mágico no era un juego de té, sino dos focos de 40 watts y una dotación de baterías, de las gordas. El horno mágico traía sus paquetitos de harina preparada Mary Baker, sus moldes y hasta charola adornada para colocar los pasteles. Lo que no traía eran los dos focos que requería para producir el calor que haría que la masa se cociera. Tras quitar los focos de las partes menos concurridas de la casa, se procedía a descubrir que para que los focos prendieran era indispensable la energía de cuatro pilas de las grandes. ¿De dónde se sacarían las baterías si todo estaba cerrado? ¡El radio! Y allá iba la familia a quitarle las pilas al aparato para colocarlas en el horno mágico. ¡Encendía!.

Se preparaba la masa. Masa al molde, molde al horno, click…. tres minutos… la luz del foco se pone pálida…. Cinco minutos… está más pálida…. ¿le falta mucho? Las pilas ya se acabaron y no hay más. La masa ha quedado cruda, pero el molde lo suficientemente caliente para quemarnos los dedos. “Y ni se te ocurra que voy a estar gastando en pilas de las gordas, mira que ya me quedé sin radio. ¡Ah! Y ni creas que te vas a comer esa masa cruda, porque te vas a empachar” sentenciaba la madre en lo que le curaba a una la quemada que le había dejado el horno mágico.
Debí haber pedido el estuche de química Mi Alegría, decía uno para sí mismo.

Gracias por leer estas líneas y más gracias al 25 por ciento de los lectores de este espacio por proponerlas. Eso hace que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias (mire que sí hacemos caso), mentadas y felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana sin desilusiones.

lunes, 5 de octubre de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Así como se maravillaron nuestros ancestros al inventar la rueda, así nos sentimos los que presenciamos la llegada al mercado de los teléfonos celulares; aquellos ladrillotes que pesaban como un kilo, con baterías que les duraban apenas siete horas y llamadas que se cobraban tanto a quien las hacía como a quien las recibía. Los aparatos redujeron su tamaño y expandieron sus utilidades, entre ellas el “sexting”, práctica de moda entre la plebada, consistente en el envío de fotografías y videos audaces que se rolan de un teléfono a otro, hasta terminar en los sitios más populares en internet.

La de la letra pertenece a una generación privilegiada. Vivimos el cambio de siglo y de milenio, y eso no cualquiera. Fuimos de los primeros habitantes en la aldea global. Atestiguamos al rápido desarrollo de las telecomunicaciones, particularmente el internet y la telefonía celular. Hemos visto como esos adelantos han influido en el lenguaje (las fotografías ya no sólo pueden estar desenfocadas, ahora también pueden estar pixeleadas) y en los modos de convivencia, dando origen a nuevos gentilicios (chatero, blogger, flogger) y a prácticas como el sexting y el bullying.

Al principio, las computadoras portátiles parecían maletas y pesaban como cinco kilos. Los teléfonos celulares eran como de kilo y medio y veinte centímetros de longitud, sin contar la antena. La variedad de “ringtones” se limitaba a un par de pitidos y los teléfonos sólo eran útiles para hablar. Las llamadas eran sumamente costosas y las zonas de servicio limitadas. Eso sí, aquellos ladrillos tenían excelente recepción.

En la carrera por la popularidad, no pasó mucho tiempo para que aparatos y tarifas se redujeran, los primeros en tamaño, los segundos en costo. Los teléfonos ampliaron sus funciones: sirvieron para enviar mensajes y surgieron amenidades como los tonos polifónicos (sonaban como tarjeta de felicitación con musiquita). Se les añadió cámara fotográfica, de video, conexión a internet, reproductor de música, radio y televisión llegando a un punto en que su función original, la de hablar a distancia, pareciera accesoria.

Al igual que el internet originó sus propias formas de convivencia (salas de chat, redes sociales), los teléfonos celulares han prohijado prácticas como el “sexting”, cada vez más popular en un segmento poblacional que va de chamacos recién entrados en la pubertad a jóvenes.

Para generaciones como a la que pertenece la de la letra, el despertar del morbo y la curiosidad sexual llevaba a ejercicios como espiar a las vecinas (o a los vecinos) en paños menores o sin paño alguno. Los varones hurgaban en los sitios donde los hermanos mayores, primos o tíos escondían sus revistas de monas bichis, mientras que las mujeres se iniciaban en el arte de la negociación (aka chantaje) al descubrir al hermano ojeando tales revistas, “vas a ver, le voy a decir a mi mamá lo que estabas haciendo si no me compras equis cosa”.

Ahora, esa etapa va cada vez más ligada a la incursión al sexting, práctica consistente en desnudarse, adoptar una actitud sexualmente provocativa, tomarse una foto y/o video con el teléfono celular y rolar la imagen de teléfono en teléfono.

Ese material termina casi siempre en redes sociales y en sitios de pornografía amateur.

A ello se suma el despertar sexual virtual en sistemas de mensajería instantánea o salas de chat. Sólo basta una computadora con cámara y un arranque de malentendida audacia para cruzar la línea y mostrar ante propios o extraños cuan “buena” se está, o que tan “potente” se es.

Son cada vez más las historias que refieren como la hija del primo de un amigo tuvo que cambiar de escuela, de amigos y hasta de residencia, luego de que la foto o el video que le envió al muchacho que le gustaba fue descubierta en alguna página de pornografía amateur, por algún pariente o amigo muy cercano a la familia, bajo la lastimosa guía “zorrita caliente de equis parte”.

Son conocidos los casos de figuras adolescentes (cantantes, actrices, deportistas) que han tenido que enfrentarse a la prensa y a sus seguidores, tras aparecer en internet fotografías o videos suyos en actitudes sexualmente atrevidas.

Sin embargo, no todos tienen esa oportunidad de aclarar las cosas, de salir del trance apenas raspados. Hay otros que acorralados por el miedo al castigo paterno, por la burla de los propios amigos, por la vergüenza de verse expuestos, no vislumbran más salida que el suicidio. Chamacos de quinto de primaria a bachillerato que no lograron superar el escarnio de que fueron víctimas al descubrirse sus imágenes en la red, o retransmitiéndose de teléfono a teléfono. Jovencitos que no pudieron con el cyberbullying, como se le conoce al empleo de las imágenes producto del sexting, sobreponiéndoles desde frases burlonas sobre su aspecto físico hasta ofensas y amenazas por su comportamiento.

Esta su amiga pertenece a una generación privilegiada, que ha visto grandes avances en la ciencia y la tecnología, pero que ha atestiguado también nuevas formas de convivencia caracterizadas por la rapidez, lo efímero y la rudeza innecesaria.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana libre de malas imágenes.

lunes, 21 de septiembre de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Abre la boca. Que la abras te digo. Mira que no estoy jugando. ¡Abre la boca! Ándale pues, no la abras a ver cómo te va. Tómatelo. Que te lo tomes te digo. Ahí lo tienes, ¡tómatelo! ¡No lo regreses! Mira que si lo regresas te doy otra cucharada y sin tantos miramientos. ¿Ves? Si no está tan malo, además es por tu bien.

¿Le es familiar? ¿A Usted también le dieron emulsión de Scott?

A veces los temas de A dos de tres salen de una efeméride, de algo que reportó alguno de los corresponsales que este espacio tiene en la ruta de camiones Cañadas-Quintas, en el Mercadito y en el mercado Garmendia, de alguna sugerencia hecha por los lectores (nadie tiene porque saber que el plural lectores comprende a un universo de cuatro), o de alguna cotidianidad.

En el preámbulo de este fin de semana, en una de esas charlas en donde los temas van saltando, un compañero (cuya plática es garantía de humor y aprendizaje) mencionó lo que vendría a ser algo así como Los diez más de la farmacia de la segunda mitad del siglo XX.

La aspirina, los alka seltzer, el hoy tan devaluado bicarbonato de sodio, el vic vaporub, el 666, el iodex, la pomada de la campana, la vitacilina, el magsokon, y, de pronto, casi al unísono de los que estábamos en la plática: ¡la emulsión de escot! ¡guácala!

Antes las madres se las ingeniaban con un paquete de no más de diez productos para que el plebe no se les enfermara. Cuando llegaba a la familia el primer nieto, esos remedios se transmitían con categoría de heredar en vida.

Así, se tenía, no la creencia, ¡la seguridad absoluta!, de que para que a un hijo no le salieran granos en la cara había que purgarlo cada mes. Y allá tiene al plebe venciendo la pena de ir a la farmacia a comprar el delator triángulo de magsokón (porque su empaque era un chismoso triángulo). ¿Es para ti? Nooo, me lo encargaron.
El producto era más amargo que una traición, se diluía en un poco de jugo de naranja con el inútil propósito de que supiera menos malo. Se debía tomar un fin de semana, por obvias razones, en las que no se tuviera compromiso familiar alguno.

Como madre prevenida vale por dos, de la purga no se salvaba nadie. Los que tenían granos porque los tenían, los que no para que no los tuvieran.

Otro de los productos que no dejaba excentos era la emulsión de escot, el aceite de hígado de bacalao. La toma dejó traumas imborrables en generaciones completas. La emulsión venía en una botella oscura y tenía una etiqueta con un marinero cargando un pescado. Supongo que el tipo era Scott. Cuando uno es niño, el rencor dura menos que un estornudo; sin embargo, a punta de cucharadas de su aceite, Scott nos enseñó a varios lo que es el rencor.

Para que uno no intentara siquiera escaparse de la toma, las madres hacían operativo sorpresa. Aún así, uno presentía que el momento de la emulsión se acercaba. Hiiijiiiitooo. El momento había llegado. Debía aceptarse con resignación el episodio o dar la batalla. Todos en algún momento dimos la batalla, todos la perdimos.

Correr, esconderse, hacerse el sordo a los llamados sólo era prolongar inútilmente el instante y sumar castigos innecesarios.

Alguna vez esta su amiga intentó correr, lo hizo, sólo para descubrir, como a los diez metros, la excelente puntería de la chancla de la Matriarca. Jamás lo repetí.

Hiiiijiiiitoooo. Veeeen mi niiiiñooo. Con los ojos llenos de lágrimas se presentaba uno ante la madre. Ahí, ya no hacían falta las palabras. Es por tu bien. A ver, rapidito, abre la boca. Cómo que no, ¡ábrela te digo! Mira Fulanito de Tal, ¡no estoy jugando! ¡A-BRE LA BO-CA! Y uno debía abrir la boca, aceptar que era por el bien de uno, para no quedarse chaparro y enclenque, para poder crecer sano y fuerte, para no enfermarse, para ser más inteligente y menos burro en la escuela. Para todo.

Había que abrir la boca. Algunos cerrábamos los ojos (ojos que no ven corazón que no siente). Otros, cual héroe en el paredón que desprecia el vendaje, preferían ver como la cuchara se acercaba a su boca con el líquido aceitoso aquel. Tan sólo destapar la botella el fuerte olor a pescado había invadido los cuatro puntos cardinales, si por algo se lo daban a uno en un sitio aireado, aún así, el lugar olía como los baldes del mercado donde echaban las tripas de los pescados rumbo al bote de la basura.

Había que abrir la boca, ¡ya que!, vencer el natural reflejo del vómito que produce un olor desagradable, y un sabor peor aún. Mientras el aceite pasaba, uno se preguntaba si los padres lo hacían porque realmente era bueno o porque a alguien había que endosarle la factura de lo por ellos también vivido. Temeroso, uno se cuestionaba qué pasaría si no se tomaba el aceite, ¿se enfermaría? ¿Moriría? De pronto, el estómago daba acuse de recibo. La sonrisa de la madre mercaba el final del momento.

Un momento que aún hoy, a una vida de distancia, con sólo decir “la emulsión de escot”, se revive. ¡Guácala!

Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana exenta de malos sabores.

martes, 15 de septiembre de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

“Epidemia”: enfermedad contagiosa que aflige temporalmente a un pueblo o comarca y que afecta a un gran número de personas. Así de claro la define el diccionario. En estos días de rebrotes, cercos y filtros sanitarios A dos de tres se lava las manos y tratará de epidemias.

La primera “Epidemia” es el comic que protagoniza Blue Demon Jr. Se trata de una publicación, en coordinación con la Asociación Gerardo Alfaro, A.C., en cuyas páginas el heredero de la Leyenda Azul luchará contra Linfobius, con la misión de salvar a la población de Sanópolis.

Si se pregunta quién fue Gerardo Alfaro: fue un periodista de espectáculos, trabajó en radio y televisión, en programas muy populares sobre la farándula. Murió a los 34 años de edad (en el 2007), como consecuencia del cáncer linfático que enfrentaba. Su familia se dio a la tarea de crear la asociación civil que lleva su nombre, la cual difunde información sobre este mal y su detección. Además, solventa tratamientos a enfermos de escasos recursos económicos, que padecen el también llamado Linfoma No Hodgkin.

Magnífico luchador, Blue Demon Jr. le ganó el cotejo al cáncer linfático, en lo que ha sido, hasta ahora, el más encarnizado e importante combate que ha protagonizado: la lucha por su propia vida. El gladiador sacó lo bueno de lo malo y a través de su Fundación Azul colabora con organizaciones, asociaciones civiles e instituciones de salud, en proyectos orientados a la prevención y tratamiento del cáncer, en sus diversos tipos.

“Epidemia”, el comic, se distribuirá gratuitamente este 15 de Septiembre, Día Mundial del Linfoma, en hospitales y en las actividades de la Asociación Gerardo Alfaro. Blue Demon Jr. comentó que “Epidemia” consta de una sola historia, mas no descartó que próximamente puedan editarse otras, también de distribución gratuita, para seguir orientando a la población a efectuarse revisiones periódicas en prevención del cáncer y otras enfermedades.

Por otro lado, este viernes 11, la mañana sorprendió a Culiacán en alerta sanitaria por un posible rebrote de influenza. Se suspendieron las clases en todos los niveles educativos, así como en varias guarderías. Ello provocó el caos y “dónde voy a dejar a los plebes” fue expresión unánime.

El “dicen que…” sentó sus reales entre la población, provocando reacciones que van de la incredulidad a la exageración. Justo entonces llega un correo de mi amiga I (la vida es buena con la de la letra y tiene amigos) con una información que puede resultar útil al público lector de A dos de tres. Ya los del Departamento de Investigaciones consultaron con médicos y verificaron que lo asentado en el mensaje
es real. Aquí le va:

¿Cuánto tiempo dura vivo el virus de Influenza AH1N1 en una manija o superficie lisa?: Hasta 10 horas.

¿Qué tan útil es el alcohol para limpiarse las manos? Mucho, vuelve inactivo al virus y lo mata.

¿Cuál es el medio de contagio más común? La humedad (mucosa de la nariz, la boca y los ojos), el virus no vuela y no alcanza más de un metro de distancia.

¿Dónde se encuentra el virus en el ambiente?: Cuando una persona que lo porta estornuda o tose, el virus puede quedar en superficies como manijas, dinero, papel, documentos, sobre todo si hay humedad. Ya que no se va a esterilizar el ambiente se recomienda extremar la higiene de las manos.

¿Cómo puedo evitar contagiarme? Lávese las manos frecuentemente. Evite llevarse las manos a la cara (ojos, nariz y boca), estar en contacto con gente enferma y las aglomeraciones.

¿Cuál es el período de incubación del virus?: En promedio de cinco a siete días.
¿Cuándo se inicia el contagio, antes de los síntomas o hasta que se presentan?: Desde que se tiene el virus, antes de los síntomas.

¿Cuándo se debe empezar a tomar medicamento?: Dentro de las primeras 72 horas.

¿Cómo entra el virus al cuerpo?: Por contacto, al darse la mano o besarse en la mejilla, tocarse la nariz o los ojos.

¿El virus es mortal?: No, lo que ocasiona la muerte es la complicación de la enfermedad causada por el virus, que es la neumonía.

¿Cuál es la posibilidad de recaer con la misma enfermedad?: El paciente queda inmune.

¿El virus se mueve?: No, el virus no tiene ni patas ni alas, uno lo empuja a entrar al organismo.

¿En el velorio de alguien que murió por complicaciones de este virus, me puedo contagiar?: No

¿Cuál es el riesgo de las mujeres embarazadas?: El mismo riesgo, en caso de contagio el tratamiento es con estricto control médico.

¿Las personas con VIH, diabetes, sida, cáncer, etc., pueden tener mayores
complicaciones que una persona sana si se contagia del virus?: Sí.

¿Una gripe convencional fuerte se puede convertir en influenza AH1 N1?: No

¿Se puede comer carne de puerco?: Sí, no hay riesgo alguno de contagio, toda vez que es carne que se cocina a altas temperaturas.

Espero que la información ayude a disipar sus dudas, y a evitar falsos rumores derivados del “dicen que…” Ya sabe: comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com. Que tenga una semana plena de salud.

lunes, 7 de septiembre de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

“El mal ha sido derrotado… ahora sólo me resta salir del inframundo”. Ni se alborote, no es el encabezado de una buena noticia, es un texto que aparece en el cuento ilustrado “El Hijo del Santo y Xico en el inframundo”. De la mano de un equipo creativo de lujo, con el aval editorial de Alfaguara, sale a la luz el más reciente producto del hijo del Enmascarado de Plata quien, al igual que otro vástago: Blue Demon Jr., las luchas que enfrenta ahora son en el ring de la mercadotecnia, porque lo que es en los encordados tiene rato que no aparece.

Con bombo y platillo, y con calidad de exportación, la semana que recién concluyó se presentó “El Hijo del Santo y Xico en el inframundo”. Un proyecto de tal magnitud no merecía menos que un recinto como la Biblioteca Vasconcelos, sitio que desde su anuncio ha generado tanta polémica como la lucha libre misma.

Cuentan las reseñas que la presentación de la historieta reunió a refulgentes figuras de la política y la farándula. No olvidemos que el Hijo del Santo es comunicólogo de profesión y, como tal, ha tenido importantes espacios principalmente en la radio de la capital mexicana y ha entrevistado a importantes figuras del quehacer nacional. El Hijo del Santo ha demostrado que es tan buen entrevistador como buen luchador (porque lo es). Además, la lucha libre pasa ahora por un momento de popularidad, en el cual todo lo que tenga que ver con ella garantiza reflectores y presencia en los medios, o lo que es lo mismo: hay que ir para salir en la foto.

La historieta es parte del proyecto de la empresaria Cristina Pineda Covalín por difundir la cultura mexicana. Pineda Covalín se distingue por recrear el arte popular y las tradiciones de nuestro país, en todas las obras y productos con su firma. En el equipo artístico de la historieta se encuentra César Evangelista Bautista (Mr. Kone), extraordinario ilustrador con un trabajo admirable. Para Evangelista el tema del la Leyenda de Plata no es nuevo, su participación en la exposición Santo de mi devoción, con motivo del aniversario luctuoso del Santo, es sencillamente magistral.

De acuerdo a la mitología azteca Xico es un perro xoloitzcuintle que guía el alma de sus amos a encontrar su destino final. En Veracruz hay un pueblo que se llama Xico; y a Veracruz, Cristina Pineda donó una escultura de un xoloitzcuintle pintado por artesanos mexicanos, como una contribución para la difusión de nuestra cultura y nuestra identidad. Si va al puerto jarocho, la escultura del mitológico can podrá apreciarla en el lugar que ocupaba la de San Sebastián, Santo Patrono de Veracruz, a quien reubicaron para colocar al perro.

En la historia editada por Alfaguara, a la muerte de Santo el enmascarado de plata las puertas del inframundo se abren, y las fuerzas que ahí habitan amenazan con apoderarse del mundo. Es entonces que el vástago enmascarado hace su aparición. Heredero de la leyenda, pero también de los archienemigos de su señor padre, el Hijo del Santo tiene que ir al inframundo a salvar a la humanidad. En el viaje no va sólo, y así como Kalimán tiene a Solín, Batman a Robin, El Hijo del Santo tiene a Xico para que lo ayude a vencer a los malos, a salvar al mundo entero y, de paso, a regresar. No olvidemos que está en el inframundo y, una vez cumplida la misión, hay que retachar al héroe a este plano.

Instalada en ocióloga, (no le falta la ese, no es estudio de la sociedad sino del ocio) y a propósito de este nuevo producto de consumo, vienen a la mente tanto aquellas historietas de don José G. Cruz, “Santo el enmascarado de plata”, como las películas del plateado que dieron origen al género de “cine de luchadores”.

En la película “Santo contra el hacha diabólica” se plantean los orígenes del Santo y éstos se sitúan en 1603, durante la Colonia, cuando el enmascarado recibe sus poderes por intervención divina. Siguiendo la filmografía, uno encuentra que los citados poderes pueden heredarse de padre a hijo, si el hijo promete asumir el compromiso con el Bien, que ello implica. Y así sucedió, pues en “Chanoc y el Hijo del Santo contra los vampiros asesinos” (1981, Dir. Rafael Pérez Grovas) hay un diálogo de Santo con su hijo:

-Santo: Voy a investirte con esta máscara que ha sido mi orgullo y mi emblema, cuando te la pongas tendrás que honrarla siempre, aún cuando peligre tu propia existencia. Si tienes la fuerza para consagrar tu vida, júralo al igual que lo hice yo, pero antes tienes que saber una cosa: una vez que te la pongas ya no podrás retroceder. Ahora dime ¿estás dispuesto?

-Hijo del Santo: ¡Sí padre, lo juro!

-Santo: Tómala, con ella te transmito todos mis poderes.

Y se los transmitió, al menos los legales.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana en que venza al mal.

lunes, 31 de agosto de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

En unas horas empezará septiembre. Ese mes me gusta. Septiembre anuncia que ya falta menos para que el calor nos dé una tregua. Es el mes en que nací. Es un mes de pachanga nacional, aquí sí, con todo y gritos y sombrerazos. Es un mes en que hasta la más pequeña ranchería se viste de luces y adornos en tres colores (que se reciclarán para Navidad, aprovechando que son los mismos tonos). Septiembre, nos decían en la escuela primaria, es el mes de la patria.

A los del siglo pasado nos tocó una educación primaria en la cual desde antes de cerrar el ciclo escolar nos dejaban las recitaciones y los bailables del programa para celebrar el mes patrio, “para que las memoricen y los practiquen en vacaciones, porque regresando vamos a tener poco tiempo para montar los números del Festival de Fiestas Patrias”, pedían las maestras. Por supuesto que uno no lo hacía y, efectivamente, la premura en el montaje se notaba en el escenario.

Un día, de la última semana de clases, la maestra empezaba a escribir e indicaba: “copien en su cuaderno lo del pizarrón, tal como está escrito”, ello lo hacía sabiendo que por ahorrar renglones, y por ende hojas del cuaderno, uno escribía de corridito los párrafos del “Credo mexicano”, quedando un galimatías que ni el mismísimo vate Ricardo López Méndez hubiera logrado descifrar.

Peor aún cuando al salón le tocaba la “Suave Patria”. La mayoría de los maestros optaba por que uno destrozara sólo el proemio; sin embargo, no faltaba el mentor animoso que se arriesgaba a poner la poesía completa. Seis años de primaria como protagonista, y otros tantos como parte del público espectador y jamás me tocó ser parte de un grupo, o ver a un grupo, que saliera airoso de tal encomienda.

Encontrar en el programa “Suave Patria”, de Ramón López Velarde. Poesía coral a cargo de los alumnos de 4° B era garantía de pena ajena. O la poesía se alargaba hasta quince minutos en espera de que los olvidadizos recordaran sus líneas, o quedaba en tres minutos porque el grupo brincó de “Patria tu superficie es el maíz…” derechito hasta un final que jamás escribió López Velarde.

Cabe aclarar que tanto el Credo Mexicano como la Suave Patria están plagados de palabras cuyo significado es desconocido para el alumnado de primero a sexto de básico. A los trastabilleos de la memoria habría que añadir los errores de acentuación y el ritmo que agarraba uno al hacer jirones la métrica de la pieza.

Eran tiempos en que la historia era otra. En los libros todavía figuraba la Conquista de México, de ese tema se pasaba a estudiar las castas, como parte del esfuerzo de los maestros para tratar de que uno entendiera el por qué y la importancia del Movimiento de Independencia.

Entraba septiembre y nos aplicábamos a la papelería en busca de una estampita de Miguel Hidalgo, de Josefa Ortiz de Domínguez o de Ignacio Allende, para empezar a practicar el dibujo con el cual se buscaría alcanzar un lugar en el periódico mural de la escuela. Cuando uno comprobaba que ni con la ayuda del papel de china, ni con la del papel carbón, le quedaría bien el retrato, optaba por intentar con la Campana de Dolores o se instalaba en paisajista.

Llegaba septiembre y la maestra pedía el apoyo del grupo para hermosear el salón de clases. A puerta cerrada se adornaba cada aula con miras a ganar el concurso al cual convocaba la dirección del plantel. No faltaba el profe que le encomendaba a equis alumno el papel de espía, y allá iba a recorrer los pasillos para tratar de descubrir cómo eran los adornos de los salones vecinos.

Y pensar que el premio consistía solamente en el honor de subir al escenario el día del Festival a la Patria a recibir el aplauso del respetable. Eran tiempos en que el reconocimiento al esfuerzo era una verdadera distinción que no requería campañas publicitarias que la avalaran.

Gracias a la aportación del 25 por ciento de los lectores de A dos de tres (equivalente a un lector) la de la letra tiene en sus manos (y se compromete a regresarlas antes de que inicie septiembre) un par de joyas que muestran uno de los más fallidos intentos en el fomento del nacionalismo mexicano. Se trata de los números 156 y 157 de Memín Pinguín, titulados “Hermosa noche” y “Viaje inesperado”, respectivamente, cuya trama se ambienta en un mes de septiembre.

Lo peculiar de dichos números es que dan cuenta de la iniciativa gubernamental para festejar las Fiestas Patrias con un toque de costumbres navideñas, regalos y abrazos incluidos. En “Viaje inesperado”, Memín recibe de Doña Eufrosina un par de zapatos nuevos, empacados en una caja de regalo. Cual alegoría, el presente aparece en una ventana adornada con cadenas tricolores, fue colocado ahí por su ma’linda sin que Memín se diera cuenta. Memín sale a felicitar a sus amigos y a conocer qué regalos recibieron ellos, en la pared se aprecia una bandera mexicana. En la historia, incluso, tras meter la pata con un comentario imprudente Memín clama que no lo coscorroneen y pone como intercesión “el Aniversario de la Independencia”.

La iniciativa no prosperó, pero una de las historietas más populares en México (y que marcaba pauta en moral y costumbres) da cuenta de ese episodio de la historia.

Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana que haga historia.

lunes, 17 de agosto de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Cuenta la historia que, en España, en una gira de Joaquín Sabina y Los Secretos, la mutua admiración entre Sabina y Enrique Urquijo, el finado líder del grupo, los llevó a escribir una canción en coautoría; la dejaron a la mitad y cada quien hizo su versión del resto. Así nacieron Ojos de Gata, con Los Secretos, y “Y nos dieron las diez”, con Sabina, rola imprescindible en una buena bohemia y que anoche fue la banda sonora del insomnio de esta su amiga.

Los Secretos es un grupo español con el cual la vida ha estado del bando rudo, sin embargo no ha logrado ganarles dos caídas al hilo y Los Secretos suman ya 30 años de carrera. Son un ícono de la llamada “Movida española” y figuras emblemáticas del pop en habla hispana. Los del Departamento de Investigaciones de A dos de tres escuchan, sin saciarse, tres de sus tantas canciones: “Por la calle del olvido” (por la calle del olvido vagan tu sombra y la mía, cada una en una acera, por las cosas de la vida…), “Pero a tu lado” (He muerto y he resucitado, con mis cenizas un árbol he plantado, su fruto ha dado y desde hoy algo ha empezado…) y “Ojos de gata” (Cántame una canción al oído, te sirvo y no pagas, sólo si me demuestras que es verde la luz de tus ojos de gata… Comentó por ahí que yo era un chaval ordinario, pero cómo explicarme que me vuelvo vulgar al bajarme de cada escenario…)

De Sabina, “Y nos dieron las diez” es, sin duda, una de sus canciones más conocidas y con mayores versiones. No hace mucho, en uno de los canales gruperos me tocó escucharla en “pasito duranguense”. Sin comentarios.

El estribillo “y nos dieron las diez, y las once, la doce, la una, las dos y las tres, y desnudos al amanecer nos encontró la luna” provoca, en una bohemia, ojos entornados, sonrisas apenas dibujadas y silencios que dicen mucho. Anoche, fue la banda sonora del insomnio de la de la letra. Le cuento:

Los ojos empiezan a cerrarse, apago el televisor, la lámpara y a dormir, a dormir, a dormir angelito. De pronto, un grito tal que logra vencer el ruido del aparato del aire acondicionado (que haga de cuenta tiene un tráiler con el booster encendido, detrás de la ventana) ¡Chin! Qué pasó… y allá va su amiga a buscar el origen del alarido. En una sala de fiestas cercana, un más que contento tipo destrozaba a pleno aullido “Y nos dieron las diez”. Él no se intimidaba por el micrófono y le había subido todo el volumen al karaoke, para que en tres cuadras a la redonda quedara constancia de sus limitaciones vocales.

A tratar de dormir de nuevo. Después de girar por 20 minutos como trompo de tacos al pastor, sin retomar el sueño, no queda más que tomar el control y encender el televisor. El zapping por toda la barra de canales permitió conocer las maravillas del hongo michoacano que quita la migraña, la diabetes, el colesterol, la calvicie y hasta el pie del atleta. El “ab trainer” le ayuda a obtener abdominales de acero; coloca el aparato en la puerta y se cuelga de él a hacer una rutina de ejercicios que viene en un dvd incluido. A como lo vi, la moldura, el marco de la puerta y la puerta misma corren peligro de venirse abajo al primer ejercicio.

El sueño llegó de nuevo, justo cuando los ojos se estaban cerrando: ¡Crrrash, ggbbbrrrr!. Y ahora qué. Por la tarde los muchachos de la Junta de Agua Potable repararon una fuga justo a la mitad del crucero de la esquina, dejaron un letrero (de considerable tamaño) protegiendo el cemento fresco. Para afianzar la advertencia colocaron cuatro fantasmitas fosforescentes y una cinta amarilla, igual de fosforescente. A eso de las tres y media de la madrugada, el joven y alcoholizado conductor de un auto se llevó el letrero, los fantasmitas y la cinta, cual si fueran botes en auto de recién casados. Ese fue el ruidajo.

Otra vez a tratar de dormir. Misma rutina. En los infomerciales aparecen ahora la perfect pancake, no más panqueques imperfectos a su familia; una afeitadora que funciona hasta bajo el agua, para que vea que usted se podrá afeitar en cualquier lugar; un amplificador que le permitirá escuchar conversaciones ajenas; y un horno que parece cacerola. Ante sus ojos un bistec sufrirá una metamorfosis que ni Kafka imaginó y lo dejarán considerando seriamente la posibilidad de volverse vegetariano.
La rúbrica “nuestras operadoras están disponibles las 24 horas para que ordene” sugiere que los noctámbulos son el nicho de mercado de éstos productos.

Un enano gritón aparece brincando en lo que exclama falsamente “gané”, opto por cambiar de canal. Un par de orientales gritan “aa a tatá, a tatá”, sus gritos son más desagradables que los del enano, opto por cambiar de canal. Un programa sobre insectos: “los ácaros viven en su almohada, en su colchón, se alimentan de usted, de su piel…” como reflejo empiezo a rascarme, mal momento para el programa, sigue el zapping hasta dar con una película que no deja huella, pero que sirve de arrullo. El sueño regresa.

¡Klank! ¡Klank! ¡Klank! Suena como si le estuvieran pegando a un cilindro de gas con una llave periquera. Le están pegando a un cilindro de gas con una llave periquera, es un carro que va pasando. Ya amaneció. La ciudad está despertando. Han pasado casi dos horas, casi dos horas de sueño. Ni maneras de retomarlo, no son horas. ¡Chin!, la columna, no la he escrito. Aquí voy.

Muchas gracias por leer éstas somnolientas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana soñada.

lunes, 10 de agosto de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Para entender el calor de Culiacán sólo quien lo ha vivido, decía hace unos días un entrañable amigo, en respuesta a los lamentos de la de la letra por el infame calor que se padece éstos días, en que la Madre Naturaleza parece ser atacada por los bochornos. Poniendo el lomo para que los historiadores y cronistas me la mienten, y no con falta de razón, este verano por vez primera me atrevo a preguntar en público: ¿En qué estaba pensando Nuño Beltrán de Guzmán cuando le dio por fundar la Villa de San Miguel? Ese día, quizás, estuvo extrañamente fresco, o de plano, le ocurrió algo muy bueno para convencerlo de quedarse aquí.

Para este párrafo muy posiblemente esté Usted considerando la posibilidad de sugerirme consulte algún libro de historia regional, mínimo la Wikipedia, para enterarme que para el 29 de septiembre de 1531, Nuño Beltrán de Guzmán ya tenía como tres meses con domicilio conocido en la confluencia de los ríos Humaya y Tamazula y, por ende, ya estaba aclimatado al verano colhuacanense.

Igual para que sepa que ya desde endenantes vivían por acá los Tahues; que luego llegaron otras tribus que, esas sí, emprendieron camino rumbo al sur. Podrán decirme todo eso y más; aún así, insistiré en que la historia a veces es muy ordinaria y algo muy bueno, económica, social o sentimentalmente, debió haberle ocurrido a Nuño para que decidiera quedarse aquí.

Esta su amiga pertenece a una generación a la cual le tocó mitigar el calor sacando una poltrona a la banqueta por las tardes. Si había llovido en abundancia se podía disfrutar del fresco; si no, abanico en mano retrasaba uno la rostizada, socializando con los vecinos y comiendo prójimo (la verdadera carne libre de grasa y colesterol).

Por la noche, se valía dejar abiertas puertas y ventanas para que el aire circulara y, si de plano el clima se ponía infame, se sacaba un catre al patio.
Eran tiempos en que tener un aire acondicionado no era para el consumo popular, los aparatos superaban las posibilidades económicas de las familias promedio, no se diga el consumo de energía eléctrica.

Pero como para todo hay maña, uno se refugiaba comprando un boleto para el cine, como había permanencia voluntaria se podía estar desde las tres de la tarde hasta que llegara el cácaro a despertarlo porque ya iban a cerrar. Si no había recursos o edad para la función en turno, podía refugiarse a la entrada de las tiendas que tenían aire, como decimos por acá a los lugares refrigerados.

Un verano de por allá principios de los setenta, una cadena local de tiendas sacó una campaña publicitaria para promocionar sus ventiladores, coolers y aires acondicionados, el protagonista de la campaña era el Diablo del Calor. La televisión local presentaba en cada corte comercial al hombre aquel, vestido con malla y leotardo, caracterizado a imagen y semejanza del diablito de la lotería, brincando, tridente en mano, entre abanicos. El Diablo del Calor quedó en el habla de los lugareños, por muchos años.

Porque el calor influye también en el habla culichi. Hay rubros en que el lenguaje es en diminutivo (no se sirve café, sino cafecito; no se ofrece salsa, sino salsita; no se añade sal, sino salecita, etc…), tratándose del calor no se permiten esos adornos. Si alguien tiene la osadía de decir “está bueno el calorcito” recibirá el reproche generalizado, vía mirada fulminante o mentada.

Aquí, el calor no admite diminutivos, aquí no hace calor, sino un calorón y si el día está muy agresivo lo que hace es un inche calorón. Aquí, en verano, el saludo va precedido, invariablemente, del resumen del clima. “Que calor está haciendo, buenos días”, “Inche calor no se quita, buenas tardes”, “Qué bárbaro, son las ocho y el calor sigue como al mediodía, buenas noches”. Es una especie de katarsis, de liberación del malestar.

Aquí, desde hace rato dejó de ser fotografía noticiosa mostrar cómo se podía freír un huevo en el cofre de un vehículo. Aquí, los anuncios de desodorantes que funcionan hasta en temperaturas de 35 grados centígrados no aplican.

El calor culichi ha inspirado divertidos mensajes que circulan por internet, como el “Diario de un saltillense en Culiacán”, los cuales dan fe de lo que se padece en una ciudad que sólo tenía dos estaciones: la del tren y la de verano, y la del tren desde hace un buen la cerraron.

El calor ha llevado a esta su amiga a tomar la decisión de votar en las próximas elecciones por el primer candidato que le ofrezca poner aire acondicionado en la ciudad. ¿Qué es una promesa que no se va a cumplir? No sería la primera. ¿Qué es una propuesta absurda? Me va a decir que anunciar la instalación, en el centro de la ciudad, de postes para pegar ahí los chicles masticados, en vez de tirarlos al suelo, está muy cargado de razón.

En vía de mientras, así me la mienten los historiadores, me seguiré preguntando ¿En qué estaba pensando Nuño Beltrán de Guzmán cuando fundó la Villa de San Miguel de Culiacán? ¿Qué manda estaba pagando o qué pecado estaba purgando?

También, con todo y calor, seguiré diciendo “es mi orgullo ser de Culiacán”.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana plena de calor humano.

lunes, 3 de agosto de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

¡Hey tu! La de la letra, preguntan aquí que si qué es eso de la matatena, del avión y del burro, que les suena como a albur. Que si qué es eso de los encantados, y que si cual es la diferencia entre el brinca y el brinca-brinca A propósito de vacaciones de verano, mencionábamos aquí algunos de los juegos que, cuando uno era plebe, se empachaba de practicar ininterrumpidamente durante dos meses. Nombres como los referidos son para las medianas y nuevas generaciones términos apenas escuchados en pláticas de padres y abuelos. Como la premisa de A dos de tres es “el saber no ocupa lugar”, va pues un recuento de juegos retro. Para quienes los practicaron quizás sea un viaje en el tiempo; para quienes no los conocieron, no saben de la que se perdieron.

Hubo una vez en que la mayoría de los juegos no requerían de baterías, ni conectarse, para poder funcionar. Reducida hoy a frase publicitaria en tiempos de crisis, en aquel tiempo, decir que lo importante era el juego y no el juguete, era una realidad.

En el Culiacán de entonces, cuando el calor se ponía rudo la plebada jugaba a la matatena, al pontenis, al cómo lo viste y al cinto escondido.

La matatena, también conocida por estos rumbos como pinyex, era una pelotita con diez piezas en forma de equis, que podían ser de metal o plástico; para quienes no tenían para comprarse el juego en forma, había una versión económica: una pelotita de goma (que dejaban las manos amargas por más que las lavara) y diez piedritas como piezas. Se trataba de botar la pelota e ir recogiendo las partes; de una en una, de dos en dos, y así hasta completar las diez, para luego pasar a poner la mano como casita y guardarlas en el mismo orden, de ahí guardarlas y sacarlas, y así una serie de suertes.

El pontenis era una raqueta pequeña de madera, que tenía un hilo elástico engrapado en medio de la tabla y en el extremo una pelotita. Las suertes consistían en hacer rebotar la esférica hacia arriba y hacia abajo, con un tramo cada vez más largo de hilo. Ahí estaba uno dándole con enjundia a la esférica y, de pronto, el hilo se reventaba. Nada que un nudo no pudiera reparar. Si en el percance se perdía la pelota, tomaba uno la del pinyex y asunto resuelto. Hace algunas Navidades, Doña A conoció el pontenis, lo revisó intrigada y, de plano, preguntó qué era eso y cómo funcionaba, porque no encontraba donde se le pudieran poner las baterías.

Para jugar al “cómo lo viste”. Se escondía una prenda en una mano, se ponían las manos tras la espalda y uno debía adivinar en qué mano estaba la prenda, así se iban descartando participantes, quien quedaba al final elegía, en silencio, un objeto cercano. Los demás preguntaban “cómo lo viste”, el elegido daba pistas hasta que alguien atinaba de qué se trataba. El truco más empleado en este juego era fijar la vista haciendo creer que uno estaba eligiendo un objeto de ese lado, cuando en realidad ya había seleccionado uno de otro punto.

El juego del cinto escondido, uno pensaría que requiere, mínimamente un cinto, pero como para el ocio no hay límite, el cinto podía suplirse por otro objeto. El que llevaba la prenda tenía derecho a esconderla y a orientar a los participantes diciendo “frío, frío” si alguien se alejaba del sitio donde la había ocultado, o “caliente caliente” si se acercaba. El ganador escondía, de nuevo, la prenda. Este juego frecuentemente se frustraba ante el imperativo: “¡hey! Plebes, denme la chancla porque me está hablando mi ‘amá”

Pero si el clima se ponía benévolo, por allá en la tarde o noche, después de llover, se podía jugar a la rabia. Se fijaban dos puntos relativamente distantes, que hacían las veces de base de salvación; se echaba un volado y quien perdía era el que traía la rabia. El juego consistía en correr de un punto al otro, evitando que el enrabiado lo tocara; si lo hacía, debía pronunciar “tú la traes” para que fuera efectivo. Sí uno tenía la obligatoria necesidad de salir momentáneamente del juego debía gritar “sencia” para recibir inmunidad. Estaba prohibido pedir sencia cuando el enrabiado estaba por tocarlo a uno. Postes, bardas y árboles eran los puntos más socorridos como base de salvación. En la barriada donde ésta su amiga se crió, estuvo estacionado por meses un carro desvielado, funcionó como base incontables ocasiones hasta que una tarde, en pleno juego, se lo llevó una grúa rumbo al taller.
Desde ahí, jamás, volvimos a emplear como base algo que tuviera ruedas o se pudiera mover. Desde aquellos tiempos, hasta hoy, la de la letra suele decir “sencia” cuando pide hacer una pausa.

Los encantados era una derivada de la rabia. La diferencia es que aquí le decían a uno “encantado” e inmediatamente tenía que quedarse quieto, hasta que llegara alguien a desencantarlo y continuar en la corredera. Los encantados tenía también una versión en pareja, que al llegar a la pubertad servía para perfilar gustos y bocetar futuros noviazgos.

El burro era un juego donde uno debía doblar su cuerpo, para que los demás participantes lo brincaran, diciendo una rima. Uno por burro, dos patadas y cos, tres de aquí otra vez, cuatro jamón te saco, cinco de aquí te brinco, seis de aquí otra vez y así hasta el diez. Si alguien fallaba en el brinco o en la rima tomaba el lugar del burro. Varias afecciones de columna debieron iniciar jugando el burro, sobre todo cuando éste era el más enclenque del grupo. Las rimas, heredadas de generación en generación, se perdieron y ahora figuran como mera tradición oral.

Había un juego de engañosa simpleza que exigía total coordinación: el seis seis. Se ponía una persona frente a la otra, se tomaban de las manos y empezaba la rima: seis, seis, seis (¡Uy!) estaba la muerte un dibidibidi, sentada en su escritobodobodo, buscando papel y lapilapiliz, para escribirle al dobodobodo, el dobo le contestábadabada, que síbidibidi, que nobodobodo. Cosa más sin sentido sólo la puede haber escuchado en algunas canciones hoy de moda, pero en lo que uno decía esa, y otras tantas rimas, palmeaba las manos en una serie de suertes bien vistosas. Todos los juegos terminaban, siempre, con un “un chinito fue a la guerra, y en la guerra se murió, le llevaron muchas flores y así que-dó” y se quedaba uno quieto, sin moverse, porque el que se movía primero perdía.

¡Sencia! Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com Que tenga una semana felizmente encantada.

lunes, 27 de julio de 2009

A dos de tres

Por Marisa Pineda

“Las mejores vacaciones este verano”. “Reserve aquí las mejores tarifas de avión”. “Encuentre el hotel de sus sueños” “Vacaciones inolvidables”. Sí, estamos en plenas vacaciones de verano. Cuando uno es niño este periodo se siente extenso hasta la ociosidad, a medida que uno crece el lapso se percibe cada vez más breve. Si sale de la ciudad, las “vacaciones inolvidables” prometidas pueden ser realmente tales, sobre todo si no le respetan su reservación. Si opta por quedarse en casa para hacer esas tareas que tiene pendientes, muy posiblemente termine asustado, cuestionándose si es candidato a padecer el Síndrome de Diógenes, tras llenar un paquete completo de bolsas jumbo de papeles y objetos cuya existencia ya había olvidado.

De niño este período solía vivirse con entusiasmo, primero, y con marcados visos de aburrimiento, después. Tras los exámenes finales y el ansia de la entrega de boleta, venía el júbilo: “ya salimos”. Levantarse tarde, comer, jugar, comer, ver la tele, jugar, comer y dormir sería la rutina durante dos meses. Sin embargo, para la tercera semana, encontraba uno que la vida no era tan fácil. Estar parado en el rayo del sol, servilleta en mano, haciendo fila para comprar un kilo de tortillas y cumplir con una lista de mandados “aprovechando que estás aquí”, alteraban el plan vacacional original.

Para colmo, a medida que los días transcurrían hasta los juegos se volvían tediosos. Claro, le estoy hablando de la época del botonazo; la era digital sólo se conocía en caricaturas como "Los Supersónicos", "Marino y la patrulla oceánica” y “Los cuatro fantásticos” o en programas como “Perdidos en el espacio”, “Viaje al fondo del mar” y “Batman” con todos sus batichunches.

Eran tiempos en que los juegos unisex eran “la rabia”, “los encantados”, el “stop” y el “bombardeo”. Las niñas jugaban al “pinyex”, al “pontenis” (una raqueta de madera con un hilo elástico y una pelotita en el otro extremo, el calor culichi hacía que el elástico se rompiera con suma facilidad), al “elástico” (un trozo de elástico amarrado de los extremos sobre el cual se hacían toda una serie de suertes, el clima –de nuevo- afectaba la durabilidad del “juguete”) y a la “cuerda”. Para los varones estaba “el burro” con sus rimas: “uno por burro”, “dos patada y cos”, “tres de aquí otra vez”, etc. Cabe mencionar, que ninguno de esos juegos requería darle cuerda, conectarlo o ponerle baterías. Necesitaban, eso sí, la ingesta de mucha agua para no terminar deshidratado y un buen baño después de practicarlo, porque terminaba uno todo sudado.

Al dejar ese tiempo atrás e ingresar a la vida laboral, las vacaciones de verano se convierten en la oportunidad de viajar “al lugar de sus sueños”, de conocer “el hotel que todos recomiendan”, en suma de vivir unas “vacaciones inolvidables”.
Para ello, el primer paso es encontrar “las mejores tarifas del mercado” y allá va uno a zambullirse en el internet. ¡Voilá! ¡Una ganga!, transporte, hospedaje y alimentos, todo incluido y a un superprecio. Vacaciones soñadas ¡Allá voy!

Pero hay veces que uno falla y el primer indicio lo tiene al llegar a la terminal y descubrir que debe hacer un pago adicional del que no le hablaron. Al arribar a su destino, lo recibe un tipo que lleva un papel con su nombre escrito a mano, se identifica y le informa que lo llevará a hospedar.

En el trayecto al estacionamiento, considera que el pago adicional que hizo fue sin duda un error, pero al llegar al estacionamiento de nuevo algo le indica que las cosas no van bien. Ese algo es el vehículo que debe abordar: una combi. Al querer abrir la puerta el chofer le dirá “espéreme jefe, es que tiene maña”; una vez arriba, de nuevo el chofer le dirá “jefe, por favor baje el vidrio porque el aire no sirve”, al abrir la ventana el conductor le pedirá “jefe, por favor bájelo hasta la mitad, es que luego no sube”. Para cuando llega al hotel llevará el pelo con un afro tropical de carcajada.

Ya en el lobby, descubrirá que su nombre no aparece en la lista de reservaciones. Tras verlo con el ánimo caldeado le dirán “¡Ah!, usted compró el paquete con Viajes Patito!, permítame”. Permitir significa que puede dejar su maleta y en dos o cuatro horas, cuando se desocupe una habitación, se la asignarán. Cuando por fin le dicen que ya tienen su lugar, de nuevo la observación: sólo hay que cubrir una diferencia de tal cantidad.

Ya en su habitación descubre que las fotografías que vio en internet no corresponden al sitio donde se encuentra, ni echándole mucha imaginación. Decidido a no hacerse mala sangre, se dice que, finalmente, sólo quiere un sitio seguro y limpio donde dejar sus pertenencias, bañarse y dormir. Sale a conocer el lugar y regresa para descansar y estar listo para todas las visitas guiadas que incluye el paquete. Ya mañana será otro día.

Al día siguiente, tras pagar una diferencia más, esta vez en el precio del desayuno buffet, distingue en el lobby al tipo que fue por Usted al aeropuerto, resulta que es también el guía. A medida que transcurren los paseos conocerá que el chofer-guía en realidad trabajaba en una fábrica como obrero calificado, pero vendieron la empresa y a él lo liquidaron. Se fue a Estados Unidos a probar suerte, con muy poca fortuna, y a su regreso un compadre (el dueño de la combi) le ofreció esta chamba.

Para el tercer día, opta por moverse por su cuenta, considerando que hubo un error y ninguno de los paseos incluía entradas. De regreso a su casa, saca cuentas y encuentra que en costos adicionales pagó igual cantidad a que le salió el paquete ganga. Entra a la página de internet de Viajes Patito, lee los comentarios y en vez de poner que son un fiasco, coincide con los demás viajeros, ya no busca quién se la hizo sino quién se la va a pagar. Así como Usted cayó, quiere que otros caigan y vivan, efectivamente, unas “vacaciones inolvidables”.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com Que tenga una feliz semana.