lunes, 10 de agosto de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Para entender el calor de Culiacán sólo quien lo ha vivido, decía hace unos días un entrañable amigo, en respuesta a los lamentos de la de la letra por el infame calor que se padece éstos días, en que la Madre Naturaleza parece ser atacada por los bochornos. Poniendo el lomo para que los historiadores y cronistas me la mienten, y no con falta de razón, este verano por vez primera me atrevo a preguntar en público: ¿En qué estaba pensando Nuño Beltrán de Guzmán cuando le dio por fundar la Villa de San Miguel? Ese día, quizás, estuvo extrañamente fresco, o de plano, le ocurrió algo muy bueno para convencerlo de quedarse aquí.

Para este párrafo muy posiblemente esté Usted considerando la posibilidad de sugerirme consulte algún libro de historia regional, mínimo la Wikipedia, para enterarme que para el 29 de septiembre de 1531, Nuño Beltrán de Guzmán ya tenía como tres meses con domicilio conocido en la confluencia de los ríos Humaya y Tamazula y, por ende, ya estaba aclimatado al verano colhuacanense.

Igual para que sepa que ya desde endenantes vivían por acá los Tahues; que luego llegaron otras tribus que, esas sí, emprendieron camino rumbo al sur. Podrán decirme todo eso y más; aún así, insistiré en que la historia a veces es muy ordinaria y algo muy bueno, económica, social o sentimentalmente, debió haberle ocurrido a Nuño para que decidiera quedarse aquí.

Esta su amiga pertenece a una generación a la cual le tocó mitigar el calor sacando una poltrona a la banqueta por las tardes. Si había llovido en abundancia se podía disfrutar del fresco; si no, abanico en mano retrasaba uno la rostizada, socializando con los vecinos y comiendo prójimo (la verdadera carne libre de grasa y colesterol).

Por la noche, se valía dejar abiertas puertas y ventanas para que el aire circulara y, si de plano el clima se ponía infame, se sacaba un catre al patio.
Eran tiempos en que tener un aire acondicionado no era para el consumo popular, los aparatos superaban las posibilidades económicas de las familias promedio, no se diga el consumo de energía eléctrica.

Pero como para todo hay maña, uno se refugiaba comprando un boleto para el cine, como había permanencia voluntaria se podía estar desde las tres de la tarde hasta que llegara el cácaro a despertarlo porque ya iban a cerrar. Si no había recursos o edad para la función en turno, podía refugiarse a la entrada de las tiendas que tenían aire, como decimos por acá a los lugares refrigerados.

Un verano de por allá principios de los setenta, una cadena local de tiendas sacó una campaña publicitaria para promocionar sus ventiladores, coolers y aires acondicionados, el protagonista de la campaña era el Diablo del Calor. La televisión local presentaba en cada corte comercial al hombre aquel, vestido con malla y leotardo, caracterizado a imagen y semejanza del diablito de la lotería, brincando, tridente en mano, entre abanicos. El Diablo del Calor quedó en el habla de los lugareños, por muchos años.

Porque el calor influye también en el habla culichi. Hay rubros en que el lenguaje es en diminutivo (no se sirve café, sino cafecito; no se ofrece salsa, sino salsita; no se añade sal, sino salecita, etc…), tratándose del calor no se permiten esos adornos. Si alguien tiene la osadía de decir “está bueno el calorcito” recibirá el reproche generalizado, vía mirada fulminante o mentada.

Aquí, el calor no admite diminutivos, aquí no hace calor, sino un calorón y si el día está muy agresivo lo que hace es un inche calorón. Aquí, en verano, el saludo va precedido, invariablemente, del resumen del clima. “Que calor está haciendo, buenos días”, “Inche calor no se quita, buenas tardes”, “Qué bárbaro, son las ocho y el calor sigue como al mediodía, buenas noches”. Es una especie de katarsis, de liberación del malestar.

Aquí, desde hace rato dejó de ser fotografía noticiosa mostrar cómo se podía freír un huevo en el cofre de un vehículo. Aquí, los anuncios de desodorantes que funcionan hasta en temperaturas de 35 grados centígrados no aplican.

El calor culichi ha inspirado divertidos mensajes que circulan por internet, como el “Diario de un saltillense en Culiacán”, los cuales dan fe de lo que se padece en una ciudad que sólo tenía dos estaciones: la del tren y la de verano, y la del tren desde hace un buen la cerraron.

El calor ha llevado a esta su amiga a tomar la decisión de votar en las próximas elecciones por el primer candidato que le ofrezca poner aire acondicionado en la ciudad. ¿Qué es una promesa que no se va a cumplir? No sería la primera. ¿Qué es una propuesta absurda? Me va a decir que anunciar la instalación, en el centro de la ciudad, de postes para pegar ahí los chicles masticados, en vez de tirarlos al suelo, está muy cargado de razón.

En vía de mientras, así me la mienten los historiadores, me seguiré preguntando ¿En qué estaba pensando Nuño Beltrán de Guzmán cuando fundó la Villa de San Miguel de Culiacán? ¿Qué manda estaba pagando o qué pecado estaba purgando?

También, con todo y calor, seguiré diciendo “es mi orgullo ser de Culiacán”.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana plena de calor humano.