lunes, 26 de octubre de 2009

A dos de tres

Marisa Pineda

Aunque parezca que no, la lucha libre tiene reglas, límites y llaves prohibidas, como el martinete. En aras del espectáculo, entendiendo por espectáculo generar más entradas y ganancias económicas, en la lucha libre hay versiones cada vez menos libres y sí más libertinas. Esas versiones van de las luchas en jaula o con cuerdas de alambre de púas, hasta las llamadas “todo vale”, que siguen el concepto hasta la falsedad. A esas luchas me recuerda la discusión del paquete fiscal, con el cual, a rudos y técnicos, nos aplicarán por igual el martinete.

El martinete es un castigo consistente en poner al oponente de cabeza y azotarlo contra la lona. Cuentan las crónicas que en la década de los 60’s estuvo permitido en la lucha libre mexicana, dejando a decenas de gladiadores lesionados. Como el reglamento varía de estado a estado y de municipio a municipio, es difícil precisar en qué fecha se prohibió de manera oficial. Sin embargo fue en 1992, cuando Blue Panther y Love Machine se jugaban la máscara, que el martinete quedó estigmatizado en la lucha libre en nuestro país.

El mexicano Blue Panther y el estadounidense Love Machine se estaban dando con todo, en la tercera caída Machine tomó al maestro Panther, lo puso de cabeza y lo estrelló. Las cervicales de Panther recibieron enteramente el impacto. Love Machine argumentó que en Estados Unidos ese era un castigo permitido y desconocía que en México estaba prohibido. De nada le valió, perdió su máscara por descalificación. Pese a los augurios de los comentaristas, tras meses de cuidados y rehabilitación, Blue Panther regresó a los encordados y al día de hoy sigue luchando. No todos han tenido esa misma suerte.

Cuando el luchador es colocado de cabeza para recibir el martinete se abraza a las piernas del oponente, buscando protegerse lo más posible. Una vez que es azotado la lesión es inminente. No hay martinete, ni ninguna de sus variaciones, que no dañe poco o mucho. Es un castigo del que nadie sale ileso. Así está el paquete fiscal.

Elevar el impuesto a depósitos en efectivo mayores a 25 mil pesos a esta su amiga la tiene muy sin cuidado (¡si vieran cuando!). El incremento al impuesto al internet se puede resolver navegando de polizonte en lugares con internet gratuito (o de pirata con un “ruteador”). Pero lo que es el impuesto al valor agregado y el impuesto sobre la renta, ese sí que es un martinete del cual no nos salvamos, aunque a unos sí nos amolará las cervicales y a otros sólo les sacará un chipote.

Cuenta la historia que las luchas “todo vale” (Vale Tudo en su idioma original, el portugués) surgieron en Brasil, como encuentros entre academias de deportes de contacto. Pese al nombre, los encuentros todo vale originales tienen reglas, poquitas, pero las tienen: no picar lo ojos y no morder. Para pronto, las empresas de lucha libre hicieron suyo el concepto “vale tudo”, modificándolo en versiones una más retorcida que la otra.

La lucha libre es un deporte espectáculo; sin embargo, esas mutaciones le han quitado la parte deportiva, dejando enteramente el espectáculo. Así, hemos visto batallas verbales y melodramas chafas, al igual que golpes a diestra y siniestra (cual pleito afuera de primaria) cercados por jaulas, alambres de púas o fuego. Violencia prefabricada en dosis tales que raya en la inocencia. A esas luchas se parece la discusión del paquete fiscal para el 2010.

El Congreso de la Unión y el Senado se han convertido en un ring de doble piso, donde se cambia de rudo a técnico con singular alegría. Con el argumento de actuar a favor del respetable público (cada vez más molesto de que lo tomen de bandera y pretexto, y no de razón y motivo) los que buscan ocupar los sitios reservados a las figuras de culto no dudan en hacer lo que sea por tal de dejar su lugar al final del cartel y llegar a estelaristas.

En el intento qué importa perder la vertical y rodar por la tribuna como frijol saltarín. Para qué es el físico si no para arriesgarlo por 30 segundos en horario estelar de noticieros. De qué sirve traer un atuendo que casi llega a los cinco ceros, confeccionado por los barones de la moda, si no es para salir en las fotografías enarbolando la defensa de los intereses de los pobres. Para qué es el diálogo si no para asegurar el contrato, por seis o tres años, con la empresa que mejor paga y en la que hay más oportunidades de llegar a alternar en la lucha final como superestrella.

En las últimas semanas hemos visto una lucha de todo vale. Gritos, caídas, jalones de traje y golpes incluidos. No es para menos, si consideramos que más de uno de los gladiadores, espera salir de ella con la máscara en la bolsa, lista para colocársela en el momento que el réferi le indique. Por cierto, del réferi mejor no hablamos, ya sabemos que, como buen réferi de “todo vale” al momento de los sillazos, casualmente está volteando para otro lado.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana en plan de estelarista.