A dos de tres
Marisa Pineda
¿Ya tiene todo listo para recibir al Año Nuevo? ¿Calzones rojos, o amarillos, las doce velas, las uvas, la cena, las maletas y la escoba preparadas? ¿Ya ubicó el lugar más seguro de su casa para resguardarse, en el momento en que las armas que hay en Culiacán se disparen al unísono para darle la bienvenida al nuevo año?
¿Qué le trajo Santa Claus? A esta su amiga le trajo el gusto de saberse presente en más afectos de los que quizás merece. Trajo también muchos regalos, dentro de ellos un rompecabezas que me tiene enajenada y por poco hace que estas líneas no vieran la luz.
Ahora el asunto familiar es: la cena de Año Nuevo. Cuando la de la letra era plebe en el barrio el menú de postín era el pavo, las demás opciones iban del pescado al pozole, pasando por el menudo, los tamales y el mole. ¡Ah! Y el lomo mechado (se escucha reteapantallador: lomo mechado). De postre buñuelos y tan tan. Eso de cena en tres tiempos no existía más que para la aristocracia del barrio, si tomamos como primer tiempo poner la charola con pan a la mesa.
Desde la víspera, una vecina acostumbraba anunciar su agobio porque cocinaría al animalejo. Nuestro papel en el melodrama consistía en hacerle creer que preparar el pavo era como dar un doble mortal hacia atrás desde la tercera cuerda. Una vez cocinada el ave, tenía a bien compartirla con unos cuantos elegidos a quienes, año con año, su sazón nos regalaba un pavo dorado, jugoso, con sabor a jabón.
En casa de la de la letra, Navidad o Año Nuevo eran los días en que la Progenitora hacía lo que ningún otro día del año: entraba a la cocina. Lo hacía para preparar el pavo que alguna alma agradecida le había obsequiado. El relleno que cocina la Progenitora es suculento, pero el ave no. Si no es porque uno ve lo que está masticando, bien le pueden decir que esta mordiendo un pedazo de cartón, la suela de un huarache, un pedazo de alfombra y no lo notará. Por tres generaciones hemos expuesto el caso tanto en tono de súplica como de denuncia, con nulos resultados. La Progenitora sostiene que no sabemos apreciar su sazón. Si a ello le suma que el Día de la Candelaria todavía seguía recalentando el pavo, entenderá porque dejó traumas profundos en toda la descendencia.
Pero más importante que el menú, era ¿cómo íbamos a recibir el Año Nuevo? La Matriarca exigía ir a Misa de Gallo. A ello seguían los abrazos, las doce uvas y las velas a la Divina Providencia. Para algunos cada uva era un deseo, para otros según el sabor era lo bien o mal que iría ese mes.
Desde tiempos inmemoriales el hombre ha buscado conocer qué le depara el futuro. Ello se asocia a la necesidad de seguridad. Para tal fin nos hemos valido de los astros, las runas, el tarot y un largo etcétera. Con la llegada del Nuevo Año llega la legítima aspiración de que las condiciones de bienestar mejoren. Así, se recurre a la prenda roja para que no falte el amor; a la amarilla si lo que se quiere es dinero. Los fabricantes de lencería dejan en claro para que es cada color, al añadir impresiones de corazones y de signo de pesos a los calzones rojos y amarillos, respectivamente.
En mi infancia era divertido ver a las muchachas en edad de merecer treparse al lavadero a bailar, para casarse ese año. Ahí las tenía haciendo malabares y justificando: todo sea por agarrar marido.
También había que comprar una escoba nueva y al terminar las doce campanadas barrer la casa, sacando el polvo a la calle. Eso preparaba el hogar para recibir lo bueno del nuevo año. De paso, había que arrojar algunas monedas a la banqueta para llamar a la buena suerte.
Si lo que se quería era viajar nada como agarrar una maleta y salir con ella. Año tras año ahí veía a la de la letra cargando el veliz por toda la cuadra, que digo la cuadra, la manzana.
Mientras, en casa, se prendían las velas a la Divina Providencia. Había quienes, además, encendían una vela dorada, otra plateada, una más verde y otra azul para los Arcángeles. Existía también la costumbre de velar el huevo (toma un huevo cualquiera, lo sumerge en agua, en un vaso de cristal. A las doce lo rompe, echa en el agua del vaso, a la viscosidad le encuentra forma y la interpreta como mejor le convenga). Lo hice una vez y se formó una cruz si necesidad de imaginación. Ese año la Matriarca empacó lo vivido y se fue a rendir cuentas al Creador. Debut y despedida, coincidencia o lo que sea me marcó. Suficiente para entender que no hay que tocar puertas cuando no se está preparado para lo que hay atrás de ellas.
En aquellos tiempos los cohetes todavía no estaban prohibidos y Navidad y Año Nuevo eran los días en que uno tenía permiso para tronarlos a placer: trikis, barrilitos, chifladores, luces de bengala, palomitas y pedos de bruja que dejaban la cuadra oliendo a pólvora. Casi un mes estuve escuchando un pitido agudo, causa de que al tronar una palomita no alcancé a aventarla y estalló cerca de mi oído. No medía uno peligro ni consecuencias, pese a que cada año no faltaba quien visitara la Cruz Roja por las quemaduras de algún cohete traicionero de mecha corta, o por el exceso de confianza al maniobrar la pólvora.
Sobre el peculiar sonido de los cohetes, en algunos rumbos se alcanzaba a escuchar el de una pistola que dejaba en claro dos cosas: que Fulanito tenía arma y que estaba ebrio, porque sólo así se atrevería a dispararla sabiendo que las balas perdidas podían darle a un chamaco. La cruda moral del empistolado duraba todo un año, la familia y los amigos se encargaban de que así fuera desterrándolo de las fiestas, “porque ya borracho le da por tirar”.
Un día, esta su amiga sintió como si alguien le rozara el pelo, agarrado en una cola, a la vez que escuchó un siseo, seguido de un “clac”. En lo que me llevé la mano a la cabeza voltee a ver como un ropero se rompía. Asustada ante el inminente regaño empecé a tratar de explicar lo sucedido, con igual desconcierto que vehemencia. Más desconcertada quedé cuando, lejos de regañarme por la extraña avería, la Matriarca me abrazó llorando: una bala perdida había sido la causa. La vi cerca.
Con los años uno fue escuchando como a una pistola le respondía otra, y a esas otras una metralleta, y a esa otra metralleta otra más. Así se fue la cadena año con año, hasta imponerse sobre la sirena del cuartel de bomberos y las campanas de las iglesias que eran las que anunciaban las doce.
Para recibir este 2009, por todos los medios se implora cambiar las balas por abrazos y que, por piedad, no disparen. En los noticieros locales recomiendan resguardarse en el lugar más seguro de la casa. De paso, avisan que la misa de gallo será a las seis de la tarde.
A dos de tres cierra el 2008 dando gracias por el favor de su atención, porque el que Usted lea éstas líneas hace que esto valga la pena. Cierra recordándole que los comentarios, las invitaciones, las mentadas y hasta las felicitaciones se reciben en adosdetres@hotmail.com
La de la letra cierra asumiendo su incompetencia para establecer qué año los culichis decidimos derogar la ley de gravedad, olvidándonos que todo lo que sube tiene que bajar, incluyendo las balas; cuándo el salir a dar el abrazo de Año Nuevo se convirtió en práctica de alto riesgo y el disparar al aire dejó de ser motivo de destierro para pasar a la alabanza.
Que tenga un feliz Año Nuevo, con todo lo bueno que pueda caber en un abrazo.
Marisa Pineda es del mero Sinaloa. Fanática de la lucha libre. Adicta a los chocolates. Le gusta el café, la comida chatarra (y la no chatarra también), las flores, el vino blanco, leer, la música y los viernes. Cree en la reencarnación y en el poder de la fe. Es totalmente neurótica y peligrosamente despistada.
martes, 30 de diciembre de 2008
lunes, 15 de diciembre de 2008
A dos de tres
Marisa Pineda
“En el portal de Belén rin rin, yo me remendaba, yo me remendé, yo me eché un remiendo, yo me lo quité”. La Navidad está a la vuelta de la esquina, los villancicos en español y en inglés se escuchan por todos lados. A dos de tres no iba a ser la excepción y empezó con villancico. Es tiempo de dar y recibir; de que la ansiedad ande con nosotros como piedra en el zapato; de sentir como el desasosiego invade el pensamiento, poco a poco, día a día, hasta ponernos contra la pared. Es tiempo de responder ¿qué le doy al que me tocó en el intercambio?
El ritual empieza con el nombramiento de un encargado de coordinar el intercambio de regalos. La candidatura recaerá en quien se lleve mejor con la mayoría o esté menos empleitado con los demás.
Luego viene el cuestionamiento ¿vas a entrar al intercambio? Si se topa con alguien cuyas secuelas de intercambios anteriores son muy graves la inmediata respuesta será un rotundo “no”, seguido de la narración de la frustrante experiencia de recibir una utilísima gorra de baño como regalo. Exceptuando esos casos, antes de dar un sí o un no la respuesta general será otra pregunta: ¿de a cuánto va a ser?
En esa etapa se da la primera criba. El número de participantes que queden definirá el replanteamiento del monto del regalo, con el correspondiente cabildeo, hasta encontrar el número que permita alcanzar una mayoría y un presunto buen obsequio para todos. La democracia tiene sus buenos momentos.
Enseguida vendrá una fase que exige toda la concentración, capacidad, esmero y cuidado del coordinador del intercambio: la hechura de los papelitos. Esos cachitos de papel son parte fundamental, en ellos el pecado de omisión o repetición de nombres es garantía de malos momentos y resabios que no se borrarán jamás. Es más fácil olvidar con quien bailó la posada del año pasado, a la vez que se quedó con las manos vacías porque a nadie le tocó.
Anotados los nombres de los participantes y depositados los papelitos en la improvisada urna, toca el turno al azar. Se escudriñan las bolitas de papel en busca de alguna pista, una letra que se alcance a ver, algo que indique que no es el nombre del Fulanito que nos cae gordo. Si por mal fario nos tocara y de algo valen las súplicas, puede que el coordinador se haga de la vista gorda permitiendo regresar el papel a la urna y tomar otro, no sin antes advertir “si te vuelve a salir ni modo, ya te tocaba”.
Después, viene un arduo trabajo de inteligencia para averiguar qué quiere el destinatario y de paso deslizar en el conocimiento general lo que uno desea de regalo. Aquí empiezan las mandas pidiendo al Santo Patrono de los Intercambios que no le hayamos tocado a Perenganito, quien es tacaño hasta con él mismo.
Así se van los días y cuando menos se piensa, el coordinador aparece con sonrisa de duende de la Navidad: “no se te olvide, mañana es el intercambio, a las dos”. ¡En la merry kristmas! aún no se ha comprado el regalo, córrele porque cierran el centro comercial. Una vez ahí, empezarán las llamadas de auxilio “hey, qué dijo Sutanito que quería de regalo”, la confidencialidad del destinatario, tan celosamente guardada, pasa a la historia en aras del desespero. Al día siguiente el saludo habitual se convierte en un pase de lista, ver a alguien sin algo empacado equivale a inasistencia.
“A ver, vamos a empezar, Fulanito le da a Sutanita y Sutanita a quien le tocó y así se va la cadenita” y allá va la cadena de abrazos, de parabienes y de obsequios. Si todos quedan con algo en las manos el Coordinador sentirá como le quitan la loza de la espalda. Cumplió su encomienda y la cumplió bien.
Es entonces cuando empieza el proceso que definirá si esa fue la despedida en los intercambios. En esta parte cada uno de los cuatro lectores tiene su propia lista de los diez regalos más recordados. El Departamento de Estadística de A dos de tres propone que los comparta a través del correo adosdetres@hotmail.com (a los de ese departamento a veces les aflora una curiosidad morbosa).
La de la letra es muy fácil de consentir, esa simpleza ha servido para considera que hasta ahora ha tenido buena suerte en los intercambios, incluso cuando recibió una botella de champú con aroma de fresa, que hacía que las moscas revolotearan sobre su cabeza.
Alguna vez, en la primaria, cuando abrí el obsequio las carcajadas de todo el salón hicieron llorar a quien me dio el regalo. Yo no entendía el llanto de aquel niño y el no entendía mi felicidad por unos calzones bien bonitos, con olanes tupidos y moños; una compañerita acabó con el momento al reclamar al lagrimoso: “por qué lloras, al menos tu mamá compró unos con chinitos, a mi me tocaron unos sin nada”.
La dependencia de esta su amiga al chocolate le ha servido para considerar motivo de júbilo recibir en el intercambio una tablilla mediana de chocolate presidente, o dos paletones corona con seis chiclosos de natilla montes más la explicación “dijo mi mamá que con los chiclosos y lo que le costó el moño se completa la cuota que pusieron”.
En otro intercambio me regalaron un par de muñequitos, el que fueran vestidos de novios hacía sospechar que eran recuerdo de un casorio, encontrar bajo la base una tarjetita que decía “recuerdo de nuestra boda” lo confirmaba. Reducto de una mesa de bodas fue también un portarretratos que recibí, un moño blanco que decía “Boda” lo delató.
En el conteo personal es memorable también un libro de autoayuda, pero más memorable aún un audiolibro de autoayuda (ese sí me afectó, lo reconozco); así como un perfume que ni como desodorante de baño se toleraba, la botella denotaba que la dueña original lo usó, no le gustó, lo guardó un buen de tiempo y en el intercambio encontró el momento oportuno para deshacerse de él.
Cuando A dos de tres estaba preparando los papelitos del intercambio, los del Departamento de Investigaciones comentaron que si bien la tradición de dar obsequios el 24 de diciembre tiene como referente los regalos que llevaron los Reyes Magos al niño Jesús, a Belén, la costumbre de intercambiar regalos proviene desde antes del nacimiento de Cristo mismo, allá por el siglo VIII A.C. en Roma. Con la extensión del imperio romano la práctica llegó a otras culturas. La religión católica, en su propósito de cambiar el significado de las celebraciones paganas pasó la práctica a la Navidad. Así, tribus como las germánicas al adoptar el cristianismo y, por ende, la Navidad, incluyeron la costumbre de intercambiar regalos. En América, la evangelización hizo lo propio.
No hay día que no se llegue ni plazo que no se cumpla, ¿Ya tiene lo que va a regalar?
Antes de poner punto final por favor permítame unas líneas de agradecimiento: a Sergio Sánchez, por compartir su sangre; a las trabajadoras sociales del STASAC, luz y guía en los pasillos del Hospital Regional Número 1 del IMSS (en Culiacán); a las enfermeras, trabajadoras sociales, camilleros y médicos del cuarto piso, del área de Ginecología; al doctor Pedro René Armenta y a su equipo. A todos ellos que ofrecieron calidez y atención a Doña Carmen Santos y el apoyo invaluable a la de la letra, mi agradecimiento infinito.
Cerramos como empezamos, con villancicos, por qué no: “Ya se va la rama muy agradecida porque en esta casa fue bien recibida. Ya se va la rama con patas de alambre, porque en esta casa se mueren de hambre”. Comentarios, sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com. Que tenga una semana plena de regalos bellos.
Marisa Pineda
“En el portal de Belén rin rin, yo me remendaba, yo me remendé, yo me eché un remiendo, yo me lo quité”. La Navidad está a la vuelta de la esquina, los villancicos en español y en inglés se escuchan por todos lados. A dos de tres no iba a ser la excepción y empezó con villancico. Es tiempo de dar y recibir; de que la ansiedad ande con nosotros como piedra en el zapato; de sentir como el desasosiego invade el pensamiento, poco a poco, día a día, hasta ponernos contra la pared. Es tiempo de responder ¿qué le doy al que me tocó en el intercambio?
El ritual empieza con el nombramiento de un encargado de coordinar el intercambio de regalos. La candidatura recaerá en quien se lleve mejor con la mayoría o esté menos empleitado con los demás.
Luego viene el cuestionamiento ¿vas a entrar al intercambio? Si se topa con alguien cuyas secuelas de intercambios anteriores son muy graves la inmediata respuesta será un rotundo “no”, seguido de la narración de la frustrante experiencia de recibir una utilísima gorra de baño como regalo. Exceptuando esos casos, antes de dar un sí o un no la respuesta general será otra pregunta: ¿de a cuánto va a ser?
En esa etapa se da la primera criba. El número de participantes que queden definirá el replanteamiento del monto del regalo, con el correspondiente cabildeo, hasta encontrar el número que permita alcanzar una mayoría y un presunto buen obsequio para todos. La democracia tiene sus buenos momentos.
Enseguida vendrá una fase que exige toda la concentración, capacidad, esmero y cuidado del coordinador del intercambio: la hechura de los papelitos. Esos cachitos de papel son parte fundamental, en ellos el pecado de omisión o repetición de nombres es garantía de malos momentos y resabios que no se borrarán jamás. Es más fácil olvidar con quien bailó la posada del año pasado, a la vez que se quedó con las manos vacías porque a nadie le tocó.
Anotados los nombres de los participantes y depositados los papelitos en la improvisada urna, toca el turno al azar. Se escudriñan las bolitas de papel en busca de alguna pista, una letra que se alcance a ver, algo que indique que no es el nombre del Fulanito que nos cae gordo. Si por mal fario nos tocara y de algo valen las súplicas, puede que el coordinador se haga de la vista gorda permitiendo regresar el papel a la urna y tomar otro, no sin antes advertir “si te vuelve a salir ni modo, ya te tocaba”.
Después, viene un arduo trabajo de inteligencia para averiguar qué quiere el destinatario y de paso deslizar en el conocimiento general lo que uno desea de regalo. Aquí empiezan las mandas pidiendo al Santo Patrono de los Intercambios que no le hayamos tocado a Perenganito, quien es tacaño hasta con él mismo.
Así se van los días y cuando menos se piensa, el coordinador aparece con sonrisa de duende de la Navidad: “no se te olvide, mañana es el intercambio, a las dos”. ¡En la merry kristmas! aún no se ha comprado el regalo, córrele porque cierran el centro comercial. Una vez ahí, empezarán las llamadas de auxilio “hey, qué dijo Sutanito que quería de regalo”, la confidencialidad del destinatario, tan celosamente guardada, pasa a la historia en aras del desespero. Al día siguiente el saludo habitual se convierte en un pase de lista, ver a alguien sin algo empacado equivale a inasistencia.
“A ver, vamos a empezar, Fulanito le da a Sutanita y Sutanita a quien le tocó y así se va la cadenita” y allá va la cadena de abrazos, de parabienes y de obsequios. Si todos quedan con algo en las manos el Coordinador sentirá como le quitan la loza de la espalda. Cumplió su encomienda y la cumplió bien.
Es entonces cuando empieza el proceso que definirá si esa fue la despedida en los intercambios. En esta parte cada uno de los cuatro lectores tiene su propia lista de los diez regalos más recordados. El Departamento de Estadística de A dos de tres propone que los comparta a través del correo adosdetres@hotmail.com (a los de ese departamento a veces les aflora una curiosidad morbosa).
La de la letra es muy fácil de consentir, esa simpleza ha servido para considera que hasta ahora ha tenido buena suerte en los intercambios, incluso cuando recibió una botella de champú con aroma de fresa, que hacía que las moscas revolotearan sobre su cabeza.
Alguna vez, en la primaria, cuando abrí el obsequio las carcajadas de todo el salón hicieron llorar a quien me dio el regalo. Yo no entendía el llanto de aquel niño y el no entendía mi felicidad por unos calzones bien bonitos, con olanes tupidos y moños; una compañerita acabó con el momento al reclamar al lagrimoso: “por qué lloras, al menos tu mamá compró unos con chinitos, a mi me tocaron unos sin nada”.
La dependencia de esta su amiga al chocolate le ha servido para considerar motivo de júbilo recibir en el intercambio una tablilla mediana de chocolate presidente, o dos paletones corona con seis chiclosos de natilla montes más la explicación “dijo mi mamá que con los chiclosos y lo que le costó el moño se completa la cuota que pusieron”.
En otro intercambio me regalaron un par de muñequitos, el que fueran vestidos de novios hacía sospechar que eran recuerdo de un casorio, encontrar bajo la base una tarjetita que decía “recuerdo de nuestra boda” lo confirmaba. Reducto de una mesa de bodas fue también un portarretratos que recibí, un moño blanco que decía “Boda” lo delató.
En el conteo personal es memorable también un libro de autoayuda, pero más memorable aún un audiolibro de autoayuda (ese sí me afectó, lo reconozco); así como un perfume que ni como desodorante de baño se toleraba, la botella denotaba que la dueña original lo usó, no le gustó, lo guardó un buen de tiempo y en el intercambio encontró el momento oportuno para deshacerse de él.
Cuando A dos de tres estaba preparando los papelitos del intercambio, los del Departamento de Investigaciones comentaron que si bien la tradición de dar obsequios el 24 de diciembre tiene como referente los regalos que llevaron los Reyes Magos al niño Jesús, a Belén, la costumbre de intercambiar regalos proviene desde antes del nacimiento de Cristo mismo, allá por el siglo VIII A.C. en Roma. Con la extensión del imperio romano la práctica llegó a otras culturas. La religión católica, en su propósito de cambiar el significado de las celebraciones paganas pasó la práctica a la Navidad. Así, tribus como las germánicas al adoptar el cristianismo y, por ende, la Navidad, incluyeron la costumbre de intercambiar regalos. En América, la evangelización hizo lo propio.
No hay día que no se llegue ni plazo que no se cumpla, ¿Ya tiene lo que va a regalar?
Antes de poner punto final por favor permítame unas líneas de agradecimiento: a Sergio Sánchez, por compartir su sangre; a las trabajadoras sociales del STASAC, luz y guía en los pasillos del Hospital Regional Número 1 del IMSS (en Culiacán); a las enfermeras, trabajadoras sociales, camilleros y médicos del cuarto piso, del área de Ginecología; al doctor Pedro René Armenta y a su equipo. A todos ellos que ofrecieron calidez y atención a Doña Carmen Santos y el apoyo invaluable a la de la letra, mi agradecimiento infinito.
Cerramos como empezamos, con villancicos, por qué no: “Ya se va la rama muy agradecida porque en esta casa fue bien recibida. Ya se va la rama con patas de alambre, porque en esta casa se mueren de hambre”. Comentarios, sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com. Que tenga una semana plena de regalos bellos.
martes, 9 de diciembre de 2008
A dos de tres
Marisa Pineda
“Caballero profesionista, con buena posición económica, soltero, alto, castaño, ojos claros, sin vicios, gusta de la vida sana, le gustaría relacionarse con damitas de 19 a 24 años, solteras, para entablar bonita amistad con fines más serios. Espero tu carta.”
Así eran los anuncios que aparecían en Rutas de Pasión, fotonovela italiana que se popularizó en México por allá en la década de los 70. En ese tiempo el internet no figuraba ni en las alucinaciones del común.
En los 60, 70 y aún a principios de los 80 las fotonovelas reinaban en los puestos de revistas. Para las señoras más cercanas al tostón Corín Tellado era la consentida. Las adolescentes se inclinaban por la fotonovela Musical (que tomaba el nombre y letra de una canción de moda y de ahí desarrollaba la trama), mientas que el espectro de las de 20 a 40 años elegía entre Cita, Novelas de Amor, Nocturno, Capricho, Cita de lujo (el lujo consistía en que su tamaño era como tres centímetros más grande que las demás), Amiga y Rutas de Pasión.
En aquellos melodramas, en el bando de los galanes estaban: Carlos Piñar, Rogelio Guerra, Jorge Rivero, Andrés García, Sergio Goyri, Juan Ferrara, Jaime Moreno, Fernando Allende, Roberto Jordán, Ricardo Blume, Guillermo Capetillo, Frank Moro, Juan Antonio Edwards. Las bellas estaban representadas por: Victoria Ruffo, Merle Uribe, Daniela Romo, Verónica Castro, Lucía Méndez, Elizabeth Aguilar, Angélica María, las hermanas Alicia y Carmelina Encinas, Laura Zapata y un largo etcétera.
A diferencia de las telenovelas, donde tenían que pasar años para ver la palabra Fin, las telenovelas tenían principio y final en el mismo número. Ediciones especiales, con repartos de lujo que llegaron a incluir a Sandro de América, extendían la historia en dos y hasta tres números, anunciándose como “Edición de colección”.
La fotonovela como tal surgió en Italia en 1946 con Almas Encadenadas, de ahí pasó a España y luego a América, donde en la década de los 60 y 70 tuvo su mayor apogeo. Por su temática, se dividió en rosa y negra. El bando técnico era el melodrama romántico por excelencia: muchacha conoce a galán, se enamoran, alguien se opone, un villanazo les hace la vida imposible, vencen los obstáculos, triunfa su amor, fin. En el bando rudo la temática ponía los pies en el suelo: mesera intima con cliente, descubre que está casado, se enoja, lo agrede con cuchillo cebollero, la encarcelan, en la cárcel conoce a un abogado de oficio, le reducen la sentencia por buena conducta y porque el amasio (en serio, así llamaban a los amores que no daban la cara al sol) sobrevivió al acuchillamiento, cumple la condena, ya libre inicia un romance con el abogado de oficio -soltero por cierto-, aprovecha esta segunda oportunidad, fin. Pero la fotonovela negra tenía otra opción más negra y real aún: la mesera mata al tipo, va a la cárcel, fin.
Las fotonovelas tenían algo más que la historia: incluían un poster, receta de cocina, consejos de belleza, el rincón sentimental donde se podían llorar las penas y recibir un consejo del tipo “habla con tus padres, si les expones tus inquietudes con respeto y convicción seguramente ellos apoyarán tu decisión de ser azafata del aire. Mucha suerte y ánimo”. Cabe comentar que, hubo una fotonovela, española, que se llamó “Azafata del aire” y puso a ese oficio de moda.
Pero había una sección que era tan importante como la historia misma que se fotonarraba: la sección de Amigos por correspondencia. Rutas de Pasión era la que más páginas dedicaba a esa parte, con anuncios de hispanoparlantes de América y Europa. Esa fotonovela nos permitió a muchas descubrir a los galanes italianos. Por su nombre, en numerosos hogares estaba prohibida. La palabra pasión desataba prejuicios y obligaba a asilarla abajo del colchón, compartiendo lugar con las de monas bichis de los hermanos mayores.
Luego de ver uno a los protagonistas italianos, como por hechizo traspasaba las imágenes a los anuncios de amistad. Con la mejor letra se emprendía la tarea de escribir al caballero profesionista, alto, castaño, de ojos claros que se imaginaba copia fiel al que aparecía dos páginas atrás.
El enfrentamiento con la hoja en blanco empezaba con la hoja misma: había que elegir el papel adecuado. Las amistades por correspondencia empezaban, pues, en papel blanco o beige; si prosperaban pasaban al azul, amarillo o a decorados alegres con calcomanías y dibujos hechos por uno mismo. Si llegaban a romance, el papel cambiaba a rosa.
De pronto, un día, llegaba una carta más pesada que las anteriores, en ella venía la foto. Prácticamente se destrozaba el sobre de la emoción. La foto consolidaba o acababa con los fines más serios. Descubrir que el galán que se había construido en el imaginario, efectivamente tenía los ojos claros; el pelo castaño, pero muy escaso; era alto, si 1.68 se considera como tal; le gustaba la vida sana, “no tiro mi dinero en refrescos, cuando puedes tomar agua en casa” ; sin vicios “no gasto en licor o tabaco, me reúno tres veces a la semana con un grupo de amigos a jugar cartas y apostar algo de plata, pero no es vicio. No tengo vicios, ni voy a bares, soy muy hogareño”.
El galán epistolar, quien decía ser licenciado de profesión (por licenciado entiéndase abogado), ya había despertado la suspicacia cuando en la primera misiva escribió: “no sabes cuanto gusto me a dado resibir tu carta, eres una mujer muy sentrada y ceria”. El tipo efectivamente era soltero “vivo con mi madre, la mujer que sea mi esposa deberá ser una hija más para ella, amorosa y obediente” y, se le había pasado ponerlo en su anuncio, pero estaba próximo a cumplir los 40 años. Un partidazo.
La llegada de la foto provocaba que la interfecta respondiera en la siguiente carta “espero que pronto encuentres el amor de tu vida porque eres una persona muy valiosa, yo seguiré siendo tu amiga”, o de plano guardara la pluma y el papel y se escondiera en cuanto divisaba al cartero.
Una vez que la foto había definido el destino, casi siempre se regresaba a revisar las páginas de los amigos por correspondencia, secciones que hasta la revista Vanidades y el semanal Libro Vaquero o el Libro Sentimental incluían en sus contenidos.
Con el acceso del televisor a las casas, y el relajamiento de la censura en cada vez más temas, la telenovela le fue ganando terreno a la fotonovela hasta sacarla totalmente de los puestos de periódicos. A diferencia del comic, que ha resurgido, la fotonovela parece haberse extinguido por completo, aunque antes de desaparecer dejó herederos. Muchas de las historias que hoy se ven en la televisión, como los casos de la vida real o aquellos donde la vida es una canción tienen en su árbol genealógico a la fotonovela. La sección de amigos por correspondencia se mudó al internet, cuyos alcances y posibilidades son inmensos e innegables; sin embargo, ni ello puede reemplazar el entusiasmo de elegir un papel, hacer la mejor caligrafía, depositar en el buzón un sobre como quien deposita una botella al mar y escuchar el sonido del cartero con la respuesta del Caballero profesionista, con buena posición económica, soltero, alto, castaño, ojos claros, sin vicios, quien gusta de la vida sana y desea relacionarse con damitas de 19 a 24 años, solteras, para entablar bonita amistad con fines más serios.
Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com Que tenga una semana como de fotonovela rosa.
Marisa Pineda
“Caballero profesionista, con buena posición económica, soltero, alto, castaño, ojos claros, sin vicios, gusta de la vida sana, le gustaría relacionarse con damitas de 19 a 24 años, solteras, para entablar bonita amistad con fines más serios. Espero tu carta.”
Así eran los anuncios que aparecían en Rutas de Pasión, fotonovela italiana que se popularizó en México por allá en la década de los 70. En ese tiempo el internet no figuraba ni en las alucinaciones del común.
En los 60, 70 y aún a principios de los 80 las fotonovelas reinaban en los puestos de revistas. Para las señoras más cercanas al tostón Corín Tellado era la consentida. Las adolescentes se inclinaban por la fotonovela Musical (que tomaba el nombre y letra de una canción de moda y de ahí desarrollaba la trama), mientas que el espectro de las de 20 a 40 años elegía entre Cita, Novelas de Amor, Nocturno, Capricho, Cita de lujo (el lujo consistía en que su tamaño era como tres centímetros más grande que las demás), Amiga y Rutas de Pasión.
En aquellos melodramas, en el bando de los galanes estaban: Carlos Piñar, Rogelio Guerra, Jorge Rivero, Andrés García, Sergio Goyri, Juan Ferrara, Jaime Moreno, Fernando Allende, Roberto Jordán, Ricardo Blume, Guillermo Capetillo, Frank Moro, Juan Antonio Edwards. Las bellas estaban representadas por: Victoria Ruffo, Merle Uribe, Daniela Romo, Verónica Castro, Lucía Méndez, Elizabeth Aguilar, Angélica María, las hermanas Alicia y Carmelina Encinas, Laura Zapata y un largo etcétera.
A diferencia de las telenovelas, donde tenían que pasar años para ver la palabra Fin, las telenovelas tenían principio y final en el mismo número. Ediciones especiales, con repartos de lujo que llegaron a incluir a Sandro de América, extendían la historia en dos y hasta tres números, anunciándose como “Edición de colección”.
La fotonovela como tal surgió en Italia en 1946 con Almas Encadenadas, de ahí pasó a España y luego a América, donde en la década de los 60 y 70 tuvo su mayor apogeo. Por su temática, se dividió en rosa y negra. El bando técnico era el melodrama romántico por excelencia: muchacha conoce a galán, se enamoran, alguien se opone, un villanazo les hace la vida imposible, vencen los obstáculos, triunfa su amor, fin. En el bando rudo la temática ponía los pies en el suelo: mesera intima con cliente, descubre que está casado, se enoja, lo agrede con cuchillo cebollero, la encarcelan, en la cárcel conoce a un abogado de oficio, le reducen la sentencia por buena conducta y porque el amasio (en serio, así llamaban a los amores que no daban la cara al sol) sobrevivió al acuchillamiento, cumple la condena, ya libre inicia un romance con el abogado de oficio -soltero por cierto-, aprovecha esta segunda oportunidad, fin. Pero la fotonovela negra tenía otra opción más negra y real aún: la mesera mata al tipo, va a la cárcel, fin.
Las fotonovelas tenían algo más que la historia: incluían un poster, receta de cocina, consejos de belleza, el rincón sentimental donde se podían llorar las penas y recibir un consejo del tipo “habla con tus padres, si les expones tus inquietudes con respeto y convicción seguramente ellos apoyarán tu decisión de ser azafata del aire. Mucha suerte y ánimo”. Cabe comentar que, hubo una fotonovela, española, que se llamó “Azafata del aire” y puso a ese oficio de moda.
Pero había una sección que era tan importante como la historia misma que se fotonarraba: la sección de Amigos por correspondencia. Rutas de Pasión era la que más páginas dedicaba a esa parte, con anuncios de hispanoparlantes de América y Europa. Esa fotonovela nos permitió a muchas descubrir a los galanes italianos. Por su nombre, en numerosos hogares estaba prohibida. La palabra pasión desataba prejuicios y obligaba a asilarla abajo del colchón, compartiendo lugar con las de monas bichis de los hermanos mayores.
Luego de ver uno a los protagonistas italianos, como por hechizo traspasaba las imágenes a los anuncios de amistad. Con la mejor letra se emprendía la tarea de escribir al caballero profesionista, alto, castaño, de ojos claros que se imaginaba copia fiel al que aparecía dos páginas atrás.
El enfrentamiento con la hoja en blanco empezaba con la hoja misma: había que elegir el papel adecuado. Las amistades por correspondencia empezaban, pues, en papel blanco o beige; si prosperaban pasaban al azul, amarillo o a decorados alegres con calcomanías y dibujos hechos por uno mismo. Si llegaban a romance, el papel cambiaba a rosa.
De pronto, un día, llegaba una carta más pesada que las anteriores, en ella venía la foto. Prácticamente se destrozaba el sobre de la emoción. La foto consolidaba o acababa con los fines más serios. Descubrir que el galán que se había construido en el imaginario, efectivamente tenía los ojos claros; el pelo castaño, pero muy escaso; era alto, si 1.68 se considera como tal; le gustaba la vida sana, “no tiro mi dinero en refrescos, cuando puedes tomar agua en casa” ; sin vicios “no gasto en licor o tabaco, me reúno tres veces a la semana con un grupo de amigos a jugar cartas y apostar algo de plata, pero no es vicio. No tengo vicios, ni voy a bares, soy muy hogareño”.
El galán epistolar, quien decía ser licenciado de profesión (por licenciado entiéndase abogado), ya había despertado la suspicacia cuando en la primera misiva escribió: “no sabes cuanto gusto me a dado resibir tu carta, eres una mujer muy sentrada y ceria”. El tipo efectivamente era soltero “vivo con mi madre, la mujer que sea mi esposa deberá ser una hija más para ella, amorosa y obediente” y, se le había pasado ponerlo en su anuncio, pero estaba próximo a cumplir los 40 años. Un partidazo.
La llegada de la foto provocaba que la interfecta respondiera en la siguiente carta “espero que pronto encuentres el amor de tu vida porque eres una persona muy valiosa, yo seguiré siendo tu amiga”, o de plano guardara la pluma y el papel y se escondiera en cuanto divisaba al cartero.
Una vez que la foto había definido el destino, casi siempre se regresaba a revisar las páginas de los amigos por correspondencia, secciones que hasta la revista Vanidades y el semanal Libro Vaquero o el Libro Sentimental incluían en sus contenidos.
Con el acceso del televisor a las casas, y el relajamiento de la censura en cada vez más temas, la telenovela le fue ganando terreno a la fotonovela hasta sacarla totalmente de los puestos de periódicos. A diferencia del comic, que ha resurgido, la fotonovela parece haberse extinguido por completo, aunque antes de desaparecer dejó herederos. Muchas de las historias que hoy se ven en la televisión, como los casos de la vida real o aquellos donde la vida es una canción tienen en su árbol genealógico a la fotonovela. La sección de amigos por correspondencia se mudó al internet, cuyos alcances y posibilidades son inmensos e innegables; sin embargo, ni ello puede reemplazar el entusiasmo de elegir un papel, hacer la mejor caligrafía, depositar en el buzón un sobre como quien deposita una botella al mar y escuchar el sonido del cartero con la respuesta del Caballero profesionista, con buena posición económica, soltero, alto, castaño, ojos claros, sin vicios, quien gusta de la vida sana y desea relacionarse con damitas de 19 a 24 años, solteras, para entablar bonita amistad con fines más serios.
Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com Que tenga una semana como de fotonovela rosa.
lunes, 1 de diciembre de 2008
A dos de tres
Marisa Pineda
“El dinero no es la felicidad. ¡Ah! Pero como se le parece”. Con esa contundencia Manolito apabulla a Susanita, en la tira cómica Mafalda, autoría de Joaquín Salvador Lavado “Quino”. Las tiras llegaron a México en doce libros que fueron, y siguen siendo para muchos, el primer acercamiento con lo que se convertiría en una filosofía de vida.
Mafalda empezó a publicarse el 29 de septiembre de 1964 en el semanario “Primera Plana” (Buenos Aires), de ahí pasó a “El Mundo” (1965 a 1967, en que cerró el diario) y concluyó en “Siete Días Ilustrados” (1968 al 25 de junio de 1973, cuando Quino se despide de los lectores). Las historias presentan a una niña, primogénita de una familia de clase media, y su forma de ver el mundo en una época marcada por el rock, el comunismo, el totalitarismo, la píldora anticonceptiva, la llegada del hombre a la Luna. Una suma de historias que si bien transcurren en la Argentina de aquellos años, se han convertido en lugar común para las generaciones de entonces y, aún, de ahora.
Mafalda llegó a la barriada de la de la letra cuando esta su amiga estaba en la secundaria. Una vecina, algunos años mayor que nosotros, era quien compraba los libros de Quino, ostentándolos como prueba contundente de su autoproclamada mentalidad abierta. A las amistades de su misma edad, en cambio, les presumía su colección de novelas Jazmín, Perla, Pasión y las de Bárbara Cartland. Liberal o conservadora, lo bueno era que compartía con el vecindario sus Mafalda, sin importarle que le regresáramos los libritos con las hojas despegadas y las pastas gastadas tras pasar de mano en mano.
Con cada libro que llegaba el grupo se iba decantando; por un lado quienes declaraban abiertamente que preferían las entregas semanales de Rarotonga o la fotonovela Musical, la Cita o la italiana (traducida, claro) Rutas de Pasión. Por el otro, los que conchuda y descaradamente nos preguntábamos “cuando irá a comprar la nueva (Mafalda) para que nos la preste”.
Si bien la tira toma el nombre de Mafalda, los demás personajes son igual de protagónicos, ingeniosos y entrañables: Manolito (hijo de abarrotero, vedado para las letras, aspirante a multimillonario); Susanita (excelente chismosa, cuya meta es casarse y tener hijitos), Felipe (con fobia a la escuela y fanático del El Llanero Solitario), Miguelito (pésimo músico, admirador de Louis Armstrong en cuyo honor se hace llamar El Famoso Trompetista de Color); Libertad (diminuta… de tamaño, irónica como ella sola), Guille (hermano menor de Mafalda, egoísta, con gran sentido común). De Mafalda, Umberto Eco ha hecho la mejor descripción: “heroína iracunda que rechaza al mundo tal cual es… reivindicando su derecho a seguir siendo una niña que no quiere hacerse cargo de un universo adulterado por los padres”. La de la letra sólo puede agregar: no le gusta la sopa y es admiradora de Los Beatles.
En aquellos tiempos más de un simpatizante de Mafalda adoptó la pose y emprendió una ardua labor de autoconvencimiento para detestar la sopa. Responder a los padres con las ingeniosas frases que Quino ponía en boca de sus personajes costó muchos regaños y castigos. Regaños, sarcasmos y abiertas burlas recibieron también los que intentaron reemplazar en su hablar cotidiano el vos por el tu, el ché por el compa, el pibe por el plebe y el sos por el eres.
Pero si algo lograron hacer los regaños y los años en los fanáticos de Mafalda fue volver más creíbles y entrañables las historias de los personajes. Tiempos traen tiempos, y aún cuando Quino ha sido fiel a su propósito de no repetirse y despidió la serie en 1973; de ahí a la fecha han aparecido las compilaciones “Diez años con Mafalda”, “Mafalda Inédita” (que celebra los primeros 25 años de la historia y contiene 48 “tiras y dibujos nunca publicados en libro” que aparecieron en “Primera Plana”) y “Toda Mafalda” más de 600 páginas con las Mafaldas públicas y privadas, en edición de lujo.
Los albores del nuevo siglo trajeron vía internet un artículo que habla del futuro de los personajes de la historia en su edad adulta. El presunto final estaba bien lejos del que los fanáticos hubiéramos querido. El que Manolito se suicidara tras la quiebra de sus abarrotes en una crisis económica y el que Mafalda muriera atropellada por un camión, no eran desenlaces dignos de los personajes, mucho menos si el vehículo que mató a Mafalda era militar o de una empresa de sopa, imágenes ambas de aquello que la nena más detestaba.
El humor negro tiene límites, y aquel mensaje que tanto circuló por internet cruza las barreras. Una cosa es que la historia hiciera de lo cotidiano un lugar común y otra, muy distinta, que terminara como podría haber sido en la vida misma.
El mensaje aquel quedó como tantas otras historias que nadie sabe cómo surgieron o quien las escribió, pero que fuerza de reenvío llegan a pasar por ciertas.
Así fue hasta esta semana en que Quino vino a México para promover la reedición de “Mafalda Inédita”. La presentación fue marco para que el autor aclarara que Mafalda no murió y, más aún, que le sorprendía la inventiva nacional. Las noticias coinciden: “en medio de risas el caricaturista aseguró que muchos mexicanos le han dicho yo vi la tira dibujada por usted, cuando, reconoce, que jamás se la hubiera imaginado y que, cuando conoció semejante leyenda tan graciosa le provocó un ataque de risa”.
“Esa leyenda del camión de sopa, porque hay varias versiones, una que es un camión de la policía, otra que es un camión de sopa, nació aquí en México”, reiteró Quino.
La de la letra suelta el cuerpo. ¡Uuufff! Menos mal. Algo así me imaginaba, que iba a ser como esa otra historia que las cadenas de internet le atribuyen a Jorge Luis Borges y resulta que es autoría de Johnny Welch y El Mofles. No dudo que el ventrílocuo Welch (también licenciado en Derecho, con maestría en Criminología) tenga buenos textos, pero Borges es Borges.
Con los años, muchos descendientes de Mafaldófilos han adoptado el gusto tras descubrir “esos libros de monitos” en los estantes, cartones o bibliotecas de la familia. Con ello Mafalda ha reafirmado su intemporalidad y Quino ha quedado a la altura de Nostradamus, cada línea de sus tiras ha sido un vaticinio. “El mundo está malo, le duele el Asia”. “Lo peor es que el empeoramiento empieza a empeorar”, arañan hoy la categoría de profecías.
También con los años, aquellos lectores primeros han confirmado su preferencia por tal o cual personaje. Para muchos resultará blasfemia, pero a esta su amiga le encantan Manolito y Susanita. Desde un principio los hice míos, porque al ser tan opuestos abarcan todo el espectro y porque tienen bien claro lo que quieren en la vida y no hay tentación alguna que los haga cambiar de metas.
Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com. Que tenga una semana en que, parafraseando a Manolito, los cheques de las burlas no tengan fondos en el banco de su ánimo.
Marisa Pineda
“El dinero no es la felicidad. ¡Ah! Pero como se le parece”. Con esa contundencia Manolito apabulla a Susanita, en la tira cómica Mafalda, autoría de Joaquín Salvador Lavado “Quino”. Las tiras llegaron a México en doce libros que fueron, y siguen siendo para muchos, el primer acercamiento con lo que se convertiría en una filosofía de vida.
Mafalda empezó a publicarse el 29 de septiembre de 1964 en el semanario “Primera Plana” (Buenos Aires), de ahí pasó a “El Mundo” (1965 a 1967, en que cerró el diario) y concluyó en “Siete Días Ilustrados” (1968 al 25 de junio de 1973, cuando Quino se despide de los lectores). Las historias presentan a una niña, primogénita de una familia de clase media, y su forma de ver el mundo en una época marcada por el rock, el comunismo, el totalitarismo, la píldora anticonceptiva, la llegada del hombre a la Luna. Una suma de historias que si bien transcurren en la Argentina de aquellos años, se han convertido en lugar común para las generaciones de entonces y, aún, de ahora.
Mafalda llegó a la barriada de la de la letra cuando esta su amiga estaba en la secundaria. Una vecina, algunos años mayor que nosotros, era quien compraba los libros de Quino, ostentándolos como prueba contundente de su autoproclamada mentalidad abierta. A las amistades de su misma edad, en cambio, les presumía su colección de novelas Jazmín, Perla, Pasión y las de Bárbara Cartland. Liberal o conservadora, lo bueno era que compartía con el vecindario sus Mafalda, sin importarle que le regresáramos los libritos con las hojas despegadas y las pastas gastadas tras pasar de mano en mano.
Con cada libro que llegaba el grupo se iba decantando; por un lado quienes declaraban abiertamente que preferían las entregas semanales de Rarotonga o la fotonovela Musical, la Cita o la italiana (traducida, claro) Rutas de Pasión. Por el otro, los que conchuda y descaradamente nos preguntábamos “cuando irá a comprar la nueva (Mafalda) para que nos la preste”.
Si bien la tira toma el nombre de Mafalda, los demás personajes son igual de protagónicos, ingeniosos y entrañables: Manolito (hijo de abarrotero, vedado para las letras, aspirante a multimillonario); Susanita (excelente chismosa, cuya meta es casarse y tener hijitos), Felipe (con fobia a la escuela y fanático del El Llanero Solitario), Miguelito (pésimo músico, admirador de Louis Armstrong en cuyo honor se hace llamar El Famoso Trompetista de Color); Libertad (diminuta… de tamaño, irónica como ella sola), Guille (hermano menor de Mafalda, egoísta, con gran sentido común). De Mafalda, Umberto Eco ha hecho la mejor descripción: “heroína iracunda que rechaza al mundo tal cual es… reivindicando su derecho a seguir siendo una niña que no quiere hacerse cargo de un universo adulterado por los padres”. La de la letra sólo puede agregar: no le gusta la sopa y es admiradora de Los Beatles.
En aquellos tiempos más de un simpatizante de Mafalda adoptó la pose y emprendió una ardua labor de autoconvencimiento para detestar la sopa. Responder a los padres con las ingeniosas frases que Quino ponía en boca de sus personajes costó muchos regaños y castigos. Regaños, sarcasmos y abiertas burlas recibieron también los que intentaron reemplazar en su hablar cotidiano el vos por el tu, el ché por el compa, el pibe por el plebe y el sos por el eres.
Pero si algo lograron hacer los regaños y los años en los fanáticos de Mafalda fue volver más creíbles y entrañables las historias de los personajes. Tiempos traen tiempos, y aún cuando Quino ha sido fiel a su propósito de no repetirse y despidió la serie en 1973; de ahí a la fecha han aparecido las compilaciones “Diez años con Mafalda”, “Mafalda Inédita” (que celebra los primeros 25 años de la historia y contiene 48 “tiras y dibujos nunca publicados en libro” que aparecieron en “Primera Plana”) y “Toda Mafalda” más de 600 páginas con las Mafaldas públicas y privadas, en edición de lujo.
Los albores del nuevo siglo trajeron vía internet un artículo que habla del futuro de los personajes de la historia en su edad adulta. El presunto final estaba bien lejos del que los fanáticos hubiéramos querido. El que Manolito se suicidara tras la quiebra de sus abarrotes en una crisis económica y el que Mafalda muriera atropellada por un camión, no eran desenlaces dignos de los personajes, mucho menos si el vehículo que mató a Mafalda era militar o de una empresa de sopa, imágenes ambas de aquello que la nena más detestaba.
El humor negro tiene límites, y aquel mensaje que tanto circuló por internet cruza las barreras. Una cosa es que la historia hiciera de lo cotidiano un lugar común y otra, muy distinta, que terminara como podría haber sido en la vida misma.
El mensaje aquel quedó como tantas otras historias que nadie sabe cómo surgieron o quien las escribió, pero que fuerza de reenvío llegan a pasar por ciertas.
Así fue hasta esta semana en que Quino vino a México para promover la reedición de “Mafalda Inédita”. La presentación fue marco para que el autor aclarara que Mafalda no murió y, más aún, que le sorprendía la inventiva nacional. Las noticias coinciden: “en medio de risas el caricaturista aseguró que muchos mexicanos le han dicho yo vi la tira dibujada por usted, cuando, reconoce, que jamás se la hubiera imaginado y que, cuando conoció semejante leyenda tan graciosa le provocó un ataque de risa”.
“Esa leyenda del camión de sopa, porque hay varias versiones, una que es un camión de la policía, otra que es un camión de sopa, nació aquí en México”, reiteró Quino.
La de la letra suelta el cuerpo. ¡Uuufff! Menos mal. Algo así me imaginaba, que iba a ser como esa otra historia que las cadenas de internet le atribuyen a Jorge Luis Borges y resulta que es autoría de Johnny Welch y El Mofles. No dudo que el ventrílocuo Welch (también licenciado en Derecho, con maestría en Criminología) tenga buenos textos, pero Borges es Borges.
Con los años, muchos descendientes de Mafaldófilos han adoptado el gusto tras descubrir “esos libros de monitos” en los estantes, cartones o bibliotecas de la familia. Con ello Mafalda ha reafirmado su intemporalidad y Quino ha quedado a la altura de Nostradamus, cada línea de sus tiras ha sido un vaticinio. “El mundo está malo, le duele el Asia”. “Lo peor es que el empeoramiento empieza a empeorar”, arañan hoy la categoría de profecías.
También con los años, aquellos lectores primeros han confirmado su preferencia por tal o cual personaje. Para muchos resultará blasfemia, pero a esta su amiga le encantan Manolito y Susanita. Desde un principio los hice míos, porque al ser tan opuestos abarcan todo el espectro y porque tienen bien claro lo que quieren en la vida y no hay tentación alguna que los haga cambiar de metas.
Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com. Que tenga una semana en que, parafraseando a Manolito, los cheques de las burlas no tengan fondos en el banco de su ánimo.
lunes, 24 de noviembre de 2008
Esta semana ha estado movida en el aspecto noticioso: la detención del ex titular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada por sus presuntos nexos con el narcotráfico; el penoso papel de nuestra Selección Nacional de Futbol y, por encima de todo ello, una noticia que sacudió las páginas en periódicos de los cinco continentes: la supermodelo Karolina Kurkova ¡no tiene ombligo!
La crisis ya es cliente fiel en los espacios noticiosos, tanto que se ha vuelto familiar; ver a Gloria Trevi diciendo que no va a pasar nada ya no asusta. Los malos y buenos augurios empiezan a leerse con la resignación de quien lee un horóscopo y se prepara para tener una semana de turbulencias amorosas, ante la humana imposibilidad de realinear a Saturno y a Marte en conjunción con Mercurio.
Algo similar ocurre con la muerte, cliente frecuente en las noticias. La cifra de asesinatos relacionados con el crimen organizado pareciera tener vida propia y pese a todo, y a todos, crece día a día. Triste caso este, en que la Muerte ha perdido su papel trascendente para convertirse en mero número.
Luego vino la derrota de la Selección Mexicana de Futbol. No le aunque, dijeron, de panzazo pero nos colamos. No me quiero imaginar con qué cara cualquier miembro de la Selección le va a exigir a su hijo buenas calificaciones, con qué cara le va a reclamar que haya pasado de año de panzazo. Peor aún, ¿en verdad creemos que jugando así nos alcanza para estar en un Mundial?
(A propósito, la de la letra se permite hacerle una recomendación: visite el sitio http://lapelotaelcorazondelaire.blogspot.com/ es de mi amigo El Poeta, maestro de futbol, tanto que aún quienes somos analfabetas futboleros le entendemos.)
Luego vino el caso de los de la estación espacial Endeavour, a quienes les ha llovido sobre mojado. Que si le salieron hongos a la nave (malo), que si se les escapó una araña (muy malo), que si tienen un problema en un panel solar (más malo), que si al querer repararlo se les cayó la caja de herramienta (mucho más malo), que si no pueden reciclar la orina (muchísimo más malo). Con que regresen y la araña no se vuelva un ser mutante, como en las películas de ciencia ficción de bajo presupuesto, todo quedará como anécdota.
Pero qué la crisis y qué las arañas. Hubo algo que conmocionó las páginas de los diarios y sitios de internet en los cinco continentes: Karolina Kurkova ¡no tiene ombligo!. ¡Ooohh!
Ahí tiene a la beldad checa en la pasarela de la marca de lencería Victoria’s Secret, con su metro 80 de estatura; su largo pelo rubio, labios carnosos, ojos verdes; sus 84 centímetros de busto, 57 de cintura y 87 de cadera. Demostrando a sus 24 años porque ha sido la Modelo del Año en repetidas ocasiones, desde que inició su carrera a la temprana edad de 14 años. Confirmándose como una de las modelos mejor pagadas en el mundo, con ganancias anuales promedio de tres millones de dólares, según la revista Forbes. La Kurkova sin ombligo, vivo ejemplo del dicho: qué me importa el mar si perla soy.
Ante el aspaviento mundial que armó la ausencia de ombligo en la supermodelo, su agente se limitó a decir “no es una alienígena”. Ella puntualizó que no hablaría sobre el tema; sin embargo, poniéndonos a especular, no lo dude que esto sea el inicio de una nueva moda y más de una pegue carrera a que le quiten el ombligo. De hecho, en Japón hay una cirugía, llamada hesodashi, para darle al ombligo forma de almendra, cuesta en promedio mil dólares, según las publicaciones que le han dedicado espacio.
Los del Departamento de Etimologías de A dos de tres señalan que la palabra ombligo proviene del latín umbilicus, que significa centro o punto medio. Los griegos le llamaban omphalos, centro, y tenían una diosa dedicada a él, la diosa Ónfale. Para los griegos el ombligo era el centro de la vida, del universo. En culturas como la hindú o la maorí de Nueva Zelanda, ese hoyito tiene significados que van del erótico al mágico. Para no ir más lejos tenemos a México, palabra que, según la mayoría de las hipótesis, proviene del náhuatl Metztli, luna, xictli, centro u ombligo, y co, sufijo de lugar, es decir el centro de la Luna o el ombligo de la Luna.
Hasta hace no mucho tiempo el ombligo servía para acumular mugre y para perforarlo y adornarlo con un arete. Luego sirvió para procedimientos quirúrgicos como la laparoscopía y más recientemente para guardarlo por si se necesitan células madre para trasplantar y tratar enfermedades como la leucemia.
Sobre el ombligo hay tantas tradiciones como culturas. En el barrio en que se crió la de la letra, por generaciones las madres y abuelas tuvieron la grandísima responsabilidad de rescatar y guardar el ombligo del plebe, en cuanto se caía. Lo envolvían en un pañuelito y lo ponían en un sitio seguro (donde no se lo fueran a comer los gatos o algún otro animal), ahí lo tenían años y años. Las abnegadas cabecitas blancas hacían ese ritual con el noble propósito de que el vástago no se fuera a ir de su protección. Pese a la salvaguarda de la tripa seca, no faltaba el hijito, de ya casi 40 años, que se aferraba a emprender el vuelo en contra de la voluntad materna. Ello obligaba a convocar a junta urgente de comadres, quienes, tras considerar los hechos, sentenciaban: entiérrale el ombligo (en la creencia que así no abandonaría la tierra). Lo más seguro es que de ahí surgiera el dicho “aquí me enterraron el ombligo”, para referirse al lugar del cual uno no quiere alejarse o al cual desea regresar para quedarse.
Pero ese no era el único ritual de las matriarcas de antes. En cuanto el plebe salía al mundo, las más sabias revisaban la tripa centímetro a centímetro para predecir el carácter que tendría el recién nacido. Aquellas manos tenían el don de anticipar si el chamaco sería inteligente, obediente, o bien si le iba a dar muchos dolores de cabeza a la madre, ya porque resultara tapado para el estudio o muy voluntarioso.
Había también otra labor igual de importante: estar bien pendientes de que la comadrona o el médico hicieran el corte y el nudo preciso para que el escuincle no quedara ombligón. Tras el nudo, se fajaba bien al recién nacido. En las tiendas se vendían fajeros, aunque había quienes preferían la firmeza de un paliacate o una venda ancha. Algunos médicos sugerían dejar el ombligo al aire para prevenir infecciones, las madres decían que sí, pero en cuanto el galeno se daba la vuelta corrían a ponerles el fajero, porque “será muy el doctor, pero si el niño llora mucho y no trae faja se hace ombligón y se puede herniar”.
Al llegar la moda de enseñar el ombligo, se supo quien era quien. Hubo fuertes reclamos por tener ombligo saltón, como botón forrado. Reproches por estar condenada a no usar pantalones a la cadera con blusas cortitas o amarradas a la cintura, mucho menos bikini. Las ombligonas tenían que poner su carota al recibir el cuestionamiento ¿no te puso faja tu mamá cuando eras chiquita?
Así fue hasta esta semana, en que la Kurkova salió a la pasarela cambiando la historia de la estética, pero, sobre todo, refrescando el panorama noticioso mundial.
Gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com Que tenga una semana en la que Usted sea el ombligo del mundo.
La crisis ya es cliente fiel en los espacios noticiosos, tanto que se ha vuelto familiar; ver a Gloria Trevi diciendo que no va a pasar nada ya no asusta. Los malos y buenos augurios empiezan a leerse con la resignación de quien lee un horóscopo y se prepara para tener una semana de turbulencias amorosas, ante la humana imposibilidad de realinear a Saturno y a Marte en conjunción con Mercurio.
Algo similar ocurre con la muerte, cliente frecuente en las noticias. La cifra de asesinatos relacionados con el crimen organizado pareciera tener vida propia y pese a todo, y a todos, crece día a día. Triste caso este, en que la Muerte ha perdido su papel trascendente para convertirse en mero número.
Luego vino la derrota de la Selección Mexicana de Futbol. No le aunque, dijeron, de panzazo pero nos colamos. No me quiero imaginar con qué cara cualquier miembro de la Selección le va a exigir a su hijo buenas calificaciones, con qué cara le va a reclamar que haya pasado de año de panzazo. Peor aún, ¿en verdad creemos que jugando así nos alcanza para estar en un Mundial?
(A propósito, la de la letra se permite hacerle una recomendación: visite el sitio http://lapelotaelcorazondelaire.blogspot.com/ es de mi amigo El Poeta, maestro de futbol, tanto que aún quienes somos analfabetas futboleros le entendemos.)
Luego vino el caso de los de la estación espacial Endeavour, a quienes les ha llovido sobre mojado. Que si le salieron hongos a la nave (malo), que si se les escapó una araña (muy malo), que si tienen un problema en un panel solar (más malo), que si al querer repararlo se les cayó la caja de herramienta (mucho más malo), que si no pueden reciclar la orina (muchísimo más malo). Con que regresen y la araña no se vuelva un ser mutante, como en las películas de ciencia ficción de bajo presupuesto, todo quedará como anécdota.
Pero qué la crisis y qué las arañas. Hubo algo que conmocionó las páginas de los diarios y sitios de internet en los cinco continentes: Karolina Kurkova ¡no tiene ombligo!. ¡Ooohh!
Ahí tiene a la beldad checa en la pasarela de la marca de lencería Victoria’s Secret, con su metro 80 de estatura; su largo pelo rubio, labios carnosos, ojos verdes; sus 84 centímetros de busto, 57 de cintura y 87 de cadera. Demostrando a sus 24 años porque ha sido la Modelo del Año en repetidas ocasiones, desde que inició su carrera a la temprana edad de 14 años. Confirmándose como una de las modelos mejor pagadas en el mundo, con ganancias anuales promedio de tres millones de dólares, según la revista Forbes. La Kurkova sin ombligo, vivo ejemplo del dicho: qué me importa el mar si perla soy.
Ante el aspaviento mundial que armó la ausencia de ombligo en la supermodelo, su agente se limitó a decir “no es una alienígena”. Ella puntualizó que no hablaría sobre el tema; sin embargo, poniéndonos a especular, no lo dude que esto sea el inicio de una nueva moda y más de una pegue carrera a que le quiten el ombligo. De hecho, en Japón hay una cirugía, llamada hesodashi, para darle al ombligo forma de almendra, cuesta en promedio mil dólares, según las publicaciones que le han dedicado espacio.
Los del Departamento de Etimologías de A dos de tres señalan que la palabra ombligo proviene del latín umbilicus, que significa centro o punto medio. Los griegos le llamaban omphalos, centro, y tenían una diosa dedicada a él, la diosa Ónfale. Para los griegos el ombligo era el centro de la vida, del universo. En culturas como la hindú o la maorí de Nueva Zelanda, ese hoyito tiene significados que van del erótico al mágico. Para no ir más lejos tenemos a México, palabra que, según la mayoría de las hipótesis, proviene del náhuatl Metztli, luna, xictli, centro u ombligo, y co, sufijo de lugar, es decir el centro de la Luna o el ombligo de la Luna.
Hasta hace no mucho tiempo el ombligo servía para acumular mugre y para perforarlo y adornarlo con un arete. Luego sirvió para procedimientos quirúrgicos como la laparoscopía y más recientemente para guardarlo por si se necesitan células madre para trasplantar y tratar enfermedades como la leucemia.
Sobre el ombligo hay tantas tradiciones como culturas. En el barrio en que se crió la de la letra, por generaciones las madres y abuelas tuvieron la grandísima responsabilidad de rescatar y guardar el ombligo del plebe, en cuanto se caía. Lo envolvían en un pañuelito y lo ponían en un sitio seguro (donde no se lo fueran a comer los gatos o algún otro animal), ahí lo tenían años y años. Las abnegadas cabecitas blancas hacían ese ritual con el noble propósito de que el vástago no se fuera a ir de su protección. Pese a la salvaguarda de la tripa seca, no faltaba el hijito, de ya casi 40 años, que se aferraba a emprender el vuelo en contra de la voluntad materna. Ello obligaba a convocar a junta urgente de comadres, quienes, tras considerar los hechos, sentenciaban: entiérrale el ombligo (en la creencia que así no abandonaría la tierra). Lo más seguro es que de ahí surgiera el dicho “aquí me enterraron el ombligo”, para referirse al lugar del cual uno no quiere alejarse o al cual desea regresar para quedarse.
Pero ese no era el único ritual de las matriarcas de antes. En cuanto el plebe salía al mundo, las más sabias revisaban la tripa centímetro a centímetro para predecir el carácter que tendría el recién nacido. Aquellas manos tenían el don de anticipar si el chamaco sería inteligente, obediente, o bien si le iba a dar muchos dolores de cabeza a la madre, ya porque resultara tapado para el estudio o muy voluntarioso.
Había también otra labor igual de importante: estar bien pendientes de que la comadrona o el médico hicieran el corte y el nudo preciso para que el escuincle no quedara ombligón. Tras el nudo, se fajaba bien al recién nacido. En las tiendas se vendían fajeros, aunque había quienes preferían la firmeza de un paliacate o una venda ancha. Algunos médicos sugerían dejar el ombligo al aire para prevenir infecciones, las madres decían que sí, pero en cuanto el galeno se daba la vuelta corrían a ponerles el fajero, porque “será muy el doctor, pero si el niño llora mucho y no trae faja se hace ombligón y se puede herniar”.
Al llegar la moda de enseñar el ombligo, se supo quien era quien. Hubo fuertes reclamos por tener ombligo saltón, como botón forrado. Reproches por estar condenada a no usar pantalones a la cadera con blusas cortitas o amarradas a la cintura, mucho menos bikini. Las ombligonas tenían que poner su carota al recibir el cuestionamiento ¿no te puso faja tu mamá cuando eras chiquita?
Así fue hasta esta semana, en que la Kurkova salió a la pasarela cambiando la historia de la estética, pero, sobre todo, refrescando el panorama noticioso mundial.
Gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com Que tenga una semana en la que Usted sea el ombligo del mundo.
miércoles, 19 de noviembre de 2008
A dos de tres
Marisa Pineda
¿Le ha tocado ver el anuncio del pedigrí? Ese donde sale un perro atrapado en una perrera y se escucha: “sé dar la patita, me gusta jugar con la pelota, no sé cómo vine a dar aquí, quiero irme a casa”. A esta su amiga ese comercial la pone triste, porque le recuerda a las mascotas que ha tenido. Sin embargo, tiempos traen tiempos y ahora las mascotas son virtuales. Los primeros fueron los tamagochis, luego llegaron los neopets, lo de hoy es el pet society ¿lo conoce?
En los más remotos recuerdos de quien esto escribe se encuentra La Borola; una perra que parecía estopa de mecánico, cuya mayor gracia era robarse juguetes, o artefacto que a ella se le figurara lo era, y obsequiárselos a su dueña, que era yo.
Tras la Borola llegó la Marimba, pastor alemán gris de alcurnia bien perrona. Fue a dar conmigo por obsequio y se convirtió en mi guarura. Duró un buen de años hasta que se dejó morir. Un día, La Matriarca enfermó y tuvo una prolongada estadía hospitalaria, la Marimba se metió bajo el catre de La Matriarca y ahí se echó, se negó a comer y a volver a salir, hasta morir.
Los años llevaron a casa otros tantos canes; algunos de fina estirpe, otros el vivo ejemplo de la suma de razas. Hubo uno que llegó bien guapito, con moño y en canasta, quien lo llevó presumía la casta de aquel husky. La casta se la llevó el agua, cuando en la primera bañada las orejas del cachorro se despegaron, develando a un perro chancualillo al que el ingenio de los vendedores, y un poco de pegamento, lo habían convertido a un husky ciento por ciento pirata.
El tiempo llevó también a casa un pez, un gato, un conejo, unos pollos y unos gansos. El pez arribó directo de la presa Sanalona, era como una tilapia (los conocedores decían que sí lo era) chiquitita que había sobrevivido a una tarde de pesca. Vivió en un balde, de ahí se mudó a una pecera ganada jugando canicas en la verbena. El pez adoptó la mala costumbre de saltar, varias madrugadas, luego de escuchar “tras”, la de la letra tenía que ir presta a regresar al pez a su medio. Un día brincó cuando la casa estaba sola, al llegar y ver al pez boqueando fue un llanto el mío. Me apresuré a enterrarlo antes de que La Matriarca lo echara al sartén.
El gato llegó bien chiquito, todo cochino, lo bañé temiendo que se fuera a morir en ese instante, pues la conseja popular advertía: a los gatos no se les debe bañar porque se mueren. Ahí me tiene enjabonándolo en lo que bajaba toda la corte del cielo, corroboré que puede que el agua no les guste, pero no se mueren si los baña. Al tiempo también comprobé que uno no adopta a un gato, el gato lo adopta a uno.
El conejo fue sobreviviente de la clase de biología en la secundaria. Era blanco, blanco. El maestro nos había hecho integrarnos en equipos y pidió lleváramos una rana o un conejo para un experimento de disección, el encargado de la materia prima no encontró rana y llevó al conejo. No recuerdo por qué causa sobrevivió a la científica curiosidad secundariana, terminando en una de las bolsas del uniforme de esta su amiga. Así llegó a casa, donde se dedicó a comer, engordar, crecer y ganarse a pulso su expulsión del hogar. Un día de esos de calor, en que lo único fresco es un petate en el piso, La Matriarca hizo lo propio. A ella fue a dar el conejo y, aprovechando el sueño pesado de la doña, le mordisqueó el pelo hasta dejarle una calvicie como de monje dominico. Al despertar, La Matriarca se abalanzó contra el conejo, que la recibió clavándole sus dos dientotes. Tras ese hecho, el lepórido fue a dar con una vecina (era eso o echarlo a la cazuela), ahí le llevaron una compañera y se dedicó a reproducirse como conejo que era.
De los pollos no hay mucho que decir, fueron lindos mientras estuvieron chiquitos y mantenían su hermoso color verde, rosa o azul. Sí, porque era común que en las ferias y kermeses los expositores regalaran a los niños una bolsa de papel con hoyitos y dentro de ella un pollo pintado con alguno de esos colores. Eran hermosos en tanto no se les cayera el color y crecieran.
Los gansos no se los recomiendo como mascotas, son muy bravos, dan miedo. Nada que ver con los patos, que pese a su mal carácter no son tan agresivos.
Pero el tiempo trajo a casa también otras mascotas: las virtuales. El primero fue el tamagochi, cuyo nombre dio lugar a apodos y albures al por mayor. Se creó a mediadios de los años 90 y es, quizás, la primera mascota virtual. Los del Departamento de Etimología de A dos de tres dicen que el nombre proviene de la palabra japonesa tamago, que significa huevo, y chí, que representa afecto. El juguete, en efecto, tenía forma de huevo, venía en colores brillantes y los de la marca Bandai eran los más caros, por ser los originales.
El tamagochi traía una cadenita, de tal forma que podía traerse como llavero o dije, para poder estar al pendiente del animalito que aparecía en la pantalla. A ese ser virtual había que darle de comer, bañarlo, jugar con él y darle su medicina en caso de que se enfermara. Hiciera lo que hiciera, irremediablemente se moría en no más de 30 días o mutaba hasta “hacerse malo”, lo cual equivalía a que el monito sonriente y lindo se había puesto feo.
En menos de lo que se dice ¡cuaz! llegaron al mercado los tamagochis pirata. Los juguetes se convirtieron en una plaga, no había cuadra donde no encontrara uno a la venta, cada vez más baratos, por cierto. Así como llegaron se fueron. De un día para otro, cual dinosaurios, los tamagochis se extinguieron. Como toda moda, no han de tardar en volverse a popularizar.
El creciente acceso a las computadoras y al servicio de internet trajo consigo los sitios de mascotas virtuales: interactive cyber pets, mikballo, dinopar, miconejo, moutonking y neopets son ejemplo de ellos. Los neopets, uno de los más populares, a diferencia de sus antecesores tamagochis, por más que los desatienda no se morirán. Puede dejarlos sin comer, sin atención, sin medicina, sin nada, ellos se las ingeniarán para sobrevivir. Pareciera que quien diseñó los neopets es el mismo que diseña los virus para las computadoras.
Pero las llamadas redes sociales virtuales, como Hi 5 y Facebook, están ofreciendo a sus usuarios algo más que la posibilidad de encontrar y contactar a sus amigos, o a personas con gustos y aficiones afines. Ahora Facebook tiene dentro de sus utilidades una aplicación llamada Pet Society, que es la moda. Es un juego en el cual adopta una mascota, a la cual podrá vestir, transformar sus características físicas, y alimentarla; el bicho en cuestión viene con una casa que podrá amueblar y adornar, todo ello previo pago. Para pagar tendrá que hacerse de dinero, y para hacerse de dinero deberá competir, apostar o de plano extender la mano para que la caridad virtual le obsequie lo mismo algo de comer, que muebles o ropa.
Tener una mascota en el Pet Society es lo de hoy. ¿Qué seguirá?.
Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, mentadas, invitaciones y hasta felicitaciones por favor en la dirección adosdetres@hotmail.com ¡Ah! Y sí, la de la letra tiene una mascota virtual en el Pet Society, se llama Aboliere. En la vida real tiene a Galileo, el perro que le ladra a la Luna, y a Jovita, la tortuga malencachadita. Que tenga una semana de muchas sonrisas, como de tamagochi contento.
Marisa Pineda
¿Le ha tocado ver el anuncio del pedigrí? Ese donde sale un perro atrapado en una perrera y se escucha: “sé dar la patita, me gusta jugar con la pelota, no sé cómo vine a dar aquí, quiero irme a casa”. A esta su amiga ese comercial la pone triste, porque le recuerda a las mascotas que ha tenido. Sin embargo, tiempos traen tiempos y ahora las mascotas son virtuales. Los primeros fueron los tamagochis, luego llegaron los neopets, lo de hoy es el pet society ¿lo conoce?
En los más remotos recuerdos de quien esto escribe se encuentra La Borola; una perra que parecía estopa de mecánico, cuya mayor gracia era robarse juguetes, o artefacto que a ella se le figurara lo era, y obsequiárselos a su dueña, que era yo.
Tras la Borola llegó la Marimba, pastor alemán gris de alcurnia bien perrona. Fue a dar conmigo por obsequio y se convirtió en mi guarura. Duró un buen de años hasta que se dejó morir. Un día, La Matriarca enfermó y tuvo una prolongada estadía hospitalaria, la Marimba se metió bajo el catre de La Matriarca y ahí se echó, se negó a comer y a volver a salir, hasta morir.
Los años llevaron a casa otros tantos canes; algunos de fina estirpe, otros el vivo ejemplo de la suma de razas. Hubo uno que llegó bien guapito, con moño y en canasta, quien lo llevó presumía la casta de aquel husky. La casta se la llevó el agua, cuando en la primera bañada las orejas del cachorro se despegaron, develando a un perro chancualillo al que el ingenio de los vendedores, y un poco de pegamento, lo habían convertido a un husky ciento por ciento pirata.
El tiempo llevó también a casa un pez, un gato, un conejo, unos pollos y unos gansos. El pez arribó directo de la presa Sanalona, era como una tilapia (los conocedores decían que sí lo era) chiquitita que había sobrevivido a una tarde de pesca. Vivió en un balde, de ahí se mudó a una pecera ganada jugando canicas en la verbena. El pez adoptó la mala costumbre de saltar, varias madrugadas, luego de escuchar “tras”, la de la letra tenía que ir presta a regresar al pez a su medio. Un día brincó cuando la casa estaba sola, al llegar y ver al pez boqueando fue un llanto el mío. Me apresuré a enterrarlo antes de que La Matriarca lo echara al sartén.
El gato llegó bien chiquito, todo cochino, lo bañé temiendo que se fuera a morir en ese instante, pues la conseja popular advertía: a los gatos no se les debe bañar porque se mueren. Ahí me tiene enjabonándolo en lo que bajaba toda la corte del cielo, corroboré que puede que el agua no les guste, pero no se mueren si los baña. Al tiempo también comprobé que uno no adopta a un gato, el gato lo adopta a uno.
El conejo fue sobreviviente de la clase de biología en la secundaria. Era blanco, blanco. El maestro nos había hecho integrarnos en equipos y pidió lleváramos una rana o un conejo para un experimento de disección, el encargado de la materia prima no encontró rana y llevó al conejo. No recuerdo por qué causa sobrevivió a la científica curiosidad secundariana, terminando en una de las bolsas del uniforme de esta su amiga. Así llegó a casa, donde se dedicó a comer, engordar, crecer y ganarse a pulso su expulsión del hogar. Un día de esos de calor, en que lo único fresco es un petate en el piso, La Matriarca hizo lo propio. A ella fue a dar el conejo y, aprovechando el sueño pesado de la doña, le mordisqueó el pelo hasta dejarle una calvicie como de monje dominico. Al despertar, La Matriarca se abalanzó contra el conejo, que la recibió clavándole sus dos dientotes. Tras ese hecho, el lepórido fue a dar con una vecina (era eso o echarlo a la cazuela), ahí le llevaron una compañera y se dedicó a reproducirse como conejo que era.
De los pollos no hay mucho que decir, fueron lindos mientras estuvieron chiquitos y mantenían su hermoso color verde, rosa o azul. Sí, porque era común que en las ferias y kermeses los expositores regalaran a los niños una bolsa de papel con hoyitos y dentro de ella un pollo pintado con alguno de esos colores. Eran hermosos en tanto no se les cayera el color y crecieran.
Los gansos no se los recomiendo como mascotas, son muy bravos, dan miedo. Nada que ver con los patos, que pese a su mal carácter no son tan agresivos.
Pero el tiempo trajo a casa también otras mascotas: las virtuales. El primero fue el tamagochi, cuyo nombre dio lugar a apodos y albures al por mayor. Se creó a mediadios de los años 90 y es, quizás, la primera mascota virtual. Los del Departamento de Etimología de A dos de tres dicen que el nombre proviene de la palabra japonesa tamago, que significa huevo, y chí, que representa afecto. El juguete, en efecto, tenía forma de huevo, venía en colores brillantes y los de la marca Bandai eran los más caros, por ser los originales.
El tamagochi traía una cadenita, de tal forma que podía traerse como llavero o dije, para poder estar al pendiente del animalito que aparecía en la pantalla. A ese ser virtual había que darle de comer, bañarlo, jugar con él y darle su medicina en caso de que se enfermara. Hiciera lo que hiciera, irremediablemente se moría en no más de 30 días o mutaba hasta “hacerse malo”, lo cual equivalía a que el monito sonriente y lindo se había puesto feo.
En menos de lo que se dice ¡cuaz! llegaron al mercado los tamagochis pirata. Los juguetes se convirtieron en una plaga, no había cuadra donde no encontrara uno a la venta, cada vez más baratos, por cierto. Así como llegaron se fueron. De un día para otro, cual dinosaurios, los tamagochis se extinguieron. Como toda moda, no han de tardar en volverse a popularizar.
El creciente acceso a las computadoras y al servicio de internet trajo consigo los sitios de mascotas virtuales: interactive cyber pets, mikballo, dinopar, miconejo, moutonking y neopets son ejemplo de ellos. Los neopets, uno de los más populares, a diferencia de sus antecesores tamagochis, por más que los desatienda no se morirán. Puede dejarlos sin comer, sin atención, sin medicina, sin nada, ellos se las ingeniarán para sobrevivir. Pareciera que quien diseñó los neopets es el mismo que diseña los virus para las computadoras.
Pero las llamadas redes sociales virtuales, como Hi 5 y Facebook, están ofreciendo a sus usuarios algo más que la posibilidad de encontrar y contactar a sus amigos, o a personas con gustos y aficiones afines. Ahora Facebook tiene dentro de sus utilidades una aplicación llamada Pet Society, que es la moda. Es un juego en el cual adopta una mascota, a la cual podrá vestir, transformar sus características físicas, y alimentarla; el bicho en cuestión viene con una casa que podrá amueblar y adornar, todo ello previo pago. Para pagar tendrá que hacerse de dinero, y para hacerse de dinero deberá competir, apostar o de plano extender la mano para que la caridad virtual le obsequie lo mismo algo de comer, que muebles o ropa.
Tener una mascota en el Pet Society es lo de hoy. ¿Qué seguirá?.
Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, mentadas, invitaciones y hasta felicitaciones por favor en la dirección adosdetres@hotmail.com ¡Ah! Y sí, la de la letra tiene una mascota virtual en el Pet Society, se llama Aboliere. En la vida real tiene a Galileo, el perro que le ladra a la Luna, y a Jovita, la tortuga malencachadita. Que tenga una semana de muchas sonrisas, como de tamagochi contento.
lunes, 10 de noviembre de 2008
A dos de tres
Marisa Pineda
Yo que sólo canté de la exquisita /partitura del íntimo decoro, /alzo hoy la voz a la mitad del foro/ a la manera del tenor que imita/la gutural modulación del bajo, /para cortar a la epopeya un gajo.
Así empieza La Suave Patria, poema de Ramón López Velarde, que era indispensable en todas las ceremonias escolares para conmemorar la Revolución Mexicana. El 20 de Noviembre esta a la vuelta de la esquina, en lenguaje de padre de familia eso significa: uniforme nuevo y/o caracterización del retoño para el desfile y/o homenaje.
Cuando la de la letra iba en la primaria por estos días empezaban las audiciones para los bailables. Dada la naturaleza del festejo el repertorio era exclusivamente de folclor mexicano; el Jarabe Tapatío era de rigor, al igual que los corridos revolucionarios, “La Adelita”, “La rielera” y “La cucaracha”, a la cual todavía no le censuraban el por qué no podía caminar.
Una vez elegido el cuerpo de baile, el resto del grupo pagaba tener dos pies izquierdos siendo lanzado a la declamación. La Suave Patria invariablemente era coral.
Mención aparte merecen la escolta y la banda de guerra, esa era la crema y nata escolar. No faltaba quien cuestionara los méritos de Fulano o Sutano, justificando su inclusión en el selecto grupo con la envidiosa explicación: “es que le cae bien al profe”.
La banda de guerra se integraba por alumnos de cuarto a sexto grado, a quienes desde temprana edad les había hecho justicia la Revolución. A cambio de ver al resto del plantel por debajo del hombro, no importaba cargar con los tambores o la corneta como apéndice; día tras día, de ida y de vuelta a la casa “para practicar”.
Plebe que llegaba con tambor o corneta a su casa, madre que se paraba de pestañas porque sabía que ello significaba invertir en guapear la pieza con un paño con galones; así como en el uniforme de gala del chamaco, sin contar la caminata en busca de las borlas para las mangas de la camisa, la boina y los guantes blancos. Todo para contemplar al cachorro destrozar el compás de los tambores, o ver como se iba poniendo morado porque el aire no le daba para terminar la parte de la trompeta, por más que hinchara los cachetes.
En las casas de quienes les había tocado bailable la estampa era similar. ¿Qué vas a salir de qué? ¿Y para cuando tenemos que mandar el dinero? Exclamaban los paterfamilias cuando uno entregaba el papelito mimeografiado enviado por la maestra, donde anunciaba que la criatura participaría en el Festival para Conmemorar la Revolución Mexicana, por lo cual solicitaba el anticipo para los trajes de los bailables. No fueron pocos aquellos padres que, tras hacer cuentas, reclamaran “¿por qué mejor no te escogieron para la recitación?”.
Tenían razón, los de la declamación salían prácticamente ilesos en cuanto a vestuario se refería. A cambio de ese ahorro, debían ejercitar la memoria y aprenderse en tiempo record los versos de La Suave Patria, del poeta zacatecano Ramón López Velarde, considerado como el poeta nacionalista de la Revolución Mexicana. “Suave Patria permite que te envuelva en la más honda música de selva, conque me modelaste todo entero al golpe cadencioso de las hachas y pájaros de oficio carpintero”.
Esa estrofa la declamaba un grupo de uniformados relucientes que decía al unísono: “Suave Patria”. El solista en turno daba un paso al frente, ponía cara de circunstancia, la mirada fija en el infinito (“que nada te distraiga” recomendaba la maestra) y con voz engolada recitaba el resto, mientras el brazo derecho y el izquierdo subían y bajaban alternadamente, como en cámara lenta, para rematar con ambos brazos al frente a la altura de la cabeza. Al final, tras bambalinas salían los reclamos: “el Fulanito no más abrió la boca y el perenganito iba por su lado”. Sí, porque sincronizar las palabras Suave Patria era casi tan difícil como sincronizar los semáforos peatonales de la Obregón (en los que por cierto se ven pasar los ocho segundos más rápidos de la existencia, cuando del 19 se brinca al once. La vida es un suspiro).
Pero el asunto no terminaba ahí, no, estaba otro grupo: el de los que desfilaban caracterizados. A quienes les tocaba ser Emiliano Zapata tenían fácil la encomienda: el pantalón no era problema, la camisa tampoco, se reciclaba el sombrerote que había quedado de la noche del grito, dejando el Viva México y tapando con pintura Vinci el cab... Un pedazo de peluche negro, pegado con cinta adhesiva, resolvía el bigotazo.
Para los que les había tocado ser Francisco Villa, Venustiano Carranza o Álvaro Obregón el panorama era más complicado. El traje se resolvía con un pantalón y una camisa marca Gacela (las más baratas por entonces) color caqui; unos botones dorados hacían las veces de estrellas, dando lugar a que en aquellos desfiles hubiera generales hasta de media docena de estrellas. Un tubo de cartulina negra en cada pierna convertía inmediatamente a los choclos escolares en botas; en tanto que un sombrero de cartoncillo gris, con mucha imaginación quedaba igual al del general Villa. Quien iba así sabía bien, en su interior, que por más esfuerzos de la madre, la caracterización había quedado bien lejos del Pancho Villa de las estampitas, o de las películas de Pedro Armendáriz. El espejo decía que se asemejaba más a Agallón Mafafas, el personaje del dueto cómico Los Polivoces. Pese a lo que dijeran las bondadosas progenitoras, el plebero se encargaría de confirmar esa última semejanza.
Quien sabe por qué razón a los desfiles se les añadían bastoneras. Nada que ver, pero allá va el grupo de animadoras post-revolucionarias. Falda corta con mucho vuelo, botas altas y un sombrero como de domador de circo eran el uniforme de este grupo. El cartoncillo de nuevo llegaba a salvar la situación haciendo las veces de bota y sombrero, con el añadido de que había que recubrirlo con papel lustre para que pareciera charol. ¡Pura opulencia!
Al pasar a la secundaria, el asunto se repetía, con la salvedad de que al llegar a la pubertad el sentido del ridículo se hace tan presente como los barros en la cara. La almidonada interpretación de la Suave Patria se volvía motivo de crueles parodias. Salir en el bailable dejaba de ser premio para convertirse en castigo a la gracia y el donaire. Pertenecer a la banda de guerra era un suplicio porque los ensayos eran más frecuentes y las distancias a recorrer más largas. Ser bastonera era una imborrable oportunidad para escuchar las más asquerosas obscenidades y descubrir que para ese papel no se requería talento, sino estómago.
A estas alturas del partido, aquel cuya madre le decía que llevaría botas de cartón prefería tragarse un triángulo de Magsokon, para provocarse una incontenible diarrea, antes de enfrentar el escarnio de toda una escuela. Preferible perder un punto, o que lo reprobaran en Civismo, que desfilar con una caracterización tan chafa.
Suave Patria: tu casa todavía /es tan grande, que el tren va por la vía /como aguinaldo de juguetería. Ya viene el 20 de Noviembre, si tiene hijo en edad de desfilar, ¡por piedad!, no permita que estrene zapatos ese día. Cómprelos antes para que los horme. Recuerde como quedaba uno con los pies ampollados, sangrantes, tras desfilar con zapatos nuevos. Acuérdese.
Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com. Muchas gracias a Alejandra Arano por la calaverita que tuvo a bien obsequiar a este espacio y a la de la letra. Gracias por hacer que esto valga la pena. Que tenga una semana sin ampollas en el ánimo.
Marisa Pineda
Yo que sólo canté de la exquisita /partitura del íntimo decoro, /alzo hoy la voz a la mitad del foro/ a la manera del tenor que imita/la gutural modulación del bajo, /para cortar a la epopeya un gajo.
Así empieza La Suave Patria, poema de Ramón López Velarde, que era indispensable en todas las ceremonias escolares para conmemorar la Revolución Mexicana. El 20 de Noviembre esta a la vuelta de la esquina, en lenguaje de padre de familia eso significa: uniforme nuevo y/o caracterización del retoño para el desfile y/o homenaje.
Cuando la de la letra iba en la primaria por estos días empezaban las audiciones para los bailables. Dada la naturaleza del festejo el repertorio era exclusivamente de folclor mexicano; el Jarabe Tapatío era de rigor, al igual que los corridos revolucionarios, “La Adelita”, “La rielera” y “La cucaracha”, a la cual todavía no le censuraban el por qué no podía caminar.
Una vez elegido el cuerpo de baile, el resto del grupo pagaba tener dos pies izquierdos siendo lanzado a la declamación. La Suave Patria invariablemente era coral.
Mención aparte merecen la escolta y la banda de guerra, esa era la crema y nata escolar. No faltaba quien cuestionara los méritos de Fulano o Sutano, justificando su inclusión en el selecto grupo con la envidiosa explicación: “es que le cae bien al profe”.
La banda de guerra se integraba por alumnos de cuarto a sexto grado, a quienes desde temprana edad les había hecho justicia la Revolución. A cambio de ver al resto del plantel por debajo del hombro, no importaba cargar con los tambores o la corneta como apéndice; día tras día, de ida y de vuelta a la casa “para practicar”.
Plebe que llegaba con tambor o corneta a su casa, madre que se paraba de pestañas porque sabía que ello significaba invertir en guapear la pieza con un paño con galones; así como en el uniforme de gala del chamaco, sin contar la caminata en busca de las borlas para las mangas de la camisa, la boina y los guantes blancos. Todo para contemplar al cachorro destrozar el compás de los tambores, o ver como se iba poniendo morado porque el aire no le daba para terminar la parte de la trompeta, por más que hinchara los cachetes.
En las casas de quienes les había tocado bailable la estampa era similar. ¿Qué vas a salir de qué? ¿Y para cuando tenemos que mandar el dinero? Exclamaban los paterfamilias cuando uno entregaba el papelito mimeografiado enviado por la maestra, donde anunciaba que la criatura participaría en el Festival para Conmemorar la Revolución Mexicana, por lo cual solicitaba el anticipo para los trajes de los bailables. No fueron pocos aquellos padres que, tras hacer cuentas, reclamaran “¿por qué mejor no te escogieron para la recitación?”.
Tenían razón, los de la declamación salían prácticamente ilesos en cuanto a vestuario se refería. A cambio de ese ahorro, debían ejercitar la memoria y aprenderse en tiempo record los versos de La Suave Patria, del poeta zacatecano Ramón López Velarde, considerado como el poeta nacionalista de la Revolución Mexicana. “Suave Patria permite que te envuelva en la más honda música de selva, conque me modelaste todo entero al golpe cadencioso de las hachas y pájaros de oficio carpintero”.
Esa estrofa la declamaba un grupo de uniformados relucientes que decía al unísono: “Suave Patria”. El solista en turno daba un paso al frente, ponía cara de circunstancia, la mirada fija en el infinito (“que nada te distraiga” recomendaba la maestra) y con voz engolada recitaba el resto, mientras el brazo derecho y el izquierdo subían y bajaban alternadamente, como en cámara lenta, para rematar con ambos brazos al frente a la altura de la cabeza. Al final, tras bambalinas salían los reclamos: “el Fulanito no más abrió la boca y el perenganito iba por su lado”. Sí, porque sincronizar las palabras Suave Patria era casi tan difícil como sincronizar los semáforos peatonales de la Obregón (en los que por cierto se ven pasar los ocho segundos más rápidos de la existencia, cuando del 19 se brinca al once. La vida es un suspiro).
Pero el asunto no terminaba ahí, no, estaba otro grupo: el de los que desfilaban caracterizados. A quienes les tocaba ser Emiliano Zapata tenían fácil la encomienda: el pantalón no era problema, la camisa tampoco, se reciclaba el sombrerote que había quedado de la noche del grito, dejando el Viva México y tapando con pintura Vinci el cab... Un pedazo de peluche negro, pegado con cinta adhesiva, resolvía el bigotazo.
Para los que les había tocado ser Francisco Villa, Venustiano Carranza o Álvaro Obregón el panorama era más complicado. El traje se resolvía con un pantalón y una camisa marca Gacela (las más baratas por entonces) color caqui; unos botones dorados hacían las veces de estrellas, dando lugar a que en aquellos desfiles hubiera generales hasta de media docena de estrellas. Un tubo de cartulina negra en cada pierna convertía inmediatamente a los choclos escolares en botas; en tanto que un sombrero de cartoncillo gris, con mucha imaginación quedaba igual al del general Villa. Quien iba así sabía bien, en su interior, que por más esfuerzos de la madre, la caracterización había quedado bien lejos del Pancho Villa de las estampitas, o de las películas de Pedro Armendáriz. El espejo decía que se asemejaba más a Agallón Mafafas, el personaje del dueto cómico Los Polivoces. Pese a lo que dijeran las bondadosas progenitoras, el plebero se encargaría de confirmar esa última semejanza.
Quien sabe por qué razón a los desfiles se les añadían bastoneras. Nada que ver, pero allá va el grupo de animadoras post-revolucionarias. Falda corta con mucho vuelo, botas altas y un sombrero como de domador de circo eran el uniforme de este grupo. El cartoncillo de nuevo llegaba a salvar la situación haciendo las veces de bota y sombrero, con el añadido de que había que recubrirlo con papel lustre para que pareciera charol. ¡Pura opulencia!
Al pasar a la secundaria, el asunto se repetía, con la salvedad de que al llegar a la pubertad el sentido del ridículo se hace tan presente como los barros en la cara. La almidonada interpretación de la Suave Patria se volvía motivo de crueles parodias. Salir en el bailable dejaba de ser premio para convertirse en castigo a la gracia y el donaire. Pertenecer a la banda de guerra era un suplicio porque los ensayos eran más frecuentes y las distancias a recorrer más largas. Ser bastonera era una imborrable oportunidad para escuchar las más asquerosas obscenidades y descubrir que para ese papel no se requería talento, sino estómago.
A estas alturas del partido, aquel cuya madre le decía que llevaría botas de cartón prefería tragarse un triángulo de Magsokon, para provocarse una incontenible diarrea, antes de enfrentar el escarnio de toda una escuela. Preferible perder un punto, o que lo reprobaran en Civismo, que desfilar con una caracterización tan chafa.
Suave Patria: tu casa todavía /es tan grande, que el tren va por la vía /como aguinaldo de juguetería. Ya viene el 20 de Noviembre, si tiene hijo en edad de desfilar, ¡por piedad!, no permita que estrene zapatos ese día. Cómprelos antes para que los horme. Recuerde como quedaba uno con los pies ampollados, sangrantes, tras desfilar con zapatos nuevos. Acuérdese.
Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com. Muchas gracias a Alejandra Arano por la calaverita que tuvo a bien obsequiar a este espacio y a la de la letra. Gracias por hacer que esto valga la pena. Que tenga una semana sin ampollas en el ánimo.
miércoles, 5 de noviembre de 2008
A dos de tres
Marisa Pineda
La vida de los muertos está en la memoria de los vivos.
Feliz Día de Muertos. ¡Toing! Así de grandes se abrieron los ojos de la de la letra cuando vio la frase impresa en una tela para mantel, en popular tienda frente a Catedral.
Es verdad que México se distingue del resto del mundo por su celebración del Día de Muertos. Sitios como la isla de Janitzio, en Michoacán, son punto de concentración para visitantes de los cinco continentes, extasiados por el misticismo que envuelve este día al panteón del lugar. La luz de las velas, los colores de las flores, sus olores, el sonido de cánticos y letanías que no cesan día y noche crean una atmósfera única, que sólo puede darse el día en que, según la tradición, los que ya hicieron el viaje sin retorno tienen permiso para venir a comprobar que la vida de los muertos está en la memoria de los vivos.
Y sin importar que de limpios y tragones están llenos los panteones, aquí a la Muerte se le come dulce y salada: en pan, en calaveras de azúcar, en caldos y en cocteles levantamuertos. Aquí la Muerte nos pela los dientes, y se le canta y se le hacen rimas jocosas. A la Muerte le hablamos de tú y le ponemos apodos, “la huesuda”, “la catrina”. Sólo aquí petatearse, entregar el equipo y estirar la pata son sinónimos del verbo morir, porque para morir nacimos.
En todo ello de acuerdísimo, pero de eso a Feliz Día de Muertos… hay una vida de diferencia.
A propósito de la efeméride, el Instituto Nacional de Geografía e Historia (INEGI) emitió un comunicado especial, en el cual informa: “en México, a principio de los años treinta se esperaba que un recién nacido viviera en promedio 33.9 años; al 2008, la esperanza de vida al nacer es de 75 años. Las mujeres viven en promedio casi 5 años más que los hombres. Para este 2008, la tasa bruta de mortalidad es del 4.9 defunciones por cada mil habitantes. En el 2007 –refiere- se registraron 514 mil 420 defunciones; 124 muertes masculinas por cada 100 femeninas. Las principales causas de muerte son: la diabetes mellitus, tumores malignos, enfermedades isquémicas del corazón, enfermedades del hígado, enfermedades cerebrovasculares, enfermedades crónicas de las vías respiratorias inferiores y los accidentes de transporte en conjunto, que fueron causa de 56.2% de las defunciones, ocurridas en 2007”.
La de la letra estaba a punto de hincarle el diente al pan de muerto cuando los del Departamento de Estadísticas de A dos de tres (fanáticos de los números) confirmaron: “sin ánimo de espantar con el petate del muerto, según cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social la diabetes es primera causa de muerte en México, el año pasado registró 21 mil 388 fallecimientos”. Veneno que no mata engorda.
El Sector Salud establece que cada año mueren casi 60 mil personas (niños, jóvenes y adultos) por algún tipo de cáncer, primera causa de muerte en el mundo. Ya lo dice el refrán, “en mal de muerte no hay médico que acierte”, añaden los del Departamento de Culturas Populares de A dos de tres. Cuando la de la letra era niña (cinco o seis años) tenía la idea de que la gente moría en orden cronológico. Un día cualquiera mi mejor amiga, uno o dos años mayor, enfermó de leucemia (la palabra se me hacía tan bonita) y murió. Su partida me enseñó la primera gran lección sobre la vida: la Muerte tiene su propio orden.
Siguiendo con los números: el Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva de la Secretaría de Salud indica que cada 30 minutos muere una persona por lesiones provocadas en accidentes de tránsito, principal causa de muerte en hombres jóvenes.
Hay otras cifras, las de 4 mil 313 muertos, del 1° de diciembre del 2006 al 1° de octubre del 2008. Con ellos la Muerte ha tenido que librar una lucha constante, pues si un día el asesinato de cuatro personas asombra, mañana la proporción tiene que duplicarse para lograr conmover, ya ocho, ya once, ya veintidós, todos en un día a día que no da tiempo para asimilar el hecho de morir. En esos números La Muerte pareciera haber visto como le arrebatan tanto su papel protagónico, como parte de su poder y sus designios.
En las primeras escenas de la película El Padrino, el señor Buonasera acude con don Vito Corleone para pedirle se haga justicia, su hija fue ultrajada y el responsable anda libre por las calles. Don Vito le asegura que “se hará justicia”, anticipándole que quizás un día le pedirá un favor y deberá cumplirlo. Ese día llega cuando a Corleone le asesinan a su hijo Sonny, en una emboscada. Don Corleone entra a la funeraria del señor Buonasera y clama su ayuda. Haz algo por él, mira cómo dejaron a mi hijo, no se lo puedo llevar así a su madre, su madre no lo puede ver así, suplica El Padrino.
Al ver las noticias, son muchas las veces que esta su amiga ha recordado esa escena y se ha preguntado cómo obrará el talento de los empleados de las casas funerarias para rescatar aquellos cuerpos para sus familias. Los caídos en esa carrera, donde las cifras compiten con la forma de morir. Donde a las ejecuciones con armas de fuego con calibres capaces de derrumbar paredes de concreto, le responden las incineraciones, las decapitaciones, los descuartizamientos; los cadáveres con mensajes escritos con todas sus letras o encriptados en billetes o serpientes envueltas al cuerpo, en un código al cual la Muerte misma –de nuevo- parece ajena.
Esos 4 mil 785 asesinados por grupos vinculados al crimen organizado, según las cifras de la Policía Federal Preventiva. Cifras, tan heladas como la muerte misma, que detallan, con la democracia que sólo la Muerte tiene: 4 mil 313 asesinatos fueron de civiles y 472 de elementos de corporaciones policiacas o militares. Fue Séneca quien dijo: “La muerte es un castigo para algunos, para otros un regalo y para muchos un favor”.
La Federación Latinoamericana de Periodistas reporta que del 1° de diciembre del 2006 al 1° de octubre del 2008, en México hubo un periodista asesinado por mes, en promedio; al mes de abril había también cuatro desparecidos. Cuatro que no mueren ni reposan, como dice la canción de Víctor Manuel.
Feliz Día de Muertos dice la tela que la de la letra vio, enseguida le vinieron a la mente los tiempos en que desde la víspera del Día de Muertos estaba estrictamente prohibido jugar a la ouija, a la lotería o a la baraja “no provoques a los espíritus” era la contundente explicación. A cambio, La Llorona, la Mujer de Blanco, la Mujer de Negro, la Mano Peluda y todo el catálogo de espíritus para aterrorizar a chicos y grandes (miedosos de closet) hacían una tregua. En las casas no debía faltar la cruz de velas con el vaso de agua para dar luz a los difuntos. Una vez terminado el rosario que acompañaba la instalación de la cruz de luces, la velación se convertía en una fiesta aderezada con las anécdotas que dejaron los finados. De esos momentos la de la letra recuerda a La Matriarca, puntualizando solemne: “hablo de su vida, no de su muerte”.
Ya sabe: comentarios, sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com. Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Que tenga una semana de vivencias plenas.
Marisa Pineda
La vida de los muertos está en la memoria de los vivos.
Feliz Día de Muertos. ¡Toing! Así de grandes se abrieron los ojos de la de la letra cuando vio la frase impresa en una tela para mantel, en popular tienda frente a Catedral.
Es verdad que México se distingue del resto del mundo por su celebración del Día de Muertos. Sitios como la isla de Janitzio, en Michoacán, son punto de concentración para visitantes de los cinco continentes, extasiados por el misticismo que envuelve este día al panteón del lugar. La luz de las velas, los colores de las flores, sus olores, el sonido de cánticos y letanías que no cesan día y noche crean una atmósfera única, que sólo puede darse el día en que, según la tradición, los que ya hicieron el viaje sin retorno tienen permiso para venir a comprobar que la vida de los muertos está en la memoria de los vivos.
Y sin importar que de limpios y tragones están llenos los panteones, aquí a la Muerte se le come dulce y salada: en pan, en calaveras de azúcar, en caldos y en cocteles levantamuertos. Aquí la Muerte nos pela los dientes, y se le canta y se le hacen rimas jocosas. A la Muerte le hablamos de tú y le ponemos apodos, “la huesuda”, “la catrina”. Sólo aquí petatearse, entregar el equipo y estirar la pata son sinónimos del verbo morir, porque para morir nacimos.
En todo ello de acuerdísimo, pero de eso a Feliz Día de Muertos… hay una vida de diferencia.
A propósito de la efeméride, el Instituto Nacional de Geografía e Historia (INEGI) emitió un comunicado especial, en el cual informa: “en México, a principio de los años treinta se esperaba que un recién nacido viviera en promedio 33.9 años; al 2008, la esperanza de vida al nacer es de 75 años. Las mujeres viven en promedio casi 5 años más que los hombres. Para este 2008, la tasa bruta de mortalidad es del 4.9 defunciones por cada mil habitantes. En el 2007 –refiere- se registraron 514 mil 420 defunciones; 124 muertes masculinas por cada 100 femeninas. Las principales causas de muerte son: la diabetes mellitus, tumores malignos, enfermedades isquémicas del corazón, enfermedades del hígado, enfermedades cerebrovasculares, enfermedades crónicas de las vías respiratorias inferiores y los accidentes de transporte en conjunto, que fueron causa de 56.2% de las defunciones, ocurridas en 2007”.
La de la letra estaba a punto de hincarle el diente al pan de muerto cuando los del Departamento de Estadísticas de A dos de tres (fanáticos de los números) confirmaron: “sin ánimo de espantar con el petate del muerto, según cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social la diabetes es primera causa de muerte en México, el año pasado registró 21 mil 388 fallecimientos”. Veneno que no mata engorda.
El Sector Salud establece que cada año mueren casi 60 mil personas (niños, jóvenes y adultos) por algún tipo de cáncer, primera causa de muerte en el mundo. Ya lo dice el refrán, “en mal de muerte no hay médico que acierte”, añaden los del Departamento de Culturas Populares de A dos de tres. Cuando la de la letra era niña (cinco o seis años) tenía la idea de que la gente moría en orden cronológico. Un día cualquiera mi mejor amiga, uno o dos años mayor, enfermó de leucemia (la palabra se me hacía tan bonita) y murió. Su partida me enseñó la primera gran lección sobre la vida: la Muerte tiene su propio orden.
Siguiendo con los números: el Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva de la Secretaría de Salud indica que cada 30 minutos muere una persona por lesiones provocadas en accidentes de tránsito, principal causa de muerte en hombres jóvenes.
Hay otras cifras, las de 4 mil 313 muertos, del 1° de diciembre del 2006 al 1° de octubre del 2008. Con ellos la Muerte ha tenido que librar una lucha constante, pues si un día el asesinato de cuatro personas asombra, mañana la proporción tiene que duplicarse para lograr conmover, ya ocho, ya once, ya veintidós, todos en un día a día que no da tiempo para asimilar el hecho de morir. En esos números La Muerte pareciera haber visto como le arrebatan tanto su papel protagónico, como parte de su poder y sus designios.
En las primeras escenas de la película El Padrino, el señor Buonasera acude con don Vito Corleone para pedirle se haga justicia, su hija fue ultrajada y el responsable anda libre por las calles. Don Vito le asegura que “se hará justicia”, anticipándole que quizás un día le pedirá un favor y deberá cumplirlo. Ese día llega cuando a Corleone le asesinan a su hijo Sonny, en una emboscada. Don Corleone entra a la funeraria del señor Buonasera y clama su ayuda. Haz algo por él, mira cómo dejaron a mi hijo, no se lo puedo llevar así a su madre, su madre no lo puede ver así, suplica El Padrino.
Al ver las noticias, son muchas las veces que esta su amiga ha recordado esa escena y se ha preguntado cómo obrará el talento de los empleados de las casas funerarias para rescatar aquellos cuerpos para sus familias. Los caídos en esa carrera, donde las cifras compiten con la forma de morir. Donde a las ejecuciones con armas de fuego con calibres capaces de derrumbar paredes de concreto, le responden las incineraciones, las decapitaciones, los descuartizamientos; los cadáveres con mensajes escritos con todas sus letras o encriptados en billetes o serpientes envueltas al cuerpo, en un código al cual la Muerte misma –de nuevo- parece ajena.
Esos 4 mil 785 asesinados por grupos vinculados al crimen organizado, según las cifras de la Policía Federal Preventiva. Cifras, tan heladas como la muerte misma, que detallan, con la democracia que sólo la Muerte tiene: 4 mil 313 asesinatos fueron de civiles y 472 de elementos de corporaciones policiacas o militares. Fue Séneca quien dijo: “La muerte es un castigo para algunos, para otros un regalo y para muchos un favor”.
La Federación Latinoamericana de Periodistas reporta que del 1° de diciembre del 2006 al 1° de octubre del 2008, en México hubo un periodista asesinado por mes, en promedio; al mes de abril había también cuatro desparecidos. Cuatro que no mueren ni reposan, como dice la canción de Víctor Manuel.
Feliz Día de Muertos dice la tela que la de la letra vio, enseguida le vinieron a la mente los tiempos en que desde la víspera del Día de Muertos estaba estrictamente prohibido jugar a la ouija, a la lotería o a la baraja “no provoques a los espíritus” era la contundente explicación. A cambio, La Llorona, la Mujer de Blanco, la Mujer de Negro, la Mano Peluda y todo el catálogo de espíritus para aterrorizar a chicos y grandes (miedosos de closet) hacían una tregua. En las casas no debía faltar la cruz de velas con el vaso de agua para dar luz a los difuntos. Una vez terminado el rosario que acompañaba la instalación de la cruz de luces, la velación se convertía en una fiesta aderezada con las anécdotas que dejaron los finados. De esos momentos la de la letra recuerda a La Matriarca, puntualizando solemne: “hablo de su vida, no de su muerte”.
Ya sabe: comentarios, sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com. Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Que tenga una semana de vivencias plenas.
sábado, 1 de noviembre de 2008
A dos de tres
Marisa Pineda
“Es una ocasión singular la de que el dólar esté de-va-lu-a-do…”
La de la letra llegó canturreando “No hay marcha en Nueva York”, éxito del grupo español Mecano, que en 1998 fue el primer sencillo del disco Descanso Dominical. Quién diría en ese entonces que la primera oración de la canción tendría alcances proféticos.
El 50 por ciento de los lectores de A dos de tres (dos lectores para ser precisos) se dirigió a este espacio para preguntar si esta su amiga ya estaba enterada del Amero; ese rumor, noticia, broma de humor negro, vaticinio o como se le guste llamar, que se refiere a lo que sería una nueva moneda común para Canadá, Estados Unidos y México. Algo así como un euro versión región cuatro, de ahí, incluso el nombre de Amero, por América.
Parece que la socialización del Amero partió de un video de Hal Turner en el canal de internet You Tube. Hal Turner es un locutor norteamericano que tiene un blog (una bitácora, pues) con aspiraciones por demás serias. El blog se llama Hal Turner Show y toma el nombre del programa que tuvo Turner en radio y que terminó el 30 de julio de este 2008. De ahí, el locutor pasó el programa a su sitio de internet el cual cerró también, el 18 de agosto. Luego mudó su show al espacio gratuito de blogspot http://halturner.blogspot.com donde seguía, al menos hasta el día de ayer. ¿Qué llevó al cierre de los anteriores espacios de Hal Turner? Su racismo extremista, su declarada proclividad al movimiento antiinmigrante y a la homofobia. Como ejemplo de ello, están estas dos perlas, cortesía del Departamento de Traducciones de A dos de tres:
“Por segunda vez en una semana, se ha encontrado muertos a tiros a varios mexicanos en la frontera de los Estados Unidos ¡Abogo por matar a más de ellos! Durante años he estado defendiendo públicamente en mi radio y en esta página web, que los mexicanos sean muertos a tiros cuando cruzan ilegalmente la frontera con los Estados Unidos! 11 de octubre del 2005.
“Si desea el cambio social en este país. Si quiere que los homosexuales regresen al closet. Si quiere las fronteras con México selladas. Si quiere que los ilegales sean atrapados en redadas y deportados. Si quiere que terminen las violaciones, los robos a la gente blanca por parte de los negros, es hora de la violencia. Esa es la realidad: es hora de la violencia”. Julio del 2005.
El 19 de octubre de este 2008 Hal Turner publicó en su blog un artículo donde ratifica su vaticinio del colapso financiero de los Estados Unidos antes del verano del 2009, y recuerda que él anticipó la debacle económica en su programa de radio del 5 de septiembre del 2007. Turner rememora que en ese mismo programa reveló el plan secreto del gobierno de su país para implementar el Amero, una moneda común con Canadá y México; así como una nueva nación común llamada Unión Norte América. De nuevo, la versión región cuatro de la Eurozona.
Sin embargo, cabe aclarar que el vaticinio de la debacle económica no es autoría de Turner. No, no, no, para su nota, él se basó, o más bien transcribió, lo que aparece en el Lettre Confidentielle de LEAP/E2020, que no es otra cosa que el Boletín Confidencial del Laboratorio Europeo de Anticipación Política. El referido boletín pierde su confidencialidad a cambio de una suscripción por mugrosos 200 euros por un año.
Ahora que si no quiere suscribirse al LEAP, puede destinar esos 200 euros en suscribirse al GEAB. ¡Oquelá! Dice uno de los cuatro lectores, y ahora, ¿qué es eso del GEAB? Es el Boletín de Anticipación Europa Global, responden prestos los del Departamento de Estudios Económicos de A dos de 3 (DEE/A2D3 para que se vea y se escuche reteapantalladora la versión doméstica del LEAP y el GEAB) y abundan: es lo mismo que el LEAP pero con otros investigadores.
Vamos, decodifican los del DEE/A2D3, en ambos casos se trata de revistas por internet especializadas en temas económicos, que autoproclaman: “A partir de febrero de 2006, el equipo LEAP/E2020 fue el primero en lanzar una alerta mundial sobre una inminente crisis sistémica global. Desde entonces, cada mes, anticipó con precisión las diferentes fases del desarrollo de esta crisis”. En latin vulgaris eso se sintetiza en la frase “se los dije”.
Pues fue en esos artículos donde apareció lo de “un nuevo dólar”. Reproducimos tal cual el texto: “La conmoción brutal que generará la cesación pago de los Estados Unidos en el verano de 2009 es en parte una consecuencia del desacoplamiento de la toma de decisiones de las grandes economías del mundo con relación a los Estados Unidos. Es previsible y puede ser amortiguada si todos los actores empiezan ahora a anticiparla. Este es uno de los temas desarrollados en este GEAB Nº 28. El LEAP/E2020 sólo espera de que el colapso de septiembre de 2008 habrá « enseñado » a los responsables políticos, económicos y financieros del planeta a comprender que se actúa mejor por anticipado que en la emergencia. Sería una lástima si la Eurozona, Asia y los países productores de petróleo, al igual que los ciudadanos de EEUU, de repente descubrieran en el verano de 2009, luego de un largo fin de semana o un cierre administrativo de las entidades de crédito y bolsas en los EE.UU, por varios días, que sus Bonos del Tesoro y sus USD sólo conservan el 10% de su valor ya que se instauró un « nuevo Dólar ».
En general los contenidos de las revistas son un reto a los felizólogos, quienes, sin duda, algo han de haber sabido en su momento porque el monje se apuró a vender su Ferrari y el otro a robarse el queso.
Ahora bien, los del DEE/A2D3 observan: eso del Amero tiene alcances que ni el LEAP, ni el GEAB, ni Turner con todo su desprecio a las razas inferiores mencionan. Uno de esos alcances es que si hay una moneda común ¿qué caso tiene ya irse a trabajar al gabacho? El que los dólares valgan lo mismo allá que aquí como que no paga ni la correteada de la migra, ni la nadada del Río Grande, muchos menos el sofocamiento en el doble fondo del trailer o el furgón. Cuentan que por aquello del “se los dije” los polleros ya se suscribieron al LEAP y al GEAB para saber el rumbo que tomarán las economías y cambiar de giro en cuanto el contrabandear humanos deje de ser negocio.
La de la letra dice a los cuatro lectores de A dos de tres: servidos. Así surgió eso del Amero, de dos revistas electrónicas con un mismo contenido, socializado por un locutor, que seguro tiene suscripción desde endenantes. Acto seguido la de la letra procede a ratificar su suscripción gratuita a un servicio de horóscopos, porque al menos esos vaticinios permiten elegir: “si me gusta lo que dice creo en los horóscopos, si no no”.
Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias (ya vio que sí se atienden), invitaciones, mentadas (también se les hace caso) y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com
La de la letra se va canturreando la rola de Polo Urías y su Máquina Norteña: “como el peso devaluado te quedaste, así de menos a mi alma tu le hacías, como el peso devaluado vas cayendo, cómo me pagas si empeñaste hasta mi vida”. Octubre…
Marisa Pineda
“Es una ocasión singular la de que el dólar esté de-va-lu-a-do…”
La de la letra llegó canturreando “No hay marcha en Nueva York”, éxito del grupo español Mecano, que en 1998 fue el primer sencillo del disco Descanso Dominical. Quién diría en ese entonces que la primera oración de la canción tendría alcances proféticos.
El 50 por ciento de los lectores de A dos de tres (dos lectores para ser precisos) se dirigió a este espacio para preguntar si esta su amiga ya estaba enterada del Amero; ese rumor, noticia, broma de humor negro, vaticinio o como se le guste llamar, que se refiere a lo que sería una nueva moneda común para Canadá, Estados Unidos y México. Algo así como un euro versión región cuatro, de ahí, incluso el nombre de Amero, por América.
Parece que la socialización del Amero partió de un video de Hal Turner en el canal de internet You Tube. Hal Turner es un locutor norteamericano que tiene un blog (una bitácora, pues) con aspiraciones por demás serias. El blog se llama Hal Turner Show y toma el nombre del programa que tuvo Turner en radio y que terminó el 30 de julio de este 2008. De ahí, el locutor pasó el programa a su sitio de internet el cual cerró también, el 18 de agosto. Luego mudó su show al espacio gratuito de blogspot http://halturner.blogspot.com donde seguía, al menos hasta el día de ayer. ¿Qué llevó al cierre de los anteriores espacios de Hal Turner? Su racismo extremista, su declarada proclividad al movimiento antiinmigrante y a la homofobia. Como ejemplo de ello, están estas dos perlas, cortesía del Departamento de Traducciones de A dos de tres:
“Por segunda vez en una semana, se ha encontrado muertos a tiros a varios mexicanos en la frontera de los Estados Unidos ¡Abogo por matar a más de ellos! Durante años he estado defendiendo públicamente en mi radio y en esta página web, que los mexicanos sean muertos a tiros cuando cruzan ilegalmente la frontera con los Estados Unidos! 11 de octubre del 2005.
“Si desea el cambio social en este país. Si quiere que los homosexuales regresen al closet. Si quiere las fronteras con México selladas. Si quiere que los ilegales sean atrapados en redadas y deportados. Si quiere que terminen las violaciones, los robos a la gente blanca por parte de los negros, es hora de la violencia. Esa es la realidad: es hora de la violencia”. Julio del 2005.
El 19 de octubre de este 2008 Hal Turner publicó en su blog un artículo donde ratifica su vaticinio del colapso financiero de los Estados Unidos antes del verano del 2009, y recuerda que él anticipó la debacle económica en su programa de radio del 5 de septiembre del 2007. Turner rememora que en ese mismo programa reveló el plan secreto del gobierno de su país para implementar el Amero, una moneda común con Canadá y México; así como una nueva nación común llamada Unión Norte América. De nuevo, la versión región cuatro de la Eurozona.
Sin embargo, cabe aclarar que el vaticinio de la debacle económica no es autoría de Turner. No, no, no, para su nota, él se basó, o más bien transcribió, lo que aparece en el Lettre Confidentielle de LEAP/E2020, que no es otra cosa que el Boletín Confidencial del Laboratorio Europeo de Anticipación Política. El referido boletín pierde su confidencialidad a cambio de una suscripción por mugrosos 200 euros por un año.
Ahora que si no quiere suscribirse al LEAP, puede destinar esos 200 euros en suscribirse al GEAB. ¡Oquelá! Dice uno de los cuatro lectores, y ahora, ¿qué es eso del GEAB? Es el Boletín de Anticipación Europa Global, responden prestos los del Departamento de Estudios Económicos de A dos de 3 (DEE/A2D3 para que se vea y se escuche reteapantalladora la versión doméstica del LEAP y el GEAB) y abundan: es lo mismo que el LEAP pero con otros investigadores.
Vamos, decodifican los del DEE/A2D3, en ambos casos se trata de revistas por internet especializadas en temas económicos, que autoproclaman: “A partir de febrero de 2006, el equipo LEAP/E2020 fue el primero en lanzar una alerta mundial sobre una inminente crisis sistémica global. Desde entonces, cada mes, anticipó con precisión las diferentes fases del desarrollo de esta crisis”. En latin vulgaris eso se sintetiza en la frase “se los dije”.
Pues fue en esos artículos donde apareció lo de “un nuevo dólar”. Reproducimos tal cual el texto: “La conmoción brutal que generará la cesación pago de los Estados Unidos en el verano de 2009 es en parte una consecuencia del desacoplamiento de la toma de decisiones de las grandes economías del mundo con relación a los Estados Unidos. Es previsible y puede ser amortiguada si todos los actores empiezan ahora a anticiparla. Este es uno de los temas desarrollados en este GEAB Nº 28. El LEAP/E2020 sólo espera de que el colapso de septiembre de 2008 habrá « enseñado » a los responsables políticos, económicos y financieros del planeta a comprender que se actúa mejor por anticipado que en la emergencia. Sería una lástima si la Eurozona, Asia y los países productores de petróleo, al igual que los ciudadanos de EEUU, de repente descubrieran en el verano de 2009, luego de un largo fin de semana o un cierre administrativo de las entidades de crédito y bolsas en los EE.UU, por varios días, que sus Bonos del Tesoro y sus USD sólo conservan el 10% de su valor ya que se instauró un « nuevo Dólar ».
En general los contenidos de las revistas son un reto a los felizólogos, quienes, sin duda, algo han de haber sabido en su momento porque el monje se apuró a vender su Ferrari y el otro a robarse el queso.
Ahora bien, los del DEE/A2D3 observan: eso del Amero tiene alcances que ni el LEAP, ni el GEAB, ni Turner con todo su desprecio a las razas inferiores mencionan. Uno de esos alcances es que si hay una moneda común ¿qué caso tiene ya irse a trabajar al gabacho? El que los dólares valgan lo mismo allá que aquí como que no paga ni la correteada de la migra, ni la nadada del Río Grande, muchos menos el sofocamiento en el doble fondo del trailer o el furgón. Cuentan que por aquello del “se los dije” los polleros ya se suscribieron al LEAP y al GEAB para saber el rumbo que tomarán las economías y cambiar de giro en cuanto el contrabandear humanos deje de ser negocio.
La de la letra dice a los cuatro lectores de A dos de tres: servidos. Así surgió eso del Amero, de dos revistas electrónicas con un mismo contenido, socializado por un locutor, que seguro tiene suscripción desde endenantes. Acto seguido la de la letra procede a ratificar su suscripción gratuita a un servicio de horóscopos, porque al menos esos vaticinios permiten elegir: “si me gusta lo que dice creo en los horóscopos, si no no”.
Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias (ya vio que sí se atienden), invitaciones, mentadas (también se les hace caso) y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com
La de la letra se va canturreando la rola de Polo Urías y su Máquina Norteña: “como el peso devaluado te quedaste, así de menos a mi alma tu le hacías, como el peso devaluado vas cayendo, cómo me pagas si empeñaste hasta mi vida”. Octubre…
viernes, 17 de octubre de 2008
A dos de tres
Marisa Pineda
¿Por dónde empezamos?
Esa pregunta suele anteceder momentos de verdadero caos o desorden. En diversas etapas de la vida anteceden órdenes como: guarda tus juguetes, limpia tu cuarto y tengo que lavar la ropa y limpiar la casa. Hoy, lo que le precede es cualquier intento por tratar de explicar qué está pasando en las finanzas del mundo, qué lo causó, y, sobre todo, cómo nos va a afectar eso. Como la premisa de este espacio es “el saber no ocupa lugar” el Departamento de Investigaciones Económicas de A dos de tres trató de aportar luz sobre el tema (¡cositas ellos!).
Para empezar dicen que el famoso índice Dow Jones del que tanto hemos oído hablar esta semana, toma su nombre de unos editores de periódicos. Por allá en que 1882 los editores financieros del periódico The Wall Street Journal, Charles Henry Dow y Edgard D. Jones juntaron sus dineros y formaron Dow Jones & Company. La entonces nueva empresa fue la dueña del periódico hasta agosto del año pasado, en que por cinco mil millones de dólares (¡una ganga!) lo compró Robert Murdoch, dueño también de los periódicos Times (de Londres) y New York Post, de la Twenthieth Century Fox, Fox Sports Latinoamérica, de Sky y, por ende, de parte de Televisa.
Desde entonces y hasta hoy es The Wall Street Journal el que revisa el dichoso promedio Dow Jones. El periódico, por cierto, en su momento se vendió por “presiones financieras” como eufemísticamente llaman los sabios económicos a los problemas de dinero; como ve, en San Juan también hace aire o lo que es lo mismo a la mejor cocinera se le va un tomate entero. Como dato anecdótico los del Departamento de Investigaciones Económicas de A dos de tres comentan que, al término de su mandato, el expresidente Carlos Salinas de Gortari fue miembro del consejo editorial de The Wall Street Journal, como unos cuatro años.
The Wall Street Journal tomó su nombre de la calle donde se ubica la Bolsa de Valores de Nueva York, algo así como el corazón financiero del mundo. Sobre la callecita, “es más bien un callejón” refieren los del Departamento de Destinos Turísticos de A dos de tres, hay empresas que se dedican a la compra y venta de acciones, esas que hoy, papel al fin, se mueven como hoja al viento. “También hay cafetines y lugarcitos de comida rápida y de antiacídos” dicen los de Destinos Turísticos y explican “es como en El Mercadito pero sin ese folclor que hay aquí”.
En Culiacán, como en ninguna otra parte del país, tenemos nuestra versión local de Wall Street. En las inmediaciones del Mercado Rafael Buelna, mejor conocido como “Mercadito”, están las dolareras; mujeres cuyo trabajo es justo ese: vender dólares. Se apostan en el arroyo de la calle, levantan la calculadora que ahí es sinónimo de dólar y a vender se ha dicho.
Puede que en el Wall Street Culichi nadie haya estudiado en Harvard, puede que muchos no tengan ni remota idea que son el índice Nikei o el Dow Jones, puede que ahí los términos Crack y Plan de Rescate tengan otros significados no precisamente bursátiles, pero es justo ahí, por la calle Juárez, de la Sepúlveda a la Granados, donde primero se sabe a cuanto amaneció, a cuanto amanecerá el dólar al día siguiente y si van a subir o a bajar los intereses bancarios.
Los del Departamento de Estudios Económicos de A dos de tres (todos ex-empleados del Wall Street Culichi) recomiendan que mientras pasa toda esta vorágine en los mercados financieros y la inestabilidad se estabilice (hablaron como verdaderos economistas) se espere tantito para contratar nuevos créditos bancarios ya sea para casa, auto o para dar el tarjetazo.
Sugieren tomar en cuenta la archicomprobada teoría “Al perro más flaco se le cargan las pulgas” y piden no olvidar que en la cadena económica nosotros somos el perro más flaco.
Sostienen que los macroeconomistas seguirán refiriéndose al “mercado” como una especie de ser vivo al que le echaran la culpa de cuanta metida de pata den.
A la vez, anticipan que el mercado, el otro, al que vamos los comunes, seguirá siendo la arena donde las egresadas en Economía Doméstica seguirán enfrentándose con los Macroeconomistas en una lucha a una sola caída, sin empate y sin indulto. El ganador se llevará a su mesa algo para alimentar a su familia. Las favoritas son las expertas en Economía Doméstica. Cronistas y apostadores cuentan que no ha habido quien les haya ganado jamás. Dicen que se entrenan a diario y tienen una incontable combinación de contrallaves para zafarse de cuanto candado les impongan. Aseguran que son más persistentes que una gripa y los secretos de su lucha se han transmitido de generación en generación.
Cuentan que a lo largo de los años los Macroeconomistas, quienes se autonombran el bando técnico, se han portado muy rudos pues han dejado sin ingresos a sus entrenadores, han vuelto negro con oscuro el futuro de sus seconds, y a muchas les han cerrado el gimnasio. Con todo y eso las de Economía Doméstica se las han ingeniado para seguir ahí, ganando batalla tras batalla, una a la vez.
En ese inter han cambiado de representante, el que tienen actualmente (cuyos anteojos son la envidia de la de la letra) ya les dijo que sigan entrenándose pero sin mortificarse porque el cinturón que ostentan no tendrán que ajustárselo ni un tantito. Ya el representante habló con ellas y con toda la fanaticada, y les aseguró que por más que los agoreros lleguen a la arena, sus entradas están a salvo. Como el que con leche se quema hasta al jocoque le sopla, ellas ya analizan y diseñan nuevas contrallaves. Quienes han visto sus entrenamientos platican que están aprendiendo a zafarse hasta del martinete. Dicen que están dándole más duro al entrenamiento por aquello de que a la mera hora del encuentro la empresa del actual representante les salga con que el prometer no empobrece y que si les pidieron que no le hicieran más hoyos al cinturón fue nomás para que estuviera en mejores condiciones para su venta.
Cualquier comentario, sugerencia, mentada, invitación y hasta felicitación por favor en adosdetres@hotmail.com. Muchas gracias con leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Que tenga una semana en que sus bonos vayan a la alza. Octubre…
Marisa Pineda
¿Por dónde empezamos?
Esa pregunta suele anteceder momentos de verdadero caos o desorden. En diversas etapas de la vida anteceden órdenes como: guarda tus juguetes, limpia tu cuarto y tengo que lavar la ropa y limpiar la casa. Hoy, lo que le precede es cualquier intento por tratar de explicar qué está pasando en las finanzas del mundo, qué lo causó, y, sobre todo, cómo nos va a afectar eso. Como la premisa de este espacio es “el saber no ocupa lugar” el Departamento de Investigaciones Económicas de A dos de tres trató de aportar luz sobre el tema (¡cositas ellos!).
Para empezar dicen que el famoso índice Dow Jones del que tanto hemos oído hablar esta semana, toma su nombre de unos editores de periódicos. Por allá en que 1882 los editores financieros del periódico The Wall Street Journal, Charles Henry Dow y Edgard D. Jones juntaron sus dineros y formaron Dow Jones & Company. La entonces nueva empresa fue la dueña del periódico hasta agosto del año pasado, en que por cinco mil millones de dólares (¡una ganga!) lo compró Robert Murdoch, dueño también de los periódicos Times (de Londres) y New York Post, de la Twenthieth Century Fox, Fox Sports Latinoamérica, de Sky y, por ende, de parte de Televisa.
Desde entonces y hasta hoy es The Wall Street Journal el que revisa el dichoso promedio Dow Jones. El periódico, por cierto, en su momento se vendió por “presiones financieras” como eufemísticamente llaman los sabios económicos a los problemas de dinero; como ve, en San Juan también hace aire o lo que es lo mismo a la mejor cocinera se le va un tomate entero. Como dato anecdótico los del Departamento de Investigaciones Económicas de A dos de tres comentan que, al término de su mandato, el expresidente Carlos Salinas de Gortari fue miembro del consejo editorial de The Wall Street Journal, como unos cuatro años.
The Wall Street Journal tomó su nombre de la calle donde se ubica la Bolsa de Valores de Nueva York, algo así como el corazón financiero del mundo. Sobre la callecita, “es más bien un callejón” refieren los del Departamento de Destinos Turísticos de A dos de tres, hay empresas que se dedican a la compra y venta de acciones, esas que hoy, papel al fin, se mueven como hoja al viento. “También hay cafetines y lugarcitos de comida rápida y de antiacídos” dicen los de Destinos Turísticos y explican “es como en El Mercadito pero sin ese folclor que hay aquí”.
En Culiacán, como en ninguna otra parte del país, tenemos nuestra versión local de Wall Street. En las inmediaciones del Mercado Rafael Buelna, mejor conocido como “Mercadito”, están las dolareras; mujeres cuyo trabajo es justo ese: vender dólares. Se apostan en el arroyo de la calle, levantan la calculadora que ahí es sinónimo de dólar y a vender se ha dicho.
Puede que en el Wall Street Culichi nadie haya estudiado en Harvard, puede que muchos no tengan ni remota idea que son el índice Nikei o el Dow Jones, puede que ahí los términos Crack y Plan de Rescate tengan otros significados no precisamente bursátiles, pero es justo ahí, por la calle Juárez, de la Sepúlveda a la Granados, donde primero se sabe a cuanto amaneció, a cuanto amanecerá el dólar al día siguiente y si van a subir o a bajar los intereses bancarios.
Los del Departamento de Estudios Económicos de A dos de tres (todos ex-empleados del Wall Street Culichi) recomiendan que mientras pasa toda esta vorágine en los mercados financieros y la inestabilidad se estabilice (hablaron como verdaderos economistas) se espere tantito para contratar nuevos créditos bancarios ya sea para casa, auto o para dar el tarjetazo.
Sugieren tomar en cuenta la archicomprobada teoría “Al perro más flaco se le cargan las pulgas” y piden no olvidar que en la cadena económica nosotros somos el perro más flaco.
Sostienen que los macroeconomistas seguirán refiriéndose al “mercado” como una especie de ser vivo al que le echaran la culpa de cuanta metida de pata den.
A la vez, anticipan que el mercado, el otro, al que vamos los comunes, seguirá siendo la arena donde las egresadas en Economía Doméstica seguirán enfrentándose con los Macroeconomistas en una lucha a una sola caída, sin empate y sin indulto. El ganador se llevará a su mesa algo para alimentar a su familia. Las favoritas son las expertas en Economía Doméstica. Cronistas y apostadores cuentan que no ha habido quien les haya ganado jamás. Dicen que se entrenan a diario y tienen una incontable combinación de contrallaves para zafarse de cuanto candado les impongan. Aseguran que son más persistentes que una gripa y los secretos de su lucha se han transmitido de generación en generación.
Cuentan que a lo largo de los años los Macroeconomistas, quienes se autonombran el bando técnico, se han portado muy rudos pues han dejado sin ingresos a sus entrenadores, han vuelto negro con oscuro el futuro de sus seconds, y a muchas les han cerrado el gimnasio. Con todo y eso las de Economía Doméstica se las han ingeniado para seguir ahí, ganando batalla tras batalla, una a la vez.
En ese inter han cambiado de representante, el que tienen actualmente (cuyos anteojos son la envidia de la de la letra) ya les dijo que sigan entrenándose pero sin mortificarse porque el cinturón que ostentan no tendrán que ajustárselo ni un tantito. Ya el representante habló con ellas y con toda la fanaticada, y les aseguró que por más que los agoreros lleguen a la arena, sus entradas están a salvo. Como el que con leche se quema hasta al jocoque le sopla, ellas ya analizan y diseñan nuevas contrallaves. Quienes han visto sus entrenamientos platican que están aprendiendo a zafarse hasta del martinete. Dicen que están dándole más duro al entrenamiento por aquello de que a la mera hora del encuentro la empresa del actual representante les salga con que el prometer no empobrece y que si les pidieron que no le hicieran más hoyos al cinturón fue nomás para que estuviera en mejores condiciones para su venta.
Cualquier comentario, sugerencia, mentada, invitación y hasta felicitación por favor en adosdetres@hotmail.com. Muchas gracias con leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Que tenga una semana en que sus bonos vayan a la alza. Octubre…
viernes, 10 de octubre de 2008
A dos de tres
Marisa Pineda
¡Épale! ¿Dónde anda la gente? Viernes, quincena y desde temprano las calles culichis relativamente solas, en comparación con un día común. Por la noche el asunto era igual, lo que lo volvía peor. ¿Pues dónde andaba la gente? Ya aparecerá.
En vía de mientras, A dos de tres iniciará con una felicitación al doctor Renato Gutiérrez Escobar, quien el viernes, en compañía de su familia, colocó la primera piedra de lo que será el edificio de su clínica de ozonoterapia y medicina hiperbárica.
La encargada de estas líneas está infinitamente agradecida con el doctor Renato Gutiérrez por su amistad, por el ser y el estar, por su comprensión y humanismo. Cualidades que ha tenido a bien prodigar no sólo con la de la letra, sino también con amigos y con amigos de los amigos de la de la letra.
Esta su amiga padece migraña desde hace uuuh. Quienes han sentido el característico dolor sabrán a lo que me refiero, para los que no les describo: la migraña anuncia su llegada con una hipersensibilidad en la mitad de la cabeza y de la cara. El lado puede variar, pero haga de cuenta que lo dividen con tiralíneas de lo derechito, de aquí para allá todo bien, de aquí para allá el más leve roce lastima. Como a la media hora la hipersensibilidad se quita y en su lugar se estaciona un dolor fuerte, palpitante, en la sien del lado donde estuvo la hipersensibilidad.
Hay que aclarar que a veces ese anuncio de la migraña, que los médicos llaman aura, es muy breve. Ding dong... ¿Quién es?. “Soy el aura”. Y cuando abre lo que se mete en su cabeza es el dolor en pleno. De ahí en adelante viene lo bueno.
Una vez que empieza el dolor, todo dependerá de la naturaleza de cada quien. Hay quienes vomitan y se les quita, hay quienes toman un analgésico y adiós malestar. Hay quienes en media hora están como si nada. Pero están también los que vomitan, se toman el analgésico, pasan tres, cuatro, cinco días y el dolor sigue ahí, fiel como perro callejero. En todos esos días seguirá vomitando, el dolor no cederá y le podrá molestar la luz, o/y los sonidos, o/y los olores, y/o la gente, y/o usted mismo, y/o todo.
Para entonces se sentirá con ganas de darse de topes contra la pared hasta que su cráneo se abra, y pueda salir eso que está aferrado a reventar la mitad de su cabeza.
La Organización Mundial de la Salud ha considerado a la migraña como una de las primeras 20 causas de incapacidad en el mundo. En México, las cifras indican que entre el diez y el 15 por ciento de las personas en etapa productiva padecen migraña, palabra, por cierto, proveniente del griego hemikranion, que significa “un lado de la cabeza”.
Según datos del Instituto Mexicano del Seguro Social, ocho de cada diez pacientes que acuden a consulta lo hacen por dolor. De los dolores agudos recurrentes, las cefaleas (dolores de cabeza) y migrañas son los más frecuentes y causan incapacidad mínima de un día. Las bolitas del ábaco indican que eso representa mucho dinero al año.
Pues ahí tiene que esta su amiga era parte de esas estadísticas, y como todo migrañoso desesperado que se precie de ser serio ello llevó a la de la letra a probar cuanto tratamiento alópata, homeópata, naturista, mágico y hechicero le fue prescrito, recomendado o descubierto por iniciativa propia o de manera casual. Con algunos hubo mejoría, pero más pronto que tarde la migraña regresaba con más vehemencia que un infiel pidiendo perdón.
Hubo una temporada en que el dolor era tal, que los analgésicos me traían más taruga que de costumbre. No conforme con eso, para poder conciliar el sueño la forma en que menos dolía era estar por un momento cabeza abajo y súbitamente dar la vuelta. Ahí tiene a la de la letra como murcielaguito. No se lo recomiendo a nadie.
Fue entonces cuando el doctor Renato Gutiérrez Escobar sugirió someterme a un tratamiento de ozonoterapia. “Dame dos meses” fueron sus palabras. Y los dos meses empezaron a transcurrir bajo la personal premisa: si pega bien, si no despegado estaba. En esos dos meses el doctor jamás le reclamó a la de la letra ser una adicta al chocolate, primer alimento que le prohíben a un migrañoso, ni le censuró la negativa a renunciar al placer culposo de ingerirlo a diario (en alguna de sus tantas formas y presentaciones). Digamos, pues, que el tratamiento siguió adelante pese a la paciente.
En el trayecto, el doctor se percató que para poder bajar de la cama donde colocaban a la de la letra, esta se movía con la gracia de un montacargas. La causa: un par de hernias de disco lumbar, cuya llegada se anticipó desde años atrás, tras la operación de una primera. Tres infiltraciones de ozono después, la de la letra quedó lista para irse a bailar, sin necesidad de más cirugías de columna.
No hay tiempo que no se llegue ni plazo que no se cumpla. De aquellos dos meses de gracia que le pidió el médico a la de la letra ya han pasado dos años. Dos años en que, no le voy a echar mentira, la migraña ha vuelto de cuando en cuando a decir “presente”, la diferencia es que se cuentan con los dedos de una mano las veces que el dolor ha sido realmente fuerte. Dos años en que ni el dolor de cabeza, ni el de espalda, ha vuelto a ser incapacitante. Dos años en que no he tenido que volver a dormir como murciélago, ni moverme como montacargas. Dos años en que he corroborado que el equipo del doctor Gutiérrez Escobar es la última frontera entre el desánimo y la esperanza. ¡Felicidades médico!
Comentarios, sugerencias, mentadas, invitaciones y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com. Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Que tenga una semana indolora. Octubre…
Marisa Pineda
¡Épale! ¿Dónde anda la gente? Viernes, quincena y desde temprano las calles culichis relativamente solas, en comparación con un día común. Por la noche el asunto era igual, lo que lo volvía peor. ¿Pues dónde andaba la gente? Ya aparecerá.
En vía de mientras, A dos de tres iniciará con una felicitación al doctor Renato Gutiérrez Escobar, quien el viernes, en compañía de su familia, colocó la primera piedra de lo que será el edificio de su clínica de ozonoterapia y medicina hiperbárica.
La encargada de estas líneas está infinitamente agradecida con el doctor Renato Gutiérrez por su amistad, por el ser y el estar, por su comprensión y humanismo. Cualidades que ha tenido a bien prodigar no sólo con la de la letra, sino también con amigos y con amigos de los amigos de la de la letra.
Esta su amiga padece migraña desde hace uuuh. Quienes han sentido el característico dolor sabrán a lo que me refiero, para los que no les describo: la migraña anuncia su llegada con una hipersensibilidad en la mitad de la cabeza y de la cara. El lado puede variar, pero haga de cuenta que lo dividen con tiralíneas de lo derechito, de aquí para allá todo bien, de aquí para allá el más leve roce lastima. Como a la media hora la hipersensibilidad se quita y en su lugar se estaciona un dolor fuerte, palpitante, en la sien del lado donde estuvo la hipersensibilidad.
Hay que aclarar que a veces ese anuncio de la migraña, que los médicos llaman aura, es muy breve. Ding dong... ¿Quién es?. “Soy el aura”. Y cuando abre lo que se mete en su cabeza es el dolor en pleno. De ahí en adelante viene lo bueno.
Una vez que empieza el dolor, todo dependerá de la naturaleza de cada quien. Hay quienes vomitan y se les quita, hay quienes toman un analgésico y adiós malestar. Hay quienes en media hora están como si nada. Pero están también los que vomitan, se toman el analgésico, pasan tres, cuatro, cinco días y el dolor sigue ahí, fiel como perro callejero. En todos esos días seguirá vomitando, el dolor no cederá y le podrá molestar la luz, o/y los sonidos, o/y los olores, y/o la gente, y/o usted mismo, y/o todo.
Para entonces se sentirá con ganas de darse de topes contra la pared hasta que su cráneo se abra, y pueda salir eso que está aferrado a reventar la mitad de su cabeza.
La Organización Mundial de la Salud ha considerado a la migraña como una de las primeras 20 causas de incapacidad en el mundo. En México, las cifras indican que entre el diez y el 15 por ciento de las personas en etapa productiva padecen migraña, palabra, por cierto, proveniente del griego hemikranion, que significa “un lado de la cabeza”.
Según datos del Instituto Mexicano del Seguro Social, ocho de cada diez pacientes que acuden a consulta lo hacen por dolor. De los dolores agudos recurrentes, las cefaleas (dolores de cabeza) y migrañas son los más frecuentes y causan incapacidad mínima de un día. Las bolitas del ábaco indican que eso representa mucho dinero al año.
Pues ahí tiene que esta su amiga era parte de esas estadísticas, y como todo migrañoso desesperado que se precie de ser serio ello llevó a la de la letra a probar cuanto tratamiento alópata, homeópata, naturista, mágico y hechicero le fue prescrito, recomendado o descubierto por iniciativa propia o de manera casual. Con algunos hubo mejoría, pero más pronto que tarde la migraña regresaba con más vehemencia que un infiel pidiendo perdón.
Hubo una temporada en que el dolor era tal, que los analgésicos me traían más taruga que de costumbre. No conforme con eso, para poder conciliar el sueño la forma en que menos dolía era estar por un momento cabeza abajo y súbitamente dar la vuelta. Ahí tiene a la de la letra como murcielaguito. No se lo recomiendo a nadie.
Fue entonces cuando el doctor Renato Gutiérrez Escobar sugirió someterme a un tratamiento de ozonoterapia. “Dame dos meses” fueron sus palabras. Y los dos meses empezaron a transcurrir bajo la personal premisa: si pega bien, si no despegado estaba. En esos dos meses el doctor jamás le reclamó a la de la letra ser una adicta al chocolate, primer alimento que le prohíben a un migrañoso, ni le censuró la negativa a renunciar al placer culposo de ingerirlo a diario (en alguna de sus tantas formas y presentaciones). Digamos, pues, que el tratamiento siguió adelante pese a la paciente.
En el trayecto, el doctor se percató que para poder bajar de la cama donde colocaban a la de la letra, esta se movía con la gracia de un montacargas. La causa: un par de hernias de disco lumbar, cuya llegada se anticipó desde años atrás, tras la operación de una primera. Tres infiltraciones de ozono después, la de la letra quedó lista para irse a bailar, sin necesidad de más cirugías de columna.
No hay tiempo que no se llegue ni plazo que no se cumpla. De aquellos dos meses de gracia que le pidió el médico a la de la letra ya han pasado dos años. Dos años en que, no le voy a echar mentira, la migraña ha vuelto de cuando en cuando a decir “presente”, la diferencia es que se cuentan con los dedos de una mano las veces que el dolor ha sido realmente fuerte. Dos años en que ni el dolor de cabeza, ni el de espalda, ha vuelto a ser incapacitante. Dos años en que no he tenido que volver a dormir como murciélago, ni moverme como montacargas. Dos años en que he corroborado que el equipo del doctor Gutiérrez Escobar es la última frontera entre el desánimo y la esperanza. ¡Felicidades médico!
Comentarios, sugerencias, mentadas, invitaciones y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com. Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Que tenga una semana indolora. Octubre…
viernes, 3 de octubre de 2008
La evolución en las telecomunicaciones
Marisa Pineda
¡Órale! Ahora los “sobrinos” improvisados e incómodos van a tener que aplicarse en sus extorsiones, para sacarle la vuelta al recién autorizado Registro Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil. Es verdad que para todo hay maña, pero dicho registro es, al menos, una lucecita de esperanza en esto de la seguridad para los que somos pueblo, equis, carentes de prosapia o influencia alguna.
La iniciativa del registro provino del senador sinaloense Mario López Valdez, exalcalde del norteño municipio de Ahome, conocido popularmente como Malova; de ahí a que a la Ley haya quienes le llamen Ley Malova. Sin duda, en el curriculum político del senador la iniciativa aparecerá con estrellita dorada a un lado y el sellito de “Sí trabaja”, acompañado de su abejita. Los del Departamento de Análisis Político de A dos de tres, perspicaces como ellos solos, comentan que esto le contará en su carrera, considerando que es de los candidateables a la gubernatura de Sinaloa por el Partido Revolucionario Institucional.
Hace algunas columnas comentaba la experiencia que tuve cuando llamó a casa un “sobrino” que primero pidió, y luego exigió, equis cantidad de dinero para que no le hicieran daño ni a la parentela, ni a los gatos, perros y demás mascotas de la casa. Esa vez nos preguntábamos en qué momento se nos salieron las cosas de las manos y los peores anónimos, que eran revelar con quién y en dónde estaba el marido o novio de alguien, dieron paso a estas otras salvajadas.
Lo del registro de los celulares es efecto de todo lo que han evolucionado los medios de comunicación. Esta su amiga proviene de un barrio en donde los teléfonos que había estaban en la farmacia y en la tienda. Cuando en alguna casa contrataban el servicio, uno se inventaba cualquier clase de pretexto para entrar a ver el aparato.
Eran los tiempos en que si uno quería llamar a la estación de radio para pedir una canción, hacía coperacha con los vecinos para el pago de la llamada. El que apoquinaba tenía derecho a su lista de saludos, lo cual daba lugar a verdaderas letanías que en todos los casos terminaban con un “y para Usted” dedicado al locutor. Cabe mencionar que programas como “Pídala cantando” y “Cantando le complacemos” estaban destinados a los más osados, a los plenamente convencidos que tenían buena voz y a los enteramente exentos del sentido del ridículo. No faltaba el locutor que le daba por el lado al inspirado intérprete diciéndole “cantas igualito a Estelita Núñez” o a Napoleón, o al artista en turno. Mención aparte merecen los que pedían canciones en inglés y wachabacheaban de lo lindo.
Era el reino de los radios de banda civil y de los walkie-talkie. El programa BJ y el Oso era fuente de inspiración para todo aficionado a los ci-bis como se les decía popularmente a los radios. BJ era un trailero que viajaba acompañado por su mascota el Oso (que en realidad era un chango llamado Bear) y usaba el ci-bi para todo. Quien tenía un “uoki-toki” tenía el poder. Andar cargando con el aparato hacía sentir al portador la última cerveza del estadio. Pese a su carácter portátil, los “uoki-tokis” eran más bien grandes, de ahí que fuera común dárselo a guardar a la novia, que a partir de ahí se juraba y buscaba siempre la manera de que la antenita se asomara de la bolsa. No faltaba el fachoso que entraba al cine con el “uoki toki” y ahí tenía a toda la sala enterándose de la plática “Bsssbsss… Delta Águila (¡Ah! Porque todos tenían su apodo) ¿me copias? Bsss”. “Te copio Bear. Bsss”. “Me pregunta el Vigilante que si vas a ir a bsss… de bsss.” “No te copio bien Bi Jei, estoy en el cine. Bsss”. Eso daba lugar a los más ingeniosos o groseros comentarios de los cinéfilos molestos. Como ve, las cosas no han cambiado, lo que cambió fue el tamaño de los aparatos.
Los armatostes aquellos perdieron popularidad con la llegada de los localizadores. Hay marcas que hacen al producto y los “bipers” son de esos casos. Los “bipers” eran de tamaño diminuto. Cabían en todas las bolsas y no lo dejaban a uno caminando de lado por el peso, como los “uoki-toki”; por el contrario, era común que el aparato se quedara “biiip,Bibibibibibip …” hasta casi descargarse en lo que una lo buscaba entre todo el triquero que traía. En esos tiempos quizás uno de los trabajos más divertidos haya sido el de telefonista transmisora de mensajes de bíper. Cuando uno compraba el aparato, le daban un PIN (Número de Identificación Personal, por sus siglas en inglés, aclaran los del Departamento de Sistemas y Tecnología de A dos de tres) y un número telefónico sin costo. A ese número se llamaba, se decía a la telefonista el PIN del destinatario y enseguida venía la pregunta crucial ¿Cuál es su mensaje? “No, pues pregúntele que si….” ¡Ups! Había cosas que el pudor y el decoro obligaban a encriptarlas, dando lugar a mensajes del tipo “¿Podemos ir hoy viernes noche a supervisar los establecimientos ubicados en la salida sur?”.
El auge del bíper fue breve. Si bien hoy se sigue empleando, al igual que el radio, su uso se ha circunscrito básicamente a grupos de trabajo. La popularidad es ahora del teléfono celular.
A los que nos tocó la llegada de la telefonía celular no podremos jamás olvidar aquellos ladrillotes, que hacían realidad los sueños de niño: “imagínate que hubiera un teléfono en que pudieran hablarte a todos lados. Así como el radio, pero teléfono”. La década de los 80 vio como esa utopía se convirtió en realidad. En un principio la telefonía celular era realmente sinónimo de status, por lo cara. Al poco tiempo tarifas y aparatos emprendieron una carrera por ver cual se reducía más. Luego, los teléfonos permitieron enviar mensajes de texto. Era fabuloso, como el bíper pero sin operadoras indiscretas que triangularan el mensaje. Luego, los celulares, como comúnmente se les llama, sirvieron para tomar fotos, escuchar música, navegar por internet, extorsionar y amenazar.
Activar un teléfono celular se volvió más fácil que cambiar un envase retornable. En Culiacán, pulularon los kiosquitos donde podía activarlos por 100 pesos con 300 de tiempo aire incluido, como identificación oficial le servía hasta la del club de admiradores de Amapolita de Arahuay. En otras ciudades del país, como la capital, podía adquirir celulares “clonados” con la advertencia de que después de equis tiempo se deshiciera de ellos. Las cosas llegaron a un punto tal que se salieron totalmente de las manos. Es verdad que el Registro Nacional de Usuarios de Telefonía Celular no va a terminar con las extorsiones y con la delincuencia; sin embargo, por algo se empieza. Ahora falta conocer la forma que se tiene prevista para que el Registro no se convierta en nuevo terreno fértil para la corrupción. Ya ve que para ingeniárnoslas somos muy buenos y tenemos más salidas que un cerco viejo.
Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Que tenga una semana llena de mensajes bien bonitos. Ya sabe: comentarios, sugerencias, mentadas, invitaciones y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com. “Ya vine de donde andaba, se me concedió volver…”
viernes, 26 de septiembre de 2008
Qué hacer antes, durante y después de un huracán
Marisa Pineda
Fin de semana de asueto, pinchena, con posibilidades de salir a departir y a celebrar a los héroes que nos dieron Patria. La mesa puesta para que A dos de tres se confirme como un espacio especializado en generalidades, intrascendencias y asuntos que a nadie le importan y allá va la de la letra a hablar de ¡qué hacer en caso de ciclón! Por allá se escucha a un lector exclamar “Pero qué se piensa la de la letra, si sigue así me va a perder”. Esta su amiga se mortifica, ese lector representa algo así como el 25 por ciento de todos los seguidores de A dos de tres.
El término huracán, como llamamos por acá a los ciclones tropicales, proviene de Hurri-kan, dios de las tormentas para los indios mayas y caribeños. Por allá en que finales del siglo XIX, los nombres de los ciclones se daban en base al santoral del día que resultaban más destructivos. Para mediados del siglo XX se empezaron a emplear sólo nombres de mujer. A partir de 1979 la equidad de género llegó y comenzaron a usarse también nombres de hombre. La Organización Mundial Meteorológica elabora cada seis años el listado con los apelativos que asigna a los fenómenos, y lo envía a los centros meteorológicos. El propósito de nombrar los ciclones es identificarlos para facilitar su seguimiento e información a la población. Cuando un huracán es sumamente destructivo ya no vuelve a emplearse ese nombre, como es el caso de Katrina.
Los comunes solemos llamarle ciclón a todo, pero los que saben explican que antes de que un ciclón sea tal tiene que pasar por varias etapas que dependen de la velocidad de sus vientos y nubosidad: perturbación tropical, depresión tropical, tormenta tropical (aquí se le asigna nombre) y finalmente huracán, ya con vientos sostenidos superiores a los 119 kilómetros, nubes que cubren un área de 500 a 900 kilómetros de diámetro, y un centro, comúnmente conocido como ojo, con diámetro de 24 a 40 kilómetros y a veces hasta de 100. Entre los huracanes hay niveles: cinco. En el primero los vientos van de los 118 a los 151 kilómetros por hora, en el quinto superan los 250.
Ahora bien, cuando las autoridades le pidan estar atento porque hay un ciclón rondando, por favorcito no salga conque “así dicen, pero no llegan”. Quién sabe por qué causas cuando se menciona que hay un ciclón lejos, lejos, y no representa peligro, en cuanto uno divisa el primer nublado exclama “es que anda un ciclón”. ¡Ah! Pero no le adviertan que en verdad viene uno porque la respuesta es “así dicen pero no llegan”.
Los ciclones no tienen palabra de honor, pero de cuando en cuando les da por ser cumplidos. Por eso, si vive en una parte que se inunda considere que lo más probable es que tenga que dejar su casa. Tenga listos los papeles de importancia y ropa, para salir hecho la raya cuando se lo indiquen. Si tiene algún pariente o amigo que le de asilo, ¡caígale!, si no lléguele a los albergues que se acondicionan. Si tiene animales lléveselos, no vaya a cometer la salvajada de dejar amarrado al perro. Si cuenta con vehículo llévese herramientas de trabajo y muebles básicos.
Si su casa está a salvo de inundaciones, en buenas condiciones y decidió permanecer ahí, cierre puertas y ventanas. Prepare radio de baterías para estar atento a la evolución del ciclón. Tenga lista agua purificada y potable en envases cerrados, comida enlatada, linterna de pilas y suficientes baterías. Es bien común que a la mera hora uno salga con que el radio y la linterna no encienden, y al quitar la tapa encuentre las pilas oxidadas. En una bolsa de plástico coloque los documentos importantes, por lo que se pudiera ofrecer. Si cuenta con vehículo llene el tanque, acuérdese que luego de un ciclón se va la energía eléctrica, las bombas no jalan y no hay combustible.
Refuerce los vidrios con cinta adhesiva pegada de esquina a esquina y de lado a lado, como formando una estrella. Si le faltan vidrios a sus ventanas, no se espere a que empiece a soplar el viento para salir a comprarlos. Hace dos años, cuando el huracán “Lane”, eran las 11 de la mañana y había cola en la cristalera, la entrada del ciclón a Culiacán se estimaba entre las 12 y la una de la tarde. De las filas en el supermercado mejor ni hablamos. Por cierto, no haga caso a rumores; que si el ciclón viene por tal lado, que por tal otro, que me dijo mi comadre que siempre no va a pegar. No es momento para chismes, mejor manténgase atento a la información e indicaciones de las autoridades de Protección Civil. Los tanques de gas ciérrelos y asegúrelos. Si hay enfermos en casa o en edad avanzada prevea su transporte por si es necesario.
Cuando empiece a sentirse el ciclón mantenga la calma, es verdad que da cus cus pero en vez que le agarre la histeria, mejor aplíquese a desconectar los aparatos eléctricos. Como se va a ir la luz no prenda velas, use linternas de baterías. Aléjese de puertas y ventanas; ver volar tapas de tinaco, ramas de árboles y letreros puede resultar muy peligroso. Si el aire le rompe alguna ventana o puerta no se acerque caminando de frente, hágalo de ladito.
Muy, muy importante: no salga a la calle hasta que las autoridades le digan que ya pasó el peligro. Habrá un momento en que el viento y la lluvia cesarán, se sentirá una calma chicha, ese es el ojo del huracán. Cuando los ciclones entran en la noche hasta se pueden ver las estrellas, eso llevaría a pensar que ya pasó todo, pero ¡nada! De pronto regresará el viento, soplando en sentido contrario con más fuerza.
Cuando le digan que ya puede salir a hacer el recuento de los daños aguante la curiosidad, no organice tours para ver cuan jodida quedó la ciudad. Tome en cuenta que puede haber gente a la que no le fue tan bien como a Usted y necesitan las calles libres para que llegue la ayuda. Mejor dedique ese tiempo a verificar las condiciones de los alimentos refrigerados (hay que darles salida antes de que se echen a perder). Cuide el agua porque puede que tarde en recuperarse el servicio. No entre en pánico porque no viene pronto la luz. Tras el huracán “Lane” muchas familias culichis cayeron en crisis, porque hubo sectores donde la energía tardó más de 24 horas en restablecerse. La falta de televisión e internet evidenció el deterioro en la comunicación familiar porque “no había que hacer”. En esas horas hubo quienes descubrieron (o redescubrieron) el gusto de la conversación en vivo, y la diversión de juegos como la lotería, las serpientes y escaleras, el dominó y hasta el gato, que no requieren electricidad ni baterías para funcionar. Otros, de plano, se amargaron de a feo y adquirieron traumas cuyas secuelas se aprecian hoy en día, de sólo imaginar un día sin tele o internet.
Por último, luego de verificar que el viento le hizo los mandados, no vaya a decir “ni pasó casi nada” como si fuera reclamo porque la película que vio no le gustó. Tras el azote de “Lane” hubo quienes casi casi exigían el reembolso de lo que gastaron en reponer los vidrios “porque ni entró el ciclón”, cuando a diez kilómetros de la ciudad la devastación era grave. Aún hoy la carretera costera de Culiacán a Mazatlán tiene puentes que registran ese amargo recuerdo. Entonces, por favor, considere que la ciudad es un poquito más allá que las paredes de su casa y si le solicitan ayuda para los damnificados, no salga con “cuales, si ni se sintió” y póngase guapo.
Si de algo le sirve, puede recortar esta columna y tenerla a la mano. Si no la necesita (esperemos así sea) ya en noviembre que cambie el clima le puede servir para encender el boiler. Como ve, A dos de tres no tiene desperdicio.
Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, mentadas, invitaciones y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com Que tenga una semana en que los buenos momentos sean como lluvia copiosa.
viernes, 12 de septiembre de 2008
La Niña Blanca y el I.V.M. Li Ping Li
Marisa Pineda
Como mera coincidencia, tras las marchas en demanda de seguridad y justicia, la última semana ha sido de decomisos y aprehensiones. De ello, a la de la letra le llamó la atención que, en algunas de las notas que dan cuenta de esos hechos, de nuevo salió a la luz, como mero dato de color, el culto a la Santa Muerte. Suficiente para que el Departamento de Investigaciones de A dos de tres se pusiera a hurgar sobre el tema, aplicando la premisa “el saber no ocupa lugar”.
Luego de indagar por aquí y por allá, los sabuesos encontraron que el culto a la Santa Muerte fue tema para la película de igual nombre, estrenada en septiembre del 2007 en todo México. La Niña Blanca, como también se le llama, tiene su corrido, en cuyas estrofas dice: “… hoy le canto a la patrona, a la Santísima Muerte. Mafiosos y de la ley se la empiezan a tatuar, políticos y altos jefes hasta le tienen su altar, yo le prendo sus velitas, no es un delito rezar. A la Santísima Muerte muchos la usan para mal, es bueno que se defiendan, pero no hay que abusar, la muerte es muy negativa contigo puede empezar”. La canción la han grabado grupos, como Los Originales de San Juan y Los Creadores del Pasito Duranguense. En el sitio de ventas por internet para comprar y vender de todo hallaron libros, dijes, adornos para acuarios y amuletos para perder peso con la imagen o figura de la Santa Muerte.
El Seminario Diocesano de Celaya, Guanajuato, realizó una profunda investigación sobre el culto. En sus resultados establece que el 7 de septiembre del 2001 se fundó la primera capilla a la Santa Muerte, en la calle Alfarería número 12, en la colonia Morelos, en el Distrito Federal. El culto fue heredado por una familia que lo empezó a practicar desde 1962. En esa misma colonia, se encuentra la parroquia de la Misericordia, dedicada a la Santa Muerte y perteneciente a la “Iglesia Católica Tradicional México-Estados Unidos, Misioneros del Sagrado Corazón y San Felipe de Jesús. Grupo tradicionalista, que no está en comunión con la Iglesia Católica ni con la Santa Sede, como podría desprenderse del nombre que ostenta. Tampoco son una congregación religiosa católica, como parece sugerir el nombre. Sus ministros de culto no son sacerdotes católicos, y el arzobispo David Romo Guillén (líder del grupo) no es reconocido por la autoridad papal. Hasta este momento ignoramos si son válidas sus ordenaciones sacerdotal y episcopal y quién las realizó”. Fin de la cita tomada de los resultados del estudio hecho por el Seminario Diocesano de Celaya.
Para la iglesia católica, mayoritaria en nuestro país, el culto a la Santa Muerte tiene una explicación bien simple: gente al margen de la ley pide la protección de fuerzas contrarias a Jesús, porque este no avala sus actos ilícitos. Así de elemental.
Eso en cuanto a la parte religiosa. Por lo que toca al aspecto legal, resulta que en el 2005 la Secretaría de Gobernación canceló el registro de la Iglesia Católica Tradicional México-Estados Unidos por violar la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, "por desviar gravemente los fines establecidos en sus estatutos, los cuales señalan que el objeto de la citada asociación es conservar la liturgia de la Santa Misa Tridentina", según el comunicado de Gobernación.
Desde el punto de vista de las ciencia sociales, el Departamento de Investigaciones de A dos de tres dio con el libro “La Santa Muerte, protectora de los hombres”, de Katia Perdigón Castañeda, publicado este año por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el cual reúne diez años de investigaciones en diversos estados del país.
Perdigón explica que “el culto tal como lo conocemos actualmente es del siglo XX, no existen referencias documentales más allá de 1950”. Refiere que en la película de 1976, El miedo no anda en burro, que protagoniza la India María (María Elena Velasco), “destaca una escena en la que entona una canción frente a una imagen de la Santa Muerte.”
Cuando era niña, la de la letra conoció una especie de folleto, con hojas amarillentas, hediondas a naftalina, que denotaban sus varios ayeres. La portada era negra; en ella, impreso en algo que alguna vez fue plateado o cuando menos gris, se apreciaba una imagen a la cual no se le veía el rosto pero por su guadaña se deducía que era la Muerte. En caligrafía garigoleada se leía “Novena a la Santísima Muerte”.
Muchos años después, vagando por el barrio chino en la Ciudad de México, la de la letra en pleno ejercicio de su despiste exclamó: mira, que rara tienda de novias que pone sus maniquís en la banqueta. “¡Si serás!, es la Santa Muerte” replicó el guía. Así, dimos con el templo del “insigne y venerable maestro Li Ping Li, quien todo lo sabe y todo lo ve” (textual el anuncio). El templo se ubicaba en medio de dos sex-shops.
A la entrada del establecimiento un pedazo de cartón (que dejaba ver había sido contenedor de carteras de huevo) hacía las veces de mampara, tapizada con recortes de periódicos y revistas de espectáculos, que daban cuenta de las artes adivinatorias del maestro que leía todo; la mano, el café, las cartas (tarot, baraja española y hasta lotería), el té de todos sabores y también leía las nalgas. “Li Ping Li lee el futuro en las nalgas” (otra vez textual) decía la noticia del mundo de la farándula. El piso del lugar era de cemento sin pulir. Había una sola vitrina repleta de figuras de la Santa Muerte que convivían con budas, cuarzos, esencias y quien sabe cuanta chunche más.
El maestro era tan chino como una semilla de cacao. Sus ojos estaban rasgados a punta de delineador y a su barba natural le había puesto una extensión, recurso válido que perdía efecto por la descarada liguita verde con que la había amarrado. Su atuendo eran pantalones y filipina en un muy deslavado color negro.
Tras pagar los 200 pesos de la lectura de tarot (las otras lecturas no son para una), el maestro le dio a la de la letra una figurita de la Santa Muerte con un moñito rojo, indicándole que la trajera siempre consigo. La figura, del tamaño de una uña, se perdió al cambiar de bolsa.
Al tiempo, en un artículo sobre el culto aparecía alguien quien se hacía llamar Chuang-Li, discípulo del finado Li Ping Li. ¿Finado? Sí, el insigne y venerable maestro Li Ping Li, quien todo lo sabía y todo lo veía, estaba ya en los brazos de la Niña Blanca.
Al día de hoy, la de la letra sigue agradecida con Li Ping Li, por haberle regalado una amena tarde que cerró con dos recomendaciones que no pierden vigencia: “No se te olvide, hay ocasiones en que es mejor poner cara de pendeja” y “recuerda, en esta vida todo tiene solución, menos la muerte. ¿Oquei?”. Oquei.
*Columna dedicada a la memoria del I.V.M. Li Ping Li.
Como mera coincidencia, tras las marchas en demanda de seguridad y justicia, la última semana ha sido de decomisos y aprehensiones. De ello, a la de la letra le llamó la atención que, en algunas de las notas que dan cuenta de esos hechos, de nuevo salió a la luz, como mero dato de color, el culto a la Santa Muerte. Suficiente para que el Departamento de Investigaciones de A dos de tres se pusiera a hurgar sobre el tema, aplicando la premisa “el saber no ocupa lugar”.
Luego de indagar por aquí y por allá, los sabuesos encontraron que el culto a la Santa Muerte fue tema para la película de igual nombre, estrenada en septiembre del 2007 en todo México. La Niña Blanca, como también se le llama, tiene su corrido, en cuyas estrofas dice: “… hoy le canto a la patrona, a la Santísima Muerte. Mafiosos y de la ley se la empiezan a tatuar, políticos y altos jefes hasta le tienen su altar, yo le prendo sus velitas, no es un delito rezar. A la Santísima Muerte muchos la usan para mal, es bueno que se defiendan, pero no hay que abusar, la muerte es muy negativa contigo puede empezar”. La canción la han grabado grupos, como Los Originales de San Juan y Los Creadores del Pasito Duranguense. En el sitio de ventas por internet para comprar y vender de todo hallaron libros, dijes, adornos para acuarios y amuletos para perder peso con la imagen o figura de la Santa Muerte.
El Seminario Diocesano de Celaya, Guanajuato, realizó una profunda investigación sobre el culto. En sus resultados establece que el 7 de septiembre del 2001 se fundó la primera capilla a la Santa Muerte, en la calle Alfarería número 12, en la colonia Morelos, en el Distrito Federal. El culto fue heredado por una familia que lo empezó a practicar desde 1962. En esa misma colonia, se encuentra la parroquia de la Misericordia, dedicada a la Santa Muerte y perteneciente a la “Iglesia Católica Tradicional México-Estados Unidos, Misioneros del Sagrado Corazón y San Felipe de Jesús. Grupo tradicionalista, que no está en comunión con la Iglesia Católica ni con la Santa Sede, como podría desprenderse del nombre que ostenta. Tampoco son una congregación religiosa católica, como parece sugerir el nombre. Sus ministros de culto no son sacerdotes católicos, y el arzobispo David Romo Guillén (líder del grupo) no es reconocido por la autoridad papal. Hasta este momento ignoramos si son válidas sus ordenaciones sacerdotal y episcopal y quién las realizó”. Fin de la cita tomada de los resultados del estudio hecho por el Seminario Diocesano de Celaya.
Para la iglesia católica, mayoritaria en nuestro país, el culto a la Santa Muerte tiene una explicación bien simple: gente al margen de la ley pide la protección de fuerzas contrarias a Jesús, porque este no avala sus actos ilícitos. Así de elemental.
Eso en cuanto a la parte religiosa. Por lo que toca al aspecto legal, resulta que en el 2005 la Secretaría de Gobernación canceló el registro de la Iglesia Católica Tradicional México-Estados Unidos por violar la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, "por desviar gravemente los fines establecidos en sus estatutos, los cuales señalan que el objeto de la citada asociación es conservar la liturgia de la Santa Misa Tridentina", según el comunicado de Gobernación.
Con permiso o sin él el culto sigue y para los que no tienen un templo cerca, pero si un aparato con internet, existe una capilla virtual donde encuentra tanto la oración como una sección para exvotos virtuales.
Desde el punto de vista de las ciencia sociales, el Departamento de Investigaciones de A dos de tres dio con el libro “La Santa Muerte, protectora de los hombres”, de Katia Perdigón Castañeda, publicado este año por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el cual reúne diez años de investigaciones en diversos estados del país.
Perdigón explica que “el culto tal como lo conocemos actualmente es del siglo XX, no existen referencias documentales más allá de 1950”. Refiere que en la película de 1976, El miedo no anda en burro, que protagoniza la India María (María Elena Velasco), “destaca una escena en la que entona una canción frente a una imagen de la Santa Muerte.”
La antropóloga localizó cuatro reportes del siglo XVIII sobre la religiosidad popular que rinde culto a la muerte. Sobre el origen de la santidad explica: “el concepto de la buena muerte, en el Virreinato, era esencial para los devotos e implicaba la preparación y sujeción a los siete sacramentos, a lo largo de la vida. Posiblemente una tergiversación de la palabra, en cuanto a su connotación, derivó en el anuncio de la santa muerte”.
Cuando era niña, la de la letra conoció una especie de folleto, con hojas amarillentas, hediondas a naftalina, que denotaban sus varios ayeres. La portada era negra; en ella, impreso en algo que alguna vez fue plateado o cuando menos gris, se apreciaba una imagen a la cual no se le veía el rosto pero por su guadaña se deducía que era la Muerte. En caligrafía garigoleada se leía “Novena a la Santísima Muerte”.
Muchos años después, vagando por el barrio chino en la Ciudad de México, la de la letra en pleno ejercicio de su despiste exclamó: mira, que rara tienda de novias que pone sus maniquís en la banqueta. “¡Si serás!, es la Santa Muerte” replicó el guía. Así, dimos con el templo del “insigne y venerable maestro Li Ping Li, quien todo lo sabe y todo lo ve” (textual el anuncio). El templo se ubicaba en medio de dos sex-shops.
En el arroyo de la calle, pegado a la banqueta, estaba una mesa y sobre ella la figura de la Santa Muerte del tamaño de una persona promedio. La mesa se cubría con un paño de raso rojo. Había ofrendas y muchas flores de papel en diversos colores. A la distancia, lo que llamaba la atención era el larguísimo velo de novia que se extendía por lo alto, sobre el ancho de la banqueta, hasta terminar en el negocio del insigne maestro.
A la entrada del establecimiento un pedazo de cartón (que dejaba ver había sido contenedor de carteras de huevo) hacía las veces de mampara, tapizada con recortes de periódicos y revistas de espectáculos, que daban cuenta de las artes adivinatorias del maestro que leía todo; la mano, el café, las cartas (tarot, baraja española y hasta lotería), el té de todos sabores y también leía las nalgas. “Li Ping Li lee el futuro en las nalgas” (otra vez textual) decía la noticia del mundo de la farándula. El piso del lugar era de cemento sin pulir. Había una sola vitrina repleta de figuras de la Santa Muerte que convivían con budas, cuarzos, esencias y quien sabe cuanta chunche más.
El maestro era tan chino como una semilla de cacao. Sus ojos estaban rasgados a punta de delineador y a su barba natural le había puesto una extensión, recurso válido que perdía efecto por la descarada liguita verde con que la había amarrado. Su atuendo eran pantalones y filipina en un muy deslavado color negro.
Al principio de la sesión adivinatoria Li Ping Li hablaba como Joaquín Pardavé en El baisano Jalil, tono que fue cambiando hasta terminar como Armando Soto La Marina “El chicote” en El coyote emplumado. En cualquiera de sus acentos, Li Ping Li siempre remataba sus frases con la pregunta ¿oquei?.
Tras pagar los 200 pesos de la lectura de tarot (las otras lecturas no son para una), el maestro le dio a la de la letra una figurita de la Santa Muerte con un moñito rojo, indicándole que la trajera siempre consigo. La figura, del tamaño de una uña, se perdió al cambiar de bolsa.
Al tiempo, en un artículo sobre el culto aparecía alguien quien se hacía llamar Chuang-Li, discípulo del finado Li Ping Li. ¿Finado? Sí, el insigne y venerable maestro Li Ping Li, quien todo lo sabía y todo lo veía, estaba ya en los brazos de la Niña Blanca.
Al día de hoy, la de la letra sigue agradecida con Li Ping Li, por haberle regalado una amena tarde que cerró con dos recomendaciones que no pierden vigencia: “No se te olvide, hay ocasiones en que es mejor poner cara de pendeja” y “recuerda, en esta vida todo tiene solución, menos la muerte. ¿Oquei?”. Oquei.
Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com. Que tenga una excelente semana llena de soluciones.
*Columna dedicada a la memoria del I.V.M. Li Ping Li.
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