viernes, 10 de octubre de 2008

A dos de tres
Marisa Pineda
¡Épale! ¿Dónde anda la gente? Viernes, quincena y desde temprano las calles culichis relativamente solas, en comparación con un día común. Por la noche el asunto era igual, lo que lo volvía peor. ¿Pues dónde andaba la gente? Ya aparecerá.
En vía de mientras, A dos de tres iniciará con una felicitación al doctor Renato Gutiérrez Escobar, quien el viernes, en compañía de su familia, colocó la primera piedra de lo que será el edificio de su clínica de ozonoterapia y medicina hiperbárica.
La encargada de estas líneas está infinitamente agradecida con el doctor Renato Gutiérrez por su amistad, por el ser y el estar, por su comprensión y humanismo. Cualidades que ha tenido a bien prodigar no sólo con la de la letra, sino también con amigos y con amigos de los amigos de la de la letra.
Esta su amiga padece migraña desde hace uuuh. Quienes han sentido el característico dolor sabrán a lo que me refiero, para los que no les describo: la migraña anuncia su llegada con una hipersensibilidad en la mitad de la cabeza y de la cara. El lado puede variar, pero haga de cuenta que lo dividen con tiralíneas de lo derechito, de aquí para allá todo bien, de aquí para allá el más leve roce lastima. Como a la media hora la hipersensibilidad se quita y en su lugar se estaciona un dolor fuerte, palpitante, en la sien del lado donde estuvo la hipersensibilidad.
Hay que aclarar que a veces ese anuncio de la migraña, que los médicos llaman aura, es muy breve. Ding dong... ¿Quién es?. “Soy el aura”. Y cuando abre lo que se mete en su cabeza es el dolor en pleno. De ahí en adelante viene lo bueno.
Una vez que empieza el dolor, todo dependerá de la naturaleza de cada quien. Hay quienes vomitan y se les quita, hay quienes toman un analgésico y adiós malestar. Hay quienes en media hora están como si nada. Pero están también los que vomitan, se toman el analgésico, pasan tres, cuatro, cinco días y el dolor sigue ahí, fiel como perro callejero. En todos esos días seguirá vomitando, el dolor no cederá y le podrá molestar la luz, o/y los sonidos, o/y los olores, y/o la gente, y/o usted mismo, y/o todo.
Para entonces se sentirá con ganas de darse de topes contra la pared hasta que su cráneo se abra, y pueda salir eso que está aferrado a reventar la mitad de su cabeza.
La Organización Mundial de la Salud ha considerado a la migraña como una de las primeras 20 causas de incapacidad en el mundo. En México, las cifras indican que entre el diez y el 15 por ciento de las personas en etapa productiva padecen migraña, palabra, por cierto, proveniente del griego hemikranion, que significa “un lado de la cabeza”.
Según datos del Instituto Mexicano del Seguro Social, ocho de cada diez pacientes que acuden a consulta lo hacen por dolor. De los dolores agudos recurrentes, las cefaleas (dolores de cabeza) y migrañas son los más frecuentes y causan incapacidad mínima de un día. Las bolitas del ábaco indican que eso representa mucho dinero al año.
Pues ahí tiene que esta su amiga era parte de esas estadísticas, y como todo migrañoso desesperado que se precie de ser serio ello llevó a la de la letra a probar cuanto tratamiento alópata, homeópata, naturista, mágico y hechicero le fue prescrito, recomendado o descubierto por iniciativa propia o de manera casual. Con algunos hubo mejoría, pero más pronto que tarde la migraña regresaba con más vehemencia que un infiel pidiendo perdón.
Hubo una temporada en que el dolor era tal, que los analgésicos me traían más taruga que de costumbre. No conforme con eso, para poder conciliar el sueño la forma en que menos dolía era estar por un momento cabeza abajo y súbitamente dar la vuelta. Ahí tiene a la de la letra como murcielaguito. No se lo recomiendo a nadie.
Fue entonces cuando el doctor Renato Gutiérrez Escobar sugirió someterme a un tratamiento de ozonoterapia. “Dame dos meses” fueron sus palabras. Y los dos meses empezaron a transcurrir bajo la personal premisa: si pega bien, si no despegado estaba. En esos dos meses el doctor jamás le reclamó a la de la letra ser una adicta al chocolate, primer alimento que le prohíben a un migrañoso, ni le censuró la negativa a renunciar al placer culposo de ingerirlo a diario (en alguna de sus tantas formas y presentaciones). Digamos, pues, que el tratamiento siguió adelante pese a la paciente.
En el trayecto, el doctor se percató que para poder bajar de la cama donde colocaban a la de la letra, esta se movía con la gracia de un montacargas. La causa: un par de hernias de disco lumbar, cuya llegada se anticipó desde años atrás, tras la operación de una primera. Tres infiltraciones de ozono después, la de la letra quedó lista para irse a bailar, sin necesidad de más cirugías de columna.
No hay tiempo que no se llegue ni plazo que no se cumpla. De aquellos dos meses de gracia que le pidió el médico a la de la letra ya han pasado dos años. Dos años en que, no le voy a echar mentira, la migraña ha vuelto de cuando en cuando a decir “presente”, la diferencia es que se cuentan con los dedos de una mano las veces que el dolor ha sido realmente fuerte. Dos años en que ni el dolor de cabeza, ni el de espalda, ha vuelto a ser incapacitante. Dos años en que no he tenido que volver a dormir como murciélago, ni moverme como montacargas. Dos años en que he corroborado que el equipo del doctor Gutiérrez Escobar es la última frontera entre el desánimo y la esperanza. ¡Felicidades médico!
Comentarios, sugerencias, mentadas, invitaciones y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com. Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Que tenga una semana indolora. Octubre…