lunes, 24 de noviembre de 2008

Esta semana ha estado movida en el aspecto noticioso: la detención del ex titular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada por sus presuntos nexos con el narcotráfico; el penoso papel de nuestra Selección Nacional de Futbol y, por encima de todo ello, una noticia que sacudió las páginas en periódicos de los cinco continentes: la supermodelo Karolina Kurkova ¡no tiene ombligo!
La crisis ya es cliente fiel en los espacios noticiosos, tanto que se ha vuelto familiar; ver a Gloria Trevi diciendo que no va a pasar nada ya no asusta. Los malos y buenos augurios empiezan a leerse con la resignación de quien lee un horóscopo y se prepara para tener una semana de turbulencias amorosas, ante la humana imposibilidad de realinear a Saturno y a Marte en conjunción con Mercurio.
Algo similar ocurre con la muerte, cliente frecuente en las noticias. La cifra de asesinatos relacionados con el crimen organizado pareciera tener vida propia y pese a todo, y a todos, crece día a día. Triste caso este, en que la Muerte ha perdido su papel trascendente para convertirse en mero número.
Luego vino la derrota de la Selección Mexicana de Futbol. No le aunque, dijeron, de panzazo pero nos colamos. No me quiero imaginar con qué cara cualquier miembro de la Selección le va a exigir a su hijo buenas calificaciones, con qué cara le va a reclamar que haya pasado de año de panzazo. Peor aún, ¿en verdad creemos que jugando así nos alcanza para estar en un Mundial?
(A propósito, la de la letra se permite hacerle una recomendación: visite el sitio http://lapelotaelcorazondelaire.blogspot.com/ es de mi amigo El Poeta, maestro de futbol, tanto que aún quienes somos analfabetas futboleros le entendemos.)
Luego vino el caso de los de la estación espacial Endeavour, a quienes les ha llovido sobre mojado. Que si le salieron hongos a la nave (malo), que si se les escapó una araña (muy malo), que si tienen un problema en un panel solar (más malo), que si al querer repararlo se les cayó la caja de herramienta (mucho más malo), que si no pueden reciclar la orina (muchísimo más malo). Con que regresen y la araña no se vuelva un ser mutante, como en las películas de ciencia ficción de bajo presupuesto, todo quedará como anécdota.
Pero qué la crisis y qué las arañas. Hubo algo que conmocionó las páginas de los diarios y sitios de internet en los cinco continentes: Karolina Kurkova ¡no tiene ombligo!. ¡Ooohh!
Ahí tiene a la beldad checa en la pasarela de la marca de lencería Victoria’s Secret, con su metro 80 de estatura; su largo pelo rubio, labios carnosos, ojos verdes; sus 84 centímetros de busto, 57 de cintura y 87 de cadera. Demostrando a sus 24 años porque ha sido la Modelo del Año en repetidas ocasiones, desde que inició su carrera a la temprana edad de 14 años. Confirmándose como una de las modelos mejor pagadas en el mundo, con ganancias anuales promedio de tres millones de dólares, según la revista Forbes. La Kurkova sin ombligo, vivo ejemplo del dicho: qué me importa el mar si perla soy.
Ante el aspaviento mundial que armó la ausencia de ombligo en la supermodelo, su agente se limitó a decir “no es una alienígena”. Ella puntualizó que no hablaría sobre el tema; sin embargo, poniéndonos a especular, no lo dude que esto sea el inicio de una nueva moda y más de una pegue carrera a que le quiten el ombligo. De hecho, en Japón hay una cirugía, llamada hesodashi, para darle al ombligo forma de almendra, cuesta en promedio mil dólares, según las publicaciones que le han dedicado espacio.
Los del Departamento de Etimologías de A dos de tres señalan que la palabra ombligo proviene del latín umbilicus, que significa centro o punto medio. Los griegos le llamaban omphalos, centro, y tenían una diosa dedicada a él, la diosa Ónfale. Para los griegos el ombligo era el centro de la vida, del universo. En culturas como la hindú o la maorí de Nueva Zelanda, ese hoyito tiene significados que van del erótico al mágico. Para no ir más lejos tenemos a México, palabra que, según la mayoría de las hipótesis, proviene del náhuatl Metztli, luna, xictli, centro u ombligo, y co, sufijo de lugar, es decir el centro de la Luna o el ombligo de la Luna.
Hasta hace no mucho tiempo el ombligo servía para acumular mugre y para perforarlo y adornarlo con un arete. Luego sirvió para procedimientos quirúrgicos como la laparoscopía y más recientemente para guardarlo por si se necesitan células madre para trasplantar y tratar enfermedades como la leucemia.
Sobre el ombligo hay tantas tradiciones como culturas. En el barrio en que se crió la de la letra, por generaciones las madres y abuelas tuvieron la grandísima responsabilidad de rescatar y guardar el ombligo del plebe, en cuanto se caía. Lo envolvían en un pañuelito y lo ponían en un sitio seguro (donde no se lo fueran a comer los gatos o algún otro animal), ahí lo tenían años y años. Las abnegadas cabecitas blancas hacían ese ritual con el noble propósito de que el vástago no se fuera a ir de su protección. Pese a la salvaguarda de la tripa seca, no faltaba el hijito, de ya casi 40 años, que se aferraba a emprender el vuelo en contra de la voluntad materna. Ello obligaba a convocar a junta urgente de comadres, quienes, tras considerar los hechos, sentenciaban: entiérrale el ombligo (en la creencia que así no abandonaría la tierra). Lo más seguro es que de ahí surgiera el dicho “aquí me enterraron el ombligo”, para referirse al lugar del cual uno no quiere alejarse o al cual desea regresar para quedarse.
Pero ese no era el único ritual de las matriarcas de antes. En cuanto el plebe salía al mundo, las más sabias revisaban la tripa centímetro a centímetro para predecir el carácter que tendría el recién nacido. Aquellas manos tenían el don de anticipar si el chamaco sería inteligente, obediente, o bien si le iba a dar muchos dolores de cabeza a la madre, ya porque resultara tapado para el estudio o muy voluntarioso.
Había también otra labor igual de importante: estar bien pendientes de que la comadrona o el médico hicieran el corte y el nudo preciso para que el escuincle no quedara ombligón. Tras el nudo, se fajaba bien al recién nacido. En las tiendas se vendían fajeros, aunque había quienes preferían la firmeza de un paliacate o una venda ancha. Algunos médicos sugerían dejar el ombligo al aire para prevenir infecciones, las madres decían que sí, pero en cuanto el galeno se daba la vuelta corrían a ponerles el fajero, porque “será muy el doctor, pero si el niño llora mucho y no trae faja se hace ombligón y se puede herniar”.
Al llegar la moda de enseñar el ombligo, se supo quien era quien. Hubo fuertes reclamos por tener ombligo saltón, como botón forrado. Reproches por estar condenada a no usar pantalones a la cadera con blusas cortitas o amarradas a la cintura, mucho menos bikini. Las ombligonas tenían que poner su carota al recibir el cuestionamiento ¿no te puso faja tu mamá cuando eras chiquita?
Así fue hasta esta semana, en que la Kurkova salió a la pasarela cambiando la historia de la estética, pero, sobre todo, refrescando el panorama noticioso mundial.
Gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com Que tenga una semana en la que Usted sea el ombligo del mundo.