sábado, 28 de septiembre de 2013

Navidad en verano

Marisa Pineda

No sé si es efecto del cambio climático, de la globalización, de la suma de ambos o si es simplemente el signo de los nuevos tiempos, pero en estos días de sensación térmica superior a los 40 grados centígrados parece espejismo ver que en algunas tiendas unos muy sonrientes Santa Claus y demás figuras navideñas, listos para desearle a uno una feliz Navidad y un próspero Año Nuevo.

Por años, agosto y septiembre eran los meses en que la vendimia en Culiacán era casi exclusivamente de mochilas, uniformes, zapatos y útiles escolares; así como de los trajes para el desfile del 15 de septiembre (desfile en el que no falta quien confunde las fechas y envía al chamaco con unos bigotes a lo Emiliano Zapata o recreando a Pancho Villa). En cuanto se decía ¡Viva México! Los anaqueles cedìan sus espacios a los pliegos de papel crepé, las hojas enceradas y el alambre para la elaboración de coronas para el Día de Muertos.

Con la popularización del Día de Brujas, cerraba septiembre y los estantes se plagaban de calabazas, calderos, arañas negras y patonas, gorros de bruja y cantidad de disfraces terroríficos, así como de dulces para obsequiar al plebero que hizo suyo el “queremos jalogüìn”. Con las campañas para recuperar la tradición de los altares de Día de Muertos, a esos productos se añadieron calaveras de azúcar y banderines de plástico picado (quisiera decir que de papel picado, pero los que ofrecen son mayormente de plástico y hechos en China).

Pasado el Día de Muertos, era el banderazo para que la ropa de invierno, los juguetes y los adornos navideños acapararan los espacios que habían empezado a ocupar por ahí desde mediados de octubre. A muchos de los pre-digitales nos tocó ver espectantes como en terrenos frente a la estación central de Bomberos, a mediados de octubre, se levantaba una carpa de circo, que entonces nos parecía monumental, y se convertía en la mayor tienda de juguetes. En cuanto alguien divisaba que empezaban a descargar los postes de metal se corría la voz y ahí nos tenía, día tras día constatando los avances y contando los días para que la carpa abriera sus puertas y pudiéramos entrar a ver qué le pediríamos al Santa Claus. Pasado el día de Reyes, la carpa se desmontaba y a esperar la siguiente temporada.

El aniversario de la Revolución Mexicana era el breve puente entre el Día de Muertos y la llegada de la temporada navideña. Pasada la fecha patria, y aprovechando que el verde, blanco y rojo se repiten en la decoración navideña, no pocos comerciantes reemplazaban el escudo nacional por una flor de nochebuena, dejando así listos sus exhibidores para el resto del año.

Tiempos traen tiempos, y en este siglo 21 ese ciclo del comercio se ha modificado también. Estamos iniciando el llamado mes de la Patria y en los anaqueles se ven lo mismo artículos escolares, que pan de muertos, calabazas, disfraces y toda la parafernalia para el Día de Brujas, al igual que los Santa Claus, renos, pinos y paisajes nevados que hacen parecer un espejismo ver a un señor cargando un mono de nieve bajo un sol inclemente que se siente a más de 40 grados centígrados.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter en @MarisaPineda. Anímese a leer un libro, qué tal Cuentos de Navidad, digo, aprovechando los signos de los nuevos tiempos, y mientras que tenga una semana de armoniosa convivencia.