Marisa Pineda
Mientras mucha gente lamenta, reprueba
y reprocha los pobres resultados de la selección nacional de fútbol,
que nos tiene al filo de ir al Mundial de Fútbol de Brasil en
calidad de colados, representados por un equipo que en este momento
se antoja difícil llegue más allá de los primeros cuatro partidos
mundialistas; otros nos contábamos las horas para la realización de
una función lucha libre de esas que hacen historia, pues en ella
caería una máscara.
Los del Departamento de Vida y Estilo
de A dos de tres se muestran preocupados, cuchichean entre sí: de
continuar escribiendo de lucha libre los cuatro lectores se nos van a
ir y nos van a enviar directo y sin escalas a las páginas
deportivas. Sin embargo, los del Departamento de Ciencias Sociales
(quienes aclaran que no son jipies tardíos sino hipsters
anticipados) señalan con tono doctoral: Así como hay quienes se
rinden ante la magia del balón y trasladan la emoción del gol a
otros aspectos de la vida social (¿qué dijo?), así igual la caída
de una máscara es algo lleno de simbolismos. ¿Han visto cómo se
transforma una persona cuando se pone una máscara de luchador? Como
de inmediato cambian sus movimientos, sus poses y su actitud.
¿Recuerdan como en los tiempos del unipartidismo al posible
candidato oficial solía llamársele “el tapado”?.
Ya una vez con el uso de la voz, los de
Ciencias Sociales continúan: el luchador que adopta una máscara
tiene la oportunidad de reinventarse al amparo del anonimato. La
máscara le permitirá ser en el cuadrilátero todo lo rudo o lo
técnico que quiera. La máscara le dará el poder que cualquier
logro en la vida cotidiana no igualará.
Sin embargo, así como la máscara da
la máscara quita. El luchador que admite una tapa debe estar
dispuesto a renunciar a su personalidad. Aceptará de antemano que
los éxitos que alcance jamás llevarán su nombre propio, sino los
del personaje. Al adoptar una máscara, sabe que a partir de ese
instante escribirá una historia que irá más allá de la muerte,
pues en aras de proteger la identidad no son pocos quienes han sido
velados y sepultados con la tapa puesta.
El origen de la máscara se pierde en
el tiempo. En las más antiguas civilizaciones se asociaba con
prácticas religiosas. En la lucha libre, tan llena de significados,
si bien la cabellera es la fuerza, la máscara es el todo por el
todo. El gladiador que pierde la cabellera pierde la fuerza, su calva
es el reconocimiento de la superioridad del rival; pero el luchador
que pierde la cabellera puede perderlo todo. Hay luchadores cuya
personalidad se ha impuesto a la pérdida de la tapa logrando
trayectorias más brillantes que cuando eran enmascarados, sin
embargo pueden considerarse casos de excepción, pues son más las
carreras que caen al caer la máscara.
La lucha libre ha logrado ser parte de
la identidad mexicana. La patente de la máscara la tiene Deportes
Martínez, negocio que inició don Antonio Martínez, zapatero
guanajuatense, quien confeccionó la careta para el norteamericano
Ciclón McKey, considerada la primera máscara en la lucha libre.
Este viernes 13, en el marco del 80
aniversario del Consejo Mundial de Lucha Libre, en la Arena México,
la catedral de la lucha libre en nuestro país, diez gladiadores
lucharon por salvar su máscara en una lucha final a una caída sin
límite de tiempo. Al final, el rostro del Volador Jr se hizo público
al mundo.
Muchas gracias por leer estas líneas y
con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, invitaciones,
mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com
En Twitter en @MarisaPineda Y mientras cae una máscara, anímese a
leer un libro ¿Qué tal uno de lucha libre? Que tenga una semana de
positivas transformaciones y de triunfos.