sábado, 28 de septiembre de 2013

Juego de manos

Marisa Pineda

Estaba la muerte un día dibidibidí, sentada en su escritorio dobodobodó, buscando papel y lápiz dibidibidí para escribirle al lobo dobodobodó, el lobo le contestaba dabadá… En estos días vacacionales en que los padres ya no hallan a qué curso de verano meter el plebero para que no ande de ocioso, viene a la memoria las vacaciones y los juegos de los pre-digitales. Juegos que sólo requerían algo de memoria y, eso sí, bastante coordinación.

Hay cosas que poco o nada cambian de generación en generación, una de ellas es la emoción que provoca salir de vacaciones. A los padres de entonces, al igual que a los de ahora, se les ponían los pelos de punta a medida de que se acercaba la hora de que sus engendros estuvieran en casa todo el santo día. La primera semana era de levantarse tarde, jugar, jugar y seguir jugando. Para la segunda semana el hartazgo hacía de las suyas y se ponía uno ocioso. Y como el ocio no deja nada bueno ahí andaban los chamacos viendo qué inventaban, trepando, brincando y desoyendo consejos hasta terminar en la Cruz Roja, cortado, descalabrado o con algo roto. ¡Cuantas cicatrices son recuerdo de esos días de ocio!

Sin internet, sin televisión por cable, sin videojuegos ¿A qué jugábamos los plebes de entonces? Los niños jugaban a los carritos, a las canicas, al trompo y a un largo etcétera que sólo exigía perderle el miedo a la mugre, porque quedaban en calidad de estopa de taller mecánico. Las niñas jugábamos a otro tanto de cosas, sobresaliendo el “seis-seis”, ese juego aparentemente simple, que exigía coordinación, destreza, precisión y una concentración total.

Para quienes no tuvieron el privilegio de matar el tiempo jugando al “seis-seis” les platico: El juego consistía en ponerse una niña de cara a otra y hacer una serie de suertes en base a palmadas y aplausos, al ritmo que marcaban unas rimas absurdas. Al final uno debía quedar inmóvil el mayor tiempo posible. Perdía quien equivocaba la secuencia o quien, al final, se movía primero.

El juego comenzaba tomándose de la manos diciendo “seis, seis, seis” Esas palabras eran el equivalente a “en sus marcas, listas, fuera” porque una vez pronunciadas se soltaba uno canturreando en lo que palmoteaba haciendo las coreografías correspondientes. Una de las rimas más populares era: “Estaba la muerte un día dibidibidí, sentada en su escritorio dobodobodó, buscando papel y lápiz dibidí, para escribirle al lobo dobodó, el lobo le contestaba dabadá, que sí bidibidí, que no bodobodó… ¿Qué tenía que hacer el lobo en la historia?, quién sabe, pero como en tantos otros casos se sacrificaba la coherencia en aras de la rima.

Pero la incoherencia no terminaba ahí, de súbito la letra pasaba de la respuesta del lobo dobodó hasta algún país en guerra, porque continuaba: “unchinitofuealaguerrayenlaguerrasemuriólellevaronmuchasfloresyasíque-dó” Así, de corridito, sin agarrar aire, y con la misma rapidez que se decía se movían las manos procurando no perder la coordinación, una palmada mal dada la proclamaba como absoluta perdedora. Pero el juego no terminaba ahí porque una vez acabada la frase había que permanecer inmóvil el mayor tiempo posible. La primera que se movía perdía.

Otra de las más conocidas rimas del “seis-seis” era una que decía: “A Don Martín, tirirín, tirirín, tirirín, se le murió, tororón, tororón, un chiquitín tirirín, tirirín, de sarampión, tororón, tororón (cuando se es niño se es cruel, no hay duda)…” Y de nuevo un giro que ni al caso: “Allá en Jalisco, hay un viejo bizco que dice así: si te mueves o te ríes te daré un pellizcón, una patada, una cachetada y de pilón un coscorrón” y a partir de entonces a quedarse inmóvil porque la primera que se moviera recibía lo que la letra anticipaba.

Bobo, incoherente, cruel, así era el “seis-seis” el juego que amenizó tantos días de vacaciones en la infancia.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter en @MarisaPineda. En estos días de asueto, anímese a leer un libro. En vía de mientras, que tenga una semana en que a los malos momentos les de un pellizcón, una patada, una cachetada y de pilón un coscorrón. Y la semana entrante no estaremos en este espacio porque ¿qué cree? Nos vamos de vacaciones… virtuales, pero vacaciones al fin.