Marisa Pineda
Hay lugares entrañables por los
recuerdos que encierran, por eso cuando uno ve, impotente, su
desaparición siente que con ellos se va una parte significativa de
alguna etapa de la vida; sin embargo, cuando esos lugares son
rescatados o preservados el gozo invade. ¿A qué viene todo ese
connato de discurso? A la enchulada que le están dando al Parque
Revolución, lugar en donde por primera vez presencie una función de
lucha libre, en donde descubrí que los lances, los candados y las
llaves en vivo y a todo color no dejan a nadie impasible. Ahí, en el
Parque Revolución fue donde quien esto escribe se maravilló con la
lucha libre, deporte, espectáculo y pasión del cual sale el título
para este espacio.
Honestamente no recuerdo a partir de
qué edad me gustó la lucha libre, por más que torturo a las pocas
neuronas sobrevivientes no logro ubicar a partir de tal año me
aficioné. En cambio, sí puedo identificar que el primer sitio en el
cual presencié una lucha en vivo fue en el Parque Revolución; un
espacio con techo de lámina galvanizada, gradas de cemento y
superficie de juego del mismo material, con un par de abaniquitos que
en tiempo de calor resultaban más bien simbólicos.
El Parque Revolución se ubica en la
manzana que forman las calles Obregón, Paliza, Francisco Villa y
Leyva Solano. Cuando se inauguró, el 20 de noviembre de 1938, esa
superficie quedaba una cuadra más allá de la mancha urbana. Hoy en
día el inmueble es parte del primer cuadro citadino. En su versión
original el “Revo”, como se le conoce popularmente, contaba con
juegos, refresquería y hasta una alberca. Con el tiempo, el parque
fue objeto de varias remodelaciones; los juegos y la alberca
desaparecieron, en su lugar construyó un gimnasio de usos múltiples.
Se incorporó un mural sobre la Revolución Mexicana y la escultura
de una voluptuosa mujer, La Madre Tierra, autoría, ambas, de Rolando
Arjona Amábilis, obras que se convirtieron en emblemàticas de la
ciudad. Se colocó un reloj monumental, donado por el Club Rotario de
Culiacán. La refresquería ha superado todas las modificaciones.
En el Parque Revolución conocí
algunas de las máximas leyendas que ha dado el pancracio mexicano.
Mi condición de mujer hacía que sobresaliera de entre el plebero,
lo cual en no pocas ocasiones ayudó a ser favorecida con un saludo
de mano del ídolo. Ahí también expresé mi admiración a
gladiadores locales como El Delfín y el gran Muralla Negra.
Así como muchos gozaron en el Parque
Revolución de los conciertos de sus artistas consentidos, así gocé
yo con la lucha libre, en funciones que me permitieron constatar que,
a diferencia de otros deportes, en la lucha nadie permanece
impasible. Nadie está exento de sucumbir ante el embrujo de la
máscara. En ese cuadrado de seis por seis no sólo luchan los rudos
contra los técnicos, ahí están representados el gobierno y el
ciudadano de a pié, el bien contra el mal, ahí están los tantos
rostros de aquello que molesta, que oprime y a lo cual se le puede
vencer en a dos de tres caídas.
En el Parque Revolución me tocó ver
el único ring de lucha libre con cuatro cuerdas. Esto, porque un día
después de la función de lucha se celebraría una de box y quien
puso el ring se le hizo fácil hacer un cuadrilátero multiusos. Pese
al abucheo, el ring se quedó con las cuatro cuerdas y en una de las
más grandes muestras de respeto al público, los gladiadores así
brindaron la función.
En su libro “100 años de lucha libre
en México” Luis Valero asienta que el primer luchador mexicano fue
Antonio Pérez de Prian, quien debutó en 1863. En “Ficción y
realidad del héroe popular” Tiziana Bertaccini refiere que en 1900
el francés Michaud Planchet introdujo la lucha libre en nuestro
país,”en funciones en las plazas de toros, según la norma
grecorromana”. Para 1910 las luchas pasaron a los teatros, según
refieren varios autores, y es hasta 1930 que empiezan a efectuarse en
arenas. En Culiacán, la historia nos sigue debiendo un trabajo que
de cuenta de los luchadores que ha dado esta capital, así como de
las arenas que ha habido.
En vía de mientras, quien esto escribe
celebra que el Parque Revolución esté siendo preparado para muchos
más eventos, para muchas más funciones de lucha libre a las que
acudan los aficionados que nos relevarán en las gradas. Aquellos que
tomarán la estafeta para maravillarse con la lucha aérea y la (cada
vez más escasa) lucha a ras de lona. Aquellos que conocerán y harán
suyas frases como: “el que hace el candado hace la llave”, “el
no ganó, yo perdí”, “la lucha es un ballet violento” y otras
tantas que llevarán a la lucha cotidiana que es la vida, una lucha a
dos de tres caídas con límite de tiempo.
Muchas gracias por leer estas líneas y
hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones,
mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com
En Twitter en @MarisaPineda. Anímese a leer un libro, ¿qué tal uno
sobre la lucha libre? y en lo que lo lee que tenga una semana libre
de rudezas innecesarias.