sábado, 28 de septiembre de 2013

El "Revo"

Marisa Pineda

Hay lugares entrañables por los recuerdos que encierran, por eso cuando uno ve, impotente, su desaparición siente que con ellos se va una parte significativa de alguna etapa de la vida; sin embargo, cuando esos lugares son rescatados o preservados el gozo invade. ¿A qué viene todo ese connato de discurso? A la enchulada que le están dando al Parque Revolución, lugar en donde por primera vez presencie una función de lucha libre, en donde descubrí que los lances, los candados y las llaves en vivo y a todo color no dejan a nadie impasible. Ahí, en el Parque Revolución fue donde quien esto escribe se maravilló con la lucha libre, deporte, espectáculo y pasión del cual sale el título para este espacio.

Honestamente no recuerdo a partir de qué edad me gustó la lucha libre, por más que torturo a las pocas neuronas sobrevivientes no logro ubicar a partir de tal año me aficioné. En cambio, sí puedo identificar que el primer sitio en el cual presencié una lucha en vivo fue en el Parque Revolución; un espacio con techo de lámina galvanizada, gradas de cemento y superficie de juego del mismo material, con un par de abaniquitos que en tiempo de calor resultaban más bien simbólicos.

El Parque Revolución se ubica en la manzana que forman las calles Obregón, Paliza, Francisco Villa y Leyva Solano. Cuando se inauguró, el 20 de noviembre de 1938, esa superficie quedaba una cuadra más allá de la mancha urbana. Hoy en día el inmueble es parte del primer cuadro citadino. En su versión original el “Revo”, como se le conoce popularmente, contaba con juegos, refresquería y hasta una alberca. Con el tiempo, el parque fue objeto de varias remodelaciones; los juegos y la alberca desaparecieron, en su lugar construyó un gimnasio de usos múltiples. Se incorporó un mural sobre la Revolución Mexicana y la escultura de una voluptuosa mujer, La Madre Tierra, autoría, ambas, de Rolando Arjona Amábilis, obras que se convirtieron en emblemàticas de la ciudad. Se colocó un reloj monumental, donado por el Club Rotario de Culiacán. La refresquería ha superado todas las modificaciones.

En el Parque Revolución conocí algunas de las máximas leyendas que ha dado el pancracio mexicano. Mi condición de mujer hacía que sobresaliera de entre el plebero, lo cual en no pocas ocasiones ayudó a ser favorecida con un saludo de mano del ídolo. Ahí también expresé mi admiración a gladiadores locales como El Delfín y el gran Muralla Negra.

Así como muchos gozaron en el Parque Revolución de los conciertos de sus artistas consentidos, así gocé yo con la lucha libre, en funciones que me permitieron constatar que, a diferencia de otros deportes, en la lucha nadie permanece impasible. Nadie está exento de sucumbir ante el embrujo de la máscara. En ese cuadrado de seis por seis no sólo luchan los rudos contra los técnicos, ahí están representados el gobierno y el ciudadano de a pié, el bien contra el mal, ahí están los tantos rostros de aquello que molesta, que oprime y a lo cual se le puede vencer en a dos de tres caídas.

En el Parque Revolución me tocó ver el único ring de lucha libre con cuatro cuerdas. Esto, porque un día después de la función de lucha se celebraría una de box y quien puso el ring se le hizo fácil hacer un cuadrilátero multiusos. Pese al abucheo, el ring se quedó con las cuatro cuerdas y en una de las más grandes muestras de respeto al público, los gladiadores así brindaron la función.

En su libro “100 años de lucha libre en México” Luis Valero asienta que el primer luchador mexicano fue Antonio Pérez de Prian, quien debutó en 1863. En “Ficción y realidad del héroe popular” Tiziana Bertaccini refiere que en 1900 el francés Michaud Planchet introdujo la lucha libre en nuestro país,”en funciones en las plazas de toros, según la norma grecorromana”. Para 1910 las luchas pasaron a los teatros, según refieren varios autores, y es hasta 1930 que empiezan a efectuarse en arenas. En Culiacán, la historia nos sigue debiendo un trabajo que de cuenta de los luchadores que ha dado esta capital, así como de las arenas que ha habido.

En vía de mientras, quien esto escribe celebra que el Parque Revolución esté siendo preparado para muchos más eventos, para muchas más funciones de lucha libre a las que acudan los aficionados que nos relevarán en las gradas. Aquellos que tomarán la estafeta para maravillarse con la lucha aérea y la (cada vez más escasa) lucha a ras de lona. Aquellos que conocerán y harán suyas frases como: “el que hace el candado hace la llave”, “el no ganó, yo perdí”, “la lucha es un ballet violento” y otras tantas que llevarán a la lucha cotidiana que es la vida, una lucha a dos de tres caídas con límite de tiempo.

Muchas gracias por leer estas líneas y hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter en @MarisaPineda. Anímese a leer un libro, ¿qué tal uno sobre la lucha libre? y en lo que lo lee que tenga una semana libre de rudezas innecesarias.