Marisa Pineda
Ya que se había hecho una a la
idea de ir al cine y escuchar los timbres de teléfono celular como parte de la
banda sonora de las películas, surge una nueva forma de fastidiar a los vecinos
de butaca: tomarse fotografías con flash en medio de la función.
Dudo mucho que cuando el ingeniero
Martin Cooper, de la empresa Motorola, inventó el teléfono celular, allá por
1973, entre las aplicaciones que imaginó para el aparato haya estado la de
convertirlo en el más eficaz instrumento para molestar a los cinéfilos.
A los que somos de la era
pre-digital nos tocó que el inicio de la función lo marcara el simpatías del
grupo que amparado en la oscuridad de la sala anunciaba gritando “ya llegué”, a
lo cual seguía la chunga de la plebada con sus onomatopeyas “shht”, “sshhhh”, que se prolongaban hasta acabar con la
paciencia del respetable. “Ya cállense”, “ya dejen oír”, “ya están grandes
plebes” eran las firmes expresiones que terminaban con el falso reclamo de
silencio de la chamacada.
Luego aparecieron en el mercado
los teléfonos celulares y unos cuadritos de localización llamados “bipers”. Los
bipers eran los populares, así que tener un bíper no era la gran cosa; pero
tener un teléfono celular, cuyos primeros aparatos eran del tamaño de un
ladrillo, era en principio símbolo de status. El que tenía un celular casi
rogaba porque le timbrara el aparato en medio de la función para que todos
vieran que él era el feliz poseedor de un teléfono móvil. A partir de ahí, ya
nada dentro del cine fue igual.
A partir de entonces, el grito
“ya llegué” quedó el peligro de extinción y empezó a ser sustituido por la más
amplia gama de timbres. Un día cualquiera, en una iglesia, vi un letrero que
decía “Dios te llamará, pero no por celular”. Ese letrero fue mi cable a tierra
para entender que los timbrazos inoportunos eran un fastidio que llegó para
quedarse, pues si eso pasaba en un templo, cuan más en una sala de cine.
Entender el asunto fue la parte
fácil, la difícil ha sido aceptarla. Eso de estar metido en la trama, y justo
en el momento en que el monstruo se va a comer al científico escuchar de súbito
“necesito unas heladas pa’ ponerme bien al tiro”, es para pedir que el monstruo
salga de la pantalla y se coma primero al dueño del celular que trae ese
timbre.
Luego de muchas descargas de
bilis, esta su amiga por fin se hizo a la idea que en el momento de la escena
de amor no faltará el telefonito que suene con la canción de moda. Sin embargo,
que lejos estaba yo de imaginar que eso de que timbre el celular en la función
ya quedó pasado de moda, “lo de hoy” es tomarse fotos dentro de la sala.
Así lo descubrí cuando en medio
de la oscuridad un brillo muy cercano me hizo brincar sobresaltada. Y a ese
brillo le siguió otro, y otro y dos más. ¿Qué fue eso? ¿Algo hizo corto? No,
eran los vecinos de asientos tomándose fotos con su teléfono celular. Pero
ellos no fueron los únicos, cual si fuera la voz de arranque, minutos después en
la sala era una de flashazos cual si la función fuera alfombra roja. Pero el asunto no termina ahí, porque de nada
sirve tomarse una foto en medio de la oscuridad si no se comparte
inmediatamente en las redes sociales. Y no tiene chiste compartir en silencio,
hay que hacerlo con barullo, el grupito arremolinado en torno al aparato.
¿Qué no salió la foto o no les
gustó? ¡Qué importa! Tomémonos otra, no le aunque importunemos a los demás. Si
lo de hoy es descubrir que tan potente es el lente y el flash de nuestro
teléfono celular, capturar el bonito momento en que fuimos al cine y, quien
quita y con un poco de suerte, colocarla
en las redes sociales con el mensaje “ya llegué”.
Muchas gracias por leer éstas
líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Sugerencias, invitaciones,
recomendaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter nos
encontramos en @MarisaPineda. Que tenga una semana de película y no olvide
regalarse el placer de la lectura.