lunes, 6 de agosto de 2012

¡Ya llegué!



Marisa Pineda

Ya que se había hecho una a la idea de ir al cine y escuchar los timbres de teléfono celular como parte de la banda sonora de las películas, surge una nueva forma de fastidiar a los vecinos de butaca: tomarse fotografías con flash en medio de la función.

Dudo mucho que cuando el ingeniero Martin Cooper, de la empresa Motorola, inventó el teléfono celular, allá por 1973, entre las aplicaciones que imaginó para el aparato haya estado la de convertirlo en el más eficaz instrumento para molestar a los cinéfilos.

A los que somos de la era pre-digital nos tocó que el inicio de la función lo marcara el simpatías del grupo que amparado en la oscuridad de la sala anunciaba gritando “ya llegué”, a lo cual seguía la chunga de la plebada con sus onomatopeyas “shht”, “sshhhh”,  que se prolongaban hasta acabar con la paciencia del respetable. “Ya cállense”, “ya dejen oír”, “ya están grandes plebes” eran las firmes expresiones que terminaban con el falso reclamo de silencio de la chamacada.

Luego aparecieron en el mercado los teléfonos celulares y unos cuadritos de localización llamados “bipers”. Los bipers eran los populares, así que tener un bíper no era la gran cosa; pero tener un teléfono celular, cuyos primeros aparatos eran del tamaño de un ladrillo, era en principio símbolo de status. El que tenía un celular casi rogaba porque le timbrara el aparato en medio de la función para que todos vieran que él era el feliz poseedor de un teléfono móvil. A partir de ahí, ya nada dentro del cine fue igual.

A partir de entonces, el grito “ya llegué” quedó el peligro de extinción y empezó a ser sustituido por la más amplia gama de timbres. Un día cualquiera, en una iglesia, vi un letrero que decía “Dios te llamará, pero no por celular”. Ese letrero fue mi cable a tierra para entender que los timbrazos inoportunos eran un fastidio que llegó para quedarse, pues si eso pasaba en un templo, cuan más en una sala de cine.   

Entender el asunto fue la parte fácil, la difícil ha sido aceptarla. Eso de estar metido en la trama, y justo en el momento en que el monstruo se va a comer al científico escuchar de súbito “necesito unas heladas pa’ ponerme bien al tiro”, es para pedir que el monstruo salga de la pantalla y se coma primero al dueño del celular que trae ese timbre.

Luego de muchas descargas de bilis, esta su amiga por fin se hizo a la idea que en el momento de la escena de amor no faltará el telefonito que suene con la canción de moda. Sin embargo, que lejos estaba yo de imaginar que eso de que timbre el celular en la función ya quedó pasado de moda, “lo de hoy” es tomarse fotos dentro de la sala.

Así lo descubrí cuando en medio de la oscuridad un brillo muy cercano me hizo brincar sobresaltada. Y a ese brillo le siguió otro, y otro y dos más. ¿Qué fue eso? ¿Algo hizo corto? No, eran los vecinos de asientos tomándose fotos con su teléfono celular. Pero ellos no fueron los únicos, cual si fuera la voz de arranque, minutos después en la sala era una de flashazos cual si la función fuera alfombra roja.  Pero el asunto no termina ahí, porque de nada sirve tomarse una foto en medio de la oscuridad si no se comparte inmediatamente en las redes sociales. Y no tiene chiste compartir en silencio, hay que hacerlo con barullo, el grupito arremolinado en torno al aparato.

¿Qué no salió la foto o no les gustó? ¡Qué importa! Tomémonos otra, no le aunque importunemos a los demás. Si lo de hoy es descubrir que tan potente es el lente y el flash de nuestro teléfono celular, capturar el bonito momento en que fuimos al cine y, quien quita y con un  poco de suerte, colocarla en las redes sociales con el mensaje “ya llegué”.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Sugerencias, invitaciones, recomendaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter nos encontramos en @MarisaPineda. Que tenga una semana de película y no olvide regalarse el placer de la lectura.