lunes, 23 de julio de 2012

Radionovelas



Marisa Pineda

“Voy a cantar el corrido del salteador de caminos, que se llamaba Porfirio, llamábanle Ojo de vidrio, lo tuerto no le importaba, el no fallaba en el tiro”. Ese estribillo acompañó de lunes a viernes toda mi niñez. No hubo día que La Matriarca se perdiera las aventuras de Porfirio Cadena,  rey de las radionovelas en México, como lo atestiguan 60 años de éxito ininterrumpido que han marcado generación tras generación.

Hace días esta su amiga tomó un taxi, en el trayecto el chofer sintonizó no sé que estación cuando una voz se me hizo familiar. ¿Es Porfirio Cadena? El chofer confirmó “él es,  a las ocho empieza”. No sé cómo será en otras ciudades, pero en Culiacán las aventuras de Porfirio Cadena “El ojo de vidrio” están en la memoria de decenas de generaciones.

En los recuerdos más remotos de quien esto escribe están dos radionovelas; Porfirio Cadena, la favorita de La Matriarca, y Kalimán, mi primer filósofo. Toda la infancia, de lunes a viernes, había que apurarle al desayuno antes de que comenzara Porfirio Cadena, pues si uno distraía a La Matriarca durante la transmisión, corto era el día para descargar su ira con el impertinente que la perturbó.

Dicen los del Departamento de investigaciones de A dos de tres que de 1940 a 1955 la radio en México tuvo su época de oro. Fue en esos años cuando surgieron radionovelas como “Corona de lágrimas”, “Chucho el roto” y “El derecho de nacer”, llevadas luego al cine y a la televisión con los actores de moda en turno.

Fue por ese entonces cuando de la pluma de Don Rosendo Ocaña, poeta, compositor y novelista oriundo de Rancho Escondido, Montemorelos, Nuevo León, surgió la saga de Porfirio Cadena, “El ojo de vidrio”, un hombre de campo que se vuelve criminal al vengar el asesinato de su padre.

En la primera de las entregas “Por qué se hizo criminal El ojo de vidrio”, se relata cómo Porfirio pierde a sus padres, ultimados a balazos por un grupo de hombres entre quienes está Don Fermín Castillo, el mismo que golpea a un joven Porfirio haciendo que perdiera el ojo.
A lo largo de las historias Porfirio demuestra que es, literal, un ojo alegre, pues cuanta mujer hermosa se cruza en su camino la enamora. Así, el bandido queda prendado de una bella joven hija de un hombre poderoso que la confina a un convento. Pero qué son los muros del claustro para el enamorado, que se impone a las barreras y rapta a la hermosa dama, procreando un hijo.

Marcado por la tragedia, Porfirio pierde a todas las mujeres que ama y la madre de su hijo no es la excepción. Con los años el niño aquel, Alejandro, descubre su origen despreciando a su padre. A lo largo de los cientos de episodios el Ojo de vidrio lo mismo será el más despiadado de los asesinos, que un bandido generoso que roba a los ricos para favorecer a los pobres. Su vida será tanto un constante afán de venganza, como de lograr el perdón y el amor de su hijo. Capítulo a capítulo, buscará la redención y la tranquilidad sin encontrarlas.
En sus andares el bandido no está sólo, siempre lo acompaña alguna de sus tantas amasias (así se refiere a sus amantes del momento). Entre sus aliados está también Jacinto de la Rosa y Flores, Chinto de la Rosa para los allegados, homosexual gay fiel como nadie al Ojo de vidrio.

Por el bando de los archienemigos de Porfirio figuran Lino Huitrón padre, e hijo del mismo nombre. El primero asesinado por el Ojo de vidrio y el junior, obvio, buscando vengar la muerte de su progenitor. De este lado está también El Comandante, porque serie tras serie siempre hay un comandante que persigue a Porfirio, quien si bien ha matado a muchos, la más de las veces lo ha hecho en defensa propia.

Porfirio tiene un secreto que le ha permitido salir de las situaciones más difíciles: un tesoro, escondido allá en la Sierra del Huajuco (Tamaulipas). Cuando se ve atrapado, el bandido revela ese secreto para provocar la codicia de quien lo puede sacar del atolladero.  También posee un chaleco de malla que lo protege.  El chaleco de malla convierte a Porfirio Cadena en un ser casi indestructible, y digo casi porque no logró salvarlo de la muerte que le provocó la mordida de una serpiente coralillo.

Sí creyó que con su muerte se acabó la historia de Porfirio, craso error porque Don Rosendo Ocaña escribió cantidad de historias en las que “vuelve Porfirio Cadena”, y cuando el recurso se agotaba sacaba una precuela.

“Bajaron tres campesinos de allá del Cerro Escondido, picado de un coralillo, venía ya muerto el bandido sobre el caballo tordillo”.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, invitaciones, sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter estamos en @MarisaPineda. Ya leyó A dos de tres, anímese a leer un libro. Que tenga una semana de gratas aventuras.