Marisa Pineda
“Voy a cantar el corrido del
salteador de caminos, que se llamaba Porfirio, llamábanle Ojo de vidrio, lo
tuerto no le importaba, el no fallaba en el tiro”. Ese estribillo acompañó de
lunes a viernes toda mi niñez. No hubo día que La Matriarca se perdiera las
aventuras de Porfirio Cadena, rey de las
radionovelas en México, como lo atestiguan 60 años de éxito ininterrumpido que han
marcado generación tras generación.
Hace días esta su amiga tomó un
taxi, en el trayecto el chofer sintonizó no sé que estación cuando una voz se
me hizo familiar. ¿Es Porfirio Cadena? El chofer confirmó “él es, a las ocho empieza”. No sé cómo será en otras
ciudades, pero en Culiacán las aventuras de Porfirio Cadena “El ojo de vidrio”
están en la memoria de decenas de generaciones.
En los recuerdos más remotos de
quien esto escribe están dos radionovelas; Porfirio Cadena, la favorita de La
Matriarca, y Kalimán, mi primer filósofo. Toda la infancia, de lunes a viernes,
había que apurarle al desayuno antes de que comenzara Porfirio Cadena, pues si
uno distraía a La Matriarca durante la transmisión, corto era el día para descargar
su ira con el impertinente que la perturbó.
Dicen los del Departamento de
investigaciones de A dos de tres que de 1940 a 1955 la radio en México tuvo su
época de oro. Fue en esos años cuando surgieron radionovelas como “Corona de
lágrimas”, “Chucho el roto” y “El derecho de nacer”, llevadas luego al cine y a
la televisión con los actores de moda en turno.
Fue por ese entonces cuando de la
pluma de Don Rosendo Ocaña, poeta, compositor y novelista oriundo de Rancho
Escondido, Montemorelos, Nuevo León, surgió la saga de Porfirio Cadena, “El ojo
de vidrio”, un hombre de campo que se vuelve criminal al vengar el asesinato de
su padre.
En la primera de las entregas
“Por qué se hizo criminal El ojo de vidrio”, se relata cómo Porfirio pierde a
sus padres, ultimados a balazos por un grupo de hombres entre quienes está Don
Fermín Castillo, el mismo que golpea a un joven Porfirio haciendo que perdiera
el ojo.
A lo largo de las historias
Porfirio demuestra que es, literal, un ojo alegre, pues cuanta mujer hermosa se
cruza en su camino la enamora. Así, el bandido queda prendado de una bella
joven hija de un hombre poderoso que la confina a un convento. Pero qué son los
muros del claustro para el enamorado, que se impone a las barreras y rapta a la
hermosa dama, procreando un hijo.
Marcado por la tragedia, Porfirio
pierde a todas las mujeres que ama y la madre de su hijo no es la excepción.
Con los años el niño aquel, Alejandro, descubre su origen despreciando a su
padre. A lo largo de los cientos de episodios el Ojo de vidrio lo mismo será el
más despiadado de los asesinos, que un bandido generoso que roba a los ricos para
favorecer a los pobres. Su vida será tanto un constante afán de venganza, como de
lograr el perdón y el amor de su hijo. Capítulo a capítulo, buscará la
redención y la tranquilidad sin encontrarlas.
En sus andares el bandido no está
sólo, siempre lo acompaña alguna de sus tantas amasias (así se refiere a sus
amantes del momento). Entre sus aliados está también Jacinto de la Rosa y
Flores, Chinto de la Rosa para los allegados, homosexual gay fiel como nadie al
Ojo de vidrio.
Por el bando de los archienemigos
de Porfirio figuran Lino Huitrón padre, e hijo del mismo nombre. El primero
asesinado por el Ojo de vidrio y el junior, obvio, buscando vengar la muerte de
su progenitor. De este lado está también El Comandante, porque serie tras serie
siempre hay un comandante que persigue a Porfirio, quien si bien ha matado a
muchos, la más de las veces lo ha hecho en defensa propia.
Porfirio tiene un secreto que le
ha permitido salir de las situaciones más difíciles: un tesoro, escondido allá
en la Sierra del Huajuco (Tamaulipas). Cuando se ve atrapado, el bandido revela
ese secreto para provocar la codicia de quien lo puede sacar del atolladero. También posee un chaleco de malla que lo
protege. El chaleco de malla convierte a
Porfirio Cadena en un ser casi indestructible, y digo casi porque no logró
salvarlo de la muerte que le provocó la mordida de una serpiente coralillo.
Sí creyó que con su muerte se
acabó la historia de Porfirio, craso error porque Don Rosendo Ocaña escribió
cantidad de historias en las que “vuelve Porfirio Cadena”, y cuando el recurso
se agotaba sacaba una precuela.
“Bajaron tres campesinos de allá
del Cerro Escondido, picado de un coralillo, venía ya muerto el bandido sobre
el caballo tordillo”.
Muchas gracias por leer éstas
líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, invitaciones,
sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter
estamos en @MarisaPineda. Ya leyó A dos de tres, anímese a leer un libro. Que
tenga una semana de gratas aventuras.