Marisa Pineda
Es cuestión de sentido común, de
matemáticas elementales. Si el tres cabe dos veces en el seis, ¿por qué las
vendedoras de calzado creen que un pie del número seis va a caber en un zapato
número tres? Por más buena voluntad y afán de servicio que pongan, no es
posible. A fuerzas ni los zapatos entran, y escuchar una y otra vez “no tengo
seis, pero le traje un tres”, o un cuatro, o un cinco, hace que lo que inició
como afán de servicio termine por convertirse en el Efecto Cenicienta.
No sé Usted, pero para mí comprar
zapatos se ha convertido en una comedia de situaciones, en la cual me toca el
papel de hermanastra de Cenicienta. Por más esfuerzos que hago la zapatilla
ganadora del Príncipe no entra, ni haciéndome
liposucción en los pies.
Allá le voy a recorrer
escaparates de arriba abajo. De pronto, un modelo hace guiños y tratando de
hacer válida la frase “Dale a una mujer el calzado apropiado y conquistará el
mundo” solicito ¿Tendrá esos en número
seis? Minutos después llega la dependienta haciendo malabares con un altero de
cajas en varios números, ninguno seis. Por mera atención a su empeño, y por una
ligera esperanza, accede una a probarse
un cinco. Descaradamente, una parte del talón mata la ilusión delatando que no alcanzó lugar dentro de la
suela. La muchacha se queda viendo la parte fuera e interroga ¿cómo los siente?
Es hora que no alcanzo a distinguir si la pregunta fue con burla o candor.
Siguiente zapatería. Mismo inicio
de la historia y un final de humor involuntario a cargo de una servicial
empleada que llegó con una caja y su mejor sonrisa: “sólo los tengo en tres, se
los traje”. Agradecí su esmero y salí de
prisa, antes de que me ganara la risa o la patanería y le pidiera me explique
cómo cree que un pie del seis va a caber en un zapato del tres sin ser mutilado.
No tengo pies plegables. ¿Qué no ha escuchado que a fuerza ni los zapatos
entran?
Y en ese andar recuerdo haber
leído en Nomeacuerdocualrevista que en Kuala Lumpur (Malasia) hay una zapatería donde, en la
compra de un par de calzado, le regalan un boleto para una cita con un
prospecto de novio. Algo así como una adaptación corregida y aumentada del
cuento de la Cenicienta.
Gracias a esa prodigiosa capacidad
de mi cerebro para almacenar exclusivamente información basura, recuerdo que la
mecánica de la compra-encuentro es así: la zapatería en cuestión estableció un
acuerdo con una agencia de citas, la cual incluyó en sus cuestionarios
preguntas relacionadas con los gustos en el calzado, de tal manera que cuando
alguien compra un par se le obsequia una cita con alguno de los prospectos con
preferencias afines.
Si el encuentro prospera, el Príncipe tiene la
opción de obsequiar a la moderna Cenicienta un cupón por el diez por ciento de
descuento en el modelo elegido (tal rebaja la cubre el). Si no surge el amor, la
aspirante a novia puede quedarse con el bonito recuerdo de la bonificación en
el precio, o con el gusto de descubrir que el presunto no es más que un tacaño
de siete suelas.
Ignoro si la zapatería esa tiene
ventas a todo el mundo, y menos si en ellas se incluye la promoción. Está
difícil saber tanto.
Y en lo que recordaba ese
artículo seguí coleccionando frases de consolación: “Los puede enviar a la
horma”, “con el uso se estiran”, “el cinco viene amplio”, “los números grandes
son los primeros que se acaban”. Así hasta que en el momento y lugar menos
esperado, una muchacha llega con una caja en la cual se divisa el ansiado
número 26. A partir de ese instante, a cada paso de la dependienta, haga de
cuenta que empieza a escucharse de fondo la Marcha Triunfal de la ópera Aída. A
partir de entonces y hasta que la muchacha abra la caja y extienda la mano
ofreciendo el zapato los segundos transcurrirán lentamente y más firmemente
creeré que así surgió el cuento de la Cenicienta. Qué Príncipe ni qué nada, para mí que la
Cenicienta había ido a comprar zapatos.
Muchas gracias por leer éstas
líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios,
sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com en Twitter
estamos en @MarisaPineda.
Que tenga una semana libre de
piedritas en el zapato. Y recuerde que “un buen lector es el que hace el libro
bueno”, por cierto ¿ya leyó La Cenicienta?.