Marisa Pineda
Ser o no ser, esa es la cuestión. Que abrimos el correo electrónico
y nos encontramos con la invitación a ir al teatro. Como de cuando en cuando a
los de A dos de tres nos da por darnos nuestra cultivada, y como el jolgorio
pintaba bien, allá le vamos, a celebrar los primeros 30 años de labor escénica
de un grupo de amigos que ha dado vida a un proyecto al cual la cultura de Sinaloa le debe mucho, porque
hoy en día el grupo devela placas, recibe reconocimientos, es tema de libros,
pero no siempre fue así.
Deje le presumimos que ahí donde
la ve, en A dos de tres tenemos amigos artistas, dentro de los cuales están los
“tatuases” gentilicio con el cual se le llama a los habitantes de esa tierra
del drama y la comedia que es el Taller de Teatro de la Universidad Autónoma de
Sinaloa, el Tatuas. Grupo que en este mes celebra sus primeras tres décadas de
estar porfiando en ese proyecto, por cuyas filas han pasado miembros que a su
vez han formado otros tantos grupos teatrales, merced la experiencia que les
dejó el Tatuas.
La celebración inició con la
develación de la placa por los 30 años de trabajo ininterrumpido, así como con
la entrega de reconocimientos a Martha Salazar, Antonio Díaz “Tonito” (post mortem)
y a Don Miguel Tamayo, quien estuvo detrás del nacimiento del grupo. El acto
protocolario fue del discurso sentido, al respetuoso y al del humor involuntario,
de quien acomodó todas las palabras domingueras que pudieran caber renglón por
renglón.
Y mientras el protocolo se
desarrollaba vino el recuerdo de aquellos tiempos en que las obras del TATUAS
se presentaban en el patiecito de la Casa de la Cultura de la UAS, o bajo el árbol
que está en el callejón contiguo a la casona. Tiempos en que ni el horroroso
calor culichi, ni los moscos que no respetaban el escenario lograban amedrentar
a los actores que daban vida, primordialmente, a las obras que escribió Óscar
Liera y que hoy ya son parte de la historia del teatro.
Estrenos memorables como el de la
adaptación que hizo Liera a “La verdad sospechosa”, de Juan Ruiz de Alarcón,
cuya escenificación los actores la hicieron a la luz de las velas, luego de que
el gobernador de entonces Antonio Toledo Corro, ordenara cortar la energía
eléctrica en el teatro (que, por cierto, hoy lleva el nombre de Liera) a causa
de los enfrentamientos que tenía con el fundador y entonces director del
Tatuas.
Pero esos enconos no se limitaban
al dramaturgo, no. Las represalias trascendieron a miembros y fieles seguidores
del trabajo del Tatuas. A ello logró sobrevivir el grupo. A ello, y a los
vaivenes en los apoyos por parte de las administraciones que ha tenido la
Universidad Autónoma de Sinaloa en estos 30 años.
Para la historia han quedado los
tiempos en que han recibido pleno respaldo para acudir a muestras nacionales e
internacionales, como los tiempos en que los han dejado al garete. Vaivenes que
han dado pauta a incontables anécdotas que hoy se cuentan en medio de
carcajadas, como la vez que estuvieron a punto de congelarse, regresando de una
función en Tijuana, porque el camión que les prestaron no tenía calefacción.
Para la historia están también
los conflictos internos que han logrado sortear, propios de cualquier grupo que
cumple ya 30 años. Igual quedan en la historia los momentos en que, tras la
muerte de Óscar Liera, el Tatuas se vio obligado a renovar su repertorio,
demostrando de qué está hecho.
Treinta años que se festejarán
durante todo este mes con proyección de documental, presentaciones de libros,
exposiciones, conferencias y con teatro, mucho teatro para hacer de estos
treinta años aquello atribuido a Shakespeare: “El pasado es un prólogo”.
Muchas gracias por leer éstas
líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios,
sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com en Twitter
estamos en @MarisaPineda.
Que tenga una semana en que la
comedia venza al drama. Y anímese a leer, por ejemplo Romeo y Julieta.