lunes, 19 de diciembre de 2011

Recomendaciones decembrinas



Marisa Pineda

Para cuando estas líneas salgan a la luz estaremos entrando a la segunda etapa del maratón Guadalupe-Reyes, ya para entonces varios estarán en la zona de las asistencias acusando los estragos físicos de las posadas; o bien los daños sicológicos que deja tratar de entrar a cualquier banco o cajero permanente a realizar algún movimiento.

Para entonces, los de A dos de tres estaremos de vacaciones, Dios mediante, no nos leeremos hasta el año entrante. Antes de irnos extenderemos una serie de invitaciones, las cuales pueden ser en el orden que guste. Ahí vamos.

Por Usted y por nosotros si se emborracha no maneje. Lamentablemente la frase “Si toma no maneje y si maneja no tome” sigue vigente, aún con lo trillada. Si al caminar tiene que ponerse de lado para poder llegar a su destino, porque en línea recta no más no resulta; si al demostrar que no anda alcoholizado se le escucha “ando bien, ando bien, shi ashí es como mejor man-man-manejoo”, mejor que alguien le haga el favor de llamarle a un taxi.  No es que nos pongamos moralinos, lo que pasa en que en A dos de tres no queremos perder a ni uno de los cinco lectores que tenemos.

Si va a una reunión y le gustó la comida,  felicite al cocinero, al anfitrión y por caridad de Dios deje la autoflagelación para la cuesta de enero. Si decidió echarse al plato pavo, relleno, pasta, puré de papas y/o de manzana, dos cuernitos, ensalada con bombones, camarones, frijoles puercos, ponche de frutas y un pellizquito de cada postre cómalos, celébrelos, disfrútelos sin decir a cada bocado ¡Ay! voy a pecar, ¡Ay! estoy comiendo mucho. Nadie le obliga a servirse de más. Coma hasta donde quiera y lo que quiera y deje la autoflagelación para otro momento, porque en éstos es de mal gusto y resulta hasta ofensivo para quien invirtió tiempo y dinero para darle la atención que se merece.

No abuse del karaoke. Tenga presente que el karaoke es un instrumento diseñado para que todos se escuchen mal al cantar, hasta el mismísimo Pavarotti se ha de haber oído del carajo en el karaoke. No le haga caso a la puntuación que aparece, ni crea que porque el aparato le dio una calificación de nueve Usted es la estrella que andan buscando en la siguiente etapa de La voz México. Esa calificación es como sacar un número en una tómbola, no se la crea; ni crea que porque ahora sacó un siete con el siguiente destrozo melódico el número será mayor. Paquita, Jenny, LuisMi, Chente y Juanga sólo hay uno y no es Usted. De cantar en inglés allá Usted sabe, pero le anticipo que tampoco es Justin Bieber y menos Celine Dion interpretando el tema de Titanic.

Si la pachanga está ambientada y en la pista el bailongo no cesa al ritmo de Para amanecer bailando, ni-se-le-ocurra poner Amor eterno.  Son muchas las veces que el Dj pone esa pieza como preámbulo al momento romántico o en lo que sirven la cena. ¡Error! La rola lejos de invitar al romanticismo o alentar el apetito, tiene efectos totalmente contrarios. La canción es bellísima, nadie lo discute, pero ponerla en una fiesta equivale a clavarle un picahielo a un brinca-brinca.

En la Noche Buena, antes de que  Santa Claus pase a dejar los juguetes a sus hijos acuérdese que el Santa no incluye baterías en el surtido de cartitas. Santa cumple con los juguetes, las pilas son por cuenta de la casa. Reviva su niñez y la impotencia que daba el gusto de haber recibido el juguete anhelado y no poderlo usar porque no incluía pilas, en la casa no había y estaba todo cerrado. Es cierto que ahora hay minisúper por doquier, pero como en el comercial: juguete 500 pesos, empaque 50 pesos, ver a tu hijo al borde de la lágrima porque no incluye baterías y sin ellas no funciona eso no tiene m… precio.

Si Usted es de esas personas que suele recibir el Año Nuevo disparando al aire recuerde que todo lo que sube tiene que bajar y cada año las balas perdidas dejan muertos y heridos. A causa de esas balaceras más de uno hemos tenido que dejar en desuso algunas tradiciones que implican salir a la intemperie; como dar la vuelta a la manzana maleta en mano, barrer la banqueta con escoba nueva e incluso algo tan simple como ir con los vecinos a dar el abrazo. A cambio, al acercarse la medianoche nos resguardamos en la parte más segura de la casa y recibimos el nuevo año diciendo “oí, eso qué fue” al escuchar sonar las armas de diversos calibres. Ya no lo verán mis ojos, pero ojalá llegue el día en que en Culiacán el brillo de las luces de bengala desplace el sonido de las armas.

De gracias a Dios, a la Vida, o a aquello en lo que quiera creer por estar aquí y ahora. El 2011 ha sido un año difícil para los de A dos de tres. En su transcurso compartimos el dolor de nuestros amigos que perdieron seres queridos y vivimos el propio cuando de manera artera nos arrebataron un amigo a quien no ha habido día que no recordemos. Demos gracias y preparémonos para el 2012, con ánimo pero sobre todo con actitud.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com y en Twiter (¿qué tal?, eh) en @MarisaPineda

Que tenga una semana de celebración.

(PD: Don Autoridad ¿cuántos inocentes cayeron a manos de la delincuencia? ¿Hubo ya justicia para alguno de ellos? más allá de la Justicia Divina. ¿Con qué cara les dirá a esas familias Feliz Navidad? Porque si le apuesta a que el olvido termine de sepultarlos, error: no se nos olvida.)






lunes, 5 de diciembre de 2011

Nostalgias anticipadas


Marisa Pineda
 
El tiempo no se detiene. Ya es diciembre. Hora de sacar la parafernalia navideña, a propósito de eso el Heroico Cuerpo de Bomberos acaba de emitir una serie de recomendaciones para prevenir incendios, entre ellas figura emplear arbolitos artificiales en vez de pinos naturales. Ello significó algo de alivio al ánimo, pues desde siempre a la par del gusto que me produce ver los arbolitos naturales obsequiando felicidad con su aroma y sus adornos, me entristece saber que el futuro que les espera es muy triste, pues están condenados irremediablemente a la hoguera o a esa muerte lenta que es aventarlos al basurón.

Desde que recuerdo padezco una especie de animismo con los arbolitos de Navidad (hasta el momento se reduce a los arbolitos y a ponerle nombre al contestador telefónico, hoy buzón de mensajes, llamado Archibaldo, el mayordomo electrónico) cada que veo como transportan uno lo imagino gozando sus cinco minutos de fama, en un sitio privilegiado donde todos lo admiren y contemplen que bien luce con sus adornos.
Pero enseguida se me abolla el ánimo sabiendo que le pasará como a algunos cachorritos, que al principio todo es ¡Ay! qué bonitos, pero a medida que crecen se les quita. Algo así pasa con los pinos naturales, allá va uno a comprarlo y anda, mira, ese que está más repollón, que tiene las ramas más tupidas y que huele más.

Y sin importar nada, adquiere uno el árbol y si no lleva camioneta viene la primera traba ¿Cómo nos los llevamos? No cabe en la cajuela. Idea: al techo del vehículo. Aprobado. Súbanse todos porque amarrándolo no se va a poder abrir ninguna puerta. Se suben todos, el conductor entra por la ventanilla y allá va el auto con el árbol y varios pares de manos se asoman asegurándolo. Al llegar con él, todos salen por las ventanillas. Sonríen. Bromean. A nadie parece incomodarle la maniobra. Prueba superada. Viva el júbilo de la Navidad.

¿Dónde lo ponemos?  Donde todos lo vean. A tupirlo de luces y adornos y a disfrutar de él hasta que llegue el 2 de enero y se convierta en un estorbo. Para entonces habrá empezado a secarse, las agujas en el piso darán testimonio de que los días no han pasado en balde y el aroma comenzará a hartar. Lo que sigue, confieso, me resulta triste. En lo que se arrastra al pino rumbo a algún solar baldío se escucha “¡Ay! ya estaba bien seco, soltaba mucha basura, era un peligro” como si se tratara de justificar el deshacerse de él.

En algún momento la figura aquella que representó el espíritu navideño pasó a emular la de algún ser maligno al cual hay que destruir en la hoguera. En sus últimos instantes, dará una alegría más, esta vez al pirómano en ciernes que disfrutará ver cómo arde el pino hasta convertirse en una olorosa historia.

Causa de esos vándalos es que se establecieron puntos de recolección de pinos navideños. Va, los deposita y en lo que pasa el camión para llevárselos al tiradero puede verlos formados como veteranos que esperan resignadamente el fin, amparados en el orgullo de saber su misión cumplida. Por eso, ahora que recomendaron optar por pinos artificiales sentí algo de gusto.

En la barriada donde crecí no se estilaban los pinos naturales, se adornaba una rama seca o algún árbol común de los que había en las casas. Los pudientes tenían de esos arbolitos plateados que volvieron a ponerse de moda, los vestían con esferas de un sólo color, decían que era lo “nice”.

El plástico chino aún no invadía los comercios y las esferas eran de vidrio, bien brillosas. Con cada Navidad no eran pocas las que quedaban hechas añicos en el cumplimiento del deber. El árbol se adornaba con tanto entusiasmo como cuidado de no destruir las piezas. Si había niños pequeños o mascotas había que colocar el árbol en un sitio protegido de las mermas que la curiosidad provocara. Si se organizaba pachanga, lo primero era poner a salvo el arbolito de los bailadores y de los malacopa.

Al tiempo, la importación masiva de pinos canadienses alentó el empleo de arbolitos naturales. Los productores nacionales emprendieron una exhaustiva campaña publicitaria para alentar la compra de arbolitos mexicanos. Al final, visitantes y locales fueron desplazados por los pinos artificiales chinos.

Es precisamente uno de esos pinos chinos el que le dio a la de la letra una de las experiencias inolvidables de la Navidad. Ocurrió un día en que al hermano que la vida me regaló le llegó el espíritu navideño y se enamoró de un arbolito que divisó en una tienda. “A poco no está hermoso” decía y sí, se veía lindo. ¿Nos lo llevamos? Preguntaba en lo que unía la acción a la palabra, desembolsando la cantidad solicitada por un asombrado vendedor que no dejaba de insistir “¿Se lo va a llevar… ¡¿Así?!” Sí, respondía él con la seguridad que le caracteriza y así se lo llevó, más bien así nos lo llevamos.

Y allá vamos, acaparando las miradas,  cargando con un árbol navideño ricamente adornado. En lo que mi hermano abría paso entre el gentío que abarrota el centro de Culiacán en esas fechas, a la vez guiaba a quien cargaba el arbolito, pues las ramas impedían la visibilidad; otro recogía los adornos que caían al piso o se los arrebataba a los acomedidos que pretendían quedárselos como souvenir y uno más cargaba los cables de las extensiones, cuidando que nadie los pisara, porque el árbol se compró con todo y foquitos.

Al llegar al vehículo el espectáculo continúo. El dichoso árbol no cupo, no pregunte cómo, pero logramos acomodarlo como un pasajero más. La puerta, corrediza, permitía a los demás ver al árbol en calidad de copiloto y fotografiarlo. Botados de la risa accedimos a que el trayecto se hiciera casi a vuelta de rueda para que todo el que pudiera disfrutara el numerito. Al llegar a su lugar, la grandeza del arbolito aquel se vio disminuida por la altura del techo. El asunto se salvó subiendo el árbol a una mesa lateral. Adiós lámpara, bienvenido pino.

De entonces a la fecha ya han pasado algunos años y en cada reunión que sale el tema Navidad, ese árbol está presente. Al tiempo, hemos llegado a la conclusión que no era tan bonito como en ese momento nos pareció, es más, hay quien asegura que era más bien feo y que estaba sobrevalorado en precio, pero las carcajadas que provocó y sigue provocando lo valieron.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Por favor, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com En Twitter estamos en @MarisaPineda

Que tenga una semana que deje divertidos recuerdos.

(PD: Don Autoridad, ya diciembre. ¿Cuántos inocentes cayeron a manos de la delincuencia? Hubo justicia siquiera para uno de ellos, más allá de la Justicia Divina. Si le apuesta a que el olvido termine de sepultarlos, error: no se nos olvida)



lunes, 21 de noviembre de 2011

A dos de tres

Marisa Pineda

Para mi niña consentida 

Para cuando estas líneas aparezcan ya sabré si Bárbara alcanzó la herencia que legítimamente le corresponde. Si se descubrirá lo mala entraña que es Carlota Valverde y sabré, por fin, con quien se quedará el galán de galanes Alejandro Alejandro. Todo esto en el final de temporada de La Bastarda.

Mientras en la televisión las telenovelas son más de lo mismo, con versiones sobre las versiones de los éxitos de antaño hasta convertirlos en meras parodias; que se mortifiquen y se hagan a un lado las Dueñas, las Emperatrices y las Gotitas de amor porque llegó La Bastarda. 

¿Qué es La Bastarda? Es la webnovela que tenía a los de A dos de tres peleándose por las computadoras, hasta que los del Departamento de desarrollo tecnológico lo resolvieron conectando una compu a la televisión para que todos viéramos el dramón en sana y botanera armonía.

La Bastarda es la webnovela mexicana que se ha convertido en un suceso en la internet, es tema para quienes analizan las telenovelas con ojo crítico. Es la suma de los clichés de las telenovelas nacionales y es un brillante ejercicio de imaginación, crítica y mucho humor.

El día que muere su madre, Gabriela se entera que tiene una hermana gemela y que esta es también heredera de su gran fortuna. A partir de ahí se entrelazan una serie de intrigas, amores, traiciones, alianzas, inocencias interrumpidas, lealtades,  todos los ingredientes que se le ponen a un culebrón que aspira llegar a los primeros sitios de audiencia.

La Bastarda no llegó precedida de una asfixiante campaña publicitaria ofreciéndola como la mega producción de Tele Patito; ni como el proyecto más importante en la carrera del actor perenganito. Con los protagonistas de La Bastarda nadie tuvo que tragarse el socorrido “sin duda interpretar el personaje de (anote aquí el nombre del personaje en turno) es el mayor reto de mi carrera, convivir con (anote aquí el nombre de los actores de soporte) es un privilegio y un honor, blablablá”.

En La Bastarda los actores interpretan más de un rol, e incluyendo a los protagónicos casi todos tienen más de una función en la producción pues son también camarógrafos, iluminadores, musicalizadores y demás. A diferencia de sus pares en la televisión comercial se antoja difícil que La Bastarda vaya a llegar al público por esas vías, sería como llevar la soga a la casa del ahorcado, a cambio se transmite por el canal que hoy en día tiene mayor audiencia en el mundo, YouTube.

Como una cosa es empezar un proyecto como mera diversión y otra muy diferente es hacerlo mal, a petición del público La Bastarda hubo que hacerse de un sitio oficial en la red, de un grupo en Facebook y de su cuenta en Twitter, espacios desde donde los seguidores de diversos países dan cuenta fiel de las intrigas de Carlota Valverde, de los destinos de Gabriela y Bárbara, de las tentaciones que sortea Alejandro Alejandro y de la vida, obra y andanzas de cada personaje, además de deleitarse con las actuaciones especiales y los cameos de quienes han cobijado y engrandecido este proyecto.

En su primera temporada La Bastarda consta de 20 capítulos. La premiere fue en el departamento del productor, para la vigésima parte el estreno sería en un centro nocturno en el Distrito Federal, donde radican todos los involucrados en el proyecto. El cambio de escenario es muestra del crecimiento en las preferencias del respetable.

En La Bastarda participa el actor Agustín Ocegueda interpretando a Bárbara y Gabriela (rol inicialmente a cargo de Gabriel Beltrán, quien por compromisos de trabajo tuvo que dejar el proyecto. Al más puro estilo clásico la producción resolvió el asunto atropellando a las gemelas, quienes salieron del hospital con su nueva apariencia), Omar Yspango es Carlota Valverde, Santiago Torres-Vázquez da vida a Mimí y a Alejandro Alejandro, La Prohibida encarna a  María Eliza Valverde, Vincent Guimer es El Inspector y WhatNot, Eduardo Castañeda es José María y Paquita Sevilla es Paquita. La Bastarda marca también el debut como actor de Lázaro Azar, en el papel de Elsa Maxwell.

La producción es de Eduardo Soto, con historia original de Santiago Torres-Vázquez, Omar Yspango, Israel Vázquez y del propio Eduardo Soto, estos dos últimos creadores también del tema original de la webnovela, que puede descargar desde el sitio oficial, el cual es diseño de Vincent Guimer.

No le voy a contar el final de temporada, al fin que puede ver La Bastarda en cualquier momento desde su computadora o desde la de algún ciberclub. A cambio me voy cantando el tema de la webnovela, en lo que llega la próxima temporada (¿la habrá?): Un reflejo soy en la oscuridad, mis pies cansados y no llego a ningún lugar. La sombra del pasado no te deja ver quien soy en realidad. Yo sé que eres el único que puede ver que no soy la bastarda que conociste ayer. Dime que nuestro amor siempre se quedará, que para ti soy única y no hay otra igual.

Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail, com Y ya tenemos tuiter, puede seguirnos en @MarisaPineda, ¿Qué tal, eh?

Que tenga una semana como final de telenovela.

(PD: Don Autoridad ¿Cuántos inocentes cayeron esta semana a manos de la delincuencia? ¿Hubo ya justicia para alguno de ellos? más allá de la Justicia Divina. Si espera que el olvido termine de sepultarlos, error: no se nos olvida).

lunes, 7 de noviembre de 2011

A dos de tres

Marisa Pineda

Por entre el gentío una mujer se abre paso a como puede, lleva a un niño en brazos. En la mirada del niño, que no rebasa los seis años, hay un dejo de cansancio. Los ojos son todo lo que se le alcanza a ver del rostro, protegido con un cubreboca. Los ojos y las evidentes secuelas de la quimioterapia. Su madre busca afanosamente entrar con él a la Catedral, adentro está la  veneración por parte de los enfermos a las reliquias del Beato Juan Pablo II que visitan Culiacán. Recién se enteró de la visita y lleva a su hijo en busca del milagro que le devuelva la salud. 

Poco a poco, la madre aquella va logrando avanzar por entre quienes acudieron por fe, por entre quienes iban pasando y se quedaron, por los que ese día les tocó trabajar ahí y por los que se apostaron para criticar y burlarse de “tanta ignorancia” (dicha con esa y otras palabras). En el ambiente suena la canción Amigo y sobre ella las voces que ofrecen tres estampitas con la imagen y la oración al Beato por cinco pesos,  las medallas que son “la llave de la salud, la llave de la protección, la llave de San Benito con la imagen del Papa” y que son “dos por diez pesos”. La fe vende. Nadie le pone peros a los 15 pesos por el banderín conmemorativo, 15 pesos que se entregan sin chistar, con plena convicción, con fe.

Esos recuerdos y más los traen vendedores ambulantes provenientes del Distrito Federal. Trabajan a las afueras de la Basílica de Guadalupe, de la cual son devotos, y se mueven a los estados conforme el calendario de fiestas patronales. Desde el 25 de agosto van por el país a la par de las reliquias, las seguirán hasta la culminación de su gira, el 15 de diciembre. A algunos les tocaron las cinco visitas que Juan Pablo II hizo a México durante su pontificado, según platican.  Las ventas ahora no han sido como en esos entonces, pareciera que no pero aseguran que han mermado. La llegada de las reliquias les trajo un respiro, la posibilidad de incrementar sus ingresos para sacar adelante a sus familias que dependen del comercio informal en torno a la fe. 

La misa sigue, y la madre aquella con su hijo en brazos logra entrar a la Catedral gracias a la ayuda de los policías municipales encargados ahí del orden. De entre la gente alguien le grita por su nombre a uno de ellos, algo le dice y este sonriendo orgulloso le responde: “y mira, me tocó cuidar al Papa”.  En el atrio, la muchedumbre se arremolina en torno a un joven que reparte calcomanías con la imagen del beato, cortesía de una radiodifusora local; así como de otro que obsequia abanicos de cartoncillo, auspiciados por una casa funeraria y un almacén ferretero cuyos logotipos patrocinan prácticamente todos los impresos alegóricos a la visita.

Las reliquias, consistentes en una cápsula con sangre de Juan Pablo II y una figura de cera ataviada con los distintivos pontificios, viajarán por todo el mundo, México es el primer país que visitan a solicitud de los obispos, quienes buscan que el mensaje de paz que predicó Juan Pablo II motive a la sociedad en estos tiempos difíciles. En los escalones afuera de la Catedral una ofrenda por el Día de Muertos da cuenta de los tiempos a que se refieren los obispos. Flores de cempazuchitl forman un número: 50,000. Cincuenta mil como las 50 mil personas muertas en los últimos cinco años, en la llamada guerra contra el crimen organizado. Flores y cinco veladoras apagadas, una por cada diez mil caídos.

Mientras continúa la eucaristía, el padre Elías Soto Castro se apersona ante un minúsculo grupo y vehemente solicita que el féretro de cristal viaje a su siguiente punto en un vehículo descubierto, en vez del auto cerrado en que llegó. Quien viene a cargo de la seguridad de las reliquias le escucha atento, él y su compacto grupo llevan bordado en el uniforme el escudo vaticano. Les acompañan otros que se identifican del Episcopado Mexicano. En un español con ligero acento extranjero el encargado responde; ha aprobado la petición, condicionándola a que se mantenga el orden.

A las 10 horas con 25 minutos las campanas de Catedral repicaron anunciando el término de la celebración y la salida de las reliquias de uno de los más distinguidos visitantes que ha tenido en los 126 años de construida. En la calle, el sacerdote Elías Soto llamaba a mantener el orden, a abandonar reclamos y empujones nada cristianos. Instaba al carro de sonido a subir el volumen de la música cuyo repertorio era básicamente de una canción, Amigo, y animaba las porras en honor al Beato.

Las patrullas y el párroco se adelantaron para anunciar el recorrido de la Catedral de Nuestra Señora del Rosario al templo de la Virgen de Guadalupe (La Lomita), una línea recta por la arteria principal de Culiacán. Al paso de la procesión algunos comentaban los casos de pederastía cometidos por sacerdotes y ante los cuales Juan Pablo II fue señalado de guardar silencio; otros tantos se santiguaron, unos más derramaron lágrimas y otros pidieron porque la visita del Papa traiga paz a Culiacán.

Esa misma petición de paz se había hecho un día antes en Mazatlán, a donde arribaron las reliquias provenientes de Durango. De ahí viajaron a la capital sinaloense, permanecieron aquí ocho horas y continuaron su trayecto hacia el norte, al puerto de Topolobampo, para embarcarlas en un transbordador con destino a La Paz, Baja California.

A  las 21 horas del viernes las reliquias estaban ya en Topolobampo. En Culiacán quedaban las lonas y posters alusivos a la visita. A las 21 horas del viernes doce personas morían acribilladas, nueve de ellas en un solo hecho violento, en un Culiacán que se aferra a no perder su capacidad de asombro.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana plena de fe.

(PD: Don Autoridad, 50 mil y aumentando ¿Cuántos inocentes cayeron esta semana a manos de la delincuencia? ¿Hubo ya justicia para alguno de ellos? más allá de la Justicia Divina. Si espera que el olvido termine de sepultarlos, equivocación: no se nos olvida)

lunes, 31 de octubre de 2011

A dos de tres

Marisa Pineda

¿Se acuerda de los fantasmas? Esas ánimas que por las noches regresaban del más allá para protagonizar historias que ponían los pelos de punta a los niños, y a más de un adulto. Seres inmateriales ante cuyo acecho se cubría uno de pies a cabeza con una sábana protectora, en lo que cerraba bien los ojos, decía una oración, hacía la señal de la cruz y prometía por ene vez que ya se iba a portar bien. Fantasmas como La Llorona, La mano peluda, La mujer de blanco que paralizaron a muchísimas generaciones y que hoy en día, ante las muertes cada vez más frecuentes, cada vez más violentas, parecen ya no asustar a nadie.

Alguna vez esos aparecidos convertidos hoy en materia de programas chafas de televisión fueron uno de los instrumentos más socorridos por las madres y abuelas para tratar de apaciguarlo a uno. ¡Ay! de aquel que osara levantar la voz a sus mayores porque eso era causa automática para la invocación: “Te va a salir La llorona por grosero”. Y ahí lo tenía a uno cargando el juicio, aterrado, pidiendo perdón para que se cancelara el conjuro antes de que cayera la noche. Y más valía dejarla de ese tamaño porque si se atrevía a poner en entredicho la aparición de la legendaria alma en pena la advertencia subía de tono: Síguele y te va a salir el Diablo por contestón.

Las historias de miedo, como se les decía coloquialmente, eran tema de conversación de chicos y grandes. Entre la plebada de entonces no faltaba aquel a cuyo primo de un amigo un par de manos invisibles le había jalado los pies en la noche. Otro que al ir al baño o a tomar agua se le había aparecido una mujer vestida de blanco, que se desvaneció ante sus ojos. Tampoco faltaba quien, a mitad de la noche, cuando todos estaban dormidos, escuchó a lo lejos a una mujer gritando “Aaay mis hijos”.

Espiando las pláticas “de los grandes” se enteraba uno que un amigo de un compadre platicó que en un rancho una muchacha se fue al baile pese a la prohibición de su madre. En el jolgorio estuvo bailando muy coqueta con un hombre muy guapo, pero algo siniestro, que no era conocido del rumbo. De pronto, la muchacha empezó a gritar y todos vieron como el tipo aquel se transformaba en el Diablo (tal como figura en las cartas de la lotería), en medio de un fuerte olor a azufre. El Diablo desapareció y la muchacha quedó muy grave por las quemaduras que le marcaron el cuerpo.

A esas historias se sumaban la de La mano peluda. En el Culiacán de entonces, al irse el sol el plebero apuraba el paso y evitaba ciertas calles, pues se aseguraba que si uno pasaba por ahí se toparía con La mano peluda o con el Nahual.

Para quienes no conocieron a esos espectros. La mano peluda se decía era una mano, obvio peluda, que se asomaba por entre las paredes. En su más espeluznante forma se materializaba posándose sobre el hombro del mal portado en cuestión. El nahual era un animal, como un perro grande, con ojos que despedían fuego y al cual con sólo verle se podía quedar uno mudo del susto.

La llorona era una mujer que vagaba buscando a sus hijos perdidos y se llevaba a los niños que se portaban mal. La historia más ambigua era la de La mujer de blanco. No se sabía quién había sido, ni cuál era su propósito al materializarse, pero no había barrio que no tuviera entre sus fantasmas  una mujer vestida de blanco que se aparecía en los patios o en los corredores de las casas.

El Diablo se podía aparecer a las muchachas coquetas que contradecían los buenos consejos de su madre, a los hombres viciosos o desobligados, a las malas personas y a quienes jugaban lotería o baraja a la medianoche. Porque todas estas apariciones ocurrían, invariablemente, al filo de las cero horas; momento en que una mano invisible y helada jalaba de los pies a los plebes mal portados.

A medida que los años pasaron uno descubrió que esas historias se repetían en todos los barrios, y su origen incierto se perdía entre los siglos. Con el tiempo entendió uno a cabalidad la frase “ten miedo a los vivos, no a los muertos”, dicha esta por las propias madres y abuelas cuando veían que sus invocaciones fantasmales habían provocado que uno encendiera todas las luces de la casa, negándose férreamente a ir a sitio alguno que no estuviera plenamente iluminado.

Con el tiempo esos fantasmas se convirtieron en protagonistas de novelas, películas, programas de televisión y hasta corridos (La que bailó con el Diablo). Hoy en día, se antoja por demás difícil que tales historias puedan asustar y, menos aún, servir de correctivo a los chamacos desobedientes y groseros. Son fantasmas que ante las muertes cada vez más violentas, cada vez más frecuentes, ya a pocos asustan.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana libre de sustos.

PD: Don Autoridad ¿tiene idea de qué tanto se acordarán de Usted este Día de Muertos? ¿Cuántos inocentes cayeron esta semana a manos de la delincuencia? ¿Hubo ya justicia para alguno de ellos? más allá de la Justicia Divina. Si cree que olvido terminará de sepultarlos, se equivoca: no se nos olvida).

lunes, 17 de octubre de 2011

A dos de tres

Marisa Pineda

Dicen quienes dicen saber que cuando el hombre controló el fuego nació la gastronomía. De entonces a la fecha todo se reduce a quién come a quien de qué manera. A petición del 20 por ciento de nuestros lectores (lo cual equivale a un lector) en A dos de tres nos instalamos en sibaritas, levantamos el meñique y adoptamos pose de catador oficial para dedicar este espacio a ese manjar cuyo origen se ubica en tiempos prehispánicos: los tacos.


Del momento en que el hombre se volvió sedentario, logró el primer cultivo de maíz e hizo las primeras tortillas al instante en que este se convierte en la base de los tacos de la carreta de su preferencia han pasado ya un buen de años. En todo este tiempo los tacos no han estado exentos de la evolución y de las influencias multiculturales, patentes en la incorporación de ingredientes (las tortillas de harina, por ejemplo), de técnicas (los tacos al pastor) y en el nombre de algunas variedades (como las gringas). Para los de A dos de tres la mejor evolución de las carretas de tacos de carne asada es la incorporación del servicio a domicilio.

En Culiacán si hay algo que pulula son las carretas de tacos de carne asada, a cual más de todas de sabrosos. Por generaciones “salir a cenar” equivalió a salir a cenar tacos de carne asada. Ya luego aparecieron y se popularizaron las pizzas y los sushis (que con la característica hospitalidad culichi adoptamos y adaptamos incorporándoles ingredientes como el chilorio), sin embargo el clásico de clásicos sigue siendo el taco de carne asada. 

Algo hay en el manjar que despierta los instintos primarios. Por más satisfecho que esté uno es cuestión de oler la carne asada para sentir como se activa el apetito. Además, los taqueros deben tener algún secreto, pues por más que uno trata de recrear el sabor en comilonas familiares no se logra. No falta el aséptico que justifica la ausencia de ese “algo” que tienen los tacos de carreta aduciendo que los condimentos ausentes son la tierra y el humo que avientan los camiones al pasar. ¡Injurias! 

En las carnes asadas caseras es de rigor que caiga un trozo de carne al suelo y algún tragón acomedido lo junte y se lo coma, argumentando que peores cosas se mete uno a la boca. La tierra, pues, ahí está pero el sabor sigue sin ser el mismo. Los conocedores refieren que el sazón lo da el cebo asado que se le pone a la tortilla. Por años esta su amiga experimentó en ese sentido, lo único que conseguí fueron tristes versiones tapa arterias, tan cercanas de la hipertensión como lejanas del sabor anhelado.

Y es que eso del sabor es un misterio. Si bien el producto es el mismo: tortilla y carne asada, el gusto varía de carreta a carreta, pero curiosamente se mantiene en aquellas que pertenecen a la misma firma. Prácticamente en cada colonia hay unos tacos de El Pariente, cuya única relación es la coincidencia del apodo, cada Pariente da un sabor particular a su producto. En cambio, en las sucursales de los Hermanos Moreno, o en las del Toro Bravo, el gusto no varía. Secretos del brasero.

¡Ah! Porque el nombre de las carretas es asunto aparte. Están las que toman el nombre de los parentescos consanguíneos o políticos del taquero: el Pariente, el Compadre, el Cuñado y el Primo se repiten de colonia en colonia y de barrio en barrio. Aquellas en las que el apócope del nombre o el apodo del taquero hace la carreta: los tacos del Choche, de la Cande, del Torito, del Güero y un larguísimo etcétera. O las otras que toman el apellido para hacer de él sinónimo de prosapia gastronómica: los hermanos Moreno, añadiendo la fecha en que se fundó el negocio para refrendar el linaje.

También están las carretas cuya identificación va estrechamente ligada a su ubicación geográfica: los tacos de la curva, los del boulevard, los de la esquina. Así como las que toman su nombre del árbol que las cobija: los del tabachín, de la amapa, del guamuchilito, de la ceiba. No se puede dejar de mencionar las que en el apelativo definen su clientela: los desvelados, y las que lo hacen citando la habilidad del taquero: las salsas voladoras o los desaparecidos tacos del frijolón.

Los tacos del frijolón tienen un sitio especial en la memoria de La de la letra. La carreta se ubicaba sobre el boulevard Madero a la altura de la Caseta Cuatro. Su clientela se componía mayormente de músicos, suripantas, chichifos, taxistas, malandrines, vendedores y algunas familias vecinas que no se incomodaban en compartir la banca con los referidos parroquianos, quienes tenían su punto de operación en la zona de tolerancia, entonces recién reubicada en el ejido El Barrio.

El taquero había llegado del Estado de México, iba al gabacho en pos de una mejor vida pero se quedó varado y empezó a vender tacos para completar lo que le pedía el “pollero”. El tiempo pasó, aquí formó su familia y se avecindó.

Los tacos del frijolón eran famosos por ser los más baratos y porque si bien la ración de carne asada era muy escasa (nadie encontró jamás más de tres cuadritos por taco) la completaba con una sobrada cucharada de frijoles guisados con manteca y una salsa suculenta. Cabe aclarar: los frijoles estaban enteros e iban adentro del taco.

Un día se corrió la voz que los tacos del frijolón serían gratis y así fue. A la mañana siguiente “El frijolón” regaló a sus vecinos más amolados las escasas pertenencias de la familia y con toda su prole se regresó a su tierra. Luego se supo que "El frijolón" se había sacado la lotería. En todos estos años jamás he vuelto a encontrar otros tacos como esos: de frijol con carne asada y una salsa inolvidable.

Pero si de salsas hablamos hay que ponerse de pie al momento de hablar de la carreta de las salsas voladoras. Un espectáculo visual y al paladar. Ubicada originalmente en la esquina sur-oriente de Serdán y Colón (ahora está cruzando la calle, atrás de la escuela Tipo) las salsas voladoras toman su nombre de la habilidad del taquero para atrapar en el aire la cucharada de salsa con el taco.

Con la engañosa facilidad que da el dominio de la técnica, el taquero toma el taco con una mano y con la otra avienta la cucharada de salsa. En los años que tengo frecuentando la carreta jamás me ha tocado ver que falle un solo cucharazo. Como prueba de su destreza está su mandil, que conforme transcurren las horas y pasan los comensales se mantiene de un blanco impoluto. A estas alturas sigo sin saber si en las salsas voladoras uno paga por el taco o por el espectáculo, a cual más de los dos de buenos. 

Y podríamos seguirle, pero ya nos dio hambre y vamos por unos tacos. Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com  También estamos en Twiter  como @MarisaPineda por si gusta seguirnos.

Que tenga una semana de-li-cio-sa.

(PD: Don Autoridad y Usted qué tal ¿No se le va el apetito? ¿Cuántos inocentes cayeron esta semana a manos del crimen organizado? ¿Para cuantos hubo ya justicia? Más allá de la Justicia Divina. Si espera que el olvido termine de sepultarlos, error: no se nos olvida.)

lunes, 3 de octubre de 2011

A dos de tres


Marisa Pineda

Culiacán está de fiesta. Celebra sus primeros 480 años de existencia. De Culiacán se ha escrito sobre el significado de su nombre, sobre su fundación, sobre el tomate, sobre su desaparecido ferrocarril “El tacuarinero”. También sobre sus calles, plazuelas y casas. Se ha escrito sobre sus brillantes intelectuales, académicos y artistas. Se ha formado un inmenso mar de tinta de lo que se ha escrito sobre la vida, obra y andanzas de los barones de la droga. Se ha escrito sobre tantísimos temas, sin embargo para los de A dos de tres la historia todavía nos queda debiendo un capítulo: el de la lucha libre en Culiacán.


Los del Departamento de Investigaciones de A dos de tres se hacen los desentendidos porque no es mucho lo que han logrado encontrar sobre la lucha libre en Culiacán y sus personajes. Cuando uno les pregunta dónde estuvo la primera arena, cual fue el primer combate, quién fue el primer luchador culichi en luchar enmascarado, se vuelven la bichi y tratan de desviar la atención. “Va a venir La tremenda corte como parte de los festejos (de la ciudad). Van a estar resolviendo un tremendo caso”, dicen para cambiar de tema.


Tremendo caso es tratar de ubicar los orígenes de la lucha libre en Culiacán. En pláticas con la afición de antaño algunos recuerdan una arena que hubo por la calle Nicolás Bravo, rumbo al malecón. Otros citan las luchas que se llevaron a cabo en la Arena Colón, en lo que fuera el cine con ese mismo nombre. Algunos más hablan de la Arena El Palmito, espacio que impulsó una familia gitana. Los más citan los combates entre las grandes figuras de la lucha en el Parque Revolución. Único espacio vigente de todos los que mencionaron.


Si bien el futbol es el deporte más popular en México, la lucha libre es el de la identidad. Basta leer las reseñas sobre el revuelo que despiertan los gladiadores mexicanos en el extranjero; echarle un vistazo a la cantidad de tesis de grado y postgrado que se han escrito sobre la lucha, sus exponentes y sus máscaras, para corroborar el peso del deporte espectáculo.


Por allá en los años 70 la lucha libre cobró cierta relevancia en Culiacán. Era cuestión de divisar al rotulista trazando el cartel en alguna pared para que en segundos la plebada lo tuviera rodeado, interrogándolo cual si fuera el promotor de la función. Mal delineaba una letra cuando uno anticipaba lo que creía era el resto. El Sss… ¡El Santo! Va a venir El Santo gritábamos jubilosos en lo que los desesperados corrían a llevar el chisme mal, pues la siguiente letra era una o.. Eeel Sooo… ¡El Solitario! Va a venir El Solitario y así, letra por letra, hasta completar el cartel.


Culiacán está lejos del epicentro de la lucha libre. Gladiadores como Muralla Negra, El Rayo de Sinaloa y El Delfín se las ingeniaron para entrenarse, formarse una imagen y subirse al encordado con los escasos elementos que tenían. Dieron lo mejor de sí ante sus pares regionales y ante las máximas figuras como El Santo, Blue Demon, El Rayo de Jalisco y muchos otros distinguidos visitantes que barrieron con los de casa, no sin reconocer su empeño.


De ese selecto grupo de luchadores locales, hechos de más corazón que técnica, recuerdo a Muralla Negra, quien trabajó en el Ayuntamiento de Culiacán, en aseo y limpia, creo. Alguna ocasión, en víspera de una elección sindical, fue a dar a casa una mampara con el cartel de la lucha de días atrás y en ella la imagen del gran Muralla Negra. Habían llevado aquel bastidor para pintarlo con propaganda de la planilla amarilla. Me explicaron que el Muralla  era un compañero suyo que los apoyaba. Así supe dónde trabajaba.


En esa década, la de los 70, en la Arena El Palmito debutó El Rayo de Sinaloa, llamado también El Ranchero por el sombrero que usaba. Cuando perdió la máscara se descubrió la identidad de Natividad Palafox. Siguió luchando por casi 40 años en diversas arenas por rumbos del bajío, a donde se fue a radicar. Cuentan que su hijo sigue sus pasos con el nombre de El hijo del Rayo de Sinaloa.


De quienes hicieron nombre en aquellos tiempos hay un luchador que sobresale por su indiscutible carisma: El Delfín. Fue quien más seguidores alcanzó. El parque Revolución se cimbraba al grito deletreado de Delfín. Sus mallas y su capa azul recordaban el azul del mar y en la tapa la figura que le daba nombre.


El Delfín perdió la máscara ante Vic Zamora “La calaca de Tijuana”, en una lucha en la capital sinaloense, en el Parque Revolución si mal no recuerdo. Vic Zamora se convirtió en promotor de peleas de box y de luchas, asociado con el cronista Agustín D. Valdez trajeron a Culiacán importantes elencos que siempre dieron cabida a los locales. En esas carteleras no faltó Agustín Noriega Durán, El Delfín, quien hace poco recibió el homenaje por sus 40 años como luchador profesional, así como el cariño de las nuevas generaciones que siguen sucumbiendo a su carisma.


La lucha libre en Culiacán cada vez toma más forma. Ya hay escuelas en las que los aspirantes a gladiadores pueden formarse y desarrollar una técnica para subir al ring con algo más que valor y arrojo. A los legendarios nombres del Muralla Negra, El Rayo de Sinaloa, El Delfín y  El loco del campanario (de quien siempre se ha dicho es El Delfín) se han sumado muchos otros nombres como el de Psíclope, Frank el payaso, Muralla Negra (ignoramos si tiene algún parentesco con el de los 70 o es sólo una coincidencia en el nombre de batalla) los hermanos Monster Truck I y II, El Tigre de Aguaruto,  Doberman  y más recientemente el de Mr. Iguana, cuyo imán con el público hace recordar al de El Delfín. Sólo el tiempo dirá cuales de esos nombres se quedan para la historia de la lucha libre en Culiacán. Una historia que aún falta ser escrita.


Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com


Que tenga una semana que haga historia.


(PD: Don Autoridad ¿cómo se lo va? ¿Cuántos inocentes cayeron esta semana a manos de la delincuencia organizada? ¿Ya hubo justicia para alguno de ellos? más allá de la Justicia Divina. Si espera que el olvido termine de sepultarlos, equivocación: no se nos olvida.)


lunes, 26 de septiembre de 2011

A dos de tres

Marisa Pineda

Lunas atrás nos referíamos aquí a las batallas que están perdidas antes de iniciar. No a los pleitos arreglados, sino a esos cotejos que suele llamárseles “de compromiso”, esos en que la ley de la ventaja está notoriamente canteada a un solo lado. Esta es una historia de esas. Perdonará el abuso de la primera persona, pero se trata de mi historia. Una de las mejores historias de humor negro que he protagonizado. Le cuento.

Primera caída. “Se te borró la sonrisa, es que me vino un recuerdo”.

Todo comenzó por allá en enero. Tras culminar mi encargo en el servicio público inició el recorrido en busca de los chelines que marca la Ley de Pensiones. Dos vueltas después -falta un sello, falta una copia- por fin completé la documentación. Sin nuevos contratiempos firmaron de recibido y escuché la cantidad a que tenía derecho conforme a la ley en la materia.

La empleada advirtió que el trámite para recuperar los dineros podría tardar en dar resultados favorables. Sabedora de que quien hace el candado hace la llave, pregunté si alguno de los cientos de solicitantes ha logrado recuperar su caudal. “Sí”, subrayó. Sin dar números dijo “ya han salido cheques”. Pensé en voz alta: y sin embargo, se mueve.

La empleada adelantó que en cuanto hubiera resultado ellos me llamarían por teléfono. Al salir no pude evitar recordar a El coronel, de la novela de Gabriel García Márquez “El coronel no tiene quien le escriba” (El coronel se queda esperando toda una vida a que le llegue el aviso de que se aprobó su pensión. La novela termina con el diálogo entre el coronel y su esposa quien, desesperada por la miseria en que viven, le reclama “Dime, qué comemos” y este le responde: Mierda).

Para mi sorpresa la llamada llegó, casi a seis meses de que inició la espera. La persona que marcó dijo entusiasta: ya salió su cheque, venga mañana después de las 11 con su credencial de elector. Cerró su mensaje expresando “¡Felicidades!”.

N’ombre, hubiera visto, hasta lágrimas de felicidad hubo en mi familia. Contagiada por aquel “Felicidades” ya me veía con casa propia, autito y hasta fiesta de inauguración del nuevo hogar. Sí, es verdad que la cifra no alcanza ni para echarle combustible suficiente al avión oficial para ir de Culiacán a Altata, pero ya sabe las cuentas alegres que saca uno con el júbilo.

Segunda caída. “Maaar-gaaa-rii-to”.

Al siguiente día allá le voy. En cuanto llegué lo primero que me llamó la atención fueron muchas caras nuevas. Con una sonrisa de buzón me planté ante la empleada, quien me envió dos pisos arriba. Una señora de bastón que iba adelante me hizo reparar en que quienes buscan una pensión tienen que aventarse dos o tres pisos cuesta arriba para hacer su trámite. Por fin, la señora y esta su amiga llegaron a su destino. Sin dejar de sonreír me identifiqué y me hicieron pasar a una sala de juntas. ¡Achis! Dije a mis adentros ¿pues qué irá a haber foto o acto protocolario?

Ni lo uno ni lo otro. Ahí tiene que me extendieron un cheque con una cantidad bien lejana a lo que me corresponde legalmente. La funcionaria que me atendió me explicó que al llamar no habían aclarado que ya estaba mi dinero, pero sólo el correspondiente a aportaciones directas.  El bono de pensión al cual se refiere la ley en sus artículos 29 y 30 queda pendiente. Haga de cuenta que, por poner un número,  de diez mil pesos que le deben le abonan 100.

La funcionaria se empeñaba en realizar su trabajo sin hacerme sentir mal –creo- y yo me empeñaba en que no se me saliera una risita nerviosa, pues me sentía en uno de esos crueles programas de concurso: a ver Marisa, ya tienes tus 100 pesos. Son tuyos, pero para que te los puedas llevar tienes que pasar una prueba más. ¿En qué consiste esta prueba? Tienes que firmarme este recibo donde aceptas sumisa y resignadamente que te debo pero no tengo para pagarte. ¿Qué te parece? El que abona pagar quiere y aquí están tus 100 pesos de aportaciones directas. No puedes decir que no velo tus asalariados intereses, anda firma ahí para que te puedas llevar tus 100 pesotes.

Tercera caída. “Será mañana o pasado mañana, el lunes o el martes, será cualquier día…”

Me fui sin aceptar el cheque. Confieso que al principio me agüité y más porque aquella rudeza innecesaria afectó a mi familia. Luego se impuso el humor negro. Como a los dos meses volvieron a llamar. Me intrigó la insistencia y, sabiendo que el lobo puede cambiar de pelo pero no de aullido, me apuré a pasar por el papel, una voz interna me advertía que si me tardaba ni esos pesos vería.

¿Y ahora cómo te fue? Me preguntaron –cautelosamente- amigos y familiares.  Bien, respondí, fue como cuando en la película El Padrino, Vito le dice a Jhonny Fontana: “Le haré una oferta que no podrá rechazar”. Firmé un convenio y salí del Instituto de Pensiones con mi cheque y una resignación que quienes me rodean no comparten. Dicen que soy pesimista por sostener que esos dineros no los verán mis ojos, por muy que tengo un documento con validez legal en el cual se asienta el adeudo.

Amigos y familiares sostienen que un lejano día volverá a sonar el teléfono voceándome para que pase a recoger el producto de años de trabajo. Les digo que no es así, que el día de mañana derogan la tal ley, desaparecen el tal instituto o lo absorbe alguna secretaría y en ese toma y daca le cantan la tercera caída a la esperanza de miles de empleados.

Debo reconocer, agradecer y destacar que todo el personal que me atendió, de principio a fin, fue siempre muy amable y cálido. No me pagaron todo lo que me deben, pero me trataron bien.

Cosas del humor negro.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana con humor y esperanza.

(PD: Don Autoridad ¿cómo se lo va? ¿Ya hubo justicia para los inocentes caídos en manos de la delincuencia? Más allá de la Justicia Divina. Si cree que el olvido terminará de sepultarlos, error: no se nos olvida.)


lunes, 5 de septiembre de 2011

A dos de tres

Marisa Pineda

Es un día cualquiera y va uno por la vida haciendo lo que hace en un día cualquiera, como agacharse a levantar algo que se le cayó, de pronto, al incorporarse, un dolor aguijonea su espalda, clavándose como arpón y no lo suelta hasta una consulta médica después. Ya medio repuesto argumenta: “nunca me había pasado esto” y no falta quien le diga que ya está en la edad de los nunca, cuando el cuerpo –que fía pero cobra con intereses leoninos- empieza a pasarle la factura. A esos episodios me recuerda este país, mi país, que a cada hecho violento –cada uno más violento que el anterior- nos hace exclamar “es que esto nunca había pasado”.

La historia contemporánea de México registra dentro de sus episodios conocidos más violentos en contra de la población civil: la masacre de 1968, el Jueves de Corpus de 1971 (ambos dentro de la guerra sucia que se vivió de fines de los años 60 a principios de los 80) y, por su trascendencia, el asesinato del candidato priista a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio, en 1994. Todos esos episodios tienen como común denominador asuntos relacionados con el poder político.

Durante mucho tiempo Sinaloa, y particularmente Culiacán, cargó con la mala fama de estado violento. Fama, hay que reconocer, que aunque injusta para la mayoría de la población fue ganada a golpe de plomo, sangre, tinta y tiempo al aire porque, reconozcamos también, el morbo se vende bien en los medios de comunicación. La violencia entonces era entre familias y grupos bien delimitados. Las víctimas ajenas a esos enconos son una dolorosa minoría. Al caer un inocente se alzaba la ola de protestas y los verdaderos protagonistas entraban en una calma chicha ante el reproche popular.

Pero quien sabe en qué momento algo se averió y cada vez más lugares en el mapa nacional se empezaron a teñir de rojo. El daño empezó a dar muestras de su gravedad cuando los grupos delictivos borraron descaradamente sus fronteras, a grado que hoy en día prácticamente no hay captura o hecho ilícito notorio que no incluya entre los implicados  a un expolicía o policía en activo (con la afrenta que esto conlleva para los elementos honrados y las instituciones mismas).

También varió la reacción de los delincuentes ante los inocentes caídos. Ya sean una o 52 las víctimas lo reducen a un “ya le tocaba”, y la ola de protestas tras un hecho particularmente violento no les quita ni la tranquilidad, ni el hambre, ni el sueño.

Hace poco comentábamos aquí el caso de la mujer con una granada alojada en la cara, quien gracias al esfuerzo de un heroico equipo médico vive para contarla. Decíamos que ello marca un antes y después en las urgencias médicas, porque en México nunca había ocurrido eso. 

Días después, en el estadio Territorio Santos Modelo se vivieron momentos de angustia cuando en sus afueras ocurrió una balacera. Nunca había pasado eso en un escenario deportivo.

Pero si algo puede empeorar, empeorará y el 25 de agosto 52 personas perdieron la vida en el Casino Royale, en Monterrey, luego de que un grupo de delincuentes, armados, lo incendió presuntamente en represalia a que la sala de juegos no cedió a sus extorsiones. Nunca había sucedido eso.

Y así como al llegar a la edad de los nunca uno tiene que cambiar hábitos, así en el país tenemos que hacer lo propio. Meses atrás, en A dos de tres proponíamos aplicar en las escuelas una guía sobre qué hacer en caso de balacera, y extenderla a sitios públicos como centros comerciales y hospitales. 

Lo ocurrido en el Territorio Santos Modelo (TSM)  nos enseña que los estadios y las arenas (por citar los escenarios de los deportes más populares en México: futbol, box y lucha libre, y beisbol) deben incluirse en tales protocolos, pues lo que pasó en el TSM no tuvo final trágico gracias a que el terreno de juego no está alambrado y los aficionados pudieron saltar hacia allá, al comportamiento mismo de la afición y la directiva, y a que Dios es muy grande.

Así como hay carteles con instrucciones de qué hacer en caso de incendio y de sismo, proponemos se diseñe uno de qué hacer en caso de tiroteo; así como revisar, de verdad, la funcionalidad de las salidas de emergencia en edificios públicos y privados, pues con cada tragedia sale a la luz que o no se contaba con ellas o estaban bloqueadas, lo que para fines prácticos es lo mismo. 

Ojalá y Don Autoridad considere que 50 mil muertos en cinco años es cifra suficiente para analizar la pertinencia de crear y difundir las medidas mencionadas, más allá de rezar o de ampararse en la máxima “cuando te toca aunque te quites, cuando no te toca aunque te pongas”.

Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Por favor comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com ¡Ah! Y qué cree, la de la letra tiene tuiter (aunque no le “intelige” muy bien) @MarisaPineda 


Que tenga una semana libre de angustias.


(PD: Don Autoridad, esto es como el zumbido de una mosca, pero ¿cuántos inocentes cayeron esta semana a manos de la delincuencia? ¿Hubo ya justicia para ellos? ¿La habrá? Más allá de la Justicia Divina. Si cree que el olvido terminará de sepultarlos, error: no se nos olvida.)







lunes, 29 de agosto de 2011


A dos de tres

Marisa Pineda

El ring se crece, abandona su natural espacio de seis por seis para extenderse a lo largo y a lo ancho convirtiéndose en el mayor escenario de la rudeza innecesaria: la vía pública. Gracias a las aportaciones de los cinco lectores de este espacio, así como a una que otra experiencia propia, continuamos con la Guía de la Rudeza Innecesaria en el Día con Día, ahora con el capítulo Vía pública, el cual abarca tanto a la que le da tremendo golpe con la bolsa, sin voltear siquiera a decir “disculpe”; hasta el panterón que lo hace ver su vida en fracciones de segundo al estar a punto de atropellarlo, porque va hecho un bólido en un vehículo oficial.

En la banqueta no sólo hay que lidiar con los piropos y albures del galán otoñal que se instala para ver pasar a las plebes en edad de merecer, desnudándolas con la vista y aire de “me merece”, “no me merece”. En la banqueta, además de sortear a vendedores ambulantes, hay que poner alerta todos los sentidos por si salta el gandalla armado que reclama la cartera, el teléfono celular o sin mediar palabra le arrebata la bolsa o le deja el cuello sangrando porque le arrancó una cadena que era, o parecía, de oro.

Pero si uno creía que por ir a pie no hay problemas de vialidad en la banqueta, equivocación, también hay cafres peatonales. Están, por ejemplo, aquellas (de nuevo con la pena, pero casi siempre son mujeres) que se ponen a platicar ocupando la vía. Se instalan en el blablablá y ni se inmutan porque los demás, para sacarles la vuelta, tengan que bajar al arroyo de la calle. Son el equivalente a estacionarse en doble fila.

Están también quienes van repartiendo golpes al andar. Caminan moviendo los brazos como si fueran en una escolta militar y no les conmueven  los “¡Ay!” y los moretones que dejan a su paso. Puede pedirles de buena o mala manera que tengan precaución, pero no voltearán. Van derecho y no se quitan.

Algo similar ocurre con las despreocupadas que, en vez de manotazos, reparten bolsazos al caminar. Lo curioso es que pareciera que cada golpe que dan lo sufrieran ellas porque cada que lo asestan exclaman “¡Ay!”, pero hasta ahí llega, raramente al lamento seguirá un “disculpe”, todo queda en una queja como si le prestaran voz a la dolida bolsa.

Y mientras eso pasa en la banqueta, cuando se llega a la calle la pregunta obligada es ¿qué le hacen los vehículos a la personalidad de algunos? En cuanto se colocan frente al volante y encienden la marcha se transforman, se sienten superiores a cualquiera, todopoderosos… aunque el vehículo sea del patrón que les encargó llevarlo a lavar o usarlo en algún mandado o, más patético aún, en las puertas tenga el logotipo de alguna institución oficial.

Parece que cuando a alguien le va bien la manera inmediata que tiene de demostrarlo es comprándose un vehículo de esos que cuestan lo que cinco casas (o más) de interés social, con motor muy potente, con hartos caballos de fuerza. Se trepa y ¿qué hace? Pasearse por las principales calles de la ciudad, las más concurridas, hecho la raya. En su demostración pública de grandeza poco le importa estar a punto de despachar al otro mundo a peatones de todas las edades, o de provocar un accidente entre los demás automovilistas.

El lleva prisa por demostrar a todos que tiene para comprarse el vehículo de sus sueños, que él ya hizo dinero y no es más uno de esos jodidos de a pie. Como mera recomendación: si lo que desean es que uno admire su recién adquirido poderío la peor manera de hacerlo es ir por las calles como enfermo de diarrea buscando un baño. Con el susto uno no alcanza a distinguir ni marca, ni modelo, mucho menos al nuevo rico. En cambio, si circulan despacio dan tiempo a que uno se le caiga la baba y sea carcomido por el germen patógeno de la envidia. Mera sugerencia.

Pero cuando el que circula de esa forma va en vehículo oficial, aquello se vuelve patético. Qué necesidad hay que un empleado de la Secretaría de Asuntos Intrascendentes vaya como si fuera tripulando una ambulancia a prestar socorro. Pasa en zumba, dejando con el Jesús en la boca a los que estaban cruzando la calle, y todo para quedarse parado en la siguiente esquina porque le tocó semáforo en rojo, atrapado entre camioneros o automovilistas más rudos que él que sí llevan vehículos propios, no comprados con recursos públicos. Aquí la recomendación es: si va a emplear como suyo un vehículo oficial, cuando menos quítele las insignias.

Y la guía sigue, pero, de nuevo, el espacio se agota. Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena.

Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana sin prisas.

(PD: Don Autoridad, 53 muertos, cincuenta y tres, al momento de redactar estas líneas en el incendio provocado en el Casino Royale en Monterrey. ¿Habrá justicia para ellos y para los otros inocentes caídos a manos del crimen organizado? Más allá de la Justicia Divina. Don Autoridad, 53 muertos en un solo hecho, ¿Cómo puede dormir? ¿Cómo puede comer Don Autoridad? ¿Cómo lo logra? Si cree que el olvido terminará de sepultarlos, error: no se nos olvida).
(PD 2: Solidaridad con el gremio periodístico sinaloense por el asesinato de Humberto Millán Salazar.)