viernes, 2 de agosto de 2013

Las nuevas estafas

Marisa Pineda

A las llamadas del tipo “Usted acaba de ganarse una camioneta último modelo, sólo que para enviársela tiene que depositar (anote aquì la cantidad) a la cuenta que le damos a continuación” ya puede añadirle otra forma de estafa, esta para que no le falte tiempo aire en el celular.

“Nada cuesta más trabajo que vivir sin trabajar” la frase se atribuye al personaje de Don Ramón, que interpretó Ramón Valdéz en el popular programa “El Chavo del Ocho” (Ustedes disculparán pero una toma el conocimiento donde lo encuentra), la cual aplica a aquellas personas que hacen del engaño un modo de vida. La más perversa expresión de ese engaño es, quizás, el secuestro virtual, aunque hay otras de menor dolo, como la de lograr que al teléfono celular no le falte saldo gracias a las aportaciones de incautos. Le platico.

Hará cuestión de unos días, a un muy escuchado programa radiofónico de complacencias llamó un radioescucha hecho un basilisco para alertar que ni-se-les-ocurriera considerar como prospecto de amiga a la muchacha que minutos atrás había llamado para pedir una canción y decir que estaba interesada en hacer amigos, para lo cual daba al aire su número de teléfono celular. Llame ya.

Pudo más el coraje que la vergüenza y el radioescucha aquel confesó que días atrás escuchó ese mismo mensaje y atraído por la velada promesa “llámame, quiero hacer amigos, no te arrepentirás” envió un mensaje al número que la prometedora voz dio al aire. Luego del consabido “cómo se llama, en dónde vive, estudia o trabaja yo quisiera saber” (como dice la canción “Busco una novia” del grupo culichi Los Potros) la plática se volvió más íntima y comenzó a subir de tono, hasta llegar al preámbulo en que la chica del otro lado de la línea anticipaba sentirse tan identificada ya con el muchacho que ofrecía enviarle una foto.

La imaginación suele jugar malas pasadas y vaya Usted a saber cómo imaginó el chamaco que aparecía la chica aquella en la ya anhelada fotografía, que cuando ella le advirtió: “pero tengo un problema, me estoy quedando sin saldo, si me “prestas” saldo ahorita te la mando”, el aspirante a galán no reparó en nada y presuroso fue a depositar 100 pesos de tiempo aire para la dama en apuros. Se trataba de dar buena impresión y con 20 ó 50 pesos imposible quedar bien. Además, sólo era un préstamo, una muestra de la confianza que ya se estaban tomando.

Los minutos se hicieron horas y las horas se hicieron días y la fotografía nada más no llegó y el objeto de su imaginación dejó de responder a los mensajes. Sin pudor el radioescucha reveló al aire que en más de una ocasión llegó a pensar que no había dado bien el número al solicitar el tiempo aire, o que la chica había tenido algún problema. Jamás por su mente, dijo, se cruzó la idea de que había sido víctima de una estafa... hasta que en otro programa, en otra radiodifusora escuchó la misma voz y el mismo mensaje que él respondió, y con el cual había iniciado todo.

Ahí no terminó el caso. El delincuente vuelve al lugar del crimen, y la muchacha acababa de llamar al mismo programa donde atrapó al incauto que estaba ahora alertando. Más tardó en colgar cuando al aire entró otra llamada, era otro joven que cayó en el ardid de esa misma persona. Este otro no fue tan moderado como el otro y de bribona no bajó a la chamaca, que se manejaba con varios nombres pero con el mismo número.

Este otro patrocinador de tiempo aire estaba más encendido que el primero en llamar, a grado tal que el locutor, precavido, cerró el micrófono y dejó correr la canción, antes de que el recordatorio a la rama materna de la estafadora se escuchara en frecuencia modulada.

Ese episodio me hizo recordar lo ocurrido semanas atrás, cuando al teléfono celular de un compañero llegó un mensaje: “loco, un paro, deposítame 20 pesos de saldo”. Íbamos en carretera y ni manera de hacer la buena acción del día, además de que según el receptor del mensaje el número no aparecía en su lista de contactos ni le era conocido. En lo que el repasaba de quién se podía tratar, los malos pensamientos nos atacaron a todos y sacamos cuentas de que con cinco serviciales que respondieran, quien estaba del otro lado de la línea ya había captado 100 pesos, suficientes para pasarla bien un buen rato. Además, 20 pesos no despertaba mayores sospechas, tan baja cantidad permitía aprovechar la ventaja de la sorpresa. Si bien no se identificaba el número, el lenguaje familiar del mensaje sembraba la duda.

El oir a esos dos radioescuchas alertando sobre el fraude del cual habían sido víctimas, hizo cabilar sobre las innovadoras formas para estafar hasta en el tiempo aire para el teléfono celular. Ya lo advertía Don Ramón: “nada cuesta más trabajo que vivir sin trabajar”.


Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter en @MarisaPineda. Anímese a leer un libro, a propósito de pícaros qué tal El lazarillo de Tormes o La Celestina, y mientras que tenga una semana libre de engaños.