Marisa Pineda
Hay momentos así, en que
uno se entera de hechos que en teoría no deben significarnos más
nada, pues a los protagonistas no los conocimos ni personalmente ni
por referencia además de que sucedieron allá, lejos, en un punto
distante al entorno inmediato que son la familia y el círculo de
amigos más cercanos. Sin embargo, son sucesos que, al menos a los de
A dos de tres, nos replantean la realidad que nos rodea y hacia
dónde vamos como sociedad.
Las páginas de los
diarios nos trajeron la semana pasada la noticia de que en un predio
habían sido descubiertos los cuerpos semienterrados de una señora y
sus dos hijos menores, quienes estaban reportados como desaparecidos.
Fueron asesinados a balazos. La familia era vecina de la sindicatura
de Costa Rica, perteneciente a esta capital. El presunto responsable,
ya detenido, resultó ser un hombre allegado a la familia. Días
después los mismos diarios dieron a conocer otro suceso, este en
Mazatlán. Una señora y su hija tenían una semana de haber sido
reportadas como desaparecidas cuando fueron localizadas muertas en su
propio domicilio. Tras asesinarlas, los cuerpos fueron arrojados al
aljibe de la casa. A los tres días de haber sido descubiertos los
cadáveres, se aprendió al hijo de la señora. Al informar de la
detención, los diarios destacaron que el chamaco, de 16 años, se
atribuyó el doble asesinato sin mostrar signos de arrepentimiento.
No fueron de esos
crímenes en que se emplearon cientos de balas, o de aquellos
asesinatos en que los nombres de las víctimas figuran en las listas
de los más buscados por la ley. En el caso de la señora de Costa
Rica los diarios no precisan su ocupación, sus hijos tenían 15 y 12
años. En el de Mazatlán, se trató de una maestra de escuela y de
su hija invidente.
En A dos de tres nos
llama la atención el silencio en torno a esos sucesos. Ningún
representante de la sociedad, ni siquiera uno de los tantos
autoproclamados luchadores sociales, que suelen opinar de todo, alzó
la voz para, mínimamente, clamar por el esclarecimiento de tales
casos y, principalmente, para plantear la necesidad de analizar a
fondo y en serio qué nos esta ocurriendo como sociedad que cada vez
son menos los sucesos que nos conmueven. Pareciera que la capacidad
de asombro estuviera llegando a fronteras lejanas, en las cuales las
buenas acciones son cada vez menos dignas de mención y la tragedia
debe alcanzar niveles más y más sangrientos para poder conmovernos.
Alguna vez le advertimos
que habría ocasiones en que A dos de tres se preocuparía por algo
más que divisar un nubarrón habiendo dejado la ropa tendida y las
ventanas abiertas. Esta es una de esas ocasiones. Quizás Usted como
yo no conoció a ninguna de las víctimas, pero quizás Usted como yo
considera que las circunstancias que rodearon los hechos nos deben
llevar a estudiar rigurosamente qué nos está pasando como sociedad,
hasta cuando pararemos y hacia dónde llegaremos en esta
insensibilidad a la tragedia ajena y en el creciente menosprecio a
la vida y a la muerte.
Muchas gracias por leer
estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios,
sugerencias, mentadas, invitaciones y hasta felicitaciones por favor
en adosdetres@hotmail.com
En Twitter en @MarisaPineda. ¡Anímese a leer un libro! Y mientras
que tenga una semana en que el dolor no le sea indiferente.