viernes, 14 de junio de 2013

Inteligencia artificial

Marisa Pineda

Cuando estaba plebe uno de los mayores orgullos que podía dar a sus padres era llevar buenas calificaciones. En las reuniones familiares se presumían los dieces que aparecían en la boleta del sabiondillo al cual, en automático, se le consideraba “muy inteligente”.Ni en las ideas más peregrinas de los comunes de entonces figuraba que veríamos como el concepto inteligente llegaría a objetos tales como las placas para los automóviles que circulan en Sinaloa. ¡Cuanta vanguardia!

Según la Wikipedia, en 1956 el informático John McCarthy acuñó el concepto “inteligencia artificial”, definifiéndola como “la ciencia e ingenio de hacer máquinas inteligentes, especialmente programas de cómputo inteligentes”. Dicha ciencia tiene categorías: los sistemas que piensan como humanos, los que actúan como humanos, los que piensan racionalmente y los que actúan racionalmente. Sin embargo, al concepto “inteligente” le ha pasado lo mismo que al de blindaje: está de moda y, como tal, se utiliza a la menor provocación.

Hoy en día se ofrecen shampús y hasta desodorantes inteligentes que liberan el aroma cuando consideran que el usuario lo necesita. Si Usted tiene un teléfono celular se quedó en otra era, lo nuevo es tener un “smartphone” que le resuelva la vida. Los edificios ahora son inteligentes, las tarjetas de crédito también, y en ese esfuerzo por dotar de inteligencia a los objetos las placas vehículares no podían ser la excepción.

Pero con los aparatos inteligentes pasa lo mismo que con algunos de aquellos niños que tenían la boleta plagada de dieces: el término no siempre correspondía a las habilidades. Había chamacos que memorizaban la lección y terminado el examen esta se borraba instantáneamente de su mente, y había quienes sin ningún esfuerzo desentrañaban solitos como pasar una fracción impropia a un número mixto, y hasta lo encontraban divertido.

Así pasa también con la inteligencia artificial. En la vida real resulta que el champú no suelta aroma por más que uno mueva la melena. El desodorante dice en letras chiquitas que las moléculas inteligentes funcionan a menos de 32 grados centígrados, y para cuando uno descubre eso el termómetro araña los 40 grados y uno ya huele a perro remojado. El elevador del edificio inteligente se queda atorado como el de cualquier edificio tarugo. Un día le llaman del banco para notificarle que su tarjeta inteligente y blindada fue clonada, y el “smartphone” para que realmente funcione como tal hay que descargarle una lista de aplicaciones que, además, deben actualizarse un día sí y otro también.

Cuando el término inteligente se extendió a cada vez más objetos, imaginé un ring inteligente (cada quien su locura). Un ring al que le sonara una alarma cuando un luchador se apoye en las cuerdas, al que se le encendiera un foquito cuando realmente hay espaldas planas, o que midiera con exactitud el tiempo entre palmada y palmada del réferi. Con un ring así no habría mucho qué reclamar entre rudos y técnicos, ni habría necesidad de recordar a la rama materna del réferi, ni habría un largo etcétera que hizo rechazar la idea con la misma rapidez que llegó.

Imagen tomada del periódico El Debate (Se presenta con
fines de información, sin afán de lucro.)
Resulta que en Sinaloa se están cambiando las placas de los vehículos: adiós placas tontas, bienvenidas placas inteligentes. La primera gran innovación de esas láminas fue que los números brillaran en la oscuridad, luego se enchularon con un dibujo de tambora, y después con el de un tomate. Ahora ni tambora, ni tomate: chip inteligente que permitirá almacenar toda la información del vehículo y contribuirá a reducir los índices delictivos. Esto último podría resultar útil en el caso de los llamados “pega y huye”, porque tratándose de robo del vehículo le botan las placas y allá va el chip inteligente con todo y su código bidimensional de seguridad (se escucha como invento del Dr. Chun-Ga).

El millón 500 mil juegos de placas para el transporte público y privado (¡Casi un vehículo por cada dos habitantes! considerando a todas las personas de cero a 85 años y más de edad) llegaron directo de China. El tiempo dirá que tan inteligentes resultan las placas compradas por adjudicación directa. Para ser inteligentes, o por lo menos ser listos, listas, digo, por algo se empieza.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com En Twitter en @MarisaPineda. Anímese a leer un libro, ahí tiene “Sueñan los androides con ovejas eléctricas” a propósito de inteligencia artificial. Y mientras, que tenga una semana de decisiones inteligentes.