La plazuela contigua a Catedral es fuente
inagotable de historias y personajes. Conforme transcurre el reloj a la
plazuela llegan desde quienes ejercen el oficio más antiguo del mundo hasta
predicadores de la fe, polos opuestos que pasan por las miradas de los
representantes de otro oficio que se ha logrado imponer al tiempo y a la
modernidad: el de los boleros.
En el Culiacán pre-digital encontrarse con
boleros era algo cotidiano. Estaban quienes tenían sus sillones con espacio
para guardar todos los productos para lustrar el calzado y aquellos, por lo
general niños, que recorrían las calles con su caja de dar bola. Fijos o
ambulantes, el servicio se complementaba ofreciendo el periódico. En lo que se
limpiaba el bostoniano, el cliente se ponía al corriente de los hechos del
día.
Traer lustrado el calzado era parte del aseo
personal de los varones. Podía perdonarse una camisa o un pantalón más arrugado
que un papel de china hecho bola, pero unos zapatos sucios, ¡Guácala! Con esos
modos, la labor de los boleros era de
suma importancia. Pero un día aparecieron en el mercado unos frascos con una
esponjita que abreviaban el proceso de limpieza del calzado poniéndolo al alcance de todos. Al
tiempo se popularizaron los zapatos con materiales sintéticos que no requieren
más cuidado que pasarles un trapo húmedo, y poco a poco los boleros dejaron de
ser parte del paisaje cotidiano de tantos rumbos.
Hoy, en Culiacán ya no se ven boleros
ambulantes. Sobreviven algunos fijos en los mercados públicos, otros por rumbos
de la terminal de autobuses y los que han logrado sortear el paso del tiempo
desde sus sillones en la plazuela Obregón. Ahí, custodiados por las torres de
la Catedral, llegan muy temprano con su juego de periódicos del día, que siguen
ofreciendo a los clientes como complemento del servicio.
Hasta ellos, en vehículos lujosos se apersonan individuos
que bajan con pilas de tenis y mocasines de reconocidas firmas y botas de piel
exótica hechas a medida. Llegan en busca de la pericia de los boleros para
regresarles su lustre original. Sólo ellos saben como cuidar y preservar esas
piezas de miles y miles de pesos que ya limpias, acomodadas en fila, esperan
por sus dueños o por los enviados de sus dueños. Por sus cacles los conoceréis.
Dicen los que dicen saber que el expresidente
brasileño Luiz Inácio Lula da Silva fue bolero, al igual que el rockero Ozzy
Osbourne y el legendario activista Malcom X. En la fantasía, Rico Mac Pato ganó
su primera moneda como bolero, cuando no estaba salvando al mundo Super Can era
limpiabotas y Mario Moreno “Cantinflas” dejó para la posteridad su película “El
bolero de Raquel”. Culiacán tiene a sus boleros de la Catedral, que siguen
imponiéndose al tiempo y a la modernidad, que ahora como desde hace décadas resumen
su labor en un sonido, el que indica que el zapato ya quedó rechinando de
limpio.
Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello
hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas
y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter nos encontramos en @MarisaPineda Léase un libro por el mero
gusto, y mientras que tenga una semana que le deje el alma rechinando de
limpia.