Marisa
Pineda
Cuando en Culiacán el internet no figuraba ni
en las historias de ciencia ficción y no todas las casas contaban con más de un
televisor, había una redituable práctica que fomentaba el ahorro, la sana
convivencia y daba tema de conversación: la renta de revistas en los abarrotes.
Por muchos años los culichis estuvimos con el
alma en un hilo semana tras semana, ansiosos por conocer las venturas y
desventuras de las heroínas de Lágrimas, risas y amor; las hazañas de Kaliman,
el hombre increíble o de Santo, el enmascarado de plata; o las historias que
contaban Fuego y El espejo de la vida.
Los cuentos salían semana a semana y los
voraces lectores, de todas las clases sociales, se arremolinaban en el puesto
de revistas en busca de sus títulos favoritos, principalmente cuando se
esperaba que alguna historia llevara en sus páginas la palabra Fin. Si por
alguna razón se encontraba con la desagradable sorpresa de que el ejemplar
estaba agotado en el puesto de la esquina y en los de diez calles a la redonda,
quedaba una esperanza: ir al estanquillo y rentarlo.
La renta de cuentos significaba para los
tenderos el más claro ejemplo de la máxima ganancia con la mínima inversión.
Colocaban sobre el mostrador una cuerda cual tendedero, y ahí se colgaban los
títulos más buscados y populares. Por la décima parte del precio del ejemplar
uno podía ponerse al día de la historia, bajo la advertencia de que si rompía
la publicación debería pagarla cual si fuera nueva.
Así como en los cines el negocio está en la
dulcería más que en la taquilla, así en los estanquillos el negocio estaba en vender
una pieza de pan con una Coca Cola bien helada para degustarla junto con la
lectura. Era estampa común encontrar al “plebero” ensimismado, acomodado a lo
largo de la viga que servía como banca o tirado en la banqueta del abarrote,
saboreando el alimento y la historia, que
después se comentaba con el resto de los lectores.
Años después muchos de los títulos que
conocimos en Lágrimas, risas y amor los hemos visto como argumentos de
populares telenovelas (cada adaptación más infame que la anterior). Con el
tiempo supimos que Sinuhé el egipcio es una novela histórica y que El pecado de
Oyuki guarda gran similitud con la ópera Madame Butterfly. Con el tiempo muchos
atestiguamos como algunos de aquellos lectores de historietas dieron el salto y
se iniciaron en las novelas sin ilustraciones leyendo las historias de vaqueros
escritas por (Marcial Lafuente) Estefanía.
Ahora que la Encuesta Nacional de Lectura 2012
dice que los mexicanos leemos apenas 2.94 libros al año; que hasta en los
parabuses hay imágenes de actores y cantantes populares invitándonos a leer; los de A dos de tres recordamos los tiempos en
que rentar un cuento y leerlo acompañado de un pan con refresco bien helado era
simplemente uno de los placeres más sibaritas.
Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello
hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas
y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter estamos en @MarisaPineda. Anímese a disfrutar de la lectura
con un pan y un refresco bien helado, y mientras que tenga una semana que le
deje buen sabor de boca.