martes, 12 de febrero de 2013

Placeres sibaritas



Marisa Pineda

Cuando en Culiacán el internet no figuraba ni en las historias de ciencia ficción y no todas las casas contaban con más de un televisor, había una redituable práctica que fomentaba el ahorro, la sana convivencia y daba tema de conversación: la renta de revistas en los abarrotes.

Por muchos años los culichis estuvimos con el alma en un hilo semana tras semana, ansiosos por conocer las venturas y desventuras de las heroínas de Lágrimas, risas y amor; las hazañas de Kaliman, el hombre increíble o de Santo, el enmascarado de plata; o las historias que contaban Fuego y El espejo de la vida.

Los cuentos salían semana a semana y los voraces lectores, de todas las clases sociales, se arremolinaban en el puesto de revistas en busca de sus títulos favoritos, principalmente cuando se esperaba que alguna historia llevara en sus páginas la palabra Fin. Si por alguna razón se encontraba con la desagradable sorpresa de que el ejemplar estaba agotado en el puesto de la esquina y en los de diez calles a la redonda, quedaba una esperanza: ir al estanquillo y rentarlo.

La renta de cuentos significaba para los tenderos el más claro ejemplo de la máxima ganancia con la mínima inversión. Colocaban sobre el mostrador una cuerda cual tendedero, y ahí se colgaban los títulos más buscados y populares. Por la décima parte del precio del ejemplar uno podía ponerse al día de la historia, bajo la advertencia de que si rompía la publicación debería pagarla cual si fuera nueva.

Así como en los cines el negocio está en la dulcería más que en la taquilla, así en los estanquillos el negocio estaba en vender una pieza de pan con una Coca Cola bien helada para degustarla junto con la lectura. Era estampa común encontrar al “plebero” ensimismado, acomodado a lo largo de la viga que servía como banca o tirado en la banqueta del abarrote, saboreando el alimento y la historia,  que después se comentaba con el resto de los lectores. 

Años después muchos de los títulos que conocimos en Lágrimas, risas y amor los hemos visto como argumentos de populares telenovelas (cada adaptación más infame que la anterior). Con el tiempo supimos que Sinuhé el egipcio es una novela histórica y que El pecado de Oyuki guarda gran similitud con la ópera Madame Butterfly. Con el tiempo muchos atestiguamos como algunos de aquellos lectores de historietas dieron el salto y se iniciaron en las novelas sin ilustraciones leyendo las historias de vaqueros escritas por (Marcial Lafuente) Estefanía.

Ahora que la Encuesta Nacional de Lectura 2012 dice que los mexicanos leemos apenas 2.94 libros al año; que hasta en los parabuses hay imágenes de actores y cantantes populares invitándonos a leer;  los de A dos de tres recordamos los tiempos en que rentar un cuento y leerlo acompañado de un pan con refresco bien helado era simplemente uno de los placeres más sibaritas.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter estamos en @MarisaPineda. Anímese a disfrutar de la lectura con un pan y un refresco bien helado, y mientras que tenga una semana que le deje buen sabor de boca.