miércoles, 27 de febrero de 2013

¡Ni-se-te-ocurra!

Marisa Pineda

Ni-se-te-ocurra hacer tus gracias porque así te va a ir llegando a la casa. ’Ora lo verás cómo te va a ir si te pasas de listo. ¡Ay! de ti si te portas mal. Esas advertencias forjaron el carácter de muchas generaciones. Eran dichas en un código imperceptible, inaudible e indescifrable al que sólo podían acceder una madre y sus hijos, pues proferirlas no requería palabras, bastaba una mirada. Una mirada que helaba la sangre porque llevaba implícita una promesa que no era en vano.

Ahora que hasta hay campañas para reconsiderar la pertinencia de decirle “no” a un niño,  en vez de aprobarle todo por temor a traumarlo y que luego le diga a uno que no lo quiere, se recuerdan los tiempos en que bastaba una mirada para aprobar o reprobar una acción.

A los de la era pre-digital nos tocaron madres, o abuelas, que nos educaron de tal forma que no se requerían palabras para entablar un diálogo. La más de las veces esas ocasiones eran cuando se recibían o se hacían visitas (ambas prácticas aún no caían en desuso). Desde que se solicitaba la visita (caer por sorpresa no era bien visto y sólo se excusaba en casos de excepción) venía el rosario de advertencias: No comas con la boca abierta, no toques nada que se pueda romper, ¡Ay! de ti si pones manos de hilacha y tiras el agua como siempre. Y al final la temible ¡Ay! de ti que salgas con alguna de tus gracias para hacerme quedar en vergüenza, así te va a ir regresando a la casa o cuando se vayan.

Llegaba uno de visita, o llegaban las visitas, y el primer paso era saludar. Si por algún motivo se distraía y no daba el saludo a tiempo, una mirada imperceptible a los demás se clavaba en demanda de la reparación de la falta. Si le ofrecían a uno alguna golosina se agradecía y por más que le hubiera gustado nada de andar pidiendo más, si le ofrecían otra ración en fracciones de segundo se sostenía el diálogo visual en el que se pedía permiso y se obtenía la aprobación o el rechazo. ¡Ay! de uno si se le ocurría fingir demencia porque así le iba.

Los regaños y los castigos se aplicaban al regresar a casa o al retirarse las visitas. Tenía que tratarse de una falta de extrema gravedad para reprender al plebe en público. La privacidad del regaño se hacía bajo el precepto “se trata de corregirte, no de avergonzarte como lo haces con uno, y ni llores que algún día me lo agradecerás”.

Ahora, cuando generaciones mucho más recientes echan de menos los tiempos en que las madres con una mirada lograban que el plebe les hiciera caso, no le queda a uno más que reconocer que cumplieron su promesa  “algún día me lo agradecerás”.

Gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.con En Twitter nos encontramos en @MarisaPineda. Anímese a leer un libro, el que quiera, y mientras que tenga una semana de agradables promesas cumplidas.

lunes, 18 de febrero de 2013

Actos extraordinarios


Marisa Pineda

Hay días así, en que personas comunes realizan actos extraordinarios que para unos significan una nueva oportunidad de vida, y a otros nos representa la oportunidad de comprobar que no todo está perdido en este tiempo de crisis de valores, descomposición del tejido social y tantos otros términos acuñados para decir que como sociedad estamos haciendo algo mal.

Lo  anterior viene en referencia a que, hace unos días, en Sinaloa se trasplantaron exitosamente un corazón, un hígado y dos riñones en menos de diez horas, en un hecho histórico para la medicina y para la cultura de la donación de órganos en el estado.

Por esos privilegios del destino, hace ya algunas lunas fui testigo de los primeros trasplantes renales que se hicieron en Sinaloa. En aquellos momentos conocí de la cantidad de personas que intervienen en ese proceso que involucra a muchos, muchos más, que a médicos y enfermeras. Por eso, el 7 de febrero, al ver la fotografía de un médico bajando de un helicóptero, que aterrizó en los terrenos que ocupó la central camionera, con una hielera en mano conteniendo un corazón que sería trasplantado,  toda esa tarde y al siguiente día los de A dos de tres estuvimos siguiendo la información como si se tratara de alguien nuestro.  ¿Se imagina toda la emoción del personal de hospital, de la familia de los receptores? Hasta de los patrulleros que esa ocasión llevaban sus sirenas abiertas para abrir paso al inusual traslado.

Y es que no se necesita conocer siquiera al donador o a los receptores para maravillarse ante hechos que son testimonio de la grandeza de espíritu de una familia que, imponiéndose al dolor, decide postergar la vida de su ser querido mejorando desinteresadamente la calidad de vida de otras personas.

Por muchos años se ha insistido en la donación de órganos. En México está prohibida su comercialización, pero aún así de cuando en cuando se cuelan anuncios en páginas en internet ofreciendo riñones (como son dos y se puede vivir con uno, hay quienes pretenden hacer negocio). Hará cosa de un año por la calle Hidalgo, casi esquina con Corona, estuvo pegada una cartulina en la que un hombre, diciéndose agobiado por las deudas, ofrecía en venta un riñón. Aún se recuerda el escándalo que originó un anuncio en un popular portal de mercadeo por internet, que por 20 mil pesos ofertaba  un “Hermoso bebé en venta para órganos que necesite. Urge”.

Y en medio de esas realidades, de la cotidianidad de escuchar sobre la descomposición social y la crisis de valores, un día así, un día cualquiera, personas comunes realizan actos extraordinarios que hacen historia y nos recuerdan que no todo esta perdido, que hay personas desinteresadas cuya grandeza de espíritu es tal que están dispuestas a ofrecer su corazón.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter nos seguimos en @MarisaPineda. Por mero, gusto léase un libro, y en lo que lo lee que tenga una semana extraordinaria. 

miércoles, 13 de febrero de 2013

Este Día del Amor y la Amistad hay que tener en cuenta que si algún día el amor acaba el perro no tiene porque pagarla. Antes de obsequiar una mascota consideremos que se trata de un ser vivo.

martes, 12 de febrero de 2013

Placeres sibaritas



Marisa Pineda

Cuando en Culiacán el internet no figuraba ni en las historias de ciencia ficción y no todas las casas contaban con más de un televisor, había una redituable práctica que fomentaba el ahorro, la sana convivencia y daba tema de conversación: la renta de revistas en los abarrotes.

Por muchos años los culichis estuvimos con el alma en un hilo semana tras semana, ansiosos por conocer las venturas y desventuras de las heroínas de Lágrimas, risas y amor; las hazañas de Kaliman, el hombre increíble o de Santo, el enmascarado de plata; o las historias que contaban Fuego y El espejo de la vida.

Los cuentos salían semana a semana y los voraces lectores, de todas las clases sociales, se arremolinaban en el puesto de revistas en busca de sus títulos favoritos, principalmente cuando se esperaba que alguna historia llevara en sus páginas la palabra Fin. Si por alguna razón se encontraba con la desagradable sorpresa de que el ejemplar estaba agotado en el puesto de la esquina y en los de diez calles a la redonda, quedaba una esperanza: ir al estanquillo y rentarlo.

La renta de cuentos significaba para los tenderos el más claro ejemplo de la máxima ganancia con la mínima inversión. Colocaban sobre el mostrador una cuerda cual tendedero, y ahí se colgaban los títulos más buscados y populares. Por la décima parte del precio del ejemplar uno podía ponerse al día de la historia, bajo la advertencia de que si rompía la publicación debería pagarla cual si fuera nueva.

Así como en los cines el negocio está en la dulcería más que en la taquilla, así en los estanquillos el negocio estaba en vender una pieza de pan con una Coca Cola bien helada para degustarla junto con la lectura. Era estampa común encontrar al “plebero” ensimismado, acomodado a lo largo de la viga que servía como banca o tirado en la banqueta del abarrote, saboreando el alimento y la historia,  que después se comentaba con el resto de los lectores. 

Años después muchos de los títulos que conocimos en Lágrimas, risas y amor los hemos visto como argumentos de populares telenovelas (cada adaptación más infame que la anterior). Con el tiempo supimos que Sinuhé el egipcio es una novela histórica y que El pecado de Oyuki guarda gran similitud con la ópera Madame Butterfly. Con el tiempo muchos atestiguamos como algunos de aquellos lectores de historietas dieron el salto y se iniciaron en las novelas sin ilustraciones leyendo las historias de vaqueros escritas por (Marcial Lafuente) Estefanía.

Ahora que la Encuesta Nacional de Lectura 2012 dice que los mexicanos leemos apenas 2.94 libros al año; que hasta en los parabuses hay imágenes de actores y cantantes populares invitándonos a leer;  los de A dos de tres recordamos los tiempos en que rentar un cuento y leerlo acompañado de un pan con refresco bien helado era simplemente uno de los placeres más sibaritas.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter estamos en @MarisaPineda. Anímese a disfrutar de la lectura con un pan y un refresco bien helado, y mientras que tenga una semana que le deje buen sabor de boca.

lunes, 4 de febrero de 2013

Advertencia Miranda

Marisa Pineda

Te atrapamos Joe. Tienes derecho a guardar silencio, todo lo que digas podrá ser usado en tu contra. Tienes derecho a un abogado, si no cuentas con uno el Estado te lo proporcionará. Hasta ahí me la se porque en ese momento la patrulla se lleva a Joe, y pasan a comerciales o se acaba el programa. Ahora, como en serie gringa, la Policía Federal leerá la cartilla a los detenidos al momento de la aprehensión.

Como la buena memoria no es don de todos, los derechos se imprimieron en una tarjetita que los agentes federales deberán traer cual estampita milagrosa, para que al momento de hacer una detención empiecen a recitar lo que a la letra dice: Usted se encuentra detenido por los siguientes motivos… Usted es considerado inocente hasta que se le demuestre lo contrario. Tiene derecho a declarar o guardar silencio. En caso de decidir declarar, tiene derecho a no inculparse. Tiene derecho a un defensor de su elección, en caso de no contar con uno el Estado se lo proporcionará de manera gratuita. Tiene derecho a un traductor e intérprete. Tiene derecho a que se le ponga en conocimiento de un familiar o persona que deseé, el hecho de su detención y el lugar de custodia en que se halle en cada momento. Tiene derecho a que se le ponga, sin demora, a disposición de la autoridad competente. En caso de ser extranjero, el Consulado de su país será notificado de su detención.

En Estados Unidos, “tienes derecho a guardar silencio” es parte de la Advertencia Miranda, que toma su nombre de Ernesto Miranda, un indigente residente de Arizona, detenido y procesado en 1966 por rapto y violación de una joven de 18 años. Identificado por su víctima y sometido a interrogatorio por la policía,  Miranda, entonces de 23 años, firmó su confesión, única prueba que ofreció el fiscal durante el juicio. El caso llegó a la Corte Suprema, la cual anuló la sentencia argumentando que era inadmisible condenar a una persona sin que se le hubieran informado los derechos constitucionales. A partir de ese fallo, al momento de hacer un arresto los policías debieron enunciar, ante testigos, los puntos de la Advertencia Miranda. Así fue hasta el 2010 en que la Corte Suprema acordó que será obligación del detenido, ya no del policía, invocar los Derechos Miranda durante el arresto.

Cuarenta y siete años después del caso Miranda, México vivió un proceso similar. La Suprema Corte de Justicia (ahora apodada popularmente “la tremenda corte”, en alusión a un cómico programa radiofónico) liberó a la francesa Florance Cassez, siete años presa por secuestro. El hecho dejó en las víctimas que la identificaron y en la inmensa mayoría de los mexicanos una honda herida en la credibilidad en el sistema judicial, y fue marco para implementar el nuevo protocolo en la Policía Federal, que ahora deberá leer la cartilla a los detenidos. De mademoiselle Cassez sabemos que ahora es “figura pública” en su país, pero si se pregunta ¿Qué pasó con Ernesto Miranda? Le platico: Tras anularse el proceso,  fue condenado en otro juicio, con testigos y pruebas en su contra. Pasó 11 años en prisión y al salir fue acuchillado en una pelea. A su homicida se le leyeron los derechos Miranda, que invocó para no tener que declarar. Ironías de la vida.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.comEn Twitter estamos en @MarisaPineda. Lo convido a leer un libro, el que quiera, y mientras lo lee que tenga una semana libre de injusticias.