Marisa Pineda
“Ola ke ase”. Escribir
como si se padeciera dislexia es de las herencias que dejará el moribundo “Messenger”;
el servicio de mensajería instantánea que en su momento revolucionó la
comunicación al permitir la retroalimentación en tiempo real, y que hoy esta a
punto de descansar en el panteón cibernético de programas en desuso.
Cuando al abrir el
popular Hotmail apareció por vez primera la figura regordeta de un monito azul
invitando a instalar un programa llamado “Messenger”, el correo electrónico
empezó a ser desplazado. El mensajero redujo los costos de las llamadas
telefónicas al permitir compartir en tiempo real alegrías y tristezas. Las
peleas de novios ya no culminaban en un “me colgó el teléfono” sino en “se
desconectó”. Las reconciliaciones podían venir al descubrir que la desconexión
obedecía a fallas en el servicio, en la computadora o en la energía eléctrica.
Si con las salas de chat
uno aprendió a escribir rápido, con el mensajero los dedos se deslizaban con
inusitada rapidez sobre el teclado. La era digital está marcada por la
prisa, lo más rápido es lo mejor, la
velocidad lo es todo, y en ese apremio por la inmediatez no había tiempo para
escribir las palabras como se debe.
La puntuación fue la
primera ofrenda a la mensajería instantánea. Las preguntas ya no se hacían
abriendo y cerrando los signos de interrogación ¿Para qué? se perdía tiempo, el
signo cerrado era suficiente para dar a entender que era pregunta. Cosa
contraria sucedía con la afirmación y la negación, los golpes ahorrados en la
puntuación se aplicaban ahí, “si” cambió a “sip” y “no” fue “nop”. Luego,
desapareció la letra Q, en algún momento de la vida cibernética “que”
evolucionó a “ke” y “quien” se convirtió en “kien”. La letra H pasó al
destierro y por ese camino van también los acentos.
La mensajería
instantánea puso de moda hermosear los textos con “emoticones” (esos monitos
hechos con letras, números y signos de puntuación que permiten expresar
emocione) o con personajes populares que expresaban sentimientos o acciones; el
problema con estos últimos era cuando no se podía cambiar el nombre pre-asignado
a la imagen, lo cual daba resultados contraproducentes, pues cada vez que se
escribían las letras asignadas aparecía la imagen sin venir al caso. El ejemplo
que más recuerdo es a Homero Simpson con una expresión de angustia, cada vez
que uno de mis contactos escribía cualesquier palabra que llevara “ai”.
A medida de que se
popularizó el mensajero, circularon correos advirtiendo su desaparición. Los
años pasaron y aquello se convirtió en una de las leyendas de la red hasta el
2012, cuando Microsoft anunció el cierre de Messenger y su reemplazo por Skype.
Hoy, que el mensajero está a punto de ser recuerdo, deja en su legado haber
implantado una forma de escritura, en la cual escribir premeditada o
espontáneamente mal es lo mismo manera de molestar y burlarse, como de ostentar
la ignorancia. “Ola ke ase”.
Muchas gracias por leer
éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Sugerencias, comentarios,
invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones se reciben en adosdetres@hotmail.com En Twitter estamos en @MarisaPineda Anímese a
leer un libro, hay muchos que se pueden leer en internet y gratis. En lo que lo
lee, que tenga una semana llena de buenos mensajes.