viernes, 21 de diciembre de 2012

Juguetes (Capítulo Dos)


Marisa Pineda

Respetable público. A petición de la afición, por vez primera A dos de tres hará un segundo capítulo (se oye de más caché que decir segunda parte) sobre un tema. Al correo de este espacio llegaron puntuales señalamientos: quedaron fuera preciados juguetes de los chamacos de entonces y faltan los juguetes de niñas. Tratando de cubrir la omisión, aquí el segundo capítulo de Juguetes.

El balero. Dicen los que dicen saber que no se sabe con certeza dónde se originó este juguete que consta de una esfera de madera, con un hoyo en la parte inferior, atada a un palillo cuyo extremo superior cabe en el hoyo.  Unas historias mencionan que surgió en la tribu de los esquimales; otras que en la Europa del siglo 16 y otras más refieren que se han encontrado vestigios de que los mayas lo jugaban, pero en vez de utilizar el cilindro de madera empleaban cráneos. ¡Gulp!  El juego consiste en embocar el palillo en la esfera y a partir de ahí hacer una serie de suertes que  concluyen, invariablemente, con encajar ambas piezas. Las suertes más populares del juego eran “el capirucho” y “la media vuelta” (ambas expresiones usadas también en albures). Jugar balero parece fácil, mas no lo es. El “bilboquet” (como le llaman los franceses) puede llevar al jugador a insospechados niveles de frustración y enojo a cada fallo.

Yoyo de titanio, es suyo
 por módicos 550 dólares
El yoyo. Dicen los del Departamento de Investigaciones de A dos de tres que el yoyo era un instrumento de caza popular entre la tribu filipina de los tagalos, y que “yoyo” significa en esa lengua “volver”. Otros indican que el yoyo se inventó en China. El asunto es que ese juguete, consistente en dos ruedas unidas con un eje al cual se amarra una cuerda por la cual sube y baja, tiene museos en su honor, asociaciones en varios países y torneos internacionales donde se disputan cuantiosos premios.  Yo conocí los yoyos de madera y de plástico, y en más de una ocasión enfrenté los daños que provocaba cuando se soltaba la cuerda y el yoyo salía disparado con un tino para romper vidrios o hacer chipote a otro jugador. Eran yoyos que se compraban en el abarrote del barrio; hoy, hay yoyos de aluminio y magnesio que se cotizan en 500 dólares, los de colección superan los diez mil dólares.

El tac-tac. Hay adultos con las muñecas o el pulgar deformes porque de niños se rompieron esos huesos con un tac-tac. El tac-tac era un arillo del cual pendía un par de cuerdas, como de 20 centímetros, con una esfera de cristal en el extremo. El juego era golpear una esfera contra la otra arriba y debajo de la mano. Si se perdía el ritmo la esfera castigaba los dedos o la muñeca. Si se le daba con enjundia, el riesgo era que las esferas se estrellaran y volaran esquirlas a la humanidad del jugador o los mirones. El nombre del juguete partía del sonido que hacían las esferas al chocar. Era peligroso y lo sigue siendo.

Las cartas a Santa Claus que hacíamos las niñas incluían juegos de té, muñecas, muebles para la casa (real o imaginaria) de las muñecas y la reposición de los juguetes de a diario, que eran: el brincamecate, el brinca-brinca, el hula-hula, el pontenis y la matatena. El brincamecate era una cuerda de plástico o jarcia con asas en los extremos, si Santa Claus estaba pobre podía obsequiar una cuerda de tendedero sin que nadie se sintiera mal. El brinca-brinca era un aro de plástico con un trozo de cuerda y una pelota al final. El juego era colocarse en el tobillo el aro, hacerlo girar y brincar hasta el hartazgo. Del hula-hula no hay mucho que decir, sólo que ese simple aro torneó muchas cinturas y definió caderas.


No vienen en la lista, ni eran juguetes para niñas, pero las figuras de luchadores (con todo y su pintura con plomo) siempre estuvieron en mis listas a Santa Claus.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter estamos en @MarisaPineda. Anímese a regalarse un libro para esta Navidad, y a leerlo. Como Santa Claus en todo esta, que tenga una semana de portarse bien.