lunes, 23 de abril de 2012

El circo es cosa seria



Marisa Pineda

Los primeros cinco niños que lleguen hasta el centro de la pista se ganarán el derecho a pasearse en el elefante, y allá va el plebero corriendo para ser de los primeros. Y el primer niño que llegue al centro de la pista y me diga las vocales al revés ganará una foto con el tigre de Bengala, y allá está la chamacada haciendo reír al respetable en pos de la ansiada foto. Es la magia del circo, el lugar donde vive la perfección, donde las equivocaciones cuestan la vida, quedar inválido o reducido a botana para las fieras.

Hará días, un joven político hizo unas declaraciones desafortunadas tras las cuales se desató un zafarrancho verbal. Una chamaca, maestra de ceremonias,  líder o algo así elevaba lo más que podía su delgada voz llamando a “no convertir esto en un circo”. Cuando la escuchamos, los de A dos de tres pusimos  el grito en el Facebook. ¡El circo es cosa seria! Más respeto. Por favor no confunda.

La visita a los circos durante la niñez marcó para siempre la vida de esta su amiga. Por muchos años podría decirse que más que disfrutar padecí cada función, pero con el tiempo entendí la situación de privilegio que había vivido. Le platico.

Gracias a su trabajo, Progenitora fue -es- amiga de representantes y artistas de los circos que pasaban por el Culiacán de hace ya algunas décadas (no digo cuantas porque me deshereda). No había temporada que no llegara exclamando jubilosa ¡Alístense porque vamos a ir al circo! A partir de ahí,  se me hacía un nudo en el estómago que no se desbarataba hasta pasada la función.

Estoy hablando del Culiacán en que los circos anunciaban su llegada con un desfile por las principales calles; en el cual uno veía pasar las jaulas con las fieras amaestradas, el mago en la caja de una camioneta haciendo sus suertes, las bellas equilibristas con sus leotardos con lentejuelas y plumas saludando desde el toldo de un vehículo, y los payasos repartiendo boletos entre los mirones. Un Culiacán en que la plebada seguía al avión que hacía acrobacias y desde el cual se lanzaban cortesías para la función.

Como no hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla, llegaba el día de lucir las mejores galas y agarrar camino al circo. Desde que llegábamos y saludaban a Progenitora yo empezaba a sudar frío. “Qué bueno que vino, mira que grande está ya su niña. Esta vez vamos a premiar a cinco niños con un paseo en elefante, ¿te vas a subir?” preguntaba el anfitrión en algo que más que pregunta era afirmación.

Nadie, jamás, preguntó si me gustaba subirme al elefante. Todos daban por hecho que era feliz de dar vuelta a la pista trepada en el paquidermo. Como si fuera tan fácil subirse al animalote. Tampoco preguntaron si quería participar con el lanzador de cuchillos y flechas. Ahí estaba esta su amiga emulando a Guillermo Tell, sosteniendo un pedazo de periódico. Cuentan que era toda una hoja de periódico y que por la distancia a la cual se colocaba no representaba peligro,  pero en aquel momento la “valiente niña participante” veía el papel del tamaño de un confeti. El artista pedía “no te vayas a mover, si te asustas da un paso atrás”. ¿Cual moverme? si estaba petrificada.

Con los años atesoré participaciones con el lanzador de cuchillos; con el mago que partió y unió mi cuerpo metido en una caja; supe lo que es lanzarse del trapecio a la red protectora (lo que no supe fue cómo bajarme cuando dejé de rebotar, porque de la red al suelo está alto) y un considerable número de paseos en elefante y camello.

Con los años entendí, y ahora lo presumo, que fui privilegiada por haber sido parte efímera e involuntaria del elenco. Con el tiempo también supe de la tristeza porque algún artista murió al errar su número, o quedó inválido por tal falla o por el ataque de alguna de las fieras.  Con el tiempo aprendí a ver al circo como el espacio donde tiene lugar lo imposible para los humanos comunes, como el sitio donde están los verdaderos elegidos por los dioses.

Ahora, cuando las pláticas comunes llevan a encontrar a alguno de los valientes niños que vivieron esas experiencias, por haber sido de los primeros en llegar a la pista o por haber dicho las vocales al revés, coincidimos: el circo es otra cosa, otro mundo. Por favor, que no se confunda, el circo es cosa seria. Más respeto al circo.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, experiencias circenses, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com En Twitter nos encuentra en @MarisaPineda ahí componemos al mundo y si no nos divertimos intentándolo.

Que tenga una semana mágica.

(PD: Don Autoridad ¿Cuántos inocentes cayeron esta semana a manos de la delincuencia organizada. ¿Hubo ya justicia para alguno de ellos? más allá de la Justicia Divina. Si cree que el olvido terminará de sepultarlos, se equivoca: no se nos olvida.)