Marisa Pineda
Los primeros cinco niños que lleguen hasta el centro de la
pista se ganarán el derecho a pasearse en el elefante, y allá va el plebero corriendo
para ser de los primeros. Y el primer niño que llegue al centro de la pista y
me diga las vocales al revés ganará una foto con el tigre de Bengala, y allá
está la chamacada haciendo reír al respetable en pos de la ansiada foto. Es la
magia del circo, el lugar donde vive la perfección, donde las equivocaciones
cuestan la vida, quedar inválido o reducido a botana para las fieras.
Hará días, un joven político hizo unas declaraciones
desafortunadas tras las cuales se desató un zafarrancho verbal. Una chamaca,
maestra de ceremonias, líder o algo así
elevaba lo más que podía su delgada voz llamando a “no convertir esto en un
circo”. Cuando la escuchamos, los de A dos de tres pusimos el grito en el Facebook. ¡El circo es cosa
seria! Más respeto. Por favor no confunda.
La visita a los circos durante la niñez marcó para siempre
la vida de esta su amiga. Por muchos años podría decirse que más que disfrutar
padecí cada función, pero con el tiempo entendí la situación de privilegio que
había vivido. Le platico.
Gracias a su trabajo, Progenitora fue -es- amiga de
representantes y artistas de los circos que pasaban por el Culiacán de hace ya
algunas décadas (no digo cuantas porque me deshereda). No había temporada que
no llegara exclamando jubilosa ¡Alístense porque vamos a ir al circo! A partir
de ahí, se me hacía un nudo en el
estómago que no se desbarataba hasta pasada la función.
Estoy hablando del Culiacán en que los circos anunciaban su
llegada con un desfile por las principales calles; en el cual uno veía pasar
las jaulas con las fieras amaestradas, el mago en la caja de una camioneta
haciendo sus suertes, las bellas equilibristas con sus leotardos con
lentejuelas y plumas saludando desde el toldo de un vehículo, y los payasos
repartiendo boletos entre los mirones. Un Culiacán en que la plebada seguía al
avión que hacía acrobacias y desde el cual se lanzaban cortesías para la
función.
Como no hay fecha que no se llegue ni plazo que no se
cumpla, llegaba el día de lucir las mejores galas y agarrar camino al circo.
Desde que llegábamos y saludaban a Progenitora yo empezaba a sudar frío. “Qué
bueno que vino, mira que grande está ya su niña. Esta vez vamos a premiar a
cinco niños con un paseo en elefante, ¿te vas a subir?” preguntaba el anfitrión
en algo que más que pregunta era afirmación.
Nadie, jamás, preguntó si me gustaba subirme al elefante.
Todos daban por hecho que era feliz de dar vuelta a la pista trepada en el
paquidermo. Como si fuera tan fácil subirse al animalote. Tampoco preguntaron
si quería participar con el lanzador de cuchillos y flechas. Ahí estaba esta su
amiga emulando a Guillermo Tell, sosteniendo un pedazo de periódico. Cuentan
que era toda una hoja de periódico y que por la distancia a la cual se colocaba
no representaba peligro, pero en aquel
momento la “valiente niña participante” veía el papel del tamaño de un confeti.
El artista pedía “no te vayas a mover, si te asustas da un paso atrás”. ¿Cual
moverme? si estaba petrificada.
Con los años atesoré participaciones con el lanzador de
cuchillos; con el mago que partió y unió mi cuerpo metido en una caja; supe lo
que es lanzarse del trapecio a la red protectora (lo que no supe fue cómo
bajarme cuando dejé de rebotar, porque de la red al suelo está alto) y un
considerable número de paseos en elefante y camello.
Con los años entendí, y ahora lo presumo, que fui
privilegiada por haber sido parte efímera e involuntaria del elenco. Con el
tiempo también supe de la tristeza porque algún artista murió al errar su
número, o quedó inválido por tal falla o por el ataque de alguna de las fieras.
Con el tiempo aprendí a ver al circo
como el espacio donde tiene lugar lo imposible para los humanos comunes, como
el sitio donde están los verdaderos elegidos por los dioses.
Ahora, cuando las pláticas comunes llevan a encontrar a
alguno de los valientes niños que vivieron esas experiencias, por haber sido de
los primeros en llegar a la pista o por haber dicho las vocales al revés,
coincidimos: el circo es otra cosa, otro mundo. Por favor, que no se confunda,
el circo es cosa seria. Más respeto al circo.
Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que
esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, experiencias
circenses, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com En Twitter nos
encuentra en @MarisaPineda ahí componemos al mundo y si no nos divertimos
intentándolo.
Que tenga una semana mágica.
(PD: Don Autoridad ¿Cuántos inocentes cayeron esta semana a
manos de la delincuencia organizada. ¿Hubo ya justicia para alguno de ellos?
más allá de la Justicia Divina. Si cree que el olvido terminará de sepultarlos,
se equivoca: no se nos olvida.)