A dos de tres
Marisa Pineda
Que se armó la polémica al prohibirse en Sinaloa tocar narcocorridos en los establecimientos que cuenten con licencia de alcoholes, so pena de que esta les sea cancelada. Ya enrachado el Gobierno anuncia que el veto podría extenderse a camiones urbanos y taxis. Falta que nos precise ¿cómo haremos para que una medida bien intencionada no genere una escalada de extorsiones a los propietarios de licencias de alcoholes o concesiones de transporte, de darse esto último?
¿Se censurarán también las películas, telenovelas y libros estrechamente ligados a ese tema? Películas como El Infierno no sólo llenó las salas de cine sino que ha cosechado premios, telenovelas como La reina del Sur o El Cartel de los Sapos tienen a muchísimos pegados a la televisión y decenas de libros en torno al narcotráfico y sus protagonistas figuran dentro de los más vendidos en el país.
¿La prohibición excluirá otros géneros musicales e idiomas? Porque la apología al narcotráfico está también en el mafioso rap norteamericano, con emblemas como los finados Notorious B.I.G y Tupac Shakur; en el movimiento underground español (basta ver la portada del disco Alita de mosca, de Narco, por si el nombre del disco y del grupo no fueran suficientemente explícitos) y en el hip hop hardcore italiano con letras que dicen “cuando termine contigo no te va a reconocer ni la Virgen”.
Confieso que he escuchado narcocorridos cuando he escrito sobre ellos, todos tienen la misma estructura: Soy el más fregón, mis enemigos me temen, los poderosos me respetan, soy amigo de los amigos, despiadado con mis enemigos, no perdono las traiciones y no le tengo miedo a la muerte. Tan tan. Fuera de ese fin no oigo narcocorridos, rechazo la exaltación a quienes sustentan su valentía en un arma o en su nómina de matones sin respetar ni la vida ni la muerte.
Así como no me gustan los narcocorridos tampoco me gustan quienes en lo público pregonan su rechazo al narcotráfico y su subcultura pero en lo privado son fieles y callados consumidores de uno, o más, de sus productos; como tampoco me gusta la espectacularidad que sólo sirve para ganar espacios en los medios de comunicación. Mucha sangre está corriendo (y es gerundio) en Sinaloa y en todo México para buscar los 15 minutos de fama a base de mera polémica.
Y en esa polémica hay voces que aseguran que prohibir los narcocorridos en los antros impedirá contaminar a nuestra niñez con esos temas, obvian –o pretenden obviar- que a los niños no los dejan entrar a los antros, y la principal exposición a esas influencias está en su hogar, al seno de su propia familia.
Dirán también que es para que la juventud no tome esos antivalores y tienen razón, pero de nuevo obvian que antes que en los antros la plebada escucha esos mensajes en internet, principal vía de comunicación de las nuevas generaciones. ¿Cómo le vamos a hacer si con sólo poner en el buscador de internet Google “movimiento alterado” aparecen un millón 570 mil resultados, en 0.17 segundos? Si en el portal de videos Youtube figuran 7 mil 950 resultados para narcocorridos y 8 mil 180 si marca corridos para “El Chapo” Guzmán, más los de otros tantos narcotraficantes cuyo nombre desconocemos.
La intención del veto es buena, no está en duda; sin embargo ¿en qué se sustenta? ¿Hay algún estudio avalado el cual establezca qué porcentaje de narcotraficantes hoy presos incurrieron en ese delito a causa de los narcocorridos? A la hora de exigir resultados en la lucha contra el crimen a los ciudadanos nos salen con una retahíla de números, vengan pues los números en los resultados de esta prohibición, porque se nos olvida, o pretendemos olvidar, que censurar narcocorridos no es nuevo.
En 1986 en Michoacán hubo una iniciativa, sin éxito, al respecto. En Sinaloa, en 1987, el entonces gobernador de Francisco Labastida Ochoa acordó con los industriales de la radio y televisión que no se transmitieran dichos contenido; a la fecha, en los hechos, la radio sinaloense sigue cumpliendo el acuerdo puntualmente. Para el 2002 la censura a ese material la hicieron propia Baja California, Michoacán, Chihuahua, San Luis Potosí y Querétaro. Un año después se sumaron Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila.
En el 2001, la Comisión de Comunicaciones y Transportes de la 58ª legislatura del Senado de la República exhortó al Ejecutivo Federal instruyera a las secretarías de Gobernación, Comunicaciones y Transportes, Educación Pública, al Sistema de Seguridad Pública y a la Consejería Jurídica de la Presidencia para realizar un estudio integral de la proliferación de reproducciones musicales y mensajes apologéticos del delito contra la salud y otros comprendidos en la Ley Federal Contra la Delincuencia Organizada, para restringir su repetición en medios electrónicos nacionales, principalmente en programas de radio y televisión.
Si la prohibición de narcocorridos en la radio comercial data de 1987 para Sinaloa y del 2002 para ocho estados más, en esas entidades ¿cuánto ha disminuido el índice delictivo con tal medida? Porque el rastro de sangre grita lo contrario. ¿Qué dice el estudio recomendado por el Senado de la República en el 2001?
En A dos de tres no estamos a favor de los narcocorridos y menos del llamado movimiento alterado. Ni siquiera alcanzamos a entender cómo puede animarse una fiesta cuya música canta: “con unas pinzas desmiembro aquel maldito sujeto… me hago belicoso al desfigurarlo”. No imaginamos a alguien bailando cuando la letra dice “lo he visto peleando también torturando, cortando cabezas con cuchillo en mano… sin remordimiento se mancha las manos de sangre caliente sin que haya cuajado”. No podemos imaginar una fila al ritmo “con la pecherona bien puesta y el tiro arriba mi compa”.
Tenemos claro que esos no son mensajes para difundir en el ritmo e idioma que sea; lo que no tenemos claro son los alcances de la prohibición ¿más allá de la sanción económica, de qué va a ir acompañada? ¿abarca canciones que son mera fantasía? Como Contrabando y traición. ¿Implica a cantantes ya finados como Chalino Sánchez, Valentín Elizalde o Sergio Vega “El chaka”, cuyos repertorios incluían narcocorridos? (Cuentan que El Chaka era el artista estelar en el cierre de una campaña política en Sinaloa, no alcanzó a presentarse pues un día antes fue asesinado. Su lugar en tal mitin no lo cubrió nadie).
¿Quién calificará en cada antro, en cada camión, en cada taxi, cual contenido está prohibido y cual no y en base a qué criterio? La prohibición de los narcocorridos en Sinaloa es tan bienintencionada y polémica como bienintencionado y polémico fue el registro de los números de teléfonos celulares so pena de quedarse sin el servicio (por cierto, la Cámara de Senadores ya lo eliminó porque no dio los resultados esperados, dijo). Cómo haremos, pues, para que una medida bienintencionada no genere una escalada de extorsiones, porque aunque no tengan corrido la corrupción y la extorsión son también delitos.
Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com
Que tenga una semana apologética.
(PD: Señor Don Autoridad ¿Cuántos inocentes han caído esta semana a manos del crimen organizado? ¿Hubo ya justicia para ellos? más allá de la Justicia Divina. Si apuestan a que el olvido termine de sepultarlos, error: No se nos olvida.)