lunes, 22 de marzo de 2010

A dos de tres

Marisa Pineda

La primavera está aquí. Se siente. Disfrutémosla porque la primavera culichi dura, en términos reales, lo que dura la Semana Santa y la de Pascua, al siguiente lunes comienza el calor.

En la víspera me topé en diversos puntos de la ciudad con preescolares convertidos en mariposas y flores, de todo aquel colorido lo que más me llamó la atención fue un niño árbol. Que su mamá lo haya disfrazado de árbol era de por sí ingenioso, pero que le haya puesto frutas, eso ya es otro nivel. El niño árbol era un naranjo, supongo, por el color de aquellas esferas de unicel forradas en papel crepé anaranjado. La mamá se la rifó con ese traje y el niño con ponérselo. Se veían hermosos caminando de la mano, sonrientes, sabiéndose acaparadores de las miradas.

Sin embargo, este A dos de tres no se tratará de las peripecias que hay detrás de cada plebe disfrazado para el desfile o festival de la Primavera de su escuela. No, no, no. Este A dos de tres tratará de lucha libre, de un segmento de la lucha que en los cuadriláteros es vistoso y alegre cual primavera, de ese grupo de luchadores para quienes la categoría de rudos y técnicos no es suficiente al referirse a ellos: Los exóticos.

Cuenta la historia que el primer luchador exótico en presentarse en México fue Dizzy Davis, quien llegaba al ring acompañado de un chambelán y obsequiaba gardenias al público; al tiempo cambió su nombre por el de las flores que repartía, Gardenia Davis. Corrían en ese entonces los años 40, llegar al ring con amaneramientos que sugerían homosexualidad requirió de mucho valor, otro tanto de coraje y otro tanto más de audacia. Gardenia Davis abrió el camino que luego tomarían Sergio el Hermoso, el Bello Greco, Casandro, Corazón de Barrio, Tiffany, May Flowers, Polvo de Estrellas, Máximo y la Pimpinela Escarlata, por mencionar apenas algunos.

Hoy en día la lucha por las audiencias ha llevado a impulsar grupos que permitan sumar a los seguidores de cada uno de los integrantes; así, están los Guerreros de la Atlántida, los Perros del Mal, la Real Fuerza Aérea, la Secta del Mesías y un muy largo etcétera. En ese etcétera está el grupo de Los Apestosos, cuya antítesis sería el de Los Perfumados, que tuviera su apogeo allá por los años 60 y 70, con Sergio el Hermoso y El Bello Greco como sus máximos exponentes.

El de los Perfumados fue una especie de grupo de transición entre aquellos luchadores que apenas insinuaban su homosexualidad y quienes hicieron de la ostentación un estilo. Los Perfumados llegaban al ring con hermosos frascos de perfume que se aplicaban frente al público que celebraba el rito. Parte de su equipo era también un espejo y un peine, al igual que el perfume eran piezas opulentas, muy al estilo de la dinastía de los Luises de Francia. Visto con la perspectiva del tiempo, los Perfumados serían como los metrosexuales de hoy.

En 1988, el periodista Juan Cervera, de la revista “Espectacular, el mundo de la lucha libre”, entrevistó a El Bello Greco. En esa plática quien se autocalificara como “La aristocracia de la lucha libre”, define: “La lucha, contra lo que creen algunas personas, no es una profesión para gente insignificante y vulgar, sino para seres muy especiales, como Sergio El Hermoso y yo”, y puntualiza “A nuestro pueblo, que es señorial como nosotros, le gusta que sus ídolos huelan bien”. Cuando Cervera le preguntó “-Pero ustedes son rudos, ¿cierto?”. La respuesta fue contundente: “Rudos, pero elegantes”.

Pocos años después, Los Éxóticos, como se les había denominado en similitud con las vedettes y desnudistas de la época, sacaron la chaquira, la lentejuela y el canutillo y recamaron sus atuendos convirtiéndose en La Ola Lila, precursora de la hoy Ola Rosa.

Si de por sí hay quienes consideran que la lucha libre es puro espectáculo, imagínese cuando ven llegar a la Ola Rosa. Nada más equivocado que creer que el mayor capital profesional de un exótico son sus finas maneras. Nombres como el de la Pimpinela Escarlata, la Pimpi como cariñosamente le llama el respetable, se destaca por sus cejas cuidadosamente delineadas, su rostro perfectamente maquillado, sus atuendos, particularmente sus capas, que más parecen parte de un negligé, pero Pimpinela Escarlata se destaca también porque tiene en su haber más de dos máscaras, una decena de cabelleras y el Campeonato Nacional Medio.

Máximo llega al ring con su traje de romano en rosa mexicano con ribetes plateados. El mohawk rosa que lo distingue se ha convertido en una de las cabelleras más codiciadas entre sus oponentes. Reparte besos a diestra y siniestra, es un imán para el público que no sabe cuando tomará impulso para lanzarse sobre la tercera cuerda o cuando será para lanzarse a los brazos de su contrincante, a darle de besos.

Conocido como “El luchador gay de México”, Máximo no sólo ha ganado en las arenas. “Máximo”, dirigido por Raúl Cuesta, es ganador del Rivera Maya Underground Film Festival, de Playa del Carmen, México, en la categoría de documental. La sinopsis asienta: “Máximo, luchador exótico, así se les nombra a los personajes homosexuales en este deporte. En la vida real, es heterosexual. Esta ambivalencia en su vida, se refleja al luchar con el nombre del emperador romano, haciendo una parodia de su virilidad que se contrapone con la supuesta preferencia sexual arriba del cuadrilátero. En la inmensidad de la lucha libre, no sólo se enfrenta a la rudeza de sus contrincantes, también a la crítica de su familia, la inclusión de la comunidad gay y a las mujeres, que no creen que sea un luchador de este tipo”.

Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana en que el bienestar florezca, cual primavera.