A dos de tres
Marisa Pineda
Fraude: Engaño, abuso de confianza. Dolo. Simulación.
La muerte de Abismo Negro ha abierto una cloaca, que no por conocida deja de ser hedionda: la codicia de promotores y comisionados inescrupulosos, quienes en aras de la máxima ganancia no les importa acabar aquello que les da sustento: la lucha libre.
(¡Ay! Ya va a hablar otra vez de lucha libre, advierten los del Departamento de Investigaciones de A dos de tres, perspicaces como ellos solos, y añaden preocupados: esto peligra, si sigue así la van a jondear para deportes, no quiere creer. Ya se nos fue un lector.)
Abismo Negro debutó en 1990. En su carrera obtuvo dos cabelleras y por lo menos tres campeonatos, no ganó ninguna máscara. En diversas etapas, el tabasqueño luchó con los nombres de Furor, Winner y Samurai. Como Winner perdió la máscara ante Super Caló, en un torneo Rey de Reyes. En el pasado reciente, participó en telenovelas y programas de espectáculos. El sábado 21 de marzo, a las 8:00 de la noche, subió al ring en la Plaza de Toros de Cancún, en un cartel donde hizo equipo con Alex Koslov y Xpac para enfrentar a Kenzo Suzuki, Chessman y Black Abbys. El encuentro fue un éxito, reseñan de manera unánime los medios de comunicación de aquel lugar. Todo salió bien, excepto porque Abismo Negro murió la madrugada del viernes 20 de marzo, en el municipio de Rosario, al sur de Sinaloa.
El lunes 16 de marzo, el luchador participó en la Revancha del Rey de Reyes, en Mazatlán. El viernes 20, al filo de la medianoche, tomó un camión rumbo al Distrito Federal, minutos después se bajó preso de un ataque de ansiedad, informó el Ministerio Público. El médico legista señaló que el ataque pudo ser provocado por el presunto consumo de anabólicos.
La noticia de su muerte provocó muestras de respeto a la familia luchística y encendidas reacciones a la declaración del médico legista. Qué lejos estaba la afición de imaginar que muy pronto sumarían un golpe mayúsculo: descubrir la falta de respeto de que fue objeto al difundirse la función de Cancún. Hasta el día de hoy el promotor de aquel sitio asegura que quien subió al ring “fue el verdadero Abismo Negro, y no un doble”.
El apodado Rey del Martinete, podría haber sido también el Rey de la Ubicuidad, pues ese sábado no sólo estaba anunciado para Cancún, sino también para Ciudad Victoria, Tamaulipas, en este último sitio su lugar lo ocupó Marco Corleone.
Dentro de los poderes que confiere la máscara está permitir las suplantaciones. En el ’94 cualquiera se ponía un pasamontañas y “todos somos Marcos”, en el 2009 no falta quien se calza una tapa y lo mismo se hace pasar por agente policial que por malandrín. En el 2007, en Tabasco, hubo una piñata. El orgulloso padre celebró los tres años de su heredero con una función privada de lucha libre con El Hijo del Santo, Blue Demon Jr., Huracán Ramírez, la Parkita, Octagoncito, y algunos lugareños. Para que su heredero tuviera el cartel de sus sueños, contrató a un promotor local y desembolsó casi 100 mil pesos. ¡Una ganga! Tras el jolgorio, ¡cuaz!, quebradora al ánimo. El promotor de marras efectivamente se comunicó tanto con el plateado como con el Hijo de la Leyenda Azul, apartó fecha: 11 agosto, pero nunca hizo el depósito correspondiente y el cotejo se borró de la agenda oficial de los luchadores. Como recuerdo del fraude quedaron los autógrafos y las fotos que la selecta fanaticada se tomó con las versiones pirata.
Hará dos semanas, Máscara Sagrada alertó sobre la suplantación de que está siendo objeto por quien se hace llamar Máscara Sagrada Junior. Si alguien sabe de clones es él, quien libró una encarnizada lucha con el finado promotor Antonio Peña, creador de la Triple A. El pleito fue sin empate y sin indulto: se jugaban los derechos de autor del nombre y equipo de Máscara Sagrada. El gladiador ganó el combate y la Triple A tuvo que retirar de sus filas al personaje.
“La muerte sólo se presenta una vez pero se anuncia en todos los momentos de la vida”. En casi 19 años de vida profesional Abismo Negro bailó con la muerte cada que subió al ring. La de la letra no pertenece a su grupo de seguidores; sin embargo, cualquiera que sube profesionalmente al encordado le merece respeto.
Me gusta la lucha libre, no importa que me digan que es “puro teatro”, quienes la amamos sabemos que, si es teatro, es el que más exige, el que no deja margen para el error. No comulgo con las luchas con vidrios, alambres de púas o cuanta excentricidad se les ocurra en aras de imponer el espectáculo. Prefiero los cotejos a ras de lona que permiten saber quién es quién. Considero que cuando el Cavernario Galindo agarró a mordidas a una serpiente, hasta arrancarle la cabeza, dejó dicho todo. Me dan tristeza los luchadores que en aras de sacarle el máximo provecho a su instrumento de trabajo, el propio cuerpo, ingieren esteroides anabólicos, complementándolos con peores sustancias en vanos intentos por esconder sus efectos segundarios: euforia, confusión, desórdenes del sueño, paranoia, alucinaciones y ansiedad patológica. Nada útil para quien requiere de los cinco sentidos cada que trepa a un ring.
Desde su debut hasta su último combate Abismo Negro militó en la Triple A. Por respeto a su memoria, a su trayectoria que tanto dinero dio a ganar a la empresa, debe haber un pronunciamiento oficial sobre lo ocurrido en Cancún y la exigencia a las autoridades para aclarar si en la muerte del luchador hubo o no sustancias prohibidas de por medio. La muerte de Abismo Negro debería ser el parte aguas para, al menos intentar, sanear y poner orden en pos de cuidar a luchadores y fanáticos, que son quienes hacen la lucha.
Para refrendar la licencia que le otorga la Comisión de Box y Lucha el luchador debe someterse a una revisión anual consistente en biometría hemática y química sanguínea (de 4 a 27 elementos), en algunos casos se exige electrocardiograma, electroencefalograma y pruebas de esfuerzo. Hasta donde sé, no hay control antidopaje. Antes de subir al ring un médico autorizado por la Comisión revisa el estado físico del gladiador. Si hay problemas no lucha. Sin embargo, en no pocas arenas de provincia estas revisiones son laxas, con el riesgo que ello implica para la seguridad del luchador, materia prima del deporte espectáculo.
El reglamento de la Comisión señala que es su responsabilidad impedir que empresas, promotores y luchadores mismos traten de defraudar o defrauden los intereses del público en cualquier forma. Pero lo ocurrido en Cancún ratifica que tal responsabilidad es letra muerta, y el reglamento un mar de tinta, útil sólo para multar.
Hoy en día, la lucha libre está en playeras, refrescos, paletas, dulces y un largo etcétera. Se ha convertido en una marca registrada presente cada vez en más productos y en menos cuadriláteros. La lucha, el deporte nacional, se nos está volviendo cada vez menos libre y más libertina.
Gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe: comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones, por favor en adosdetres@hotmail.com
Que tenga una semana libre de abusos de confianza.