¿Sabe
que es el “deste” de la “desta”? Antes de que levante la ceja
más que la (María) Félix, o arrugue la frente en señal de
desaprobación deje le aclaro: ni el “deste” ni la “desta”
son albures.
Cuando
la palabra buey todavía no derivaba en “goey”, “uey” o
“oey”, se volviera unisex y popular aún en la tierna infancia,
hubo una expresión que marcó a generaciones de estudiantes desde el
nivel primaria: la “desta”, muletilla empleada mayormente por
mujeres para referirse a una persona de su mismo género, cuyo nombre
de momento escapaba a la memoria.
La
“desta” éramos todas y a la vez ninguna. Cuando el nombre propio
se evadía por más que se asegurara “aquí lo tengo, ahorita me
voy a acordar” nos convertíamos en “desta”, recuperábamos la
identidad al momento en que alguna memoria prodigiosa lograba atrapar
nuestro nombre. Así, en una plática podía haber tantas “desta”
como nombres prófugos de la memoria. Cabe destacar que en las
charlas jamás una “desta” fue confundida, el que momentáneamente
no fueran llamadas por su nombre no era motivo para que pudiéramos
identificarlas sin margen de error.
Con
ese antecedente es de suponer que el “deste” se empleaba para los
chamacos, pero no. El “deste” solía ser un objeto y para ser más
precisa era un sacapuntas, un borrador, un lápiz o algún otro útil
escolar que se necesitara en ese instante.
Dicen
que el pensamiento vuela y las palabras se arrastran, y en la escuela
primaria ejemplo claro de ello era cuando estaban por llamar a la
hora del recreo o de salida y uno todavía tenía el trabajo a la
mitad. Desde esos entonces habíamos desidiosos que nos poníamos a
platicar o hacer cualesquier otra cosa que no fuera aquello
encomendado. Nos poníamos al tanto de los programas de televisión,
de los chismes y justo cuando la maestra advertía que faltaban
quince minutos para la hora del recreo y quien no entregara la labor
no salía era cuando realmente nos aplicábamos.
Era
entonces, a contrarreloj, cuando las palabras se acortaban y aparecía
el “deste”. Al igual que con las personas, bastaba con que la
compañera en apuros dijera préstame el “deste” para que
cualesquiera adivinara si se trataba del sacapuntas, del borrador, de
un lápiz o de cualesquier otro útil. En la prisa se apremiaba
“préstame el deste de la desta”, que equivalía a decir
“préstame el sacapuntas (o el objeto requerido) de la que no lo
necesita en este momento.”
Con el
tiempo, y en un verdadero ejercicio de igualdad, la “desta” se
convirtió en el popular “goey”, empleado tanto para hombres como
para mujeres, y el “deste” fue avasallado por uno de los tantos
nombres que recibe el órgano sexual masculino, expresión esta por
demás curiosa porque se le denomina en femenino y con el artículo
la.
Muchas
gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la
pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta
felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com
En Twitter en @MarisaPineda. Anímese, vamos leyendo un libro, y en
vía de mientras que tenga una semana “destas”, de las de acá.