viernes, 10 de mayo de 2013

El "deste" de la "desta"

Marisa Pineda

¿Sabe que es el “deste” de la “desta”? Antes de que levante la ceja más que la (María) Félix, o arrugue la frente en señal de desaprobación deje le aclaro: ni el “deste” ni la “desta” son albures.

Cuando la palabra buey todavía no derivaba en “goey”, “uey” o “oey”, se volviera unisex y popular aún en la tierna infancia, hubo una expresión que marcó a generaciones de estudiantes desde el nivel primaria: la “desta”, muletilla empleada mayormente por mujeres para referirse a una persona de su mismo género, cuyo nombre de momento escapaba a la memoria.

La “desta” éramos todas y a la vez ninguna. Cuando el nombre propio se evadía por más que se asegurara “aquí lo tengo, ahorita me voy a acordar” nos convertíamos en “desta”, recuperábamos la identidad al momento en que alguna memoria prodigiosa lograba atrapar nuestro nombre. Así, en una plática podía haber tantas “desta” como nombres prófugos de la memoria. Cabe destacar que en las charlas jamás una “desta” fue confundida, el que momentáneamente no fueran llamadas por su nombre no era motivo para que pudiéramos identificarlas sin margen de error.

Con ese antecedente es de suponer que el “deste” se empleaba para los chamacos, pero no. El “deste” solía ser un objeto y para ser más precisa era un sacapuntas, un borrador, un lápiz o algún otro útil escolar que se necesitara en ese instante.

Dicen que el pensamiento vuela y las palabras se arrastran, y en la escuela primaria ejemplo claro de ello era cuando estaban por llamar a la hora del recreo o de salida y uno todavía tenía el trabajo a la mitad. Desde esos entonces habíamos desidiosos que nos poníamos a platicar o hacer cualesquier otra cosa que no fuera aquello encomendado. Nos poníamos al tanto de los programas de televisión, de los chismes y justo cuando la maestra advertía que faltaban quince minutos para la hora del recreo y quien no entregara la labor no salía era cuando realmente nos aplicábamos.

Era entonces, a contrarreloj, cuando las palabras se acortaban y aparecía el “deste”. Al igual que con las personas, bastaba con que la compañera en apuros dijera préstame el “deste” para que cualesquiera adivinara si se trataba del sacapuntas, del borrador, de un lápiz o de cualesquier otro útil. En la prisa se apremiaba “préstame el deste de la desta”, que equivalía a decir “préstame el sacapuntas (o el objeto requerido) de la que no lo necesita en este momento.”

Con el tiempo, y en un verdadero ejercicio de igualdad, la “desta” se convirtió en el popular “goey”, empleado tanto para hombres como para mujeres, y el “deste” fue avasallado por uno de los tantos nombres que recibe el órgano sexual masculino, expresión esta por demás curiosa porque se le denomina en femenino y con el artículo la.

Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com En Twitter en @MarisaPineda. Anímese, vamos leyendo un libro, y en vía de mientras que tenga una semana “destas”, de las de acá.