domingo, 19 de septiembre de 2010

A dos de tres

Marisa Pineda

Y lo tan largamente anunciado llegó. ¿Qué le pareció el espectáculo del Bicentenario? De todo el fastuoso carnaval ¿con qué se queda? A la de la letra le gustó el concierto de Alondra de la Parra, el de la Maldita Vecindad y el de los Tigres del Norte, quienes contra todos los pronósticos interpretaron La Granja. Confieso que la pirotecnia me dejó impresionada (y eso que la vi por televisión) y
ni chisté con la quema de mis impuestos en cohetes. Ya pasado el borlote, pregunto ahora ¿Qué van a hacer con el mono al que llamaron El Coloso?

Ya ve que desde la víspera los festejos del Bicentenario estuvieron caracterizados por la polémica y el señalamiento de lo que para muchos (me incluyo) es un costo desmedido para una fiesta (algo más de tres mil millones de pesos), sobre todo si se contrasta con las cifras de mexicanos cuya máxima celebración es el sobrevivir el día a día; o de aquellos otros miles castigados por las inundaciones.

A ello súmele que por decreto del coordinador nacional para los festejos, Alonso Lujambio, el ánimo del pueblo mexicano debía de estar en alto y la alegría y el orgullo debía imperar ad chalecum. En cuanto se desataba una nueva polémica - como la del Shalalalalá el futuro es milenario- y se encendían los ánimos, el referido coordinador, cual líder en la fila de la conga, dictaba: todos contentos, todos agraviados, todos al Zócalo, ahora todos en su casa.

Finalmente, el 15 de septiembre llegó y se develó el misterio tan celosamente guardado de cómo sería la fiesta. Basta recordar que todos los voluntarios que de alguna manera tomaron parte en el espectáculo firmaron previamente un acuerdo de confidencialidad.

Como más allá del Paseo de la Reforma y del Zócalo capitalino hay vida, las cámaras de televisión fueron los ojos por los cual se vio lo que se tenía y se debía ver; incluido el momento en que a cuadro, en cadena nacional alguien sacó el trapito y se puso a limpiar el lente de la cámara. Haga de cuenta limpiaparabrisas en crucero. Cosas de la televisión en vivo.

Así, se vieron desfilar comparsas y carros alegóricos cuya calidad recordaba la de los desfiles y carnavales escolares. Tal como lo prometieron, el fondo musical que amenizaba la marcha era el shalalalalá, ahora en las voces de Eugenia León, Lila Downs, Regina Orozco, Daniela Romo y quiensabequien más, para aclarar dudas el carro alegórico indicaba el ritmo de la versión que se escuchaba: mambo, mariachi, etcétera.

Luego las cámaras nos trasladaron al inicio de los conciertos con la directora Alondra de la Parra, cuya capacidad logró que nos olvidáramos de las interpretaciones de Natalia Lafourcade, Ely Guerra y Lo Blondo. Para de ahí seguir con el espectáculo central.

Los juegos de luces pusieron a danzar la catedral y en las redes sociales se advertía que mientras Sandoval Íñiguez y Norberto Rivera no salieran bailando de cachetito todo iba bien. En Palacio Nacional la presencia del expresidente Carlos Salinas de Gortari hacía reflexionar a más de uno sobre nuestra desmemoria.

De pronto, los comentaristas empezaron a servir la mesa para uno de los platos fuertes y que ha resultado tan cuestionado como los festejos mismos: el coloso. Ese mono con su patita despostillada y espada rota (¿así era o se rompió?) que fueron armando en partes y que ya una vez en pie nos hizo exclamar: ¡Oooh! ¿Quién es?

De inmediato las apuestas: es Colosio. Es Malverde. No, es Stalin. Es Jeremías Springfield. Que no, que es el del video de Michael Jackson. Es el Pípila. Quien dijo el Pípila fue el más cercano porque la versión oficial es que representaba a aquellos héroes anónimos gracias a quienes logramos la Independencia Nacional.

Pero con todo y sus 20 metros de altura, parece que el mono tuvo el 15 de septiembre su debut y despedida. Hasta el momento no se sabe la suerte que correrá. Si se va a desensamblar y se guardará en alguna bodega, o si se va a colocar en alguna parte.

Por cierto, creo que tampoco se sabe el nombre del operador de la grúa que levantó al coloso y que gracias a su pericia el espectáculo fue eso y no tragedia. Señor, mi admiración, aplauso y reconocimiento ¡Bravo!

Volviendo al mono, su autor, el escultor Juan Carlos Canfield, ya aclaró que para la cara del coloso se inspiró en la de Benjamín Argumedo; lo cual ha creado una nueva polémica pues para unos el apodado Tigre de la Laguna es un traidor a la Revolución y para otros fue un valiente al cual la historia oficial no le ha dado su lugar.
Canfield subrayó que tomó la imagen de Argumedo por sus rasgos físicos “por el tremendo carácter que tiene su retrato”. El escultor aclaró que en ningún momento pretendió tomar la imagen para defender los actos negativos del personaje y reiteró que sólo la empleó como inspiración estética.

Aún con la aclaración hecha, hay quienes consideran que emplear la imagen de Benjamín Argumedo para el Coloso es muestra de la nueva representación del héroe nacional.

La polémica, pues, lejos de terminar continúa y todavía nos falta el centenario.

Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Por favor, comentarios, sugerencias, mentadas, invitaciones y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana monumental.