lunes, 18 de enero de 2010

A dos de tres

Marisa Pineda

Por favor, permítanos un paréntesis.

(En A dos de tres leímos alguna vez: une más el dolor que la esperanza. De esa frase nos acordamos con la situación de Haití, la isla caribeña que enfrenta hoy uno de los mayores desastres naturales de la historia. Antes del sismo del martes 12 de enero, Haití era el país más pobre de América, ahora ni pobre es. A casi una semana de la catástrofe surgen las voces refiriendo haber anticipado, hace dos años, este terremoto. Las mismas voces reconocen que poco o nada pudo haber hecho Haití para prevenir la catástrofe, con su pobreza histórica y un plazo mínimo en el cual sufrió la embestida de cuatro huracanes. No es necesario repetir aquí la angustia que retratan los noticieros, habla por sí sola. Lo que sí repetiremos es la frase que leímos alguna vez: une más el dolor que la esperanza. En la dirección www.presidencia.gob.mx están las formas como podemos ayudar a la gente de Haití. )

Fin del paréntesis. Gracias.

Pues que llegamos a los festejos por el Bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la Revolución Mexicana. En los más diversos rubros se organizan actividades para celebrar las efemérides. En A dos de tres no queremos quedarnos fuera del jolgorio, toda vez que los antecedentes de la lucha libre mexicana se relacionan con esas etapas de la vida nacional.

La lucha libre profesional mexicana tiene hora, fecha y lugar de inicio: las veinte horas con quince minutos del 21 de septiembre de 1933, en la Arena México (Ciudad de México, Distrito Federal).

La Arena México emergió de lo que fue la Arena Modelo, remodelada por don Salvador Lutterroth (hoy conocido como el padre de la lucha libre mexicana) y por don Francisco Ahumada.

En su edición del 21 de septiembre de 1933 el diario La Afición publicó: “Pues nada, amigos, que don Salvador Lutterroth y don Francisco Ahumada han transformado la Arena Modelo desde el nombre hasta sus cimientos. Ahora se llama Arena México. Se inicia una nueva empresa de lucha libre, deporte nuevo en México, pero que ya es conocido mundialmente, en Europa, como “pancracio” y en nuestra frontera norte como
“chatchicán”, aquí lo dejaremos con el nombre de Lucha Libre”, es más cómodo”. El texto, lo cita Luis Valero en su libro “100 años de lucha libre en México” (1978, Anaya editores).

Sin embargo, los antecedentes de “la lucha”, como se llama sintéticamente hoy en día a la lucha libre mexicana, van mucho más allá. En su ensayo “Ficción y realidad del héroe popular” (2001, Dirección General de Culturas Populares e Indígenas) Tiziana Bertaccini asienta: “El primer luchador mexicano fue Antonio Pérez de Prian, un joven “caballero” que en 1863, después de haber aprendido, de un francés, algunas técnicas de lucha olímpica, vagó presentando números acrobáticos y de fuerza en los circos y en las plazas de toros. Debutó combatiendo contra un adversario estadounidense y, al resultar vencedor, se dio a conocer como el Alcides mexicano; después de esto abandonó el país para irse a Europa. No obstante, fue el francés Michaud Planchet quien, en 1900, introdujo la lucha en México, presentando un encuentro en la plaza de toros, según la norma grecorromana, contra José Espino Barros”.

“En 1910, las primeras empresas de lucha libre efectuaron algunos encuentros en el teatro Principal para, después, desaparecer hasta 1930, cuando se realizó un torneo en la Arena Nacional entre participantes extranjeros”.

La desaparición de las primeras empresas de lucha libre coincide con el inicio de la Revolución Mexicana, su regreso concuerda con el cese de los constantes reacomodos económicos y sociales que dejó el conflicto armado.

En la década de los 30, la lucha libre tuvo su primera etapa de brillo; sin embargo, los luchadores estelares eran extranjeros. Había que promover el surgimiento de las figuras nacionales que les disputaran los sitios de honor en los carteles de un deporte con una afición creciente. Así, el 30 de octubre de 1933, en la Arena México, se inauguró la primera Escuela de Lucha Libre, dirigida por Gonzalo Avendaño. Los primeros alumnos se reclutaron en el gimnasio de la Facultad de Medicina, en la Escuela de Educación Física, en la Escuela Nacional de Maestros y en el Casino de la Policía.

Las crónicas de esa época señalan que a menos de un año de emerger como deporte, la lucha libre tenía ya tantos seguidores que hacían insuficiente los espacios en las arenas. En “100 años de lucha libre en México” Luis Valero reproduce: para la función del 30 de agosto de 1934, la Arena Nacional (ubicada sobre la calle de Iturbide, en la Ciudad de México, Distrito Federal) “era un hormiguero humano; se llenó a tal grado que parecía que iba a reventar. Ni un alfiler cabía cuando ambos gladiadores subieron al ring”.

Esos fueron los antecedentes y los inicios formales de un deporte en el cual México es actualmente la mayor potencia. Un deporte que ha dado al más grande héroe popular mexicano. Un deporte que es motivo de cada vez más, y más profundos, análisis y ensayos, por prácticamente todas las disciplinas sociales: la Lucha Libre.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Por favor, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana que haga historia.