A dos de tres
Marisa Pineda
Los médicos, los gurús de la belleza y, por si ello no fuera suficiente, la publicidad, recomiendan beber dos litros de agua al día. La ciencia dice que el cuerpo humano está formado en un 60 por ciento de agua. Por esa concentración algunas corrientes sostienen que, al igual que a las mareas, los ciclos lunares nos afectan. Por qué, entonces, cuando empieza a llover, en cuanto nos caen dos gotas, caemos en pánico cual si se tratara de lluvia ácida. Lo otro; por qué cuando algún motorizado ve a un peatón hecho sopa, le acelera para terminar de bañarlo.
Se supone que la función básica del calzado es proteger la piel de los pies de las inclemencias del medio ambiente. Con el paso del tiempo, esa función ha quedado prácticamente en desuso. Las mujeres somos afectas a treparnos en tacones y plataformas que son pase garantizado al traumatólogo o fisioterapeuta. Además, pareciera que la norma es: entre más incómodo sea el zapato, más caro será. Los varones no se quedan tan atrás, en lo que “doman” botas o mocasines.
Cuando caen las primeras lluvias fuertes, si es hombre, lo más seguro es que lo agarre con el calzado recién boleado o con tenis blancos, recién limpios. Es como con el carro, puede traerlo un mes hecho un asco, todo es cuestión de que salga del auto lavado para que, cómo en conjuro, se suelte un chaparrón, igualito pasa con los cacles. Ahí anda escondiendo los pies porque no se ha dado tiempo para ir a limpiar los zapatos, pero justo el día en que le roba tiempo al tiempo para hacerlo, por la tarde escucha el “¡brooom!” de la naturaleza, el cielo de pronto se cierra, la enclenque e inofensiva nubecita blanca de la mañana se ha vuelto un Cúmulo que, por más que corra, por más que se resguarde, acabará con su pequeña inversión.
¡Ah!, pero en el caso de una mujer, el asunto es totalmente distinto. Una mujer difícilmente estará dispuesta a permitir que un mugroso charco o arroyo acabe con sus zapatos. ¡Nunca de los nuncas! Con un entrenamiento a base de ampollas y raspones, provocados por tiras, bordes, costuras, hebillas y adornos del cacle, una mujer no cederá a la lluvia sin antes darle la pelea.
Si se fue precavida, una sacará de la bolsa un par de calzado destinado justamente para ser usado en la lluvia. Son zapatos que no llegarán a ver el fin de año, pues en cuanto pase la temporada quedarán en condiciones para ir derechito a la basura.
Si la situación no dio para medidas preventivas, en cuanto el agua arrecie, una se agachará y con una gracia tal se sacará el calzado, lo tomará, lo guardará en la bolsa y reanudará el camino con un señorío que ocultará las molestias de andar pisando con la pata bichi cuanto objeto arrastra el agua.
Las razones para emprender semejante aventura van: desde el considerar que siempre será más barato y menos doloroso curar una cortada (antiséptico, dos puntadas y una antitetánica) que un hueso roto por andar trepado en 12 centímetros de tacones y tres de plataforma, en medio de la lluvia; hasta el recordar que uno desembolsó sin chistar media quincena por un par de zapatos de corte, suela y forro sintéticos, “pero bien bonitos”.
Si hace un sondeo entre sus amigas encontrará que más de una cedió alguna vez ante el embrujo de unos zapatos de materiales sintéticos (Made in China o Made in Hong-Kong), igualitos a los que vio en una revista, pero más baratos. Si por esos azares del clima, le agarró el agua y no hubo oportunidad de descalzarse por voluntad propia, luego de un momento empezará a sentir los zapatos cada vez más, y más, y más cómodos, hasta descubrir que se deshicieron en sus pies. Al revisarlos encontrará que el material entre el plástico de la suela y el del corte, era cartón.
Con zapatos en la mano o calzados, allá va Usted, sacándole la vuelta a los chorros que caen de las marquesinas y los techos (arrastran insectos y basura), a las rampas que se han vuelto más resbalosas. Pisa el charco y recuerda que aún no ha terminado de pagar el cacle pero, ni modo, el agua no tiene para cuando quitarse y existe el riesgo de que, al rato, el panorama para su rumbo se ponga peor. Va pensando en lo que se le ocurra cuando de pronto, de la nada escucha otra vez “¡broooom!”, ahora no es el cielo tronando, es un tipo motorizado que ha encontrado divertido aplastar el acelerador y hacer olas para bañar a quienes no les quedó de otra que mojarse.
No falta el patán que justifica: “para que se termine de bañar”, olvidando que no es lo mismo empaparse con agua de lluvia, que con agua lodosa que corre por el arroyo. Peor aún, cuando uno está refugiado en una marquesina de tres metros, junto con otras cuarenta personas, y pasa el sujeto en cuestión.
A medida que el agua sucia cae por el cuerpo, lo menos que uno le desea al gañán motorizado es que se le apague el auto, pase otro tipejo y le haga una grosería igual, para que sepa que no es gracioso y que si eso es humor, es un humor muy sucio. En lo que uno imagina esa escena, la rama materna del árbol genealógico del fulano será recordada hasta por allá en que la doceava generación anterior.
Aún cuando el 60 por ciento del cuerpo humano sea agua, algo debe haber en el 40 por ciento restante para que a las primeras gotas emprendamos carrera como si, en vez de agua, fuéramos de azúcar.
Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com Que tenga una semana en que le lluevan buenas noticias.
Marisa Pineda es del mero Sinaloa. Fanática de la lucha libre. Adicta a los chocolates. Le gusta el café, la comida chatarra (y la no chatarra también), las flores, el vino blanco, leer, la música y los viernes. Cree en la reencarnación y en el poder de la fe. Es totalmente neurótica y peligrosamente despistada.
lunes, 22 de junio de 2009
lunes, 8 de junio de 2009
A dos de tres
Marisa Pineda
“La arena estaba de bote en bote, la gente loca de la emoción…”
La lucha libre tiene 75 años de haber llegado a México. En este tiempo ha tenido épocas de oro y otras sólo para fieles. La actual es de las doradas. La popularidad de este deporte, en el que México es potencia, esta por las nubes, tan alto que cada vez más partidos políticos no dudan en echar mano de luchadores para buscar simpatías a su causa, ya sea sumándolos como promotores que como candidatos.
La lucha libre llegó a nuestro país con la Intervención Francesa. Por allá en que 1910, comenzaron a surgir empresas que presentaban funciones de lucha como espectáculo. Sin embargo, no es sino hasta 1934, con arenas como la Coliseo, Revolución y la México, la “Catedral de la lucha libre mexicana”, que el deporte cuenta con los escenarios que permitirían catapultarlo al imaginario colectivo.
El público que abarrotaba las arenas en esa época empezó a crear a sus mitos, los cuales, con el respaldo de los medios de comunicación, llegarían a alcanzar la categoría de leyendas. El ejemplo más claro hasta nuestros días es Santo, el enmascarado de plata.
En la década de los 50, llegan a las pantallas grandes películas con luchadores en el protagónico. El respetable abarrota arenas y salas de cine. El cine con luchadores se convierte en género: cine de luchadores, y los gladiadores en los astros más refulgentes del nuevo “star system”. Los aficionados brincan las barreras geográficas de los barrios bajos y llegan a las arenas, donde la escala social se desvanece, ahí no hay pobres ni ricos, sólo rudos y técnicos.
Fue en esa época, en 1952, cuando el grupo Los Trincas le pidió al compositor Pedro Ocadiz Guadarrama una canción simpaticona. Ocadiz escribió entonces la “Cumbia de los luchadores” y Raúl Zapata Ferrer puso la música. Los Trincas no grabaron el tema, pero sí el grupo Supersecos, sin que pasara absolutamente nada. La lucha estaba en las arenas, en las pantallas grandes, pero la “Cumbia de los luchadores” no, el tema no aparece en ninguna película ni en ningún programa de la época.
Treinta años más tarde, en 1983, el conjunto África rescata el tema, lo graba y el resto es historia. Desde entonces es la banda sonora de aquellos a quienes nos gusta la lucha libre.
La influencia de la lucha y sus protagonistas –los luchadores, que no los empresarios- es muy grande. En su libro “100 llaves de lucha libre”, Pablo Lavín asienta: “A la popularidad que le dio la televisión a la lucha libre, este deporte correspondió convirtiéndose en el principal factor de venta de aparatos de televisión en México”.
Con tales referencias, pues, no es extraño que haya quienes busquen un poquito de la popularidad del luchador para su causa. Blue Demon Jr. apoya irrestrictamente decenas de actividades para atender a enfermos de cáncer, especialmente niños, padecimiento del cual él es ejemplo de sobrevivencia.
En el 2006, el mismo Blue Demon Jr. cedió el escenario y ocupó su lugar en primera fila para corear vítores en el cierre de campaña de Felipe Calderón. Gladiadores como Atlantis y Dos Caras son parte también de la militancia del partido blanquiazul, al igual que el popular Místico, quien protagoniza un anuncio en las actuales campañas políticas. Dicho anuncio se transmitió, salió del aire, lo volvieron a programar y lo volvieron a quitar. Al momento de redactar éstas líneas el spot de marras está fuera de pauta. Dicen los enterados en asuntos del pancracio que se debe a diferencias de El Místico con el Consejo Mundial de Lucha Libre, empresa a la cual pertenece y la que, aseguran, es propietaria tanto del nombre como del equipo (máscara y atuendos) del personaje.
También en el 2006, cuando el “voto por voto, casilla por casilla”, una constelación del pancracio protagonizó “Lucha por la democracia” un cartel de lujo, en apoyo a Andrés Manuel López Obrador. En la plancha del zócalo de la Ciudad de México se instaló un ring y a él subieron Ringo Mendoza, los Hermanos Dinamita (Cien Caras, Universo 2000 y Máscara Año 2000), el Villano IV y el Villano V, las luchadoras La Diabólica, Zahori, Hiroka y muchas estrellas más. Entre los réferis estuvieron El Maya y El Gatito. Parte importante en la organización y promoción de “Lucha por la democracia” la tuvo El Brazo de Oro, con largo historial pro causa perredista. El cierre de “Lucha por la democracia” fue el encuentro de “El Peje contra las Fuerzas Oscuras”. Era el 2006.
La historia del deporte y la política dan cuenta de la presencia de El Santo apoyando campañas priístas, como la de Gustavo Díaz Ordaz. La popularidad del Enmascarado de Plata era un imán para cualquier acto proselitista. Cuenta la leyenda urbana que en alguna ocasión un candidato a la Presidencia de la República pidió: “dígale (al Santo) que le agradezco mucho su cooperación, pero al paso que vamos, él terminará siendo el Presidente”. En la campaña del año 2000, en los espectaculares se podía ver la imagen del plateado y la frase “Yo con (Francisco) Labastida”, quien perdió la primera magistratura con el panista Vicente Fox.
En la lucha libre hay dinastías que han escrito páginas memorables sobre el ring. Una de ellas es la de los Villanos. Este año, el Villano III, Arturo Díaz Mendoza, fue invitado por el Partido Verde Ecologista para buscar una curul por la delegación Iztapalapa (Distrito Federal); hizo sus pinitos, declinó la invitación y regresó de lleno a la lucha, no sin antes aclarar que tal vez más delante sea el momento para ingresar de lleno a la política.
El ring, ese espacio de seis por seis, cercado por tres cuerdas, ha dado los más grandes héroes de la cultura popular mexicana. Hoy en día es, después del futbol, uno de los espacios más redituables para la televisión. La lucha y los luchadores están, literalmente, hasta en la sopa. No es extraño, entonces, que los mercadólogos políticos hayan entrado a estos terrenos a hacer la lucha.
La arena estaba de bote en bote, la gente loca de la emoción, en el ring estaban los cuatro rudos, ídolos de la afición…
Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Por favor, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com. Que tenga una semana en que los malos momentos salgan del ring.
Marisa Pineda
“La arena estaba de bote en bote, la gente loca de la emoción…”
La lucha libre tiene 75 años de haber llegado a México. En este tiempo ha tenido épocas de oro y otras sólo para fieles. La actual es de las doradas. La popularidad de este deporte, en el que México es potencia, esta por las nubes, tan alto que cada vez más partidos políticos no dudan en echar mano de luchadores para buscar simpatías a su causa, ya sea sumándolos como promotores que como candidatos.
La lucha libre llegó a nuestro país con la Intervención Francesa. Por allá en que 1910, comenzaron a surgir empresas que presentaban funciones de lucha como espectáculo. Sin embargo, no es sino hasta 1934, con arenas como la Coliseo, Revolución y la México, la “Catedral de la lucha libre mexicana”, que el deporte cuenta con los escenarios que permitirían catapultarlo al imaginario colectivo.
El público que abarrotaba las arenas en esa época empezó a crear a sus mitos, los cuales, con el respaldo de los medios de comunicación, llegarían a alcanzar la categoría de leyendas. El ejemplo más claro hasta nuestros días es Santo, el enmascarado de plata.
En la década de los 50, llegan a las pantallas grandes películas con luchadores en el protagónico. El respetable abarrota arenas y salas de cine. El cine con luchadores se convierte en género: cine de luchadores, y los gladiadores en los astros más refulgentes del nuevo “star system”. Los aficionados brincan las barreras geográficas de los barrios bajos y llegan a las arenas, donde la escala social se desvanece, ahí no hay pobres ni ricos, sólo rudos y técnicos.
Fue en esa época, en 1952, cuando el grupo Los Trincas le pidió al compositor Pedro Ocadiz Guadarrama una canción simpaticona. Ocadiz escribió entonces la “Cumbia de los luchadores” y Raúl Zapata Ferrer puso la música. Los Trincas no grabaron el tema, pero sí el grupo Supersecos, sin que pasara absolutamente nada. La lucha estaba en las arenas, en las pantallas grandes, pero la “Cumbia de los luchadores” no, el tema no aparece en ninguna película ni en ningún programa de la época.
Treinta años más tarde, en 1983, el conjunto África rescata el tema, lo graba y el resto es historia. Desde entonces es la banda sonora de aquellos a quienes nos gusta la lucha libre.
La influencia de la lucha y sus protagonistas –los luchadores, que no los empresarios- es muy grande. En su libro “100 llaves de lucha libre”, Pablo Lavín asienta: “A la popularidad que le dio la televisión a la lucha libre, este deporte correspondió convirtiéndose en el principal factor de venta de aparatos de televisión en México”.
Con tales referencias, pues, no es extraño que haya quienes busquen un poquito de la popularidad del luchador para su causa. Blue Demon Jr. apoya irrestrictamente decenas de actividades para atender a enfermos de cáncer, especialmente niños, padecimiento del cual él es ejemplo de sobrevivencia.
En el 2006, el mismo Blue Demon Jr. cedió el escenario y ocupó su lugar en primera fila para corear vítores en el cierre de campaña de Felipe Calderón. Gladiadores como Atlantis y Dos Caras son parte también de la militancia del partido blanquiazul, al igual que el popular Místico, quien protagoniza un anuncio en las actuales campañas políticas. Dicho anuncio se transmitió, salió del aire, lo volvieron a programar y lo volvieron a quitar. Al momento de redactar éstas líneas el spot de marras está fuera de pauta. Dicen los enterados en asuntos del pancracio que se debe a diferencias de El Místico con el Consejo Mundial de Lucha Libre, empresa a la cual pertenece y la que, aseguran, es propietaria tanto del nombre como del equipo (máscara y atuendos) del personaje.
También en el 2006, cuando el “voto por voto, casilla por casilla”, una constelación del pancracio protagonizó “Lucha por la democracia” un cartel de lujo, en apoyo a Andrés Manuel López Obrador. En la plancha del zócalo de la Ciudad de México se instaló un ring y a él subieron Ringo Mendoza, los Hermanos Dinamita (Cien Caras, Universo 2000 y Máscara Año 2000), el Villano IV y el Villano V, las luchadoras La Diabólica, Zahori, Hiroka y muchas estrellas más. Entre los réferis estuvieron El Maya y El Gatito. Parte importante en la organización y promoción de “Lucha por la democracia” la tuvo El Brazo de Oro, con largo historial pro causa perredista. El cierre de “Lucha por la democracia” fue el encuentro de “El Peje contra las Fuerzas Oscuras”. Era el 2006.
La historia del deporte y la política dan cuenta de la presencia de El Santo apoyando campañas priístas, como la de Gustavo Díaz Ordaz. La popularidad del Enmascarado de Plata era un imán para cualquier acto proselitista. Cuenta la leyenda urbana que en alguna ocasión un candidato a la Presidencia de la República pidió: “dígale (al Santo) que le agradezco mucho su cooperación, pero al paso que vamos, él terminará siendo el Presidente”. En la campaña del año 2000, en los espectaculares se podía ver la imagen del plateado y la frase “Yo con (Francisco) Labastida”, quien perdió la primera magistratura con el panista Vicente Fox.
En la lucha libre hay dinastías que han escrito páginas memorables sobre el ring. Una de ellas es la de los Villanos. Este año, el Villano III, Arturo Díaz Mendoza, fue invitado por el Partido Verde Ecologista para buscar una curul por la delegación Iztapalapa (Distrito Federal); hizo sus pinitos, declinó la invitación y regresó de lleno a la lucha, no sin antes aclarar que tal vez más delante sea el momento para ingresar de lleno a la política.
El ring, ese espacio de seis por seis, cercado por tres cuerdas, ha dado los más grandes héroes de la cultura popular mexicana. Hoy en día es, después del futbol, uno de los espacios más redituables para la televisión. La lucha y los luchadores están, literalmente, hasta en la sopa. No es extraño, entonces, que los mercadólogos políticos hayan entrado a estos terrenos a hacer la lucha.
La arena estaba de bote en bote, la gente loca de la emoción, en el ring estaban los cuatro rudos, ídolos de la afición…
Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Por favor, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com. Que tenga una semana en que los malos momentos salgan del ring.
lunes, 1 de junio de 2009
A dos de tres
Marisa Pineda
En el pedir está el dar, y de pedir muchísima gente ha hecho un modo de vida. A ojo de buen cubero se estima que un limosnero profesional gana en promedio 400 pesos al día, para lograr esos 400 pesos las argucias van desde el “prefiero pedir y no robar” hasta el “Usted dispensará que le pida, pero es que acabo de salir de la cárcel”.
El tema salió porque el corresponsal de A dos de tres en la ruta Lomita-Cañadas informó que le tocó ver como dos señoras hicieron que el “promotor”, a cuya causa habían apoquinado, abriera el bote alcancía y les devolviera sus dineros. El pedinche llevaba una camiseta que al frente decía “caritas”, las doñas creyeron se trataba de Cáritas, el movimiento diocesano orientado a apoyar a la población en pobreza extrema, pero por atrás la camiseta decía “chorreadas”. Se trataba entonces de Caritas Chorreadas, la presunta organización no gubernamental dedicada a apoyar a niños de la calle, que en los últimos diez años ha estado bajo la lupa. Esta su amiga recuerda que a fines de los 90, se abrió una averiguación previa contra uno de los dirigentes de ese grupo, acusado de rapto y explotación de menores. La presunta organización emerge de manera cíclica. A sus “promotores” se les encuentra en camiones urbanos y cruceros, ya vendiendo boletos para rifas que, por supuesto Usted jamás ganará, o ya boteando. De pronto puede toparse con esos mismos “promotores” enarbolando otras causas, que también requieren “la moneda que a Usted le sobra”.
A esos mismos camiones suben los que receta médica en mano solicitan su ayuda, “para completar para la medicina”. La receta tiene fecha de por allá octubre o noviembre del año pasado y en ella se prescribe alguna vitamina o un analgésico que no rebasa los cinco pesos en las farmacias similares. En versión banqueta ese método incluye a un tipo en cuclillas, con un niño sobre las rodillas. Dice la leyenda urbana que a esos niños los sedan para que estén dormidos toda la jornada “de trabajo”, otra versión señala que los tienen ya entrenados para hacerse los dormidos, la de la letra sostiene que con el verano culichi lo más seguro es que estén insolados.
A diferencia de las calles, el camión urbano ofrece el plus de tener público cautivo. A menos que el chofer baje al pilili, o el pasaje entero se amotine, estará de espectador obligado del payaso con voz chillona, que dice chistes sin gracia alguna y canta una rima forzada. Al final, le dirá que con aplausos no come y le exigirá “se caiga para los frijolitos”. Peor que toparse con uno de esos personajes es tener que tomar otro camión y que ahí vaya otro payaso, con la misma rutina.
La caravana artística de pronto da sorpresas y por ahí aparece un entonado, con el que no le pesa contribuir. La leyenda urbana, de nuevo, cuenta que el primer escenario de Vicente Fernández fueron los camiones urbanos de Guadalajara. Entonado o desentonado, el artista siempre cerrará con “Doy gracias al chofer que me dejó cantar, la Virgen de Guadalupe seloshadepagarahíconloquegustecooperar” Así, de corridito, tiempo es dinero y se bajan los mecenas.
En versión de a pie, está el señor que anda con una grabadora inmensa al hombro. Suele llegar a loncherías, planta su karaoke ambulante, saca un micrófono, y a cantar se ha dicho. La música va por un lado y el por el otro pero qué importa, si le pone harto sentimiento a lo que interpreta. Cuando las pilas del aparato están bajas, el concierto se vuelve un galimatías. Al final el artista pedirá “con lo que guste cooperar, ahí para las baterías”. Al menos, él sí le invierte.
Pero en el camión urbano no todo es música y canciones. Ahí tiene que va Usted muy mono, abstraído en sus pensamientos, cuando de pronto alguien sube, se planta entre el pasillo y la puerta, su aspecto inspira miedo, mira a los pasajeros, uno a uno, y en lo que los mira dice de forma serena: Buenos días gente, Ustedes dispensarán que los moleste, gracias chofer (el chofer hunde la cabeza). Pues miren gente, yo acabo de salir de la cárcel pues, yo estuve preso pues, pero pues ya pagué mi deuda con la sociedad pues, yo voy saliendo de la cárcel pues, y ustedes dispensarán pues, pero estoy pidiendo su ayuda para regresarme pa’ mi tierra pues, porque yo no soy de aquí pues, por eso estoy pidiendo su ayuda pa’ juntar p’al pasaje y regresarme a mi tierra pues, ahí con lo que gusten cooperar pues, yo ya no quiero volver a asaltar, no quiero volver a ser un delincuente.
Si Usted iba a pedir la bajada ¡se aguanta!, nadie interrumpe al asaltante redimido, si hasta el chofer le bajó a la música. Para cuando pasa por la cooperación ya está uno listo con la moneda de, por lo menos, cinco pesos. Nada de pichicaterías. Más vale creer que averiguar lo firme de sus propósitos.
Pero mientras en los camiones operan los que piden para ya no volver a asaltar, en las banquetas están las que piden porque fueron víctimas de un robo. Se acercan sigilosas y exponen –unas con risa nerviosa, otras con connato de llanto- “¡Ay! Oiga, que pena, fíjese que me robaron la bolsa y no tengo manera de regresarme a mi casa, me puede ayudar con algo para el camión”. El aspecto limpio y bien arreglado es el complemento perfecto a las palabras. La bolsa se abre y la moneda se comparte, y allá va uno pensando cómo reaccionaría si le pasara algo así. Interiormente se siente un alivio de haber podido ayudar a alguien en aprietos. Esa sensación dura hasta el día en que se vuelve a topar con la mujer quien, olvidando que mentir requiere memoria, se le ha olvidado su rostro y, de nuevo, con risa nerviosa o connato de llanto, le dice “¡Ay! Oiga, que pena, fíjese que me robaron la bolsa….”. En ese momento la “pobre mujer” pasa a “vieja vividora” y uno de “buen samaritano” a “tarugo”.
Hace tiempo, en las inmediaciones de Catedral, operaba una tipa de esas. Cuando Progenitora se la topó le dio dinero suficiente “porque la pobre mujer es de Guasave, ya es tarde y apenas unas moneditas ha juntado, a ese paso iba a completar para el pasaje en una semana. Gente ratera, mira que robarle la bolsa a la pobre señora”. Como a la semana de eso, Progenitora volvió a encontrarse con la “asaltada” y que le suelta la retahíla. Progenitora se ha pegado una enchilada al saberse timada y por dádiva le dijo: “¡ay! Muchacha que bruta eres, ¿cómo que te volvieron a asaltar? Bueno tu no más vienes a Culiacán a mantener ladrones”.
Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ahí, con lo que guste cooperar –comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones- por favor en adosdetres@hotmail.com Prefiero pedir y no robar ideas.
Que tenga una semana pródiga de buenos momentos.
Marisa Pineda
En el pedir está el dar, y de pedir muchísima gente ha hecho un modo de vida. A ojo de buen cubero se estima que un limosnero profesional gana en promedio 400 pesos al día, para lograr esos 400 pesos las argucias van desde el “prefiero pedir y no robar” hasta el “Usted dispensará que le pida, pero es que acabo de salir de la cárcel”.
El tema salió porque el corresponsal de A dos de tres en la ruta Lomita-Cañadas informó que le tocó ver como dos señoras hicieron que el “promotor”, a cuya causa habían apoquinado, abriera el bote alcancía y les devolviera sus dineros. El pedinche llevaba una camiseta que al frente decía “caritas”, las doñas creyeron se trataba de Cáritas, el movimiento diocesano orientado a apoyar a la población en pobreza extrema, pero por atrás la camiseta decía “chorreadas”. Se trataba entonces de Caritas Chorreadas, la presunta organización no gubernamental dedicada a apoyar a niños de la calle, que en los últimos diez años ha estado bajo la lupa. Esta su amiga recuerda que a fines de los 90, se abrió una averiguación previa contra uno de los dirigentes de ese grupo, acusado de rapto y explotación de menores. La presunta organización emerge de manera cíclica. A sus “promotores” se les encuentra en camiones urbanos y cruceros, ya vendiendo boletos para rifas que, por supuesto Usted jamás ganará, o ya boteando. De pronto puede toparse con esos mismos “promotores” enarbolando otras causas, que también requieren “la moneda que a Usted le sobra”.
A esos mismos camiones suben los que receta médica en mano solicitan su ayuda, “para completar para la medicina”. La receta tiene fecha de por allá octubre o noviembre del año pasado y en ella se prescribe alguna vitamina o un analgésico que no rebasa los cinco pesos en las farmacias similares. En versión banqueta ese método incluye a un tipo en cuclillas, con un niño sobre las rodillas. Dice la leyenda urbana que a esos niños los sedan para que estén dormidos toda la jornada “de trabajo”, otra versión señala que los tienen ya entrenados para hacerse los dormidos, la de la letra sostiene que con el verano culichi lo más seguro es que estén insolados.
A diferencia de las calles, el camión urbano ofrece el plus de tener público cautivo. A menos que el chofer baje al pilili, o el pasaje entero se amotine, estará de espectador obligado del payaso con voz chillona, que dice chistes sin gracia alguna y canta una rima forzada. Al final, le dirá que con aplausos no come y le exigirá “se caiga para los frijolitos”. Peor que toparse con uno de esos personajes es tener que tomar otro camión y que ahí vaya otro payaso, con la misma rutina.
La caravana artística de pronto da sorpresas y por ahí aparece un entonado, con el que no le pesa contribuir. La leyenda urbana, de nuevo, cuenta que el primer escenario de Vicente Fernández fueron los camiones urbanos de Guadalajara. Entonado o desentonado, el artista siempre cerrará con “Doy gracias al chofer que me dejó cantar, la Virgen de Guadalupe seloshadepagarahíconloquegustecooperar” Así, de corridito, tiempo es dinero y se bajan los mecenas.
En versión de a pie, está el señor que anda con una grabadora inmensa al hombro. Suele llegar a loncherías, planta su karaoke ambulante, saca un micrófono, y a cantar se ha dicho. La música va por un lado y el por el otro pero qué importa, si le pone harto sentimiento a lo que interpreta. Cuando las pilas del aparato están bajas, el concierto se vuelve un galimatías. Al final el artista pedirá “con lo que guste cooperar, ahí para las baterías”. Al menos, él sí le invierte.
Pero en el camión urbano no todo es música y canciones. Ahí tiene que va Usted muy mono, abstraído en sus pensamientos, cuando de pronto alguien sube, se planta entre el pasillo y la puerta, su aspecto inspira miedo, mira a los pasajeros, uno a uno, y en lo que los mira dice de forma serena: Buenos días gente, Ustedes dispensarán que los moleste, gracias chofer (el chofer hunde la cabeza). Pues miren gente, yo acabo de salir de la cárcel pues, yo estuve preso pues, pero pues ya pagué mi deuda con la sociedad pues, yo voy saliendo de la cárcel pues, y ustedes dispensarán pues, pero estoy pidiendo su ayuda para regresarme pa’ mi tierra pues, porque yo no soy de aquí pues, por eso estoy pidiendo su ayuda pa’ juntar p’al pasaje y regresarme a mi tierra pues, ahí con lo que gusten cooperar pues, yo ya no quiero volver a asaltar, no quiero volver a ser un delincuente.
Si Usted iba a pedir la bajada ¡se aguanta!, nadie interrumpe al asaltante redimido, si hasta el chofer le bajó a la música. Para cuando pasa por la cooperación ya está uno listo con la moneda de, por lo menos, cinco pesos. Nada de pichicaterías. Más vale creer que averiguar lo firme de sus propósitos.
Pero mientras en los camiones operan los que piden para ya no volver a asaltar, en las banquetas están las que piden porque fueron víctimas de un robo. Se acercan sigilosas y exponen –unas con risa nerviosa, otras con connato de llanto- “¡Ay! Oiga, que pena, fíjese que me robaron la bolsa y no tengo manera de regresarme a mi casa, me puede ayudar con algo para el camión”. El aspecto limpio y bien arreglado es el complemento perfecto a las palabras. La bolsa se abre y la moneda se comparte, y allá va uno pensando cómo reaccionaría si le pasara algo así. Interiormente se siente un alivio de haber podido ayudar a alguien en aprietos. Esa sensación dura hasta el día en que se vuelve a topar con la mujer quien, olvidando que mentir requiere memoria, se le ha olvidado su rostro y, de nuevo, con risa nerviosa o connato de llanto, le dice “¡Ay! Oiga, que pena, fíjese que me robaron la bolsa….”. En ese momento la “pobre mujer” pasa a “vieja vividora” y uno de “buen samaritano” a “tarugo”.
Hace tiempo, en las inmediaciones de Catedral, operaba una tipa de esas. Cuando Progenitora se la topó le dio dinero suficiente “porque la pobre mujer es de Guasave, ya es tarde y apenas unas moneditas ha juntado, a ese paso iba a completar para el pasaje en una semana. Gente ratera, mira que robarle la bolsa a la pobre señora”. Como a la semana de eso, Progenitora volvió a encontrarse con la “asaltada” y que le suelta la retahíla. Progenitora se ha pegado una enchilada al saberse timada y por dádiva le dijo: “¡ay! Muchacha que bruta eres, ¿cómo que te volvieron a asaltar? Bueno tu no más vienes a Culiacán a mantener ladrones”.
Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ahí, con lo que guste cooperar –comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones- por favor en adosdetres@hotmail.com Prefiero pedir y no robar ideas.
Que tenga una semana pródiga de buenos momentos.
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