Marisa
Pineda
¡Cómo
han cambiado las fiestas! Qué tiempos aquellos señor Don Simón en
que las despedidas de solteras (las aptas para todo público) eran
sencillas a más no poder. Hoy, organizar una despedida de soltera
implica, de inicio, definir si será temática, si se seguirá una
gama de color o estampado que se repetirá desde las invitaciones
hasta el papel de baño o va a ser algo casual y, lo principal, de
cuanto será la cuota de asistencia. Si le tocaron los “showers”
(como también se les dice) en que la invitación decía “regalo:
varios” lo más seguro es que sea de una generación pre-digital,
como yo, porque esas fiestas desde endenantes cayeron en extinción.
Dicen
los que dicen saber que allá por tiempos de la Edad Media, en
Alemania, los amigos de un joven pobre que no podía pagar la dote de
su amada decidieron regalarles lo que necesitaban para formar su
hogar y así pudieran casarse. La historia no dice si vivieron
felices para siempre, quiero suponer que sí, el caso es que ese
episodio se marca como el antecedente de las despedidas de soltera.
De
“plebe” me tocaron las despedidas en casa de alguna organizadora
o familiar de la novia. Qué salón ni que nada, se despejaba la sala
o el patio y ese era el punto de reunión. Las invitaciones se
compraban en cualquier papelería y se llenaban a mano. Los recuerdos
eran miniaturas de rodillos, raspaqueso y cedazos adquiridas en
mercerías, adornadas con un moñito y prendídas con una traba. El
menú invariablemente consistía en sopa fria, frijoles puercos y
algún guiso, de postre pastel, todo casero y para no cargar la mano
cada platillo se encomendaba a la que tuviera fama de que le quedara
sabroso.
En
regalos sugeridos para la futura desposada las invitaciones decían
“varios”, lo cual resultaba riesgoso pues la próxima ama de casa
lo mismo podía recibir una amplia variedad de sartenes, ollas y
cubiertos de cocina, que una dotación de ganchos para tender ropa,
como para no tener que volver a comprar uno sólo en su vida. De ahí
que indicar el tipo de obsequio (blancos, artículos de cocina o de
limpieza) resultaba prudente. Regalar dinero en un “shower” no
era recomendado, aunque recibir dinero pocas veces está demás.
Esos
eventos eran ocasión propicia para sacar el repertorio de chistes
“colorados”, que cedían su lugar al rosario de consejos para
traer al futuro marido a raya y de ahí pasar al momento de las
revelaciones, el instante el que se abría el oráculo y se podía
conocer el secreto para sacar las manchas de la ropa, para surcir
puños y cuellos con puntada invisible y para que el arroz quede
esponjosito. En todos los “showers” había siempre un tema
soterrado ¿estaba la novia embarazada o no? ¿era pura como para
merecer vestir de blanco, velo y corona? La naturaleza humana
presente.
Luego
vinieron las crisis y lo mejor fue obsequiar dinero a los valientes
que se atrevían a formar una nueva familia, no por falta de amor y
compromiso, sino por el impacto económico que implica. Tiempos traen
tiempos y las despedidas de soltera evolucionaron, la sencillez se
transformó, pero hay que reconocer que hoy al igual que en aquella
la historia de la Edad Media algo ha permanecido: la intención de
apoyar a quienes formarán un nuevo hogar.
Muchas
gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la
pena. Sugerencias, recomendaciones, invitaciones, mentadas y hasta
felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com
En Twitter nos encontramos en @MarisaPineda. Estas vacaciones anímese
a leer algún libro, en lo que saborea una bebida refrescante, y
mientras que tenga una semana en la que no falte un amigo que le
apoye.