Marisa Pineda
“El séptimo cielo” y “Sextasy”
suenan a nombre de sexshop y del table dance de moda; pero no, se trata de algunos de los nombres con los que
se conocen las “sales de baño”, la droga sintética asociada a automutilaciones
y actos irracionales de agresión que incluyen canibalismo.
El viernes 7 de septiembre la
ciudad de Los Mochis se conmocionó al conocer de un joven que entró al
vestíbulo de un hotel de cinco estrellas y ante los azorados empleados y
madrugadores huéspedes se clavó un pedazo de vidrio en el estómago y acto
seguido se extrajo e ingirió sus vísceras. Provecho.
En mayo de este año una imagen
dio la vuelta al mundo: en Miami, un hombre desnudo atacaba a mordidas la cara
de un indigente. El agresor fue abatido por la policía, luego de arrancar a su
víctima las orejas, la nariz, parte de la frente y de los ojos. El hecho hizo
que se supiera de agresiones similares ocurridas en otros estados de la Unión
Americana. Todos los casos se asociaron al presunto consumo de “sales de baño”.
Ola de marfil, Seda azul, Nieve
de mar, Cielo de vainilla, Polvo de la exuberancia son de los tantísimos
nombres bajo los que se comercializan las “sales de baño”, droga sintética de
origen incierto, pues mientras hay quienes sitúan su fabricación inicial en
China, otros refieren que fue en Alemania. Toman su nombre porque se ofertan
bajo tal presentación: botecitos o sobres de aluminio con cristales de colores.
Se venden por internet a precio de 100 a 700 pesos por tres gramos, dependiendo
del grado de concentración.
Los defensores de tales productos
argumentan que si bien la base son químicos, también tienen una alta
concentración de componentes naturales como la damiana y la salvia; que los daños
a la salud aún no se conocen y que ultimadamente el envase indica “no apto para
consumo humano” y si alguien se lo come, se lo fuma o aspira es muy su responsabilidad.
Eso último es irrebatible; pero que en los alegatos a favor no figure que el
producto es bueno porque rejuvenece y suaviza la piel, dejándola ricamente
perfumada, hace sospechar que no estamos hablando de las mismas sales de baño
que se le echan a la palangana para poner los pies en remojo.
El año pasado, en Estados Unidos la
Administración del Control de Drogas (DEA) restringió la libre venta de los
componentes químicos utilizados para la elaboración de las “sales de baño”. En
varios países europeos la comercialización de dichos productos, bajo cualquiera
de sus nombres, es delito. En México ni los componentes ni los productos son
ilegales, su producción y venta se mueve libremente en ese vacío legal de que
lo que no está prohibido está permitido.
En la Unión Americana, tanto la
DEA como los servicios de emergencia
advierten que la ingesta de esa droga sintética provoca estados graves de
paranoia, alucinaciones, elevación de la presión sanguínea, aumento de la
temperatura corporal y alteración del umbral del dolor, lo cual explicaría cómo
aguantan las lesiones que se infligen.
En los resultados de la autopsia
al llamado “Caníbal de Miami” la única droga que se encontró (o dejó registro)
fue mariguana; en su estómago no había restos de carne humana, mutiló a su víctima a mordidas pero no se lo
comió. En el caso de Los Mochis, falta que las autoridades den a conocer los resultados de los exámenes toxicológicos.
De haber actuado bajo el influjo de las “sales de baño” estaríamos frente al
primer caso documentado en México de autofagia relacionada con el consumo de dicha
droga. En vía de mientras, si el envase dice “no apto para consumo humano” más
vale creerlo que averiguarlo.
Muchas gracias por leer éstas
líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias,
mentadas, invitaciones y hasta felicitaciones en adosdetres@hotmail.com En Twitter
estamos en @MarisaPineda. ¡Anímese a leer un libro! Yo se lo que le digo. Que
tenga una semana libre de sobresaltos.