lunes, 31 de octubre de 2011

A dos de tres

Marisa Pineda

¿Se acuerda de los fantasmas? Esas ánimas que por las noches regresaban del más allá para protagonizar historias que ponían los pelos de punta a los niños, y a más de un adulto. Seres inmateriales ante cuyo acecho se cubría uno de pies a cabeza con una sábana protectora, en lo que cerraba bien los ojos, decía una oración, hacía la señal de la cruz y prometía por ene vez que ya se iba a portar bien. Fantasmas como La Llorona, La mano peluda, La mujer de blanco que paralizaron a muchísimas generaciones y que hoy en día, ante las muertes cada vez más frecuentes, cada vez más violentas, parecen ya no asustar a nadie.

Alguna vez esos aparecidos convertidos hoy en materia de programas chafas de televisión fueron uno de los instrumentos más socorridos por las madres y abuelas para tratar de apaciguarlo a uno. ¡Ay! de aquel que osara levantar la voz a sus mayores porque eso era causa automática para la invocación: “Te va a salir La llorona por grosero”. Y ahí lo tenía a uno cargando el juicio, aterrado, pidiendo perdón para que se cancelara el conjuro antes de que cayera la noche. Y más valía dejarla de ese tamaño porque si se atrevía a poner en entredicho la aparición de la legendaria alma en pena la advertencia subía de tono: Síguele y te va a salir el Diablo por contestón.

Las historias de miedo, como se les decía coloquialmente, eran tema de conversación de chicos y grandes. Entre la plebada de entonces no faltaba aquel a cuyo primo de un amigo un par de manos invisibles le había jalado los pies en la noche. Otro que al ir al baño o a tomar agua se le había aparecido una mujer vestida de blanco, que se desvaneció ante sus ojos. Tampoco faltaba quien, a mitad de la noche, cuando todos estaban dormidos, escuchó a lo lejos a una mujer gritando “Aaay mis hijos”.

Espiando las pláticas “de los grandes” se enteraba uno que un amigo de un compadre platicó que en un rancho una muchacha se fue al baile pese a la prohibición de su madre. En el jolgorio estuvo bailando muy coqueta con un hombre muy guapo, pero algo siniestro, que no era conocido del rumbo. De pronto, la muchacha empezó a gritar y todos vieron como el tipo aquel se transformaba en el Diablo (tal como figura en las cartas de la lotería), en medio de un fuerte olor a azufre. El Diablo desapareció y la muchacha quedó muy grave por las quemaduras que le marcaron el cuerpo.

A esas historias se sumaban la de La mano peluda. En el Culiacán de entonces, al irse el sol el plebero apuraba el paso y evitaba ciertas calles, pues se aseguraba que si uno pasaba por ahí se toparía con La mano peluda o con el Nahual.

Para quienes no conocieron a esos espectros. La mano peluda se decía era una mano, obvio peluda, que se asomaba por entre las paredes. En su más espeluznante forma se materializaba posándose sobre el hombro del mal portado en cuestión. El nahual era un animal, como un perro grande, con ojos que despedían fuego y al cual con sólo verle se podía quedar uno mudo del susto.

La llorona era una mujer que vagaba buscando a sus hijos perdidos y se llevaba a los niños que se portaban mal. La historia más ambigua era la de La mujer de blanco. No se sabía quién había sido, ni cuál era su propósito al materializarse, pero no había barrio que no tuviera entre sus fantasmas  una mujer vestida de blanco que se aparecía en los patios o en los corredores de las casas.

El Diablo se podía aparecer a las muchachas coquetas que contradecían los buenos consejos de su madre, a los hombres viciosos o desobligados, a las malas personas y a quienes jugaban lotería o baraja a la medianoche. Porque todas estas apariciones ocurrían, invariablemente, al filo de las cero horas; momento en que una mano invisible y helada jalaba de los pies a los plebes mal portados.

A medida que los años pasaron uno descubrió que esas historias se repetían en todos los barrios, y su origen incierto se perdía entre los siglos. Con el tiempo entendió uno a cabalidad la frase “ten miedo a los vivos, no a los muertos”, dicha esta por las propias madres y abuelas cuando veían que sus invocaciones fantasmales habían provocado que uno encendiera todas las luces de la casa, negándose férreamente a ir a sitio alguno que no estuviera plenamente iluminado.

Con el tiempo esos fantasmas se convirtieron en protagonistas de novelas, películas, programas de televisión y hasta corridos (La que bailó con el Diablo). Hoy en día, se antoja por demás difícil que tales historias puedan asustar y, menos aún, servir de correctivo a los chamacos desobedientes y groseros. Son fantasmas que ante las muertes cada vez más violentas, cada vez más frecuentes, ya a pocos asustan.

Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana libre de sustos.

PD: Don Autoridad ¿tiene idea de qué tanto se acordarán de Usted este Día de Muertos? ¿Cuántos inocentes cayeron esta semana a manos de la delincuencia? ¿Hubo ya justicia para alguno de ellos? más allá de la Justicia Divina. Si cree que olvido terminará de sepultarlos, se equivoca: no se nos olvida).

lunes, 17 de octubre de 2011

A dos de tres

Marisa Pineda

Dicen quienes dicen saber que cuando el hombre controló el fuego nació la gastronomía. De entonces a la fecha todo se reduce a quién come a quien de qué manera. A petición del 20 por ciento de nuestros lectores (lo cual equivale a un lector) en A dos de tres nos instalamos en sibaritas, levantamos el meñique y adoptamos pose de catador oficial para dedicar este espacio a ese manjar cuyo origen se ubica en tiempos prehispánicos: los tacos.


Del momento en que el hombre se volvió sedentario, logró el primer cultivo de maíz e hizo las primeras tortillas al instante en que este se convierte en la base de los tacos de la carreta de su preferencia han pasado ya un buen de años. En todo este tiempo los tacos no han estado exentos de la evolución y de las influencias multiculturales, patentes en la incorporación de ingredientes (las tortillas de harina, por ejemplo), de técnicas (los tacos al pastor) y en el nombre de algunas variedades (como las gringas). Para los de A dos de tres la mejor evolución de las carretas de tacos de carne asada es la incorporación del servicio a domicilio.

En Culiacán si hay algo que pulula son las carretas de tacos de carne asada, a cual más de todas de sabrosos. Por generaciones “salir a cenar” equivalió a salir a cenar tacos de carne asada. Ya luego aparecieron y se popularizaron las pizzas y los sushis (que con la característica hospitalidad culichi adoptamos y adaptamos incorporándoles ingredientes como el chilorio), sin embargo el clásico de clásicos sigue siendo el taco de carne asada. 

Algo hay en el manjar que despierta los instintos primarios. Por más satisfecho que esté uno es cuestión de oler la carne asada para sentir como se activa el apetito. Además, los taqueros deben tener algún secreto, pues por más que uno trata de recrear el sabor en comilonas familiares no se logra. No falta el aséptico que justifica la ausencia de ese “algo” que tienen los tacos de carreta aduciendo que los condimentos ausentes son la tierra y el humo que avientan los camiones al pasar. ¡Injurias! 

En las carnes asadas caseras es de rigor que caiga un trozo de carne al suelo y algún tragón acomedido lo junte y se lo coma, argumentando que peores cosas se mete uno a la boca. La tierra, pues, ahí está pero el sabor sigue sin ser el mismo. Los conocedores refieren que el sazón lo da el cebo asado que se le pone a la tortilla. Por años esta su amiga experimentó en ese sentido, lo único que conseguí fueron tristes versiones tapa arterias, tan cercanas de la hipertensión como lejanas del sabor anhelado.

Y es que eso del sabor es un misterio. Si bien el producto es el mismo: tortilla y carne asada, el gusto varía de carreta a carreta, pero curiosamente se mantiene en aquellas que pertenecen a la misma firma. Prácticamente en cada colonia hay unos tacos de El Pariente, cuya única relación es la coincidencia del apodo, cada Pariente da un sabor particular a su producto. En cambio, en las sucursales de los Hermanos Moreno, o en las del Toro Bravo, el gusto no varía. Secretos del brasero.

¡Ah! Porque el nombre de las carretas es asunto aparte. Están las que toman el nombre de los parentescos consanguíneos o políticos del taquero: el Pariente, el Compadre, el Cuñado y el Primo se repiten de colonia en colonia y de barrio en barrio. Aquellas en las que el apócope del nombre o el apodo del taquero hace la carreta: los tacos del Choche, de la Cande, del Torito, del Güero y un larguísimo etcétera. O las otras que toman el apellido para hacer de él sinónimo de prosapia gastronómica: los hermanos Moreno, añadiendo la fecha en que se fundó el negocio para refrendar el linaje.

También están las carretas cuya identificación va estrechamente ligada a su ubicación geográfica: los tacos de la curva, los del boulevard, los de la esquina. Así como las que toman su nombre del árbol que las cobija: los del tabachín, de la amapa, del guamuchilito, de la ceiba. No se puede dejar de mencionar las que en el apelativo definen su clientela: los desvelados, y las que lo hacen citando la habilidad del taquero: las salsas voladoras o los desaparecidos tacos del frijolón.

Los tacos del frijolón tienen un sitio especial en la memoria de La de la letra. La carreta se ubicaba sobre el boulevard Madero a la altura de la Caseta Cuatro. Su clientela se componía mayormente de músicos, suripantas, chichifos, taxistas, malandrines, vendedores y algunas familias vecinas que no se incomodaban en compartir la banca con los referidos parroquianos, quienes tenían su punto de operación en la zona de tolerancia, entonces recién reubicada en el ejido El Barrio.

El taquero había llegado del Estado de México, iba al gabacho en pos de una mejor vida pero se quedó varado y empezó a vender tacos para completar lo que le pedía el “pollero”. El tiempo pasó, aquí formó su familia y se avecindó.

Los tacos del frijolón eran famosos por ser los más baratos y porque si bien la ración de carne asada era muy escasa (nadie encontró jamás más de tres cuadritos por taco) la completaba con una sobrada cucharada de frijoles guisados con manteca y una salsa suculenta. Cabe aclarar: los frijoles estaban enteros e iban adentro del taco.

Un día se corrió la voz que los tacos del frijolón serían gratis y así fue. A la mañana siguiente “El frijolón” regaló a sus vecinos más amolados las escasas pertenencias de la familia y con toda su prole se regresó a su tierra. Luego se supo que "El frijolón" se había sacado la lotería. En todos estos años jamás he vuelto a encontrar otros tacos como esos: de frijol con carne asada y una salsa inolvidable.

Pero si de salsas hablamos hay que ponerse de pie al momento de hablar de la carreta de las salsas voladoras. Un espectáculo visual y al paladar. Ubicada originalmente en la esquina sur-oriente de Serdán y Colón (ahora está cruzando la calle, atrás de la escuela Tipo) las salsas voladoras toman su nombre de la habilidad del taquero para atrapar en el aire la cucharada de salsa con el taco.

Con la engañosa facilidad que da el dominio de la técnica, el taquero toma el taco con una mano y con la otra avienta la cucharada de salsa. En los años que tengo frecuentando la carreta jamás me ha tocado ver que falle un solo cucharazo. Como prueba de su destreza está su mandil, que conforme transcurren las horas y pasan los comensales se mantiene de un blanco impoluto. A estas alturas sigo sin saber si en las salsas voladoras uno paga por el taco o por el espectáculo, a cual más de los dos de buenos. 

Y podríamos seguirle, pero ya nos dio hambre y vamos por unos tacos. Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com  También estamos en Twiter  como @MarisaPineda por si gusta seguirnos.

Que tenga una semana de-li-cio-sa.

(PD: Don Autoridad y Usted qué tal ¿No se le va el apetito? ¿Cuántos inocentes cayeron esta semana a manos del crimen organizado? ¿Para cuantos hubo ya justicia? Más allá de la Justicia Divina. Si espera que el olvido termine de sepultarlos, error: no se nos olvida.)

lunes, 3 de octubre de 2011

A dos de tres


Marisa Pineda

Culiacán está de fiesta. Celebra sus primeros 480 años de existencia. De Culiacán se ha escrito sobre el significado de su nombre, sobre su fundación, sobre el tomate, sobre su desaparecido ferrocarril “El tacuarinero”. También sobre sus calles, plazuelas y casas. Se ha escrito sobre sus brillantes intelectuales, académicos y artistas. Se ha formado un inmenso mar de tinta de lo que se ha escrito sobre la vida, obra y andanzas de los barones de la droga. Se ha escrito sobre tantísimos temas, sin embargo para los de A dos de tres la historia todavía nos queda debiendo un capítulo: el de la lucha libre en Culiacán.


Los del Departamento de Investigaciones de A dos de tres se hacen los desentendidos porque no es mucho lo que han logrado encontrar sobre la lucha libre en Culiacán y sus personajes. Cuando uno les pregunta dónde estuvo la primera arena, cual fue el primer combate, quién fue el primer luchador culichi en luchar enmascarado, se vuelven la bichi y tratan de desviar la atención. “Va a venir La tremenda corte como parte de los festejos (de la ciudad). Van a estar resolviendo un tremendo caso”, dicen para cambiar de tema.


Tremendo caso es tratar de ubicar los orígenes de la lucha libre en Culiacán. En pláticas con la afición de antaño algunos recuerdan una arena que hubo por la calle Nicolás Bravo, rumbo al malecón. Otros citan las luchas que se llevaron a cabo en la Arena Colón, en lo que fuera el cine con ese mismo nombre. Algunos más hablan de la Arena El Palmito, espacio que impulsó una familia gitana. Los más citan los combates entre las grandes figuras de la lucha en el Parque Revolución. Único espacio vigente de todos los que mencionaron.


Si bien el futbol es el deporte más popular en México, la lucha libre es el de la identidad. Basta leer las reseñas sobre el revuelo que despiertan los gladiadores mexicanos en el extranjero; echarle un vistazo a la cantidad de tesis de grado y postgrado que se han escrito sobre la lucha, sus exponentes y sus máscaras, para corroborar el peso del deporte espectáculo.


Por allá en los años 70 la lucha libre cobró cierta relevancia en Culiacán. Era cuestión de divisar al rotulista trazando el cartel en alguna pared para que en segundos la plebada lo tuviera rodeado, interrogándolo cual si fuera el promotor de la función. Mal delineaba una letra cuando uno anticipaba lo que creía era el resto. El Sss… ¡El Santo! Va a venir El Santo gritábamos jubilosos en lo que los desesperados corrían a llevar el chisme mal, pues la siguiente letra era una o.. Eeel Sooo… ¡El Solitario! Va a venir El Solitario y así, letra por letra, hasta completar el cartel.


Culiacán está lejos del epicentro de la lucha libre. Gladiadores como Muralla Negra, El Rayo de Sinaloa y El Delfín se las ingeniaron para entrenarse, formarse una imagen y subirse al encordado con los escasos elementos que tenían. Dieron lo mejor de sí ante sus pares regionales y ante las máximas figuras como El Santo, Blue Demon, El Rayo de Jalisco y muchos otros distinguidos visitantes que barrieron con los de casa, no sin reconocer su empeño.


De ese selecto grupo de luchadores locales, hechos de más corazón que técnica, recuerdo a Muralla Negra, quien trabajó en el Ayuntamiento de Culiacán, en aseo y limpia, creo. Alguna ocasión, en víspera de una elección sindical, fue a dar a casa una mampara con el cartel de la lucha de días atrás y en ella la imagen del gran Muralla Negra. Habían llevado aquel bastidor para pintarlo con propaganda de la planilla amarilla. Me explicaron que el Muralla  era un compañero suyo que los apoyaba. Así supe dónde trabajaba.


En esa década, la de los 70, en la Arena El Palmito debutó El Rayo de Sinaloa, llamado también El Ranchero por el sombrero que usaba. Cuando perdió la máscara se descubrió la identidad de Natividad Palafox. Siguió luchando por casi 40 años en diversas arenas por rumbos del bajío, a donde se fue a radicar. Cuentan que su hijo sigue sus pasos con el nombre de El hijo del Rayo de Sinaloa.


De quienes hicieron nombre en aquellos tiempos hay un luchador que sobresale por su indiscutible carisma: El Delfín. Fue quien más seguidores alcanzó. El parque Revolución se cimbraba al grito deletreado de Delfín. Sus mallas y su capa azul recordaban el azul del mar y en la tapa la figura que le daba nombre.


El Delfín perdió la máscara ante Vic Zamora “La calaca de Tijuana”, en una lucha en la capital sinaloense, en el Parque Revolución si mal no recuerdo. Vic Zamora se convirtió en promotor de peleas de box y de luchas, asociado con el cronista Agustín D. Valdez trajeron a Culiacán importantes elencos que siempre dieron cabida a los locales. En esas carteleras no faltó Agustín Noriega Durán, El Delfín, quien hace poco recibió el homenaje por sus 40 años como luchador profesional, así como el cariño de las nuevas generaciones que siguen sucumbiendo a su carisma.


La lucha libre en Culiacán cada vez toma más forma. Ya hay escuelas en las que los aspirantes a gladiadores pueden formarse y desarrollar una técnica para subir al ring con algo más que valor y arrojo. A los legendarios nombres del Muralla Negra, El Rayo de Sinaloa, El Delfín y  El loco del campanario (de quien siempre se ha dicho es El Delfín) se han sumado muchos otros nombres como el de Psíclope, Frank el payaso, Muralla Negra (ignoramos si tiene algún parentesco con el de los 70 o es sólo una coincidencia en el nombre de batalla) los hermanos Monster Truck I y II, El Tigre de Aguaruto,  Doberman  y más recientemente el de Mr. Iguana, cuyo imán con el público hace recordar al de El Delfín. Sólo el tiempo dirá cuales de esos nombres se quedan para la historia de la lucha libre en Culiacán. Una historia que aún falta ser escrita.


Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com


Que tenga una semana que haga historia.


(PD: Don Autoridad ¿cómo se lo va? ¿Cuántos inocentes cayeron esta semana a manos de la delincuencia organizada? ¿Ya hubo justicia para alguno de ellos? más allá de la Justicia Divina. Si espera que el olvido termine de sepultarlos, equivocación: no se nos olvida.)