A dos de tres
Marisa Pineda
Diciembre. Mes de arbolito, adornos, luces, y todo eso que constituye la parafernalia navideña. Mes de regalos; posadas y villancicos. Mes en que ad chalecum debe andar contento y con el espíritu de dar y recibir muy en alto. Pero ¿qué pasa cuando a Usted lo hartan los villancicos?, cuando está decidido a no entrar al intercambio navideño porque este sólo le ha dejado una dotación de carteras que le durarán de tres a cinco reencarnaciones. Qué pasa cuando se niega a convertir su casa en una sucursal del taller de Santa. Pasa que lo llamarán: grinch.
“El grinch que se robó la Navidad” cuenta la historia del ogro que no podía ver ojos en cara ajena y planeó disfrazarse de Santa Claus para robarse todos los regalos y árboles de Navidad; su plan no funcionó porque la gente sabía que el gozo de la Navidad nace en el corazón. Dicen los que dicen saber que el cuento está inspirado en el pasaje de Herodes, quien al saber del nacimiento de Jesús ordenó matar a los niños. El plan de Herodes fracasó y henos aquí, dos mil diez años después, celebrando la Navidad.
Basada en ese cuento, en el año 2000 se estrenó la película El Grinch, en la cual Jim Carrey dio vida al ogro que quería robarse la Navidad. En la cinta el motivo del grinch varía y, más que por egoísmo, quería arruinar la fiesta porque detestaba los villancicos (ya sabe cómo es Hollywood de correcto y moralino para ciertos asuntos). A partir de la película es cada vez más usual que a quienes no alucinan por la parafernalia que rodea estas fechas se les diga grinch, en vez de aguafiestas. Pero, haciendo a un lado a Herodes y al egoísmo de la historia original, ¿en verdad se puede culpar al grinch por detestar los villancicos?
Cuántas veces ahí va Usted a un centro comercial a ver precios y darse una idea de lo que regalará. En el centro comercial, bien considerados, han ampliado los horarios de venta para que elija con calma sus obsequios. Además, para que el espíritu navideño lo invada han ambientado con luces, figuras, campanas y sonidos de trenes (ya ve que en esta época de la nada surgen trenes, eléctricos o de pilas no hay Navidad sin trenes). Para completar el cuadro y que el espíritu navideño lo acompañe hasta en los probadores: villancicos.
Para cuando termina de ver precios ya escuchó Adestes Fideles en versión de Frank Sinatra, de Il Divo, del mismísimo Pavarotti y hasta del grupo Para amanecer bailando; para entonces, aunque le digan sacrílego, ya estará hasta la coronilla del venite adoremus. Eso, sin contar que entre Adestes y Adestes escuchó como beben los peces en el río; que en el portal de Belén hay estrellas, sol y luna; que campana sobre campana y sobre campana una; culminando con feliz Navidad, próspero año y felicidad.
Y es entonces cuando empieza a ver al grinch de otra manera, cuando empieza a cuestionarse si el ogro realmente estaba mal porque los villancicos lo tenían hasta la coronilla. Es entonces cuando repara en que el sonidito que lo tiene sonso viene de los gorros de los vendedores, porque prácticamente a todos les pusieron gorro rojo con cascabel; y los que no tuvieron tanta suerte fueron convertidos en gnomos del taller de Santa, con cascabeles en el gorro y en las babuchas.
En estas fechas a la de la letra le gusta mucho ver las casas iluminadas con miles de foquitos. Admiro la dedicación de quienes prácticamente forran de luces las fachadas o techos de sus hogares; de quienes colocan coronas y guirnaldas en puertas y barandales; que se dan tiempo no sólo para poner un arbolito tupido de adornos y luces, sino que hasta visten de Navidad el baño, con toalla con cenefa navideña, tapa de inodoro con un Santa Claus que le sonríe y al levantarla se tapa los ojos para no verle el trasero, y rollo de papel de baño que dice Ho Ho Ho.
Hasta ahí todo bien, pero cuando la magia de la Navidad llega a que el desayuno, comida y cena estén acompañados ininterrumpidamente de “Los mejores villancicos” volumen uno al diez, ahí sí, esta su amiga empieza a transformarse sin importarle que le digan grinch.
Y a propósito de grinch, lo dejo porque voy a poner el árbol.
Muchas gracias por leer éstas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com
Gracias a quienes nos echaron de menos éstos días. Retornamos. Estamos bien. Un abrazo.
Que tenga una semana con el espíritu en alto.
PD: Cada que esté a punto de tronar porque se hartó de los villancicos recuerde el “chalalala-la-lá el futuro es milenario, chalalalala-lá al son del bicentenario”, se le pasará el malestar.