lunes, 12 de julio de 2010

A dos de tres

Marisa Pineda

Domingo de final futbolera. ¿Cómo acompañará el partido? ¿Una carnita asada, quesadillitas, salsita? ¿O un cevichito con sus tostaditas? ¿Unas cervecitas? Algo leve, con la familia.

Dicen los que dicen saber que los mexicanos nos distinguimos por el uso excesivo de diminutivos. A riesgo de que me diga apátrida o malinchista, a la de la letra eso de hablar todo en diminutivo la harta. Podrá decirme que es por cariño, por respeto, por humildad, por lo que guste. Pero decir que una persona está cieguita, no le regresa ni por tantito la visión. Si una pesa arriba de 100 kilos, decirle gordita sólo es liposucción verbal, en la báscula no le quita ni un gramo.

Del uso excesivo de diminutivos están plagadas las pláticas. Si se comparte una receta de cocina hay que tener mucho cuidado y mayor intuición para encontrar la diferencia entre una cucharadita, poquita, tantita y una cosita de nada de determinado ingrediente. Eso suele resolverse echando la cantidad poco a poco –o poquito a poquito, si lo prefiere-, hasta dar con el sabor ideal. Luego vendrá la prueba de fuego: cocinarlo. “Me dijo que se mete al horno no más tantito, pero ya lleva cuarenta minutos y sigue crudo”.

¡Uy! Los diminutivos y el tiempo. ¿Cuántas relaciones se habrán atrofiado por la libre interpretación de la palabra “ahorita”? Si se desespera porque le dijeron que un guiso se ponía al fuego no más tantito y a los cuarenta minutos sigue crudo, imagínese si su pareja le dijo que ya iba por Usted “ahorita” y de eso hace cuarenta minutos. El enojómetro pasa peligrosamente del ámbar al rojo y aumenta minuto a minuto.

Los diminutivos y el tiempo mantienen una extraña relación. Además del “ahorita”, que me dice de los cinco minutitos cuando suena el despertador; o de cuando al hacer un trámite atropella a todos los de la fila, se planta a mero adelante y trata de mitigar las mentadas que recibe argumentando: sólo voy a hacer una pregunta, no le quito ni un minutito.

O cuando el diminutivo en el tiempo alcanza niveles risibles, al pedir “aplícate sólo dos horitas en eso”, como si los 120 minutitos que forman esas dos horitas transcurrieran de manera distinta al tiempo carente de las terminaciones ito e ita.
Muy posiblemente esas horitas sean las de los martecitos, miercolitos, juevecitos, viernecitos, sabaditos y dominguitos. Y hasta ahí llegan los diminutivos, porque los lunes jamás son lunecitos. Los lunes son los lunes.

Está también la relación inversamente proporcional del diminutivo con los precios. ¿Cuánto cuesta? “Está carito”. Si la respuesta hubiera sido caro, significaría que al menos existe la remota posibilidad de adquirirlo, pero si está “carito” olvídelo, “carito” es un eufemismo para decir que está totalmente fuera de la capacidad adquisitiva de quien pregunta.

Y cuando llegamos al plano sentimental, nos perdimos; porque los diminutivos tienen tantos significados como número de personas los apliquen. La diferencia entre “cariñito”, “pedacito”, “chiquito” como expresiones de afecto y como sarcasmos, es una línea muy fina que sólo conocen dos y, a veces, apenas uno: quien lo dice. Tarde de juevecito con cafecito y besitos con mi cariñito, sólo quien la pronuncia sabe si se trata de la más amelcochada muestra de amor o de una burla agazapada.

Igual cuando en aras de no pasar por malo o grosero, en vez de decirle a alguien pobre endejo, se aplica “cosita” o “cositas”, o el manido “vidita”. Precedido de la interjección ¡ay! Y pronunciado con un falso tono de dulzura: “¡Aaay! Cosiiiitaaas (escriba sobre la línea punteada el complemento: cree que le aumentarán el sueldo, cree que le es fiel, etcétera)…”

En el terreno sexual los diminutivos juegan un papel preponderante. En ese afán que tenemos los seres humanos por complicarnos la vida, echamos mano de ellos cuando le enseñamos a los niños cómo se llama su órgano reproductor: “palomita”, “pajarito”, “cosita” y al rato todos sonrojados ante el plebe preguntándonos a grito abierto en medio de la gente por qué su “palomita” se llama igual que las que venden en el cine. O “por qué esa señora le dice Cosita a ese señor”.

Peor aún cuando tenemos que explicar, a quien sea, la enorme diferencia que hay entre “aquello” y “aquellito”.

En la relación de los diminutivos y el sexo está el origen de uno de los más populares albures, que con el paso del tiempo se ha convertido en una expresión políticamente correcta: Qué tanto es tantito.

Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana en que la dicha llegue sin diminutivos.

lunes, 5 de julio de 2010

A dos de tres

Marisa Pineda

El Muchacrema ha subido al cuadrilátero. Viste de gala, como siempre que se trata de una contienda estelar. Gala que para él es un traje de tres piezas, en tela brillosa y color vistoso, recamado en solapas y puños con lentejuela. La camisa, blanca, como dictan los cánones de la elegancia, tiene olanes que alcanzan a asomarse sobre la parte superior del chaleco. Perfectamente rasurado (a la antigüita: toalla caliente, brocha y navaja). En el pelo tanta brillantina, que el cabello en vez de peinarlo parece que lo esculpió. Los zapatos de charol negro espejean, reflejando las luces y todo lo que se les pone enfrente. El Muchacrema se planta al centro del cuadrilátero, toma el micrófono y con seriedad pronuncia:

Respetable público. Luuucharaaán a una sola caída, con límite de tiempo. Sin empate. Sin indulto. Sin esquina neutral. Los gladiadores lucharán al estilo técnico, ambos. La batalla estelar se espera larga, un drama. Se pide a las porras guardar la compostura para no empañar la contienda.

La afición por determinado deporte de alguna manera marca las expresiones y el modo de ir por la vida. Este domingo 4 de julio es día de elecciones en Sinaloa (y en otros once estados) y en esas charlas de café, en las que uno resuelve los problemas nacionales e internacionales en lo que se consume un expresso o dos americanos, hay quienes dicen que el proceso aquí se irá “a extrainning”, a “tiempos extras” e incluso “a penales”. Para quienes seguimos la lucha libre eso nos es ajeno.

En el deporte del pancracio es excepcional que hoy en día se de una lucha con límite de tiempo (como la electoral en que las leyes establecen plazos) y el indulto es apenas una referencia de lo que no obtendrás, o que si lo obtienes prefieres declinar para salvar el honor y caer de cara al sol, en vez de quedar arrodillado.

No obstante ser esporádicas, las luchas con límite de tiempo van a una sola caída y tienen como sello distintivo la fiereza y la inteligencia con que se desarrollan. Son una extraña mezcla de intuición y análisis, aplicados a una velocidad que no deja margen para errores. Los errores se estudiarán después, se diseccionarán sus causas, pero eso será ya mera enseñanza.

En A dos de tres nos aprestamos a acudir a votar este domingo 4 de julio. Los del departamento de Vida y Estilo sugieren outfit casual (pantalón de mezclilla y playera blanca o beige, lisa, sin nada de adornos) porque en la casilla no quieren que el votante acuda con ropa del color de alguno de los partidos. Como ahorita hay cada mezcla de color, recomiendan asistir en tonos neutros. Los de Estudios Económicos y del Consumidor recomiendan ir temprano: dedo manchado (con tinta indeleble) descuento garantizado. Votas, dicen, y de ahí vas a hacer válido tu descuento en restaurantes y/o tiendas. El acudir temprano permite buscar bien entre la mercancía y no conformarte con hurgar entre lo que dejaron los madrugadores.

La de la letra irá por una razón más romántica, cívica o como le quiera llamar: En cada vez más ocasiones pareciera que el único derecho que quedara por ejercer es el de pataleo, pero resulta que está también el del sufragio y hay que hacer uso de él. Es un derecho que ha costado sangre para conquistarlo, y dinero para preservarlo. Si no échele pluma: sueldos de los funcionarios electorales de todos los niveles, prerrogativas a los partidos políticos, compra de material para cada casilla, impresión de boletas, combustible para el traslado del material, y una larga lista de etcéteras.

Además, sería una grosería dejar plantados a los funcionarios de casilla que, esos sí por mera responsabilidad civil, madrugaron para revisar y acomodar el material electoral, armar las urnas y esa estructura en la cual usted va a marcar la boleta. Sería bien feíto dejarlos plantados.

En A dos de tres lo invitamos a votar, no le vamos a decir por quien, esa es decisión suya. Ya bastante tuvo con toda la propaganda que recibió en su correo electrónico, en el teléfono celular, en el de su casa, en las calles, en el cielo (no, no era el circo Rolex, era un candidato), al ritmo de las canciones de moda y hasta de las clásicas populares. A estas alturas seguro sabe a quien tachará en la boleta.

Por cierto, eso me recordó la anécdota de un candidato a diputado que al llegar a una comunidad le dijeron de todo y este respondió: ya sé que no me quieren, por eso, cuando vean mi foto en la boleta, táchenla, pónganle una cruz.

Muchas gracias por leer estas líneas y con ello hacer que esto valga la pena. Ya sabe, comentarios, sugerencias, invitaciones, mentadas y hasta felicitaciones por favor en adosdetres@hotmail.com

Que tenga una semana de elecciones acertadas.